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...El dinosaurio todavía estaba allí, reza el célebre cuento de Monterroso. Es una forma de leer los resultados de las elecciones andaluzas del domingo. No la única, claro. Algunos de los triunfadores hacen una lectura exactamente contraria: a decir de Albert Rivera (C’s), el dinosaurio bipartidista se ha volatilizado, “ha muerto”, sin rodeos. Otros no son tan tajantes: para los dirigentes de Podemos, el bipartidismo todavía está demasiado vivo y la “transformación social” que debía reemplazarlo todavía no está lo suficientemente presente. Es sólo un primer despertar electoral, en una región muy concreta de España, pero se trata de la primera ocasión (habrá más a lo largo del año) que tenemos para comprobar cuánto de realidad y cuánto de fantasía hay en los distintos dinosaurios que la clase político-mediática española, tanto la tradicional como la emergente, han venido pintándonos en los últimos tiempos. Cuántos siguen allí tras las sucesivas convocatorias y cuántos, o hasta qué punto, se desvanecen.
Mientras aguardamos, las urnas andaluzas permiten algunas observaciones. Reina la euforia en los cuarteles generales socialistas. Pero los 47 diputados que consiguió Susana Díaz, los mismos de los que disponía en la anterior legislatura, esconden un retroceso de cien mil votos y más de cuatro puntos porcentuales. Un retroceso con el que el PSOE andaluz encadena tres elecciones consecutivas de erosión electoral, y que supone el peor resultado autonómico de su historia. La jugada de Díaz era arriesgada y ha salido bastante bien: sin ser un resultado generalizable al conjunto del país, debería servir para enfriar los ardores de quienes llevan meses dando por muerto y enterrado al viejo partido del libro y el yunque. Pero no mucho más. Se comprende que los socialistas respiren aliviados, a la vista de la catástrofe que pendía sobre sus cabezas; pero el cansancio andaluz con la Junta socialista –en sus distintas encarnaciones– y sus maneras populistas aumenta y no remite, pese a la incomparecencia del adversario más directo, pese a la renovación de caras en el PSOE y pese a la cuidada operación de imagen y comunicación que ha acompañado a la presidenta Díaz.
Eso sí, el PSOE andaluz es hoy un partido notablemente más central que hace tres años. Primero, porque recupera la condición de primera fuerza. Segundo, en términos de capacidad de negociación, porque dispone de más potenciales compañeros de baile, sin que ninguna mayoría alternativa sea concebible. Y tercero, en términos más ideológicos, porque la emergencia de C's (9,3%) se produce, al parecer, a costa del flanco izquierdo del PP, que pierde en conjunto 13 puntos. Aunque el ejercicio tiene algo de adivinación, se diría que los moderados que en 2008 y en 2012 votaron “útil” al PP para propiciar la alternancia, con mayor o menor (o ningún) entusiasmo, ahora se han dividido entre el voto a C's (el de los más reacios a votar socialista o “bipartidismo”) y un voto "útil" pero desganado al PSOE (el de los más recelosos ante el supuesto ascenso espectacular de Podemos). Lo que el PSOE gana por ese flanco le sirve para compensar parte (no todo) de lo que pierde por su ala izquierda, que es considerable.
Esto no es ninguna sorpresa: el fenómeno Podemos sigue en proceso de materializarse, y con él, el ensanchamiento del espacio a la izquierda (sociológica) del PSOE. La suma de P’s e IU (21,7%) supera en más de 10 puntos el resultado que obtuvo IU en 2012 (11,4%). Parte de ese ascenso podría tener que ver con el aumento de participación (4 puntos más que en 2012); buena parte del resto viene necesariamente de un cambio de sentido de voto. Sin embargo, si se vuelve la vista un poco más atrás, se observa que el apoyo a P’s e IU-CV-LA se acerca bastante al “techo” histórico de Izquierda Unida en Andalucía (19,1%, en 1994): no hay un avance espectacular, pero sí una reedición, levemente alcista, de los mejores registros de las formaciones a la izquierda del PSOE.
En estas condiciones, cuesta vislumbrar el “cambio de régimen” que unos y otros han venido evocando en los últimos tiempos; unos para ensalzarlo, otros para usarlo como espantapájaros. En el momento más débil del bipartidismo, éste recibe el apoyo de más del 60% de los votantes. Para referencia, en su mínimo histórico hasta la fecha (1994, en plena crisis socialista), la suma autonómica de PP y PSOE había concentrado el 72% del voto. Es un descenso apreciable, pero no irreversible. A cambio, el aumento de la participación (63,9% de los llamados a las urnas), todavía más notable si se compara con las elecciones autonómicas andaluzas celebradas “en solitario” (y no el mismo día que unas legislativas o unas europeas, como es habitual), apunta en sentido contrario: el de una mayor implicación ciudadana y un reforzamiento de la representatividad de las instituciones, particularmente bienvenido en estos tiempos en que la “desafección” parece estar a la orden del día.
Es cierto que Andalucía era, a priori, la región donde el “cambio de régimen” lo tenía más complicado. Pero de momento, lo que se ve es una renovación parcial (y muy saludable) de los distintos espacios políticos, más que la emergencia de espacios nuevos. Una renovación que afecta a todos, aunque de forma irregular. Resulta especialmente espectacular en la “izquierda de la izquierda” y en la llamada “tercera España” que se disputan C’s y UPyD; y es también llamativa –aunque habrá que ver si también persistente-- en el centro-derecha, donde el fulgurante ascenso andaluz de C’s parece inseparable del descalabro de un PP que quemó en 2012, al parecer, su última ocasión de encarnar en solitario la alternancia autonómica.
A la izquierda del PSOE, la voladura de Izquierda Unida a manos de Podemos parece a punto de consumarse en el principal feudo histórico de la primera, después de haber causado ya serios estragos orgánicos, incluso antes de abrirse las urnas, en su otra plaza fuerte, Madrid. En el caso de la “tercera España”, UPyD ve confirmadas en las urnas sus peores pesadillas respecto al arrollador sorpasso de C’s, machaconamente anunciado por las encuestas de los últimos meses. Los de Rivera se desquitan así de otras humillaciones en sentido contrario (la de las elecciones legislativas de 2008, en las que el entonces flamante partido de Rosa Díez obtuvo su primer diputado, mientras el salto a la política nacional de Albert Rivera naufragaba con un 0,18%; por no mencionar las elecciones europeas de 2009); pero, a la vista de la experiencia, unos y otros deberían tomar nota y ser conscientes a estas alturas de hasta qué punto los dioses de la Fortuna electoral pueden ser caprichosos... y volubles.
El alcance y la profundidad de esta renovación de espacios políticos es la verdadera incógnita de este año electoral. Veremos si las recomposiciones que se apuntan pueden ser absorbidas a medio plazo por los grandes partidos o si, por el contrario, se consolida en España un sistema “tetrapartidista” (con cuatro partidos de tamaños similares, como sugería una de las últimas encuestas de El País), una situación que sería una relativa novedad en Europa, y que el sistema electoral español desde luego no alienta. Está claro que la instantánea andaluza no puede extrapolarse sin más. Pero es la primera pista tangible, basada en hechos reales, de por dónde van los intereses y las preferencias de los ciudadanos, de una parte de ellos al menos. Aunque sólo sea por eso, por poder tratar con votos de verdad después de meses de encuestas claramente orientadas, más empeñadas en producir estados de opinión que en describirlos, hay que agradecer a Susana Díaz el adelanto electoral. Incluso antes de ver con claridad el tipo de dinosaurio que la acompaña.
...El dinosaurio todavía estaba allí, reza el célebre cuento de Monterroso. Es una forma de leer los resultados de las elecciones andaluzas del domingo. No la única, claro. Algunos de los triunfadores hacen una lectura exactamente contraria: a decir de Albert Rivera (C’s), el dinosaurio bipartidista se ha...
Autor >
Juan Antonio Cordero
Juan Antonio Cordero (Barcelona, 1984) es licenciado en Matemáticas, ingeniero de Telecomunicaciones (UPC) y Doctor en Telemática de la École Polytechnique (Francia). Ha investigado y dado clases en École Polytechnique (Francia), la Universidad de Lovaina (UCL, Bélgica) y actualmente es investigador en la Universidad Politécnica de Hong Kong (PolyU). Es autor del libro 'Socialdemocracia republicana' (Montesinos, 2008).
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