memoria
Cuando el Inter era poco italiano a ojos del fascismo de Mussolini
El Atlético visita este martes Milán para enfrentarse al Internazionale, uno de los clubes históricos y más laureados del fútbol transalpino que, aun así, fue considerado como ‘poco italiano’ por el régimen fascista
Ramón Usall 19/02/2024
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En 1922, después de la gran marcha de los camisas negras sobre Roma, el fascismo, capitaneado por Benito Mussolini, se hizo con el poder en Italia. Se iniciaba así uno de los períodos más tristes de la historia transalpina, marcado por un profundo nacionalismo irredentista que, entre otras medidas, impulsó la política llamada de italianizzazione, de italianización. Con ella se pretendía reforzar los valores centralistas e imponer la lengua italiana en los territorios colonizados por Roma, pero también erradicar la influencia extranjera y forzar a la italianización de los nombres y términos incorporados de idiomas foráneos.
Esta voluntad italianizante manifestada por el fascismo no era, ni mucho menos, algo nuevo. Durante la primera década del siglo XX, el país ya había vivido una oleada similar, con importantes consecuencias en el deporte, que provocó que la Federación Italiana de Fútbol, creada en 1898 con el anglófilo nombre de Federazione Italiana del Football, adoptara, en 1909, la italianizada denominación de Federazione Italiana de Giuoco Calcio. Dos años antes, y en el marco de esta voluntad de evitar las injerencias forasteras, la misma federación había prohibido que los jugadores extranjeros participasen en sus competiciones. Esta decisión suscitó un intenso debate en el seno del principal club de Milán, el Milan Football & Cricket Club, que en un principio se mostró contrario a la normativa pero que finalmente terminó aceptándola, después de llegar a un acuerdo con la Federación.
La aprobación de esta excluyente medida disgustó profundamente a un nutrido grupo de dirigentes del club milanés que, el 9 de marzo de 1908, decidieron escindirse de la entidad y crear una nueva que estuviera caracterizada, precisamente, por aceptar en sus filas a jugadores de todas las nacionalidades. Atendiendo a la principal característica que definía al nuevo club, a sus promotores no les resultó difícil encontrar un nombre que reflejara su identidad. “Si chiamerà Internazionale, perché noi siamo fratelli del mondo”, escribieron en su acta fundacional. Nacía así el Football Club Internazionale, una entidad definida esencialmente por su abierta voluntad de aceptar jugadores de todos los orígenes en un momento en que la Federación imponía a los clubes una política nacionalista de italianización que pretendía excluir a los jugadores extranjeros de sus competiciones.
Con el acceso del fascismo al gobierno, que como se ha dicho retomó y acentuó esta política nacionalista, el Internazionale se situó en el punto de mira de los responsables de la italianizzazione, a pesar de que la base social del club en aquella época estaba formada fundamentalmente por la burguesía y las clases más acomodadas de la sociedad milanesa, las mismas que habían recibido la llegada de Benito Mussolini al poder con los brazos abiertos, en un contexto político definido por la inestabilidad y la conflictividad social.
El substrato conservador y burgués no libró al Internazionale de la política de italianización desarrollada por el fascismo. Era evidente que al Partido Nacional Fascista no le gustaba en absoluto su nombre. En primer lugar, porque era “poco italiano” y no estaba en consonancia con los principios nacionalistas, tradicionalistas e italianizantes que pregonaba el régimen, y que pasaban por la supresión de todas las denominaciones de inspiración foránea. En segundo lugar, porque recordaba de manera demasiado explícita a la Internacional comunista, fundada por Lenin y por el Partido Bolchevique y que agrupaba a los partidos comunistas de todo el mundo, entre los que se encontraba el Partido Comunista Italiano, creado en 1921 y acérrimo enemigo del fascismo de Mussolini.
En consecuencia, el régimen aprovechó su reforma del sistema italiano de clubes, que pretendía reducir, si era posible, el número de grandes equipos a uno por ciudad, para refundar el Inter y suprimir cualquier referencia internacionalista en su denominación.
Con esta intención, las autoridades fascistas forzaron, en 1928, la fusión del Football Club Internazionale con la Unione Sportiva Milanese, el tercer club de la capital de Lombardía, que dio como resultado la Società Sportiva Ambrosiana, una entidad con una denominación inequívocamente italiana que, por si fuera poco, contenía también una evidente referencia católica tanto en su nombre, inspirado en San Ambrosio, patrón de la ciudad de Milán, como en su camiseta, que lucía una cruz roja sobre fondo blanco a imagen del escudo de armas de la ciudad. La elástica se completaba con un fascio littorio, el haz sujetando un hacha que se había convertido en el símbolo identificativo por excelencia del fascismo. Quedaba claro que Mussolini y su régimen consideraban al Inter como un equipo poco italiano, cuya simbología fue completamente renovada e italianizada.
Fruto de la presión popular, la Ambrosiana pudo incorporar a su denominación el apellido Inter, convirtiéndose, en 1932, en el Ambrosiana-Inter. Un nombre que integraba su pasado histórico pero que evitaba hacer referencia explícita a su condición internacional y que, por lo tanto, escondía cualquier posible interpretación ideológica asociada a la Internacional Comunista, que era lo que realmente molestaba al régimen.
Durante los años treinta, a pesar de esta pequeña concesión, la política de italianización desarrollada por el fascismo se acentuó y afectó de manera muy concreta al mundo del deporte, un terreno donde los anglicismos estaban a la orden del día. En consecuencia, clubes con denominaciones anglófilas, como el Genoa o el Milan, se convirtieron en el Genoa Circolo del Calcio o en la Associazione Calcio Milano.
La italianizzazione llegó a su fin con la caída del régimen fascista y la ejecución, en abril de 1945, de Benito Mussolini y de su compañera Clara Petacci en la pequeña localidad lombarda de Giuliano di Mezzegra. Después de su muerte, los partisanos decidieron trasladar los cadáveres del dictador y de su amante hasta la misma Milán que había visto nacer a ese Internazionale que el fascismo había considerado poco italiano. Los milicianos antifascistas exhibieron sus cuerpos en la plaza Loreto de la capital de la Lombardía, el mismo lugar donde, en agosto de 1944, los fascistas habían asesinado, dejando públicamente expuestos los cadáveres, a quince partisanos acusados de un atentado contra un camión del ejército nazi aparcado en el centro de Milán.
El 27 de octubre de 1945, pocos meses después de la muerte de Mussolini, Carlo Masseroni, el empresario que presidía la entidad, hizo un anuncio largamente esperado por los aficionados interistas: “A partir de hoy, el Ambrosiana vuelve a llamarse, de forma única y exclusiva, Internazionale”.
El período en que el club fue conocido como Ambrosiana fue rescatado a propósito de la celebración del centenario del Inter, en 2008, cuando la entidad recuperó la camiseta con la cruz de San Ambrosio. Esta decisión no estuvo exenta de polémica, ya que provocó incluso la denuncia de un abogado turco que, después de un partido del Inter en el estadio del Fenerbahçe durante la Liga de Campeones, consideró que la elástica era ofensiva para los creyentes musulmanes.
Más allá de esta controversia, la camiseta con la cruz de San Ambrosio evocaba una etapa que marcó para siempre la historia del Inter. Un periodo oscuro en el que el equipo se vio obligado a cambiar su nombre porque el de Internazionale no era suficientemente italiano a ojos del fascismo de Mussolini.
En 1922, después de la gran marcha de los camisas negras sobre Roma, el fascismo, capitaneado por Benito Mussolini, se hizo con el poder en Italia. Se iniciaba así uno de los períodos más tristes de la historia transalpina, marcado por un profundo nacionalismo irredentista que, entre otras medidas, impulsó la...
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