MÚSICA
Historia del ambient en veinte discos
El hecho de que Brian Eno publicara en 1978 el primer volumen de su colección de música ambiental ayudó a definir un género que, hasta entonces, había crecido más libre y desordenado
Manolo Domínguez 9/09/2024
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Este artículo no tiene como objetivo acotar y establecer unos límites claros (entre otras cosas, porque no existen) en el ambient, sino más bien lo contrario. La intención es poner un poco de contexto, algo de historia y, ya de paso, ilustrarla con algunos de sus discos más referenciados, dejando que las aristas y fronteras se escapen y entremezclen.
Por eso, en la selección de álbumes que sirve de hilo conductor del artículo, algunos de ellos no se consideran estrictamente discos de ambient, pero seguro que ayudan a conocer mejor el género o, al menos, a que cada uno se haga su propia idea de lo que estamos hablando.
Son, pues, siete apartados y veinte discos, que nos van a ayudar a comprender y disfrutar más de la música ambient o, al menos, esa es la intención de este texto.
#1 Ambient antes del ambient
Si en otras culturas la música como vehículo ambiental, con el objetivo o no de generar estados de ánimo, siempre ha estado presente (ahí están, p.e., los raga de India y Pakistán, el milenario guqin chino o el didgeridoo australiano), en la occidental podemos afirmar que hay un momento crucial y documentado en el que podemos empezar a concretar la idea de unas composiciones cuyo objetivo principal es más el del acompañamiento que el papel protagonista. Es Erik Satie quien acuña en 1917 el término Música de mobiliario (o Musique D’Ameublement), con el siguiente manifiesto:
“(…)Queremos establecer una música hecha para satisfacer necesidades ‘útiles’. El arte no entra en esas necesidades. La música de mobiliario crea una vibración; no tiene otra finalidad; cumple el mismo papel que la luz, el calor y el confort en todas sus formas.
Exijan música de mobiliario.
Ni reuniones, ni asambleas, etc. sin música de mobiliario.
No se case sin música de mobiliario.
No entre en una casa en la que no haya música de mobiliario.
Quien no ha oído la música de mobiliario desconoce la felicidad.
No se duerma sin escuchar un fragmento de música de mobiliario o dormirá usted mal.”
Erik Satie.
Con esta carta a Jean Cocteau, Satie exponía la necesidad de una música nacida expresamente para no ser escuchada directamente, sino solo mientras se realizan otras actividades principales.
Aunque los ejemplos de partituras creadas por el músico francés aún distan en lo musical de lo que en la actualidad se entiende como ambient, sí podríamos afirmar que aquí se empezaba a acuñar el concepto teórico del género, especialmente por esa intención explícita de generar sonidos ya nacidos para tomar papeles secundarios.
Desde entonces, y hasta que Eno, sesenta años después, formalizó finalmente el término, otros muchos fueron los músicos que transitaron espacios limítrofes, de forma más o menos consciente, pero con resultados muy compatibles con lo que entendemos por ambient.
Disco esencial:
Jean-Jacques Perrey | Prélude au sommeil (1956)
Jean-Jacques Perrey compone en 1956 su Prélude au Sommeil, que se convertiría en su primer LP. Un disco de solo dos pistas (una por cada cara) reproducidas en Ondioline, precursor del sintetizador. El disco nace con el objetivo de crear una música que pudiera inducir al sueño y tranquilizar a los pacientes de hospitales psiquiátricos. Inicialmente se publicó de forma privada en una edición de 500 copias, pero ha terminado quedando como uno de los primigenios álbumes de ambient de la historia.
También se recomiendan:
Miles Davis | In a silent way (1969)
Ali Akbar Khan | Plays alap (1993)
#2 La música concreta, la Elektronische musik y los sonidos experimentales
WDR electronic music studio 1966.
Posteriormente, en 1948, el músico y teórico Pierre Schaeffer diferencia la que, por defecto, pasa a considerarse como música abstracta, que se lee en una partitura para ser interpretada, de la que define en el Estudio de la Radiodifusión Francesa como Música Concreta, que introduce la idea de que esta puede ser reproducida y no necesariamente creada en el momento. Así nace una de las dos vertientes vanguardistas más importantes de la segunda mitad del siglo XX.
La otra surge en Alemania, denominada como Elektronische Musik y liderada por el físico Werner Meyer-Eppler, el técnico de sonido Robert Beyer y el compositor Herbert Eimert en el Estudio de Música Electrónica de la Westdeutscher Rundfunk. El gran avance de la corriente alemana frente a la francesa, gracias a la participación de físicos e ingenieros que le otorgaba un carácter más innovador, sería la introducción de los sonidos sintetizados desde señales producidas electrónicamente.
Así, se abre aún más el margen de acción y dando un paso definitivo hacia el avance de la música experimental. En los siguientes años, estos se ampliaron, en las universidades norteamericanas y al resto de Europa, donde la música experimental fue trascendiendo de lo teórico a nuevos objetivos.
Discos esenciales:
Karlheinz Stockhausen | Studie I / Studie II / Gesang der jünglinge (1957)
En 1953 se realizó una primera demostración pública de los conceptos de la Elektronische Musik en la sala de conciertos de la Radio de Colonia, con la interpretación de piezas electrónicas, entre las que se encontraban las de Karlheinz Stockhausen. El músico alemán, que compartió primero con Schaeffer en París y posteriormente fue parte de la Elektronische, sintetizó ambas corrientes para entender que se podía aunar tanto la reproducción del natural como sonidos electrónicos creados de forma expresa. Aquí se incluyen las primeras grabaciones de música electrónica de la historia.
John Cage | John Cage (1974)
La figura del estadounidense es imprescindible para situar las vanguardias artísticas del siglo XX. Cage logró trascender lo estrictamente musical para darle a su obra un carácter más global. Desde la relevancia que otorgó al silencio o al azar, el diseño de ritmos imposibles o la obsesión por encontrar un concepto que trascienda siempre lo ortodoxo, sus trabajos deben entenderse más como instalaciones artísticas que meras piezas musicales. El mejor ejemplo de esto, a lo que denominó música no-intencional, puede ser 4’33” (de 1952), incluida en esta compilación; una obra cuya partitura no contiene ninguna nota a lo largo de sus cuatro minutos y treinta y tres segundos de duración.
Wendy Carlos | Sonic seasonings (1972)
Sonic seasonings es un doble LP con solo cuatro cortes, uno por cara, dedicado a cada una de las estaciones del año. En él, la artista precursora de la música electrónica acerca las bases de la música concreta (según cada estación van apareciendo cantos de pájaros, zumbidos de insectos, tormentas…) a los fundamentos de su obra precedente. Esta forma de creación, que bebe de los fundamentos teóricos de Schaeffer o Stockhausen, podría considerarse también como una de las bases de lo que décadas después explotó como new age, una música que bebe y explora la naturaleza como inspiración.
También se recomiendan:
Henry, Schaeffer | 1st panorama de musique concrete (1956)
Giusto Pio | Motore inmobile (1979)
#3 Brian Eno y la música para aeropuertos
Portada de The sinking of the titanic.
Tras ser ingresado por un accidente en 1974 cuando le atropelló un taxi, durante el periodo que pasó en el hospital, a Eno le trajeron un tocadiscos y unos vinilos, entre los que se encontraba uno de arpa clásica. Al sonar comprobó que le habían dejado el volumen demasiado bajo y, como no tenía aún mucha movilidad por las secuelas, no podía levantarse de la cama a ajustarlo. De esta forma, el arpa era, en la mayoría de las ocasiones, casi inaudible, y sus notas se perdían con el sonido que entraba por la ventana, el viento, los pájaros, la lluvia… Así, lo que al principio le resultó un incordio, terminó definiendo la evolución de la obra siguiente de Eno.
La realidad es que esta historia no anda muy lejos de los experimentos explicados anteriormente. No me atrevería a decir que Brian Eno inventase nada, pero sí que lo concretó, le puso nombre, y unificó algo que hasta entonces había crecido de forma desordenada. Dos son sus hitos principales. Por una parte, la ya mencionada colección de música Ambient, de cuatro volúmenes, y por otro los diez números del sello que fundó, Obscure Records, que se abría con el disco de Gavin Bryars y tuvo entre sus referencias a nombres tan importantes como John Cage, Robert Wyatt, Michael Nyman, The Penguin Café Orchestra, David Toop, Harold Budd o el suyo propio, otrogándole una nueva dimensión e importancia a un género musical que, hasta entonces, estaba aún por definir.
Discos esenciales:
Gavin Bryars | The sinking of the Titanic (1975)
Jesus blood never failed me yet parte de una grabación anónima de un vagabundo para un documental, que canta una sencilla melodía en la que cuenta que Dios nunca le ha fallado. Esa cinta, con conversaciones y pequeñas interpretaciones de los entrevistados, que se mezclaban con los ruidos de la calle, llega a las manos de Bryars a través del director, amigo suyo, la lleva al estudio, lo repite en loop alargándolo hasta los 25 minutos, y lo acompaña con ligeros arreglos orquestales in crescendo, que jamás roban el frágil protagonismo a la voz. El resultado es tan emocionante que no deja indiferente a quien lo escucha por primera vez, tan bello que se convierte en pieza principal de su repertorio.
La primera referencia de Obscure Records, el sello que fundó Eno, tiene este tema la cara B, y otra joya en la primera, The sinking of the Titanic, que imagina las últimas notas de la orquesta del famoso trasatlántico antes de su hundimiento.
Bryars trató de localizar al vagabundo, para agradecérselo y hacerle saber lo que lograba su melodía en el oyente, pero nunca le localizó, probablemente hubiera fallecido.
Brian Eno | Ambient 1: Music for airports (1978)
Este LP tiene muchos antecedentes, propios y ajenos. El primero de ellos es lo que se entendía como muzak (una música que nació para generar ambientes agradables en oficinas, zonas de trabajo…), que sonaba sin alma, vacía. Un sonido banalizado. Otro era el propio catálogo de su sello Obscure Records, que ya empezó a clarificar lo que Eno entendía que debía ser el ambient como reacción a ese muzak tan en boga.
Así, cuando en 1978 se publica Ambient 1: Music for airports, un disco teóricamente concebido para ser escuchado en los aeropuertos, en realidad pretendía cargar de valor musical a un género que se estaba devaluando, creando una nueva etiqueta y un sonido tan válido como música de fondo o en primer plano. Sentaba así las bases de algo que, igual existía, pero no con la consideración que tendría a partir de entonces.
También se recomiendan:
Fripp and Eno | Evening star (1975)
Brian Eno With Daniel Lanois & Roger Eno | Apollo, atmosphere and sountracks (1983)
#4 El ambient post Music for airports, del silencio al espacio
Portada de Accordion and Voice.
Los años setenta fueron la gran eclosión de la electrónica. Si el Estudio de Música Electrónica de Colonia, sede fundacional de lo que se denominó Elektronische Musik, introdujo el sintetizador, fue en Estados Unidos donde se dio el gran salto. Inicialmente cada nota implicaba un oscilador concreto, pero Robert Moog introduce un avance gigante con el primer sintetizador que incluía un sistema modular de control de voltaje. Ya con un solo oscilador se podían interpretar múltiples notas musicales. Con esta idea, lo que esencialmente se estaba haciendo era el democratizar la música electrónica, sacándola de las élites académicas.
A partir de entonces, esta avanza en múltiples direcciones. Liderados por la figura absoluta de los alemanes Kraftwerk, que la llevaron a la música popular para ejercer de padres de un nuevo sonido, pero también la de otros muchos músicos, entre los que se encuentran quienes siguieron trabajando los ambientes y las atmósferas.
Discos esenciales:
Laurie Spiegel | The spanding universe (1980)
Pionera de la escena electrónica de Nueva York, Laurie Spiegel trabajó desde 1973 con los sintetizadores del Sistema GROOVE de los Laboratorios Bell, que culminó con The spanding universe (finalmente publicado en 1980). Un disco que supuso un punto y aparte en su carrera, ya que tras él pasó a desarrollar su propio software de composición algorítmica para ordenadores personales, Music Mouse. Pero, a pesar de ser un punto de ruptura en su carrera, el tiempo lo ha situado como una de las obras de referencia de la música ambient y la cumbre de una de las artistas más importantes de los inicios de la electrónica en Estado Unidos.
Pauline Oliveros | Accordion and voice (1982)
Esta, la obra más famosa de Pauline Oliveros, miembro fundador y directora del San Francisco Tape Music Center en la década de 1960, explora los sonidos del acordeón, directos o transformados mediante sintes, llevándolos a su propia concepción del drone, donde una misma nota se sostiene en el tiempo, o superponiendo notas en producción. Accordion and voice resulta, por tanto, precursor en una forma de experimentar el ambient a través del drone, una fórmula infinitamente repetida posteriormente.
Midori Takada | Through the looking glass (1983)
La escena musical japonesa ha parecido crecer en un espacio paralelo a la occidental, casi sin cruzarse o, al menos, no en un recorrido de ida y vuelta, porque, inteligentemente, desde Japón siempre han sabido coger todas las influencias que aportan a la creación de su propio mundo. En este caso, la artista Midori Takada, supo inspirarse en estudios de la percusión africana para hacerlos convivir con la música asiática, dotando de absoluta modernidad este Through the looking glass, que puede considerarse una de las piedras angulares del minimalismo japonés.
Cuatro piezas donde conviven bongos, ritmos tribales, el armonio y diversos elementos electrónicos para llevarnos a un estado parecido al de otros genios del minimalismo como Steve Reich, Terry Riley o Philip Glass.
También se recomiendan:
Klaus Schulze | Mirage (1977)
Suzanne Ciani | Seven waves (1982)
Hiroshi Yoshimura | Music for nine postcards (1982)
Steve Roach | Structures from silence (1984)
Haruomi Hosono | Watering a flower (1984)
#5 Ambient y electrónica, definiendo el IDM en los noventa
A toda subida le corresponde una bajada. En los años ochenta la electrónica se expande desde dos puntos cardinales, Detroit y Chicago. Techno y house. A partir de ahí surge el acid house, el techno viaja hasta Berlín y, con el cambio de década, algunos se dan cuenta de que el ritmo no se puede mantener infinitamente. La música se ha centrado en la pista de baile pero, igual que no existía el verano sin fin, la fiesta no puede ser eterna.
Portada de Selected ambient works 85-92.
Uno de de estos precursores son The KLF y su sorprendente disco de 1990 Chill Out, y otros los responsables del sello WARP, que con su recopilatorio Artificial Intelligence sientan las bases de lo que pasó a llamarse IDM. La electrónica ya no tiene la obligación de ser bailable. Se puede disfrutar mientras estás descansando de la pista o incluso en casa, en tu habitación o en el sofá. Pero, el big bang de esta explosión tiene nombre y apellidos; Richard D. James, alias Aphex Twin, y Selected ambient Works 1985-1992. El disco que revolucionó la música electrónica con su publicación.
Y, obviamente, el ambient sobrevuela en todo este estallido porque su concepto es, si no el mismo, en muchas cosas sí limítrofe. Por eso, aunque ninguno, o pocos discos de este capítulo podrían considerarse como música ambient, todos han bebido de ella y son imprescindibles para entender su evolución.
Discos esenciales:
The KLF | Chill out (1990)
Chill Out es la primera referencia del dúo formado por Bill Drummond y Jimmy Cauty como The KLF, y representa en sus 44 minutos una jornada de viaje por el sur de los EEUU, a base de inserciones de sonidos de campo (trenes, aviones, ruidos de la naturaleza) y multitud de samples, desde la voz de Elvis a ellos mismos, que hacen del álbum, por temas de derechos de autor, irreproducible a día de hoy. Sin embargo, marcó un antes y un después en la música ambient y es una obra imprescindible y, casi, inconseguible en formato físico a menos que se acepte un bootleg pirata.
Aphex Twin | Selected ambient works 85-92 (1992)
Cuando Richard D James publica este álbum lo presenta como una recopilación de su trabajo desde 1985 (cuando contaba con solo 14 años) hasta 1992. Y con él, redefinió la música electrónica, sentando las bases de la IDM (intelligent dance music) y una forma de ver la electrónica que ya no solo tenía como objetivo la pista de baile, así como dotando de ritmo al ambient, en lo que se terminó de definir como ambient-techno.
Se habla de él como de un disco grabado de manera rudimentaria, con los pocos medios de los que podía disponer este adolescente de Limerick, pero, a pesar de ello, también como una de esas obras que cambia el curso de la historia de la música. Un auténtico must.
También se recomiendan:
The Orb | The Orb's adventures beyond the ultraworld (1991)
Autechre | Tri repetae (1995)
Panasonic | Vakio (1995)
Plastikman | Consumed (1998)
Pole | 3 (2000)
GAS | Pop (2000)
#6 Ambient en el siglo 21
Portada de The desintegration loops.
Tras el apogeo de la música electrónica orientada a la pista de baile y el nacimiento de una nueva forma de disfrutarla, que desplaza ese epicentro de la discoteca al salón de tu casa y redimensiona su intención (la cultura de club ya no solo se disfruta en el club), creando la etiqueta IDM, junto a otras como el ambient-techno, micro-dub, clicks & cuts o illbient, es en estas dos últimas décadas cuando todos los subgéneros conviven con mayor naturalidad y asiduidad.
Las fronteras se difuminan y se incorporan nuevos términos. De la neoclásica al drone, de la intervención a los mantras del folclore o el propio jazz, todo puede utilizarse para generar música ambiental. Por eso, es este el capítulo donde más discos han terminado seleccionándose. No están todos los que lo merecen, pero estos son necesarios para entender qué es la música ambient en la actualidad.
Discos esenciales:
Fennesz | Endless summer (2001)
Endless summer es ruido blanco que coquetea con la melodía, o al revés. Es música con un oído en el minimalismo del drone y otro en el noise de guitarras. Fennesz, tras el más esquivo Hotel paral·lel (1997), se reinventa y reinventa el género con un disco que significa una nueva forma de entender el ambient donde la prioridad sigue siendo la melodía.
Poco antes había entregado un single con una irreconocible versión del hit de The Beach Boys Don’t talk (put your head on my shoulder) que, esencialmente, muestra las intenciones del austriaco.
Alva Noto + Ryuichi Sakamoto | Vrioon (2002)
Las carreras musicales del finlandés Alva Noto y el japonés Sakamoto son amplias y, especialmente en el segundo, heterogéneas. Pero este álbum, que supone el punto de partida de una fructífera carrera de colaboraciones, aúna a la perfección ambas formas de entender la música, tan alejadas quizás en lo formal, pero parejas en sensibilidades. En él, los glitches árticos de Noto se confunden con el piano de Sakamoto, generando atmósferas que podrían ser aristas inasibles, pero que se convierten juntas en terciopelo.
Este primer disco de la serie de 5 entregas denominada VIRUS (la primera letra de cada álbum terminó formando la palabra) es uno de los discos de electrónica más sorprendentes de lo que llevamos de siglo.
William Basinski | The disintegration loops (2001-04)
Basinski, en 2001, recupera unas cintas con loops que guardaba desde hace décadas para registrarlas en un formato más duradero. Mientras las va digitalizando, el soporte magnético se deteriora, perdiendo el hierro en el que se registraba y generando nuevos sonidos, más aleatorios, más imperfectos, que al final de la reproducción ya se hacen casi inaudibles, destruido por el paso de la cinta por los cabezales del reproductor y convertido ahora en polvo. Es 11 de septiembre en su ático de Nueva York y, en algún momento de la mañana, sube a la azotea desde donde observa horrorizado la imagen de las Torres Gémelas y el polvo.
Así, con la ayuda del azar, Basinski consigue registrar en una colección de cinco volúmenes que se alargaría en su composición hasta 2004, el retrato más certero de aquel suceso, poniendo banda sonora a la destrucción.
Stars of the Lid | The tired sounds of Stars of the lid (2001)
And their refinement of the decline no anda muy lejos de su predecesor, The Tired Sounds of..., de 2001. Ambos son igual de imprescindibles. Los norteamericanos Star of the Lid llevaron en ambos álbumes, los más necesarios de toda su carrera, el dron a unos terrenos inexplorados. Entre los dos son más de cuatro horas de música que te pueden sumir en la más absoluta melancolía.
Los títulos de las suites de este álbum no dejan lugar a dudas. La primera se entrega en tres tres partes, con el título Requiem for Dying Mothers, donde los violonchelos se entrelazan con drones de la guitarra infinitos, que nos abren la puerta a un final épico en su majestuosidad. Después, Austin Texas Mental Hospital nos enlaza con aquel Prélude au sommeil de Jean-Jacques Perrey, donde el llanto de un perro nos sume en una tensa intranquilidad, y las grabaciones de campo nos llevan al Chill Out de The KLF.
The tired sounds... no pretende ser un álbum complaciente y no lo es, pero es un salto al abismo en una cámara lenta que casi te frena completamente en su caída.
The Caretaker | Everywhere at the End of Time (2016-2019)
Esta es una colección de seis álbumes que nos introduce una representación musical del alzheimer. Los cortes de los discos parten de loops de grabaciones antiguas de jazz, con todas las imperfecciones que los años han generado en los vinilos que, a medida que avanzan los temas, como lo hace la propia demencia, van deformándose hacia lo abstracto hasta que, en la última entrega, se hacen ya irreconocibles.
En sus más de seis horas, el descenso es paulatino y, visto desde afuera, trágico, como lo es la propia enfermedad, al menos cuando la observas como impotente espectador.
Max Richter | Sleep (2015)
Sleep podría considerarse más una obra de música neoclásica que de ambient, no en vano ha sido publicada por el sello Deutsche Grammophon, y es difícilmente abarcable del tirón, ya que Richter la creó con el objetivo de acompañar a las distintas fases del sueño, por lo que su duración se alarga hasta lo recomendable para la salud, las deseadas, y a menudo inalcanzables, ocho horas para una toda una jornada nocturna.
Con esa misma intención fue su traslación al directo, en recintos donde el espectador pudiera llevarse unas alfombrillas para tumbarse a descansar mientras la orquesta lo representaba al completo. Una obra mayúscula, preciosa y evocadora, ya la disfrutes de manera activa o pasiva.
También se recomiendan:
Jan Jelinek | Loop-Finding-Jazz-Records (2001)
Tim Hecker | Harmony in ultraviolet (2006)
Johann Johannsson | IBM 1401, a user's manual (2006)
Ryuichi Sakamoto | Async (2017)
Floating Points, Pharoah Sanders & The London Symphony Orchestra | Promises (2020)
#7 Las bandas sonoras
Fotograma de Blade Runner.
Si hay un género íntimamente relacionado con el ambient, ese es el de las bandas sonoras. Obviamente no todas pueden considerarse así, pero la música incidental, directamente relacionada con pasajes visuales y que, en teoría, necesita de ellos para sobrevivir, a menudo coquetea con el concepto de creación de ambientes. Como aquella música de mobiliario de Erik Satie o los primeros descubrimientos de Brian Eno. Por eso merece un capítulo propio, para reconocer su importancia y dotarlo de carácter propio. Habrá quien diga que las bandas sonoras no son ambient y tendrá razón, pero ambas recorren caminos comunes y no vemos tan descabellado que aparezca en esta selección.
La primera escena de Aguirre, la cólera de Dios, con los conquistadores bajando la montaña no sería lo mismo sin la música de los alemanes Popol Vuh, o todo el ambiente futurista de Blade Runner sin Vangelis. E incluso la melodía de Delerue repetida hasta el infinito en la obra maestra de Jean-Luc Godard, El desprecio. Muchas veces, en los grandes aciertos, nos es imposible separar la imagen de los sonidos que le acompañan. Ambientes que los músicos crean para la obra y que trascienden su objetivo inicial.
Discos esenciales:
Eduard Artemyev | Solaris (1978)
Para la banda sonora de la histórica película de Andréi Tarkovsi, Artemyev vertebra una serie de piezas alrededor del Preludio Coral en Fa Menor de Johann Sebastian Bach, que viaja en el tiempo y entrelaza pasado, presente (el presente de 1978 cuando se creó la obra) y futuro. Para su grabación se emplea el sintetizador ANS, creación de Evgeny Murzin, que le aporta ese sonido de psicodelia sinfónica que tan rápidamente se asoció al futuro en aquel entonces, y sublima un sonido que no es 100% innovador pero que logra aquí unas cuotas elevadísimas de composición y conjunción con las imágenes.
Angelo Badalamenti | Twin Peaks (1991)
Twin Peaks no es una película, o sí, una película que ha ido creciendo junto a nosotros, junto a nuestros miedos e inseguridades. Y una de las piezas indivisibles de este hito de la televisión es su banda sonora, que Angelo Badalamenti construyó junto al propio Lynch para generar estados de ánimo que nos han acompañado desde la primera vez que vimos la serie.
Escuchar hoy, sin imágenes, Laura Palmer’s theme y cerrar los ojos, es comprobar cómo debe ser una banda sonora, cómo una música puede evocar, para siempre, unas imágenes concretas.
También se recomiendan:
Popol Vuh | Aguirre (1975)
Vangelis | Blade Runner (1982)
Johnny Jewel | Windswept (2017)
Este artículo no tiene como objetivo acotar y establecer unos límites claros (entre otras cosas, porque no existen) en el ambient, sino más bien lo contrario. La intención es poner un poco de contexto, algo de historia y, ya de paso, ilustrarla con algunos de sus discos más referenciados, dejando que las aristas...
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Manolo Domínguez
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