cocoteros
La ‘plantequilla’, nuevo ingrediente del capitalismo
Una multinacional experta en la industria del expolio y la destrucción anuncia un sustituto “sostenible” de la margarina con prácticamente la misma receta, cuya producción supone una seria amenaza para la biodiversidad
Gustavo Duch 8/04/2024
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Si el problema es el trabajo, la solución son las máquinas. Si el problema es el petróleo, la solución son las energías renovables. ¿Seguro? Este tipo de planteamientos de sustitución –muy propios del llamado optimismo tecnocientífico– está muy presente cuando se abordan problemas generados por el consumo alimentario. El azúcar se sustituye por la sacarina, la carne por proteínas vegetales o la mantequilla por margarina. Y traigo este último ejemplo, el de la margarina, porque recientemente he visto que ya está siendo sustituido por algo bautizado como plantequilla, y lo curioso del caso es que quien lo lleva a cabo es Tulipán, la primera marca que introdujo y triunfó con la margarina en España.
En esencia, la margarina nace para abaratar el consumo de mantequilla, elaborada con grasas animales, a partir de incorporar en su lugar grasas vegetales. Entre éstas, también buscando el máximo rendimiento económico, el aceite de palma se convirtió durante muchos años en el ingrediente estrella. Posteriormente, cuando esta grasa ya estaba siendo señalada por sus impactos ambientales, se fue sustituyendo por el llamado aceite de palma ‘sostenible’, hasta que desde hace unos años ya dice estar libre al 100% de este aceite, al ser sustituido por aceite de colza y de coco. Y, aunque con esta receta actual ya le basta para posicionarse como alimento saludable y apto para veganos, con la nueva terminología de plantequilla (y prácticamente la misma receta) parece que busca ensimismar también al consumo preocupado por el problema de la crisis climática. Pero, ¿seguro que esta sustitución es la solución?
A tenor de este controvertido estudio, publicado en julio de 2020, parece que no, pues en él podemos leer que los impactos de las plantaciones de las cocoteras en cuanto a deforestación y pérdida de biodiversidad no son pocos. Si entonces casi 19 millones de hectáreas de tierra cultivable –una barbaridad– se dedicaban al cultivo de la palma aceitera, las tierras dedicadas a las palmeras de coco no le andaban muy lejos, con más de 12 millones de hectáreas. Y como éstas, además de encontrarse en Indonesia o Filipinas, están presentes en pequeñas islas tropicales muy ricas en biodiversidad, los cálculos del estudio afirman que mientras el aceite de oliva o el aceite de palma amenazan a 4,1 y 3,8 especies por tonelada de aceite producido respectivamente, la cifra en el caso del aceite de coco asciende al altísimo número de 18,3 especies amenazadas, entre ellas ardillas voladoras, muchas variedades de aves o pequeños primates.
Hay otro elemento que no podemos pasar por alto. ¿Quién es el dueño de esta marca de margarinas que ahora nos ofrece la plantequilla? ¿Quién maneja estas hábiles maniobras de marketing? Desde 1960 ya no pertenece al grupo de amigos de Bilbao fundadores de Tulipán, sino a una de las más antiguas y grandes multinacionales de la alimentación, el gigante angloholandés Unilever que, de hecho, levantó su imperio a base de plantaciones de palma africana a partir de unas tierras cedidas por el genocida rey de los belgas, Leopoldo II, cuando, autoproclamado propietario, amo y señor, controlaba a su antojo los territorios que hoy ocupa la República Democrática del Congo. Desde entonces, la propietaria de Tulipán, los pescados Findus, las sopas Knorr o los helados Frigo no parece haber olvidado su pasado ni su know how, y no deja de sumar situaciones de explotación infantil de vertidos ilegales de residuos tóxicos y, especialmente, de destrucción de bosques y selvas, acaparamiento de tierras y expulsión de la población local, para seguir en la cúspide del consumo mundial de aceite de palma.
Como se cantaba durante la Guerra Civil, “qué culpa tiene el tomate / que está tranquilo en la mata / y viene un hijo de puta / y lo mete en una lata / y lo manda pa Caracas”. Me pregunto qué culpa tienen la palma, la carne o el aceite de coco. No son más que “los factores de producción” cuya sustituibilidad, como explica Sandrine Aumercier en El muro energético del capital, acaba por formar parte de aquello que es insustituible en el sistema capitalista: conseguir el incremento del capital.
Si el problema es el trabajo, la solución son las máquinas. Si el problema es el petróleo, la solución son las energías renovables. ¿Seguro? Este tipo de planteamientos de sustitución –muy propios del llamado optimismo tecnocientífico– está muy presente cuando se abordan problemas generados por el consumo...
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Gustavo Duch
Licenciado en veterinaria. Coordinador de 'Soberanía alimentaria, biodiversidad y culturas'. Colabora con movimientos campesinos.
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