ELECCIONES 29M
Gustavo Petro, tan cerca y tan lejos del poder
Con el 40% de los votos, el exalcalde de Bogotá hace historia en Colombia al dejar a la izquierda en cabeza de una primera vuelta. Pero el 19 de junio se enfrentará a Rodolfo Hernández, un postulante “anticorrupción” que captura el voto de rechazo
Olga L. González 30/05/2022
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La pregunta que se hacen los colombianos es si Gustavo Petro, un exguerrillero del M19, logrará convertirse en el presidente de un país que nunca ha sido gobernado por la izquierda en el siglo XX a nivel nacional, y si esta elección podría ser el inicio de un cambio histórico. Pero, ¿quién es Gustavo Petro, el candidato que ayer quedó en primer lugar en la primera vuelta de las elecciones presidenciales con el 40% de los votos? ¿Qué desafíos le esperan para la segunda vuelta, el 19 de junio?
La formación inicial de Gustavo Petro, que marca toda su concepción política, es la de un guerrillero del Movimiento 19 de abril (M19). Esta guerrilla, creada a principios de la década de 1970 en Colombia, fue formada por antiguos miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que buscaban una base más urbana, así como por jóvenes militantes decepcionados con los dos partidos enquistados en el poder (el Frente Nacional de entonces imponía una alternancia obligatoria, prohibía terceros partidos y no dudaba en acudir al fraude). Inspirados en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros de Uruguay, e inclinados a realizar operaciones espectaculares como el robo de la espada de Bolívar, el asalto a la embajada de la República Dominicana en Bogotá en 1980, con unos cuarenta rehenes, entre ellos catorce embajadores, incluidos el de Estados Unidos y el nuncio apostólico, o del asalto al Palacio de Justicia de Colombia (en 1985) para juzgar al presidente Belisario Betancur por el fracaso de las negociaciones de paz con el M19, cuyo sangriento desenlace está grabado en la memoria colectiva. Este grupo guerrillero sufrió la represión del ejército (en su libro de memorias, Petro cuenta que fue torturado) y gozó de bastante popularidad entre gran parte de los colombianos.
Uribe está ahora desacreditado: en las ciudades, se ven murales en alusión a su rol en el episodio de las personas pobres ejecutados para hacerlos pasar por guerrilleros
Petro se reincorporó a la vida civil tras el proceso de paz con la guerrilla. En 1991, el partido surgido de este grupo armado representaba una gran esperanza en Colombia: fue uno de los más votados para la Asamblea Constituyente, que en 1991 promulgó una nueva Carta Magna. Petro no fue constituyente, pero se convirtió en un diputado muy conocido a finales de la década de 1990 y principios de la de 2000, debido a los debates en los que denunciaba los vínculos de parlamentarios y políticos con los grupos paramilitares. Fueron los años en los que las negociaciones con las FARC se toparon con varios fracasos y la extrema derecha (grandes terratenientes, fuerzas armadas, paramilitares, mafias de la droga) controlaba varios niveles de poder. Fueron años de gran violencia en nombre de la “lucha antisubversiva” (masacres, desplazamientos de poblaciones) y ejecuciones de “falsos positivos” por el ejército. Y ello continuaría –e incluso se profundizaría– bajo los dos gobiernos de Álvaro Uribe (2002-2010), quien rechazó cualquier intento de diálogo con las FARC, instaló en el ambiente un anticomunismo primario y trató todas las formas de protesta social como enemigos internos.
Durante la década de 2000, varios grupos políticos minoritarios de izquierda (el Partido Comunista, el Movimiento Obrero Independiente y Revolucionario –MOIR, maoísta– y otros) acordaron unirse en el Polo Democrático para tener un impacto en la vida política. Petro fue uno de los líderes de este partido, y bajo esta formación se lanzó como candidato presidencial por primera vez, en 2010. Elegido posteriormente alcalde de Bogotá (2012-2015) –de donde fue destituido en una decisión polémica–, se presentó por segunda vez a la presidencia (en 2018), pero fue derrotado en la segunda vuelta por el candidato apoyado por Uribe, Iván Duque, un hombre prácticamente desconocido en ese momento pero que logró beneficiarse del apoyo de su mentor. Petro obtuvo el 42% de los votos en la segunda vuelta.
Como candidato presidencial por tercera vez, el contexto en 2022 es sin embargo muy diferente al de hace cuatro años. En primer lugar, Uribe está ahora muy desacreditado: en las ciudades, se ven murales con la pregunta “¿Quién dio la orden?”, en alusión directa a su rol en el triste episodio de los hombres de estratos bajos ejecutados para hacerlos pasar como guerrilleros. A la par, la justicia investiga sus vínculos con los paramilitares y las presiones que ha ejercido sobre testigos comprometidos. Hoy, ningún candidato quiere reivindicarlo abiertamente (el único que lo defendía, Óscar Iván Zuluaga, nunca despegó y tuvo que retirar su candidatura).
En segundo lugar, el tema que ha dominado las elecciones en Colombia durante los últimos treinta años, es decir, la posición frente a la guerra interna y las negociaciones con las FARC (la mayoría de las veces, competir en dureza contra las FARC era una buena carta de campaña), ya no funciona. Las FARC firmaron el acuerdo de paz en 2016 y su partido, Comunes, no preocupa a nadie (obtuvo menos del 1% de los votos en las últimas elecciones legislativas).
En tercer lugar, los colombianos han descubierto la protesta social y la movilización en las calles: estas han ido creciendo desde el final de los mandatos represivos de Uribe. Ya bajo la presidencia de Juan Manuel Santos, en 2013, un gran “paro agrario” (huelgas y manifestaciones de campesinos) paralizó el país. En 2020, y de nuevo en 2021, Colombia vivió una ola inédita de protestas, con gran participación juvenil, que el gobierno de Duque no dudó en reprimir ferozmente.
La tasa de homicidios en Colombia es de alrededor de 27 personas por cada 100.000 habitantes (es decir, 14.000 personas cada año)
Por último, está la pandemia, y la terrible devastación social que supuso, que se suma al historial de varios años de una gestión económica de corte neoliberal, con elevados niveles de exclusión social. La mayoría de los colombianos (52%) vive con menos de tres euros al día; la informalidad laboral es la norma. El desempleo aumenta. Además, la inflación se sitúa actualmente en torno al 10%, lo que reduce el poder adquisitivo.
Adicionalmente, a todo ello debemos sumarle la violencia en todas sus formas (políticas y no políticas): esta sigue siendo extremadamente alta en Colombia. La tasa de homicidios es de alrededor de 27 personas por cada 100.000 habitantes (es decir, 14.000 personas cada año), en comparación con el alrededor de 6 por 100.000 en Estados Unidos, o 1,3 por 100.000 en Francia. Colombia sigue siendo uno de los países con mayor número de desplazados internos, y es el segundo país donde más líderes sociales son asesinados.
Todas estas circunstancias contribuyeron al discurso del cambio personificado en Petro y al rechazo de Duque (sin posibilidades constitucionales de reelección). Petro, muy popular, tiene una fortaleza que ningún otro candidato tiene: sabe apelar a la movilización social, algo que aterra a los grupos tradicionales de poder. Ningún otro candidato sabe hablarle a la calle como él lo hace.
Gustavo Petro lleva cuatro años movilizando a sus seguidores a través de las redes sociales (se puede considerar que lleva cuatro años de campaña no oficial). Ya sea para oponerse a Uribe, a la actual alcaldesa de Bogotá y al gobierno, para llamar a salir a la calle durante las movilizaciones sociales, para denunciar el “fraude electoral”, y más recientemente para presentar sus propuestas, Twitter es su verdadero foro de comunicación y movilización. De hecho, la inversión en esta red social refleja el estilo Petro: poco amigo de las estructuras democráticas formales de los partidos, prefiere mantener una relación permanente y directa con el pueblo. En el pasado, la movilización de sus partidarios en las calles le ayudó a mantener su mandato como alcalde, cuando fue destituido. En términos más generales, se inspira en uno de los hombres más influyentes del siglo XX colombiano: Jorge E. Gaitán, el “caudillo del pueblo” que, a mediados de siglo XX, denunció a la “oligarquía gobernante” e incorporó a la multitud como actor político.
Petro conoce muy bien Colombia, su geografía y problemas, las razones profundas de la protesta, y también su adhesión hacia hombres providenciales. Sabe leer las expectativas del sector más dinámico de la población, actualmente la juventud, la principal protagonista del “paro”, la gran movilización de 2021. Pese a sus reticencias iniciales, nombró como vicepresidenta a Francia Márquez, una mujer joven, negra, de origen popular, y sobre todo una activista local de los movimientos sociales, que se ha convertido en un nuevo ícono de la juventud.
Petro también está a favor de los derechos LGBT y de la causa animal (prohibió las corridas de toros y la tracción animal en las ciudades). En otros aspectos, como el acceso al aborto, sigue siendo más circunspecto: recientemente, la Corte Constitucional colombiana despenalizó la interrupción voluntaria del embarazo. A la vez que dice apoyar la decisión del tribunal, plantea la fórmula del “aborto cero”, impugnada por las feministas como inviable.
El programa de Petro no es muy detallado, y sobre todo no explica los medios para conseguir sus fines. Para conocer mejor sus objetivos, es preciso escuchar sus intervenciones (hubo muchos debates en el curso de la campaña presidencial, en los que Petro dio cifras y amplió puntos). Los principios orientadores son los siguientes: en economía, propone una reforma fiscal progresiva, recuperar un sistema estatal de pensiones y fortalecer el sistema público de salud, además de la protección de la industria nacional y adquirir y distribuir desde el Estado tierras no productivas.
Grandes empresarios sacaron anuncios pagados en la prensa amenazando directamente a sus empleados con el despido si llegaban a votar a la izquierda
Quiere también desarrollar un programa de transición ecológica. Habla de detener las prospecciones petrolíferas, desarrollar energías alternativas, detener la construcción de una gran central hidroeléctrica que es motivo de litigios, fomentar otras fuentes de riqueza, especialmente mediante el apoyo a la economía agraria y la producción industrial. Quiere desarrollar el turismo en el territorio colombiano (éste supliría la mitad de los ingresos provenientes de la exportación de hidrocarburos). Habla de construir una “economía del conocimiento”. No faltan las ideas, aunque a veces no faltan las contradicciones (por ejemplo, Petro se ha manifestado a favor de la minería de criptomonedas, aunque son cuestionadas por su coste ecológico y su opacidad financiera, como él mismo reconoció en ocasiones). Pero la ambición de los programas y lo modesto de su realización han sido una de las características de su trayectoria como alcalde de Bogotá.
Esta última campaña electoral fue diferente a la anterior, también por la multiplicación de alianzas dudosas. Este año, Petro se apoyó en partidos con acusaciones de corrupción y sectores políticos tradicionales, en busca de estructuras (no exentas de clientelismo). Buscó el apoyo del expresidente liberal César Gaviria (que al final decidió apoyar a su contrincante Federico ‘Fico’ Gutiérrez) y de políticos locales conservadores. La visita del hermano de Gustavo Petro al condenado exsenador Iván Moreno, recluido en la cárcel La Picota, causó revuelo en su campaña. Al parecer, Petro les ofreció un “perdón social” (una especie de pacto de impunidad), aunque se retractó de esta oferta tras recibir numerosas críticas y negó que “perdón social” se refiriera a impunidad.
Petro también ha buscado alianzas con sectores evangélicos, de nuevo con el objetivo de ampliar su base electoral. Su lista de candidatos al Congreso estuvo formada por muchos líderes políticos tradicionales, como Armando Benedetti, que ha hecho toda su carrera política con Uribe y que ahora está siendo investigado por enriquecimiento ilícito. “Tenemos que tragarnos estos sapos”, dicen sus partidarios. “Este es el precio que tenemos que pagar para llegar al poder y derrocar a la mafia que nos gobierna”, comentan.
¿Conseguirá ser elegido? Y si lo hace, ¿podrá llevar a cabo una política medianamente de izquierdas, dadas las numerosas alianzas que ha hecho? La segunda vuelta se celebrará el 19 de junio. Allí, tendrá que enfrentar a un rival que, si no es de peso (Rodolfo Hernández es un hombre que ignora muchos problemas de los colombianos, y que no conoce siquiera su geografía), sí se beneficia del momento coyuntural. Hernández tendrá el apoyo de los partidos de derecha y de extrema derecha, y captura un voto protesta anticorrupción. Con base en los sorpresivos resultados de la primera vuelta y el excelente resultado de Hernández (28%), Petro no tiene nada asegurado.
En todo caso, el avance electoral del Pacto Histórico, el nombre de su coalición de partidos y movimientos, causó pánico en algunos sectores. Antes de la primera vuelta, grandes propietarios y empresarios sacaron anuncios pagados en la prensa denunciando el terrible peligro que corría Colombia, o amenazando directamente a sus empleados con el despido si llegaban a votar por el candidato de izquierdas. Los políticos de extrema derecha agitaron el espantajo anticomunista, la “amenaza de las expropiaciones”, el “castrochavismo”, “el antigua guerrillero”, etc. El clima de la campaña fue muy tenso. Petro denunció amenazas de atentado en una ciudad del centro del país (y hay que tomar esto en serio: muchos políticos de izquierda han sido asesinados en el país, cientos de líderes sociales han sido asesinados desde 2018, así como 300 excombatientes de las FARC).
El resultado de este 29 de mayo es histórico para la izquierda colombiana. Veremos si es suficiente para llegar al gobierno
En todo caso, nada está escrito. La campaña para la segunda vuelta será decisiva. Petro debe tratar de movilizar a los abstencionistas, que son muy numerosos (hubo 45% de abstención en la primera vuelta). Debe infundir confianza en su electorado y entender la señal que envía el voto a Hernández: el rechazo a políticos cuestionados en el gobierno. Al final, si es elegido, Petro se enfrentará a una serie de dificultades políticas: la primera es la desconfianza que suscita en las fuerzas armadas colombianas, poco afines a las ideas progresistas en su historia (al contrario de varios países de América Latina), y formadas desde hace décadas en la doctrina del “enemigo interno”. El candidato y el actual jefe del ejército ya han tenido acalorados intercambios en Twitter.
El segundo es la falta de mayoría parlamentaria. Estas elecciones presidenciales se celebran dos meses después de las legislativas (13 de marzo), en las que ningún partido político obtuvo la mayoría absoluta (el sistema de reparto de curules es proporcional). En el parlamento elegido, los partidos de derecha y extrema derecha tienen una amplia representación.
Las reformas deseadas son ambiciosas, pero ¿cómo podrá llevarlas a cabo sin una mayoría en el Congreso? Petro ha hablado de declarar el estado de emergencia para gobernar por decreto, lo que suscita dudas sobre el futuro funcionamiento del sistema institucional. Asimismo, la oposición de los que poseen grandes fortunas podrían complicar su eventual gobierno (como ha ocurrido en otros países de la región, vía la fuga de capitales).
Otros grandes problemas estructurales dificultarán sus reformas, como el control de las mafias y grupos ilegales sobre amplias zonas del territorio. Esto se vio en mayo de 2022, cuando el poderoso Clan del Golfo organizó un “paro armado” (cierre forzado de las actividades económicas) en la costa del Caribe tras la extradición de su líder a Estados Unidos. En febrero del mismo año, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) organizó otro “paro armado” en el sur del país, sembrando otra vez el terror en la población civil.
Lo cierto es que Petro, el único postulante de izquierdas en estas elecciones, está despertando las esperanzas de amplios sectores de la población, principalmente urbanos, jóvenes y sectores politizados. Hasta ahora, el candidato del Pacto Histórico ha sabido interpretar la movilización en las calles y el sentimiento de indignación producido por la gestión del gobierno de Duque –sumado al desgaste del uribismo–. En cualquier caso, el resultado de este 29 de mayo es histórico para la izquierda colombiana. Veremos si es suficiente para llegar al gobierno.
La pregunta que se hacen los colombianos es si Gustavo Petro, un exguerrillero del M19, logrará convertirse en el presidente de un país que nunca ha sido gobernado por la izquierda en el siglo XX a nivel nacional, y si esta elección podría ser el inicio de un cambio histórico. Pero, ¿quién es Gustavo Petro, el...
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Olga L. González
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