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MESA REDONDA

“El desmantelamiento de la OTAN es un requisito fundamental de la democracia”

Étienne Balibar, Silvia Federici y Michael Löwy reflexionan sobre la guerra en Ucrania, el papel de la OTAN y los escenarios futuros

Marcello Musto 28/06/2022

<p>Étienne Balibar, Silvia Federici y Michael Löwy.</p>

Étienne Balibar, Silvia Federici y Michael Löwy.

CC

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La guerra en Ucrania comenzó hace cuatro meses. Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ya ha causado la muerte de más de 4.500 civiles y ha obligado a casi cinco millones de personas a abandonar sus hogares y convertirse en refugiados. Estas cifras no incluyen las muertes de militares –al menos 10.000 ucranianos y probablemente más en el lado ruso– ni los muchos millones de personas desplazadas dentro de Ucrania. La invasión a Ucrania ha provocado la destrucción masiva de ciudades e infraestructuras civiles que tardarán generaciones en reconstruirse, así como importantes crímenes de guerra, como los cometidos durante el asedio de Mariupol, perpetrados por las tropas rusas.

Con el objetivo de hacer un repaso de lo sucedido desde el inicio de la guerra, reflexionar sobre el papel de la OTAN y plantear posibles escenarios futuros, he llevado a cabo una mesa redonda con tres estudiosos de la tradición marxista reconocidos internacionalmente: Étienne Balibar (EB), Silvia Federici (SF) y Michael Löwy (ML).

Marcello Musto (MM): La invasión rusa de Ucrania ha devuelto a Europa la brutalidad de la guerra y ha situado al mundo frente al dilema de cómo responder al ataque a la soberanía ucraniana.

ML: Esta brutal invasión de Ucrania, con su serie de bombardeos de ciudades, con miles de víctimas civiles, entre ellas ancianos y niños, no tiene ninguna justificación.

EB: La guerra que tiene lugar ante nuestros ojos es “total”. Es una guerra de destrucción y de terror llevada a cabo por el ejército de un país vecino más poderoso, cuyo gobierno quiere enrolarlo en una aventura imperialista sin vuelta atrás. El imperativo urgente e inmediato es que la resistencia de los ucranianos se mantenga, y que para ello sea y se sienta realmente apoyada por acciones y no por simples sentimientos. “Esperar a ver qué pasa” no es una opción.

MM: Junto a la justificada resistencia ucraniana, está la cuestión igualmente crítica del modo en que Europa puede evitar ser considerada una parte activa en la guerra y en su lugar contribuir, en la medida de lo posible, a una iniciativa diplomática para poner fin al conflicto armado. De ahí la exigencia de una parte importante de la opinión pública –a pesar de la retórica belicosa de los últimos cuatro meses– de que Europa no participe en la guerra. Se trata, en primer lugar, de evitar aún más sufrimiento a la población ucraniana. Porque el peligro es que, ya martirizada por el ejército ruso, la nación se convierta en un campamento militar que reciba armas de la OTAN y libre una prolongada guerra en nombre de quienes en Washington esperan un debilitamiento permanente de Rusia. Si esto ocurriera, el conflicto iría más allá de la plena y legítima defensa de la soberanía ucraniana. Los que denunciaron la peligrosa espiral de guerra que seguiría a los envíos de armas pesadas a Ucrania por supuesto no desean abandonar a su población al poderío militar de Rusia. El “no alineamiento” no significa neutralidad o equidistancia, como han sugerido diversas caricaturas determinantes. Es una alternativa diplomática concreta. Esto implica sopesar cuidadosamente cualquier acción en función de si favorece al objetivo clave en la situación actual: es decir, abrir negociaciones creíbles para restablecer la paz.

SF: No hay ningún dilema. Hay que condenar la guerra de Rusia contra Ucrania. Nada puede justificar la destrucción de ciudades, la matanza de inocentes, el terror en el que se ven obligados a vivir miles de personas. En este acto de agresión se ha violado mucho más que la soberanía. Sin embargo, también debemos condenar las numerosas maniobras con las que EE. UU. y la OTAN han contribuido a fomentar esta guerra, y la decisión de EE. UU. y la UE de enviar armas a Ucrania, lo que prolongará la guerra indefinidamente. El envío de armas es especialmente censurable si se tiene en cuenta que la invasión rusa podría haberse detenido si EE. UU. hubiera dado a Rusia la garantía de que la OTAN no se extendería hasta sus fronteras.

MM: Desde el comienzo de la guerra, uno de los principales puntos de discusión ha sido el tipo de ayuda que se debía proporcionar a los ucranianos para que se defendieran de la agresión rusa, pero sin generar las condiciones que llevarían a una destrucción aún mayor en Ucrania y a una expansión del conflicto a nivel internacional. Entre las cuestiones controvertidas estaba la conveniencia de enviar armas al Gobierno ucraniano. ¿Cuáles son, en su opinión, las decisiones que hay que tomar para garantizar el menor número de víctimas en Ucrania y evitar una mayor escalada?

ML: Se pueden hacer muchas críticas a la Ucrania actual: la falta de democracia, la opresión de la minoría rusoparlante, el “occidentalismo” y muchas otras. Pero no se puede negar al pueblo ucraniano su derecho a defenderse de la invasión rusa de su territorio en un brutal y criminal desprecio del derecho de las naciones a la autodeterminación.

Muchos en la estructura de poder militar y político de EE. UU. han estado defendiendo y preparando una confrontación con Rusia durante años

EB: Yo diría que la guerra de los ucranianos contra la invasión rusa es una “guerra justa”, en el sentido amplio del término. Soy muy consciente de que se trata de una consideración cuestionable, y de que su larga historia en Occidente no ha estado exenta de manipulaciones e hipocresías, o de ilusiones desastrosas, pero no veo otro término adecuado. Por lo tanto, me lo apropio especificando que una guerra “justa” es aquella en la que no basta con reconocer la legitimidad de los que se defienden de la agresión –el criterio del derecho internacional–, sino que es necesario comprometerse con su bando. Y que es una guerra en la que incluso aquellos, como yo, para quienes toda guerra –o toda guerra hoy, en el estado actual del mundo– es inaceptable o desastrosa, no tienen la opción de permanecer pasivos. Porque la consecuencia de ello sería aún peor. Por lo tanto, no me siento entusiasmado, pero elijo: contra Putin. No empecemos a jugar de nuevo a la “no intervención”. De todos modos, la UE ya está involucrada en la guerra. Aunque no envíe tropas, está entregando armas, y creo que es correcto que lo haga. Es una forma de intervención.

MM: Entiendo el espíritu de una parte de estas observaciones, pero yo me centraría más en la necesidad de evitar una conflagración general y, por lo tanto, en la necesidad urgente de alcanzar un acuerdo de paz. Cuanto más tiempo pase, mayores serán los riesgos de una nueva expansión de la guerra. Nadie está pensando en mirar hacia otro lado e ignorar lo que está ocurriendo en Ucrania. Pero tenemos que darnos cuenta de que cuando está implicada una potencia nuclear como Rusia, sin ningún movimiento de paz importante activo allí, es ilusorio pensar que se puede “ganar” la guerra contra Putin. El 9 de mayo Estados Unidos aprobó la Ley de Préstamo de Defensa de la Democracia de Ucrania: un paquete de más de 40.000 millones de dólares en ayuda militar y financiera a Ucrania. Es una suma descomunal, y parece diseñada para financiar una guerra prolongada. Los suministros de armamento cada vez mayores y Estados Unidos y la OTAN animan a Zelenski a seguir aplazando las tan necesarias conversaciones con el Gobierno ruso. Además, dado que las armas enviadas en muchas guerras en el pasado han sido utilizadas posteriormente por otros para fines diferentes, parece razonable preguntarse si estos envíos sólo servirán para expulsar a las fuerzas rusas del territorio ucraniano. 

SF: Creo que la mejor medida sería que Estados Unidos y la UE dieran a Rusia la garantía de que Ucrania no entrará en la OTAN. Por desgracia no hay interés en buscar una solución. Muchos en la estructura de poder militar y político de EE. UU. han estado defendiendo y preparando una confrontación con Rusia durante años. Y la guerra se utiliza ahora convenientemente para justificar un enorme aumento de la extracción de petróleo y dejar de lado toda preocupación por el calentamiento global. También estamos asistiendo a una transferencia de miles de millones de dólares al complejo industrial militar de Estados Unidos. La paz no llegará con una escalada de los combates.

MM: Hablemos de las reacciones de la izquierda ante la invasión rusa. Algunas organizaciones, aunque sólo una pequeña minoría, cometieron un gran error político al negarse a condenar claramente la “operación militar especial” de Rusia, un error que, aparte de todo lo demás, hará que cualquier denuncia de futuros actos de agresión por parte de la OTAN, u otros, parezca menos creíble. Refleja una visión ideológicamente cegada que es incapaz de concebir la política de otra manera que no sea unidimensional, como si todas las cuestiones geopolíticas tuvieran que ser evaluadas únicamente en términos de intentar debilitar a Estados Unidos. Al mismo tiempo, demasiados miembros de la izquierda han cedido a la tentación de convertirse, directa o indirectamente, en cobeligerantes en esta guerra. Creo que, cuando no se oponen a la guerra, las fuerzas progresistas pierden una parte esencial de su razón de ser y acaban tragándose la ideología del campo contrario.

ML: Desafortunadamente, en América Latina, importantes fuerzas de la izquierda, y gobiernos como el venezolano, se han puesto del lado de Putin, o se han limitado a una especie de postura “neutral” –como Lula, el líder del Partido de los Trabajadores en Brasil–. La elección para la izquierda es entre el derecho de los pueblos a la autodeterminación –como sostenía Lenin– y el derecho de los imperios a invadir e intentar anexionarse otros países. No se pueden tener las dos cosas porque son opciones irreconciliables.

SF: En EE. UU., portavoces de movimientos a favor de la justicia social y organizaciones feministas como Code Pink han condenado la agresión rusa. Sin embargo, se ha observado que la defensa de la democracia por parte de EE. UU. y de la OTAN es bastante selectiva, teniendo en cuenta el historial de la OTAN y de EE. UU. en Afganistán, Yemen y las operaciones de Africom en el Sahel. Ciertamente es una pena que la izquierda institucional –empezando por Ocasio-Cortez– haya apoyado el envío de armas a Ucrania. También me gustaría que los medios de comunicación radicales fueran más inquisitivos respecto a lo que nos cuentan a nivel institucional. Por ejemplo, ¿por qué “África se muere de hambre” por la guerra de Ucrania? ¿Qué políticas internacionales han hecho que los países africanos dependan de los cereales ucranianos? ¿Por qué no se menciona el acaparamiento masivo de tierras a manos de empresas internacionales, lo que ha llevado a muchos a hablar de una “nueva lucha por África”?

La elección para la izquierda es entre el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el derecho de los imperios a invadir e intentar anexionarse otros países

MM: A pesar del aumento del apoyo a la OTAN tras la invasión rusa de Ucrania –demostrado por la petición formal de Finlandia y Suecia de unirse a esta organización–, es necesario trabajar más para que la opinión pública no vea la mayor y más agresiva máquina de guerra del mundo (la OTAN) como la solución a los problemas de seguridad global. En esta historia, la OTAN ha demostrado una vez más ser una organización peligrosa que, en su afán de expansión y de dominación unipolar, sirve para alimentar las tensiones que conducen a la guerra en el mundo. Sin embargo, hay algo paradójico. Casi cuatro meses después del inicio de esta guerra podemos afirmar con toda seguridad que Putin no sólo se equivocó en su estrategia militar, sino que acabó fortaleciendo –incluso desde el punto de vista del consenso internacional– al enemigo cuya esfera de influencia quería limitar: la OTAN.

ML: La OTAN es un monstruo político-militar generado por la Guerra Fría y su desmantelamiento es un requisito fundamental de la democracia. Desgraciadamente, la criminal invasión rusa de Ucrania ha resucitado a la OTAN. Suecia y Finlandia han decidido ahora unirse a ella. Hay un gran número de  tropas estadounidenses desplegadas en Europa. Alemania, que hace dos años se negaba a ampliar su presupuesto militar a pesar de la brutal presión de Trump, recientemente ha decidido invertir 100.000 millones de euros en rearme. Putin ha salvado a la OTAN de su lento declive, quizá de su desaparición.

SF: Es preocupante que la guerra de Rusia contra Ucrania haya provocado una gran amnesia acerca del expansionismo de la OTAN y el apoyo a la política imperialista de la UE y EE. UU. Los ejemplos del desprecio total y constitucional de la OTAN hacia la democracia que ahora pretende defender son demasiados para contarlos. No creo que la OTAN estuviera moribunda antes de la invasión rusa de Ucrania. Su marcha por Europa del Este y su presencia en África demuestran lo contrario.

MM: Esta amnesia parece haber afectado a muchas fuerzas de la izquierda en el gobierno. Revirtiendo sus principios históricos, la mayoría parlamentaria de la Alianza de la Izquierda en Finlandia votó recientemente a favor de la adhesión a la OTAN. Esta conducta política subordinada ha castigado a los partidos de izquierda muchas veces en el pasado, incluso en las urnas, en cuanto ha surgido la ocasión.

EB: Cuanto más asciende la OTAN como sistema de seguridad, más decae la ONU. En Kosovo, Libia y, sobre todo en 2013, en Irak, el objetivo de Estados Unidos y de la OTAN a su paso era degradar la capacidad de mediar, regular e impartir justicia internacional de la ONU.

MM: Terminemos con lo que ustedes creen que será el curso de la guerra y cuáles son los posibles escenarios futuros.

EB: No se puede ser más que extremadamente pesimista sobre los acontecimientos que se avecinan. Yo mismo lo soy y creo que las posibilidades de evitar el desastre son muy remotas. Hay al menos tres razones para pensar así. En primer lugar, es probable que se produzca una escalada, sobre todo si la resistencia a la invasión consigue mantenerse; y no puede detenerse en las armas “convencionales”, cuya frontera con las “armas de destrucción masiva” se ha vuelto muy difusa. En segundo lugar, si la guerra termina con un “resultado”, será desastrosa en cualquier caso. Por supuesto, será desastroso si Putin logra sus objetivos aplastando al pueblo ucraniano y a través del estímulo que esto supone para empresas similares; o también si se ve obligado a detenerse y retirarse, con un retorno a la política de bloques en la que entonces el mundo quedará congelado. Cualquiera de estos resultados provocará un estallido de nacionalismo y odio que durará mucho tiempo. En tercer lugar, la guerra y sus secuelas frenan la movilización del planeta contra la catástrofe climática; de hecho, contribuyen a precipitarla.

SF: Yo también soy pesimista. Estados Unidos y otros países de la OTAN no tienen ninguna intención de asegurar a Rusia que la OTAN no extenderá su alcance hasta las fronteras de Rusia. Por lo tanto, la guerra continuará con consecuencias desastrosas para Ucrania, Rusia y más allá. En los próximos meses veremos cómo se verán afectados otros países europeos. No puedo imaginar otros escenarios futuros que no sean la extensión del estado de guerra permanente que ya es una realidad en tantas partes del mundo y, una vez más, el desvío de recursos muy necesarios para apoyar la reproducción social hacia fines destructivos.

MM: Yo también tengo la sensación de que la guerra no se detendrá pronto. Una paz “imperfecta” pero inmediata sin duda sería preferible a la prolongación de las hostilidades, pero demasiadas fuerzas sobre el terreno están trabajando para que el desenlace sea distinto. Cada vez que un jefe de Estado declara que “apoyaremos a Ucrania hasta que salga victoriosa”, la perspectiva de las negociaciones se aleja aún más. Sin embargo, creo que es más probable que nos dirijamos a una continuación indefinida de la guerra, con las tropas rusas enfrentándose a un ejército ucraniano reabastecido y apoyado indirectamente por la OTAN. La izquierda debería luchar enérgicamente por una solución diplomática y contra el aumento del gasto militar, cuyo coste recaerá sobre el mundo laboral y provocará una nueva crisis económica y social. Si esto es lo que va a ocurrir, los partidos que saldrán ganando son los de extrema derecha que hoy en día están dejando su impronta en el debate político europeo.

ML: Para proponer un objetivo más ambicioso, en términos positivos, diría que deberíamos imaginar otra Europa y otra Rusia, libres de sus oligarquías parasitarias capitalistas. La máxima de Jaurès “el capitalismo lleva a la guerra como la nube a la tormenta” está más vigente que nunca. Sólo en otra Europa, desde el Atlántico hasta los Urales –postcapitalista, social y ecológica– se puede asegurar la paz y la justicia. ¿Es este escenario posible? Depende de cada uno de nosotros.

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Marcelo Musto (www.marcellomusto.org) es profesor asociado de Teoría Sociológica en la Universidad de York, Toronto, Canadá.

Traducción: Paloma Farré

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Marcello Musto

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