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El ascenso del vecino amable

Tim Walz, gobernador de Minnesota y cercano al ala progresista del Partido Demócrata, es el elegido por Kamala Harris como su candidato a vicepresidente de EEUU

Diego E. Barros Chicago , 7/08/2024

<p>Tim Walz. / <strong>Luis Grañena</strong></p>

Tim Walz. / Luis Grañena

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La elección de Tim Walz, el gobernador de Minnesota, como compañero de ticket de Kamala Harris manda al menos dos mensajes claros al electorado estadounidense. Por un lado, la decisión del Partido Demócrata de reeditar la Rainbow Coalition, la marea multicolor, intergeneracional y variada ideológicamente que llevó a Joe Biden a la Casa Blanca en 2024. Por el otro, supone la consumación del giro de 180 grados que exigía una campaña que hasta la renuncia de Joe Biden navegaba a la deriva con riesgo de estrellarse contra las rocas. Frente a un Partido Republicano que ya solo vende odio y resentimiento, un apocalipsis bíblico en cada intervención de Donald Trump, JD. Vance y sus acólitos, los demócratas ya solo ofrecen optimismo, alegría y un futuro esperanzador e inclusivo. Es una campaña ganadora, y con la fuerza del viento a favor se plantó en Pennsylvania Kamala Harris para presentar al que podría convertirse en su vicepresidente. Fue un acto multitudinario como los que no se veían en el partido del burro desde los tiempos de Obama. Y era, además, en uno de esos estados que será clave en noviembre y la casa del que pudo ser y no fue, el hasta el lunes favorito en las quinielas, el gobernador Josh Shapiro, que ejerció de anfitrión y maestro de ceremonias. 

Poco después de las diez de la mañana, hora de Washington, se hacía oficial el anuncio. El PD y la propia Kamala Harris a través de su cuenta en el ex Twitter de Elon Musk certificaba lo que ya corría por las bocas, medios y redes sociales de medio mundo. Tim Walz, de 60 años de edad y gobernador de Minnesota desde 2019 (este era su último mandato) se imponía en la carrera para completar la candidatura demócrata en el último momento. Fue el suyo el triunfo del tapado, del hombre normal con el que nadie contaba, pues pese a haberse colado en el castingfinal (la entrevista personal con Harris para medir su afinidad con esta), hasta el lunes por la noche todas las miradas y rumores apuntaban a su homólogo en Pennsylvania. Antes de ser el gobernador de Minnesota, Walz sirvió doce años en el Congreso representando un distrito rojo, en su mayoría rural, en el sur de su estado. 

Maestro de educación secundaria (Ciencias Sociales), entrenador de fútbol americano (llevó a su equipo a un título estatal), veterano de la Guardia Nacional, con canas y alopecia, pasado de peso y que viste gorra de baseball, vaqueros y camiseta los domingos, Walz es la viva imagen del americano (blanco) común: el tipo al que te encuentras en la cola del supermercado y en el partido de tu hijo los fines de semana. Walz soy yo y eres tú. Es ese vecino majo al que saludas todos los días desde el porche de casa y con el que de vez en cuando te tomas una cerveza en las tardes calurosas del Midwest estadounidense. Después de presentar las credenciales ante el voto más liberal (ideológicamente hablando), multicultural y urbano (Harris), los estrategas del Partido Demócrata apuntan ahora al voto del americano de mediana edad, de clase trabajadora y residente en la América semiurbana y rural. Y, por qué no, apelar a ese votante republicano moderado –si es que eso existe–, que siente un rechazo a medio camino entre lo moral y lo visceral cuando ve y escucha al candidato del que ha sido históricamente su partido, y que ya a duras penas reconoce. Walz conoce bien a ese votante, se lo ha trabajado y ganado en su estado natal y puede hacer lo propio en el resto de una región que será clave para asegurar el mínimo de 270 votos electorales en noviembre.   

El anuncio certificó la luna de miel de entusiasmo en la que viven instalados el Partido Demócrata, sus bases y atalayas mediáticas, desde que Joe Biden dejara vía libre a una Kamala Harris a quien, pese a que sigue sin conceder una entrevista, le está creciendo un traje presidenciable difícil ya de disimular. La llamada ala izquierda del partido, con Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez a la cabeza, se apresuró a saludar la elección de Walz, al que ven como alguien cercano. También los sectores moderados, las élites dirigentes e, incluso, los más derechistas. Entre los representantes de este último grupo está el senador por West Virginia, exdemócrata ahora independiente, Joe Manchin. 

Encima es el origen de la última campaña viral que ha hecho salirse de sus casillas a los republicanos del MAGA trumpistas al tildarlos de weird people (raros, extraños, inquietantes). 

Luces y sombras de un gobernador popular

La imagen es ya de sobra conocida. La de Walz abrazado por un grupo de niños tras firmar la que sin duda es una de sus medidas estrella de su mandato al frente de Minnesota: una ley estatal que garantiza tres comidas al día a todos los escolares del estado, independientemente de su renta. Asimismo, bajo su mandato, la pobreza infantil en Minnesota se ha reducido un tercio. Es esta agenda legislativa enfocada en lo social lo que caracteriza la imagen pública de un Tim Walz que cree en el estado como proveedor y garante de unos mínimos estándares de dignidad, propios de una potencia económica como Estados Unidos. Entre estas iniciativas que ha patrocinado destacan leyes de protección sindical, la legalización del cannabis y hasta bajas laborales (maternidad, enfermedad) pagadas, una extravagancia en la inmensa mayoría del territorio estadounidense.

Bajo su mandato, la pobreza infantil en Minnesota se ha reducido un tercio

Con él en la casa de gobernación, Minnesota ha aprobado leyes de protección al colectivo LGTBQ+, de los derechos reproductivos femeninos y de control de armas. También destacan sus políticas para fomentar la construcción de vivienda pública, amén de un corpus legislativo favorable a una transición verde, con la promesa de alcanzar el pleno uso de energías limpias en 2040. 

“¡Menudo monstruo! Los niños comen y pueden ir a aprender con el estómago lleno, y las mujeres están tomando sus propias decisiones sobre su salud,” ironizaba Walz durante una reciente aparición en la CNN, en respuesta a quienes lo acusaban de ser “demasiado izquierdista” para aspirar a la candidatura.

Walz representa como nadie las contradicciones del progresismo sistémico de nuestros días

Sin embargo, esto no esconde sus sombras. Sin lugar a duda, su peor mancha fue la de movilizar a la Guardia Nacional para controlar la protesta y la ira social desencadenada tras el asesinato de George Floyd en 2020 en Minneapolis. También el haber permitido la construcción de un tercer oleoducto a Enbridge a través de tierras de las tribus originarias y frente a las protestas de estas. Pese a que su elección ha sido leída como una cierta victoria en los sectores más progresistas, no debemos olvidar nunca de qué país estamos hablando, ni de qué partido. Walz representa como nadie las contradicciones del progresismo sistémico de nuestros días.

En cualquier caso, el contraste y las prioridades son claras: mientras Walz, demócrata, formaliza la universalidad y gratuidad de las comidas de los escolares de su estado, Sarah Huckabee, republicana, gobernadora de Arkansas, y una de las portavoces de Trump en la Casa Blanca, firmaba otra que flexibilizaba la legislación contra el trabajo infantil en su estado (Youth Hiring Act of 2023).  

Su respuesta frente a los disturbios por el asesinato de George Floyd a manos de la policía fue una de las balas lanzadas por parte de los portavoces del Partido Republicano contra Walz, al que acusaron de ser la última encarnación de una inexistente extrema izquierda radical que se habría apoderado del Partido Demócrata. Es cierto que durante los disturbios que acabaron por extenderse a buena parte del país, la imagen más repetida fue la de una comisaría, el Precinto 3 de Minneapolis, consumida por las llamas provocadas por los manifestantes. También lo es que se trató de una voladura controlada –acaso permitida– por las autoridades. Aun así, una persona fue condenada a cuatro años de prisión, acusada de ser la autora material del incendio. De la misma forma, hay que señalar que Minnesota ha sido uno de los estados que más tacto ha demostrado a la hora de responder a las protestas contra el genocidio palestino en Gaza en sus campus universitarios. 

Precisamente la patata caliente que es para la Administración demócrata el genocidio de la población palestina de Gaza a cargo del Gobierno de Israel ha podido jugar, según ciertos analistas, en contra de las aspiraciones del hasta ayer favorito. Josh Shapiro, judío, abiertamente sionista en el pasado (menos ahora) y entusiasta del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu en el pasado (menos ahora) suponía un problema para buena parte de la base demócrata (sin duda la más izquierdista) y para la estrategia conjunta del partido durante la campaña. Pese a que sobre el papel, la candidatura de Shapiro parecía la apuesta más conservadora (aseguraría los 19 votos de Pennsylvania en el Colegio Electoral) también conllevaba ciertos riesgos. En primer lugar, el hecho de que la tragedia humanitaria en Oriente Medio iba a estar siempre encima de la mesa, algo que incomoda a todas las familias demócratas. En segundo lugar, la propia actitud altanera y desafiante de Shapiro. Frente a la apariencia y carácter afables de Walz, Shapiro es un producto de las instituciones de élite estadounidenses (Georgetown), ha sido fiscal general de su estado y tiene fama de duro. Fue implacable en sus ataques a los estudiantes que protestaban contra los bombardeos indiscriminados de Israel, tirando de la brocha gorda del antisemitismo a la hora de deslegitimar cualquier disonancia con la postura genocida de Tel-Aviv. De haber sido elegido para acompañar a Harris, la jefatura de su estado pasaría a manos republicanas. Asimismo, no pocas voces aseguraban el lunes que no se encontraba en la mejor de las sintonías personales con Harris, con quien se reunió personalmente el pasado 3 de agosto en su despacho de la Casa Blanca. 

Por último, debido a su edad, 51 años, y a su propio perfil personal y profesional, no es ningún secreto que alberga aspiraciones presidenciales para sí mismo, lo que no gustaba en el equipo de la vicepresidenta. De haberse convertido en vicepresidente habría cerrado, de facto, un proceso sucesorio para al menos dos turnos electorales, siempre y cuando las cosas vayan medianamente bien. Por el contrario, el ascenso de Walz permitirá al partido un tiempo durante el cual una nueva generación de líderes, Gretchen Whitmer (Michigan), Gavin Newsom (California) o Pete Buttigieg (actual Secretario de Transportes), entre otros, podrán seguir preparándose.  

Además de Shapiro, por el camino se han quedado un grupo de selectos finalistas: el gobernador de Kentucky, Andy Beshear; el senador de Arizona, Mark Kelly; el secretario de Transportes, Pete Buttigieg; y el gobernador de Illinois, JB Pritzker.

La euforia demócrata, como no podía ser de otra forma, contrasta con la desesperación en el bando republicano. Si hace tres semanas a Kamala Harris se la pintaba como la hija bastarda del mismísimo Lenin, el martes por la mañana Walz era el heredero natural de Salvador Allende (si un tipo como Ron DeSantis, o el mismísimo JD Vance, supieran quién fue Salvador Allende). Trump volvió a tirar de su argumentario para asegurar que Walz “sería el peor vicepresidente de la historia”, y que “desatará EL INFIERNO EN LA TIERRA (sic) y abrirá nuestras fronteras a los peores criminales imaginables”. De nuevo, el apocalipsis de cada día.

También, a ojos de comentaristas republicanos del entorno MAGA, que Walz acabara por imponerse a la opción Shapiro era la prueba irrefutable de que el Partido Demócrata tenía algo en contra de los judíos. Supongo que era una cuestión de tiempo que un partido/gobierno cuyo líder en el Senado es judío, cuyo Fiscal General es judío, cuyo secretario de Estado es judío (entre muchos otros) y que es el principal sostenedor del Estado de Israel en su campaña genocida fuera también antisemita. Eso sin olvidar el hecho de que el propio esposo de Kamala Harris es también judío, como lo era Joe Lieberman, quien fuera candidato a la vicepresidencia de EEUU junto a Al Gore en las elecciones del año 2000. 

Suceda lo que suceda en noviembre, el ascenso del hombre normal se ha consumado. Walz es el primer candidato en un ticket presidencial demócrata que no procede de una elitista escuela de Leyes o Finanzas desde Jimmy Carter en 1980. 

Bienvenidos sean menos abogados y economistas y más educadores. 

La elección de Tim Walz, el gobernador de Minnesota, como compañero de ticket de Kamala Harris manda al menos dos mensajes claros al electorado estadounidense. Por un lado, la decisión del Partido Demócrata de reeditar la Rainbow Coalition, la marea multicolor, intergeneracional y variada ideológicamente que...

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Autor >

Diego E. Barros

Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago.

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