SI BREVE...
Amnistía. Su significado
Más que a la ficción del fin del Estado, el tramo alto de la Justicia teme perder su poder incuestionable. La imposibilidad de ser cuestionado. La imposibilidad de ser interpretado como una sobreactuación ridícula
Guillem Martínez 6/03/2024
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1- Empezamos a saber lo que es la amnistía, su verdadero significado, aquel que, es muy posible, ninguno de los partidos involucrados intuya aún en su plenitud. La amnistía, en todo caso, son varias cosas. Como ya han sospechado, una amnistía es a), b), c) e, incluso, d). Si bien solo una es importante.
2- No está claro –a)– lo que es la amnistía para el PSOE, salvo un acuerdo de investidura. Es decir, algo ya amortizado. Pero la modificación de la realidad desde la investidura ha modificado también ese desinterés inicial por la amnistía. Esta mañana a primera hora la amnistía es, así, más cosas para el PSOE, además de la inicial. Es parte de un combate feroz, nunca visto, con PP-Vox-TS-AN. Por lo que aquella ley, que no era necesario que se aprobara, hoy es perentorio que se apruebe, de manera que ese frente desaparezca, se pueda celebrar una victoria y, más aún, se puedan concentrar más fuerzas en el siguiente frente: Ábalos y lo que surja –esto será un no parar; esto es, en fin, una guerra abierta; es decir, han desaparecido los mecanismos de la diplomacia; vean el punto 4–. También –menos probable– la ley puede ser un momento de cierta estabilidad en la mayoría gubernamental parlamentaria, y la posibilidad de emitir presupuestos. Si eso es posible, claro, en una mayoría que cuenta con dos partidos que emiten en modo guerra cultural –Junts y Podemos–, esa escuela de pensamiento alejada del pensamiento.
No está claro lo que es la amnistía para el PSOE, salvo un acuerdo de investidura
3- No está claro lo que –b)– la amnistía es hoy para Junts. La ley –todo apunta a ello; vean el punto 4– parece que no va a salvar a sus cuadros. Por lo que, por primera vez desde 1981 –cuando finalizó el ciclo Transición y empezó, con la cosa Banca Catalana, la política democrática española, su normalidad, su funcionamiento cotidiano–, Convergència/Junts está negociando algo que no tiene que ver con la calidad de vida de sus cuadros. Se dice rápido. Además, Junts, su cultura, no parece saber negociar. Con la pérdida de cuadros y su reorganización a través de la selección negativa se ha pulido esa capacidad. Su última negociación exitosa fue, lo que es ilustrativo, hace milenios, en 2006, cuando Mas y ZP negociaron, en Moncloa y à la mode Transición –negociación secreta e inconfesable, vamos–, pelarse el Estatut de 2006 y frenar así el posible final de Convergència como objeto útil. Posteriormente CDC aún participó, discretamente, si bien de manera determinante, en el éxito de la gran reforma del Estado desde criterios de austeridad, iniciada por ZP y proseguida e intensificada por Rajoy. Pero después empezó su mala racha, con el intento fallido de negociar un pacto fiscal –2010-12–, una consulta –2012-14– y, gracias a la construcción de un objeto confuso con el que negociar con el Estado, el reconocimiento como nación, el blindaje de competencias y una mejora en la financiación –2014-17–, cuyo final ya conocen. Todo ello no es más que una suma de fracasos inaudita, histórica incluso. El penúltimo fracaso fue el 25-O de 2017, cuando Convergència/Puigdemont se negó a pactar un apaño con el Estado, porque –te tienes que reír– lo quería por escrito. Está por ver si el último fracaso fue hace un mes, cuando Junts –que ha externalizado la negociación de la amnistía a la PYME Gonzalo Boye, con posible delegación en Galicia–, fiel a su estilo, se negó a cerrar una amnistía que ya apuntaba que no podía salvar a sus cuadros. Ese error –los errores suelen tener más consecuencias negativas que los aciertos– puede haber sido ya determinante para las escenografías del Judicial, muy crecido desde que constató que podía influir en la negociación de la ley. La amnistía, en todo caso, para la postconvergència es, además de algo absolutamente inútil para su reducido staff, algo que puede ayudar a cientos, tal vez a un millar, de ciudadanos damnificados por las tomas de decisiones de la postconvergència durante los idus de octubre. Y un modo de participar en el ya oficial y sangrante enfrentamiento del Judicial contra el pack Ejecutivo y Legislativo. No está claro, lo dicho, que todo ello resulte importante para Junts. Lo que vuelve a dibujar a Junts.
4- Para el Judicial –o c)– la amnistía es una frontera que no debe ser traspasada. Sobre la gravedad inaudita de la amnistía para el Judicial: para la cosa procés, que fue entendida como una causa contra la ruptura de España –es decir, lo más–, el TS convocó delitos muy altos y creativos, como rebelión, en primer lugar, y sedición, finalmente. Pero para la cosa amnistía, para paliarla, para combatirla, para abortarla, se han convocado delitos aún más profundos, trascendentales y ficticios, como son el terrorismo y la traición. La sola mención del delito de terrorismo invalida la amnistía, y da pistas a los jueces para invalidar aún más tramos de esa ley. El más sencillo: cambiar la tipificación de los delitos de manera que no sean los expuestos en la ley. Sobre el delito de traición: es más preocupante, incluso, y, me temo, irá creciendo. En todo caso, el Judicial, más que a la ruptura de España –altamente improbable, si bien un llenapistas del periodismo, la política y la judicatura local desde 1874–, teme mucho más, infinitamente más, a una amnistía, al punto de abandonar todo decoro, sacar el colmillo y cruzar, con un cuchillo en la boca, la última frontera, aquella que no debe ser cruzada: la que comunica la Justicia con la política. Más que a la ficción del fin del Estado, el tramo alto de la Justicia teme la realidad de verse cuestionada, desautorizada y corregida. Y más ahora, cuando el Judicial parece estar tomando las riendas de las derechas españolas –sumamente torpes, dedicadas a sus cosas, y también reorganizadas a través de la selección negativa–, si no de la política. El Judicial teme, en fin, perder algo que no perdería, ni tan siquiera, con la renovación del CGPJ –que no cambiaría, de hecho, nada estructural–. Su poder incuestionable. E irremediable. La imposibilidad de ser cuestionado. La imposibilidad de ser interpretado como una sobreactuación ridícula.
La amnistía es un objeto correctivo inesperado, que puede revertir el abuso de la alta judicatura
5- La amnistía son –d)– muchas cosas, en fin. Algunas no muy edificantes. Pero también es un objeto correctivo inesperado, que puede revertir el abuso de la alta judicatura, que en 2017 recibió del Ejecutivo el encargo de solucionar un problema que no era suyo, sino del Ejecutivo. Al aceptar ese encargo –al aceptar ser Ejecutivo; podría no haberlo hecho– aceptó su politización y, aunque no lo supiera, su erosión, que puede llegar a ser más alta de lo calculado, incluso más alta de lo asumible en una democracia. Puede llegar a ser, incluso, su fin, el fin, al menos, de una época sin límites. La amnistía, un objeto que la Comisión de Venecia ha admitido, con puntualizaciones, como posibilidad, si viene, vendrá a quedarse. Por eso es importante que venga. Cuando lo haga será utilizada, de manera cuestionable o acertada, por futuros gobiernos. Será, seguro, una herramienta con la que los partidos solucionarán su gran problema: la ilegalidad implícita de su financiación. Pero, por encima de todo, será un objeto que permanecerá, constante, encima de todo. Y, por ello, encima, también, de la alta judicatura, recordándole que no solo tiene el límite de una instancia superior –los tribunales europeos–, sino de una herramienta local, que puede frenar la desmesura de un Judicial parcial, asimétrico y politizado. La amnistía, de hecho, plantea, por su mera existencia, la posible existencia de ese tipo de desviación en el Judicial. En un momento en el que, en todo el mundo, se espera una reacción en varios puntos del planeta –España tan solo es una posibilidad más–, que sería sancionada, de una manera u otra, por algún Judicial, la amnistía es un objeto necesario. Una defensa contra la extralimitación del Judicial, perceptible ya en cómo intenta acabar con esa ley de amnistía.
1- Empezamos a saber lo que es la amnistía, su verdadero significado, aquel que, es muy posible, ninguno de los partidos involucrados intuya aún en su plenitud.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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