CRÓNICAS PARTISANAS
Hasta septiembre
Añoro unos veranos que a lo mejor no existieron, en los que no era urgente anticipar las jugadas de septiembre
Xandru Fernández 10/07/2022
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¿Cuánto tiempo hace que no le pedimos nada al verano? Yo, al menos, echo en falta una época (que quizá nunca existió, que quizá la añoro por no haberla vivido, o me aferro a ella como a un falso recuerdo) en que el verano barría los trabajos y los días: siempre era verdad aquello que cantaban Los Enemigos, “en septiembre yo no voy a estar”, porque el que llegaba en septiembre siempre era otro, un nuevo yo, vaciado de fatigas, rejuvenecido hasta cierto punto. La urgencia virtual ha acabado con eso: ni en verano dejamos de estar conectados con el resto del año, con el resto del mundo y con el resto de nuestro yo. No es que antaño el mundo se detuviera hasta que nosotros estuviéramos listos para reincorporarnos a él, pero asumíamos esa ficción porque nos servía para reengancharnos con las baterías cargadas. Y nunca tardábamos en hacerlo, no nos perdíamos nada, y de paso asumíamos que no éramos imprescindibles, que la realidad podía pasarse sin nosotros. Pero hace tiempo que el verano es un simple simulacro de desconexión, al menos para aquellos de nosotros que todavía nos creemos concernidos por la actualidad política, como si a esta le importáramos un pimiento. Como si al mundo, es más, le importara un pimiento nuestra actualidad política, cada día más actual y menos política y, por lo mismo, cada día más ficcional, menos capaz de revertir la inflación de infelicidad global a la que ya nos vamos acostumbrando.
Es como si nuestro mundo hubiera encogido. Hasta no hace mucho, hablábamos de todo, todo lo discutíamos, nada nos era ajeno. Ahora es como si hubiéramos caído en la marmita de Mediaset y no fuéramos capaces de articular un solo argumento que no esté previsto por la agenda invisible de la actualidad institucional. Medio mundo arde y aquí nos consumimos. En batallitas. Que no por pequeñas dejan de ser trascendentes, o que quizá sean más trascendentes por ser pequeñas. Desde luego que es un drama que los tipos más tontos e insensibles de nuestros pueblos y ciudades estén a un paso de gobernar la cosa pública o ya lo estén haciendo. Y no es menos dramático que ni siquiera nos atrevamos a decirlo con esas palabras, que busquemos siempre el circunloquio, como si de veras nos creyéramos que a Vox lo vota alguien con dos dedos de frente. Lo siento, no me alcanza la empatía para tanto.
Hace ciento veinte años que Hugo von Hofmannsthal publicó su famosa carta de Lord Chandos y todavía la leemos con cierto recochineo crítico, como si fuera tan solo el epitafio de una Europa decadente. Pero hay en ella todavía algo perturbador, sobre todo cuando Lord Chandos describe, o trata de describir, el torrente de vivencias que le resulta imposible trasponer en palabras. Todo en esa carta es paradoja y sin embargo no logra transmitir cinismo sino candor, es el responso de un escritor ante el cadáver de su capacidad de comprender y expresarse de manera coherente, pero es un responso claro y coherente. Trasluce, eso sí, fatiga. El cansancio de una conciencia frente a la ingrata tarea de descubrir y comprender. No es el hastío del dandy: el hastío es el cansancio que un sujeto pletórico de energía experimenta por anticipado ante la sola idea de esforzarse. La fatiga de Lord Chandos es la de una mente que ya ha gastado todas sus reservas o cree, al menos, haberlo hecho.
No sé qué tendrá que ver Hofmannsthal con este verano de desafecciones políticas y resignaciones personales ante el triunfo inminente de los tontos de baba y los indeseables del barrio, pero reconozco en la fatiga de Lord Chandos la mía propia, sus ojeras mentales son las mías, y es por eso que añoro unos veranos que a lo mejor no existieron, donde no fuera urgente anticipar las jugadas de septiembre porque en septiembre, ya lo he dicho, no era yo quien fuera a estar. Ahora ya sé que estaré, inevitablemente, y que también estarán ellos. Qué pereza.
¿Cuánto tiempo hace que no le pedimos nada al verano? Yo, al menos, echo en falta una época (que quizá nunca existió, que quizá la añoro por no haberla vivido, o me aferro a ella como a un falso recuerdo) en que el verano barría los trabajos y los días: siempre era verdad aquello que cantaban Los Enemigos, “en...
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Xandru Fernández
Es profesor y escritor.
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