En 2012 la Vuelta a España reservó a los participantes de la tercera y última grande del año una dura ascensión final. La Bola del Mundo, una cota en la Sierra de Guardarrama situada entre Segovia y Madrid que añade 3,5 kilómetros de subida al Puerto de Navacerrada con rampas de hasta el 20%, brindaría las últimas diferencias para decidir la clasificación general.

Alberto Contador llegó a esa etapa con una cómoda ventaja que supo administrar para hacerse con el triunfo final. La lucha por la etapa --conseguida por el ruso Denis Menchov, que posteriormente sería suspendido por dopaje al revelarse valores anómalos en su pasaporte biológico-- y un puesto de honor en aquella edición de la Vuelta, no obstante, ofreció a los aficionados que se desplazaron aquel sábado a las carreteras y todo aquel que siguiera la carrera por televisión un bonito espectáculo.

Uno de aquellos aficionados fue el fotógrafo Jorge Jiménez Espinosa, que con su cámara supo reflejar el sufrimiento y la agonía de los protagonistas aquel día. Dientes apretados para soportar un ardor que se apodera de las piernas. Bocas abiertas en busca de esas bocanadas que capturen el oxígeno necesario, con la meta cada vez más cerca y lejos a la vez, la mochila de un cansancio acumulado tras tres semanas de competición.

Con una peculiar perspectiva, Jiménez Espinosa acerca a todo aquel que no haya pisado una cuneta y visto de cerca una carrera el sufrimiento y el dolor, la agonía en un instante, la penitencia y el gozo del profesional de la bicicleta. El oficio del ciclista.

Fotografías: Jorge Jiménez Espinosa/ zenemij85@gmail.com

Texto: Álex Moreno