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análisis

Italia, ¿a la vanguardia de Europa?

Cuesta imaginar cómo conseguirán los partidos devolver cierto orden a la política europea. Con la intermediación en crisis, ¿qué principio político podría estabilizar las democracias?

Ignacio Sánchez-Cuenca 26/09/2022

<p>Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni, durante el último mitin electoral del pasado 22 de septiembre.</p>

Matteo Salvini, Silvio Berlusconi y Giorgia Meloni, durante el último mitin electoral del pasado 22 de septiembre.

Cuenta de TW de Giorgia Meloni

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Hay dos formas de interpretar los resultados de las elecciones italianas. La primera, que creo que va a ser la más frecuentada estos días, se centra en la distribución del voto: ascenso de la extrema derecha, debilidad de la izquierda, pérdida de la Liga, baja participación, etcétera. La segunda analiza la victoria de la extrema derecha como parte de una tendencia de más largo plazo que se remonta al final de la Guerra Fría. Al final, como se verá, ambas interpretaciones acaban confluyendo, aunque aquí me voy a ocupar sobre todo de la segunda, de la trayectoria política de Italia en los últimos treinta años.

La tesis que quiero exponer es muy sencilla: Italia constituye el ejemplo más acabado, más extremo y más temprano de un proceso general que se está viviendo en muchos países europeos con grados variables de intensidad. Dicho proceso consiste en la disolución progresiva del papel intermediador que desempeñan los partidos políticos entre la sociedad civil y el Estado. Cuando los partidos no logran organizar la competición política, la democracia se desordena y entra en fase de turbulencias

En Italia la crisis de los partidos se produjo antes que en ningún otro lugar de Europa. En 1992, los escándalos de corrupción hicieron saltar por los aires a la DC

En Italia la crisis de los partidos se produjo antes que en ningún otro lugar de Europa. Los escándalos de corrupción que salieron a la luz en 1992 (Tangentopoli) hicieron saltar por los aires al actor central de la política italiana, la Democracia Cristiana (DC), así como a los partidos que orbitaban en torno a la misma. El partido de la oposición permanente, el PCI, no pudo aprovechar la crisis de la DC para convertirse en la alternativa. Había sufrido un desgaste progresivo desde la década de los años setenta (como casi todos los demás partidos comunistas occidentales) y la caída del bloque soviético terminó con cualquier expectativa de recuperación: se refundó como Partido Democrático de la Izquierda, sin ser capaz de consolidar una nueva cultura de izquierdas en la sociedad italiana. La DC y el PCI eran los dos grandes intermediadores políticos de la república italiana. Al fallar ambos, por motivos distintos, el sistema de partidos colapsó y se creó un gran vacío. 

Fue entonces cuando surgió un líder antiestablishment que anticipó muchos de los fenómenos que los países avanzados han vivido luego, en los últimos quince años. Silvio Berlusconi fue el primer antipolítico de éxito: un empresario con gran poder mediático que se lanza a la política prometiendo repetir su éxito empresarial desde las instituciones del Estado y que denuncia sin contemplaciones la podredumbre e ineficacia de la clase política tradicional. En las elecciones de 1994 quedó en primera posición, con un 21% del voto. Desde entonces hasta 2011, la política italiana estuvo dominada por Berlusconi y su partido Forza Italia (si bien no estuvo en el poder todo ese tiempo, gobernó entre 1994 y 1995, entre 2001 y 2006 y entre 2008 y 2011).  

En 2011, en medio de una situación crítica (crisis de la deuda, riesgo de intervención de la Troika), maniobras parlamentarias forzaron la dimisión de Berlusconi, dando paso a un primer gobierno tecnocrático encabezado por Mario Monti, un economista ortodoxo favorable a las políticas de austeridad. En 2013, Monti se presentó a las elecciones, ya, por tanto, como un político, y tan sólo obtuvo un 9,1% del voto. 

La experiencia tecnocrática fue un breve paréntesis. Con el electorado huérfano de intermediadores creíbles, apareció una nueva formación, más antipolítica aún que Berlusconi, liderada por el cómico italiano Beppe Grillo, el Movimiento 5 Estrellas. Recogía la frustración política de una parte importante de la sociedad italiana mediante un mensaje muy sencillo (encarnado en el vaffanculo dirigido a la clase política) y un programa confuso que resultaba muy difícil encajar en la escala izquierda / derecha y que se pretendía “post-ideológico”. Asombrosamente, venció en las elecciones de 2018. 

Tras los bandazos tácticos del 5 Estrellas, se consumó un segundo gobierno tecnocrático, con Mario Draghi al frente. Como el primero, ha tenido una duración limitada. Cae cuando los partidos de la extrema derecha se sienten fuertes y deciden retirarle su apoyo. La última peripecia de esta especie de huida hacia lo desconocido ha sido la primera victoria de la extrema derecha en las elecciones del 25 de septiembre. 

La última peripecia del desorden ha sido la victoria de Hermanos de Italia, que además de extrema derecha se puede considerar también anti-establishment

A estas alturas, tras casi treinta años de desorden, parece advertirse un patrón dentro del caos. Se repite una secuencia que se puede resumir de forma muy esquemática: crisis de los partidos tradicionales – gobierno antiestablishment (Berlusconi) – gobierno tecnocrático (Monti) – gobierno antiestablishment (Conte) – gobierno tecnocrático (Draghi). El hecho de que el ciclo se recorra dos veces seguidas indica que los italianos no han encontrado aún un principio estabilizador de la competencia política y, por tanto, la política sigue quemando etapas a toda velocidad en dirección desconocida. 

La última peripecia del desorden que comenzó en 1994 ha sido la victoria del partido de Giorgia Meloni, Hermanos de Italia, que además de extrema derecha se puede considerar también anti-establishment. Es muy probable que el nuevo gobierno de la extrema derecha no consiga detener la rotación enloquecida de la gran peonza en que se ha convertido la política italiana y que avanza sin rumbo hacia un terreno desconocido.

Si se suman los votos de los partidos que se han construido a partir de la denuncia de la clase política italiana (Forza Italia, la Liga, el Movimiento 5 Estrellas), tenemos un 32% del voto. Si consideramos que Hermanos de Italia participa también de la impugnación de los políticos tradicionales, entonces sube al 58,3%. Este es el mejor recordatorio de que la política italiana continúa en fase caótica. 

No está de más considerar como hipótesis que la política europea vaya aproximándose cada vez más al estado fluido de las democracias latinoamericanas

En cierto sentido, el sistema político italiano se parece cada vez más al de aquellos países latinoamericanos en los que no se ha conseguido construir un sistema estable de partidos (como Perú o Ecuador) o donde los partidos tradicionales han retrocedido ante nuevas fuerzas políticas (como Chile o Colombia). Si Italia supone una especie de vanguardia política en Europa, no está de más considerar como hipótesis de trabajo que la política europea vaya aproximándose cada vez más al estado fluido de las democracias latinoamericanas. No es sólo Italia. En Francia el sistema de partidos tradicional de la V República ha quedado totalmente triturado. En Irlanda ha ganado las elecciones el Sinn Fein, derrotando a los dos partidos tradicionales. En España, aunque los dos partidos tradicionales sobreviven, no han recuperado la fuerza que tuvieron en sus años de predominio. Y así sucesivamente. 

Por supuesto, no hay nada inexorable en este proceso, que se podría detener o incluso revertir. Pero, en estos momentos, cuesta imaginar cómo las fuerzas políticas conseguirán devolver cierto orden a la política europea. Con la intermediación política en crisis, ¿qué principio político podría estabilizar las democracias? 

Hay dos formas de interpretar los resultados de las elecciones italianas. La primera, que creo que va a ser la más frecuentada estos días, se centra en la distribución del voto: ascenso de la extrema derecha, debilidad de la izquierda, pérdida de la Liga, baja participación, etcétera. La segunda analiza la...

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Ignacio Sánchez-Cuenca

Es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus últimos libros, La desfachatez intelectual (Catarata 2016), La impotencia democrática (Catarata, 2014) y La izquierda, fin de un ciclo (2019).

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  1. alvegaf

    Gracias por el artículo, estimado Ignacio. Observo en el texto un buen ejemplo que ilustra la tesis, sobre la crisis de la intermediación, de tu libro "El desorden político". Pienso que para entender esta crisis de intermediación, nos debemos fijar en la evolución que han tomado los sistemas de partidos desde el modelo de partido de masas con origen en la primera mitad del siglo pasado hasta el modelo actual de partidos cártel, pasando por el partido catch all. El modelo de partido cártel, que conceptualizan Katz y Mair en su texto "Democracia y cartelización de los partidos políticos", es responsable, en mi opinión, de la crisis en los sistemas de partidos, lo que deriva en la crisis de intermediación. Esto anterior, es así, desde el momento en que dichos partidos abandonan a las personas (los antiguos militantes de los partidos de masas) para preocuparse, únicamente, en su financiación por la vía del Estado y la consecución de ocupar posiciones en las diversas instituciones. El partido cartel ha desconectado completamente de las problemáticas sociales. Para aproximarme a tu pregunta del final de tu artículo, pienso en que la respuesta puede estar en como volver a conseguir la participación de las personas en los partidos (lo mismo se podría decir de los medios de comunicación). Evidentemente en una sociedad tan atomizada e individualizada, la recuperación de la afiliación de los partidos de masas parece imposible. En principio, únicamente, se me ocurre encontrar una solución en los partidos de carácter movimientistas, que sean capaces de articular la estabilidad en las instituciones con la participación de las personas en los movimientos y organizaciones sociales, eso sí intentando fomentar de alguna forma la participación en dichas organizaciones para lograr vencer esta nueva ideología, que tanto daño nos está haciendo de "El individualismo utópico"

    Hace 1 año 5 meses

  2. marcoantonio-mira

    La respuesta a su última pregunta: ¿qué principio político podría estabilizar las democracias? me parece muy clara, ninguno. Porque el error es, y siento decirlo, que esas democracias de las que habla no lo son en el sentido literal del término. "Gobierno del pueblo". Ahora nos enzarzaríamos en aparentes tecnicismos semánticos pero eso no es importante. La verdadera pregunta es sonde encontrar lo más aproximado a un gobierno del pueblo, entendido este como el de la mayoría de la población que nunca deberíamos confundir con los explotadores, con la minoría económica dirigente de hecho (plutocracia) o por encargo (el resto de gobiernos que obedecen las órdenes de esa minoría explotadora). Y la respuesta puede adivinarse pero de forma borrosa en su artículo. ¿Porqué ese miedo a llamar las cosas por su nombre?, ¿porqué no admitimos claramente que la lucha de clases no ha terminado de ningún modo?, ¿que el enemigo del pueblo explotado son sus explotadores?. No soy tan ingenuo, al contrario, la vejez me ha regalado dos condiciones diferentes, la decadencia física, con cataratas incipientes y deterioros o achaques corporales y la capacidad de ver a través de las cataratas mas claro que nunca, de sentir como se disipa la niebla interior mientras aumenta la exterior. Ya sé que existen junto a esa certeza de ver cada día más claro, la posible esclerosis de unas ideas antiguas que si no se discuten pueden tornarse rígidas, ásperas e inflexíbles. Pero intento salvar ese abismo de la edad con experiencia acumulada, a veces sirve de algo haber vivido tanto. No quiero aburrir más a los articulistas o periodistas que conocen mejor el oficio. El comunismo no ha desaparecido ni es una opción extraña, su objetivo es, precisamente, el de llegar a una forma de democracia superior a la existente o porqué no decirlo si estamos viendo que la supuesta democracia no lo es tanto, de conseguir una democracia auténtica, o sea, el gobierno del pueblo. No hay muchas más opciones. Otra cuestión es como vamos a conseguirlo si el capitalismo ha vuelto a "ganar", lo hace una y otra vez, ¿hasta la extinción final de nuestra especie "genéticamente" capitalista?. Puede haber esperanza si logramos claridad en los mensajes, No la habrá si los periodistas, los divulgadores, los educadores, los filósofos ... etc deciden renunciar o abandonar sus ideales y venderse al patrón. Siempre es la misma historia dirán algunos, hasta que deje de serlo, digo yo.

    Hace 1 año 5 meses

  3. acostatfgmail-com

    Ante todo agradecerle su visión y análisis del esperpento italiano. Me gusta la manera en que usted escribe, pero siempre tengo la sensación de que sus análisis son demasiado "buenistas" y dejan al margen casi todos los componentes nauseabundos que favorecen situaciones políticas como la italiana, el surgimiento de vox y tantas otras formaciones y discursos que no se sostienen de ninguna manera pero aún así prosperan en las urnas. Discursos que, como recuerda Aníbal Malvar en su último artículo en ctxt, son tan vacíos y ridículos como los del fascismo del siglo pasado (claro, quién va a avisar de que el rey está desnudo en formaciones así, y para qué, si la fórmula funciona). La fórmula ridícula y vacía del discurso fascista funciona gracias a las condiciones nauseabundas que componen su caldo de cultivo actual, el de estas falsas democracias europeas. La única forma de entender el funcionamiento y decisiones de esta Unión Europea es viéndola como una colonia del amigo americano, que le dicta lo que debe hacer y lo que no. Añádale al nulo margen de maniobra en temas importantes que tienen los gobiernos europeos, la manipulación de las elecciones a través de la financiación de los partidos, la podredumbre de todos los grandes medios de comunicación, las puertas giratorias que generan las orgías de bancos, eléctricas, constructoras y demás,... Con eso y muchas otras cosas q vemos o intuimos los europeos día tras día, que los italianos, más asqueados que la media europea, opten por el fin de esta "política democrática" de cloacas no resulta tan extraño, porque es irreformable, estas democracias de chichinabo están podridas hasta la médula y disponen de cero soberanía. Sé que lo que digo no aporta soluciones, pero creo q esta es la situación: vivimos en colonias, en estados títeres. Ser conscientes de la situación real es esencial para buscar salidas a este vertedero político que, a mi parecer, usted describe en este y otros artículos como un paraíso de luz y color. En verdad agradezco sus enriquecedores análisis Señor Sanchez-Cuenca, arrojan luz sobre ciertas áreas de las cuestiones. Saludos a todos.

    Hace 1 año 5 meses

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