Schengen: tocado y ¿hundido?
La Comisión estudia reintroducir los controles en las fronteras. Mientras tanto Europa se llena de vallas y solo ha acogido a 770 refugiados de los 5.531 comprometidos en 2015, año en el que llegó un millón. Este mes ya han llegado 37.000
Ekaitz Cancela Bruselas , 27/01/2016
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Libertad para huir de bombardeos, del hambre. Libertad para dejar atrás los escombros de su casa. Libertad para marchar y cambiar de vida. Libertad para soñar en una vida distinta. Libertad es la palabra que se consolidó el 14 de junio de 1985 con un acuerdo que tendía hacia la supresión gradual de los controles en fronteras comunes; y con ello, la libre circulación de personas, uno de los emblemas que definió el proyecto europeo. Se firmó a bordo del barco Princess Marie-Astrid, en el río Moselles, cerca de la ciudad de Schengen (de unos 400 habitantes), donde los territorios de Francia, Alemania y Luxemburgo se unen. Desde entonces, el manifiesto que proclamaron estos tres países junto con Bélgica y los Países Bajos se ha convertido en sinónimo de fronteras abiertas en la UE tras haber sido ratificado por 26 Estados.
Más de 30 años después, todo está a punto de desaparecer. Hasta el momento habían introducido registros temporales, una medida excepcional prevista en el código Schengen, países como Austria, Alemania, Dinamarca, Francia, Noruega y Suecia. En el caso de los dos primeros estos debían concluir en mayo. Pero este 25 de enero de 2016 los ministros europeos de Interior han pedido “a la Comisión que prepare una base legal y práctica para la continuación de medidas temporales en las fronteras a través del artículo 26 del código Schengen". Ello supone reintroducir los controles en las fronteras internas de la UE hasta un máximo de dos años así como el refuerzo de las fronteras exteriores cuando existan deficiencias duraderas por parte de un país, mientras no se invada su soberanía nacional.
La medida fue justificada como necesaria “porque no hay perspectivas de que se presente una reducción a corto plazo del flujo de refugiados”. El anunció tuvo lugar con una escenografía similar a la de antaño, con los Veintiocho a bordo de un barco; esta vez en el Marine Land, en Ámsterdam, al lado del museo marítimo. Aunque no estaban invitados a la paradójica escenificación, una lancha de Amnistía Internacional se coló en el acto con un mensaje claro hacia los líderes europeos: “No os deberían preocupar las encuestas, sino los libros de Historia”, se leía en su pancarta. Querían advertir del riesgo de legislar en función de los sondeos contrarios a los inmigrantes y refugiados.
La pelota está ahora en el tejado de la Comisión Europea. La institución presidida por Jean-Claude Juncker debe hacerse cargo, evaluar la situación que se produciría en las fronteras exteriores de la UE en caso de que aumentan los flujos migratorios y proponer una solución en los próximos tres meses que “en ningún caso supondrá una suspensión o exclusión de Schengen”, asegura este organismo en boca de su portavoz, Natasha Bertaud. “Solo se conseguirá salvar Schengen mediante la aplicación de Schengen”.
La Comisión Europea, maniatada
La realidad es que los Estados Miembros han vuelto a poner a la Comisión Europea en una difícil encrucijada. Si al finalizar ese periodo la institución estima que la solución a la crisis de refugiados no llega, se culminaría la aplicación del articulo 26, y con ello, el jaque mate a Schengen.
Las remedios propuestos por el organismo comunitario hacen pensar que así será. La Comisión ha pedido a los Estados que cumplan su parte del pacto de reparto de refugiados acordado en septiembre. “La única solución posible a la crisis de refugiados es una solución europea. Necesitamos que se implementen las medidas acordadas”, apuntalan las fuentes comunitarias.
Los diferentes países de la UE han reasentado, sin embargo, solo a 770 refugiados de los 5.531 a los que comprometieron para 2015. En relación a los 160.000 personas que deben recolocar en dos años los Estados, según los planes de hace cinco meses, sólo 414 han logrado pisar el suelo europeo. En total llegaron a Europa en 2015 un millón de refugiados, lo que representa un 0,2 por ciento de la población europea. Murieron en la travesía del Mediterráneo unos 3.700. Unos 10 por día, de media.
Lejos de mejorar, en los primeros días de 2016 ya han llegado a las costas europeas 37.000 solicitantes de asilo, según la Organización Internacional de las Migraciones. Es una cifra 10 veces superior que la de 2015. También la de muertos. Una sucesiva ola de naufragios, la mayoría en el Egeo, han dejado 110 muertos, muchos de ellos niños.
La Comisión Europea, desbordada de responsabilidad, también ha pedido formalmente a los Estados que “dejen de defender el cierre de fronteras”. “No va a ser la solución a la crisis de refugiados, pero sin esta decisión no podríamos dar ningún otro paso”, defiende su vicepresidente Frans Timmermans.
Tampoco será fácil que esto ocurra ya que mientras el pilar europeo de la libre circulación se diluye de forma progresiva, el rumor de que la UE prefiere los muros al asilo se ha convertido en una certeza. Primero con una declaración de intención en los presupuestos de los Estados miembros de la UE, el 57% de los cuales se dedican a la protección de fronteras y al reforzamiento policial. Y al mismo tiempo, con el alzamiento de muros. Hungría fue el primer Estado miembro en levantar vallas en respuesta a la crisis de los refugiados. Lo hizo en septiembre con su frontera con Serbia, y con la de Croacia después. Una política imitada por Austria, que tapió en su linde con Eslovenia, que a su vez ha cercado su divisoria con Croacia. Fuera del espacio Schengen, también Bulgaria ha reforzado su valla con Turquía. “Pronto habrá más vallas que en la Guerra Fría”, avisaba a mitad de enero The Economist.
Presión sobre Grecia
“Grecia está incumpliendo gravemente sus obligaciones y existen graves deficiencias en la realización de los controles en la frontera exterior que deben ser tratadas y resueltas por las autoridades griegas”, concluía el 27 de enero un informe del Colegio de Comisarios.
La presión sobre Atenas se acentúa además con la construcción por parte de Macedonia de otra valla en la frontera con Grecia a petición de Hungría y Eslovenia para evitar que los refugiados dejen el país heleno con libertad. Una idea que el propio Jean-Claude Juncker ha aceptado y que se presenta como la baza principal para salvar Schengen. En una carta enviada dos días antes, y hecha publica por POLITICO, el comisario europeo respalda la propuesta de Eslovenia para que la UE apoye el refuerzo de la frontera griega y “detener así el flujo de migrantes hacia el norte”. Según este plan, la mayoría de personas que lleguen a Grecia se deberían quedar encerrados en ese lugar.
En Bruselas se cree que esto eliminará la presión migratoria sobre otros países y en especial sobre Alemania y Austria, dos países que habían introducido registros temporales
“Desconocíamos este plan”, afirmó el ministro griego de Interior, Ioannis Mouzalas, en una entrevista con el Financial Times. “Ni tenemos la intención de convertirnos en el cementerio de más almas inocentes ni podemos entender qué tipo de política es esa en la que un país puede cerrar sus fronteras con Grecia.”
En medio de todo -o de la nada- el mar se tragó en sólo 22 días de enero a 110 personas. “Si no pueden por tierra, les quedará el fondo de mar”, decía una provocativa viñeta de Mauro Biana en Il Manifesto. Allí, en lo más profundo del Egeo, quizá Schengen siga en vigor.
Libertad para huir de bombardeos, del hambre. Libertad para dejar atrás los escombros de su casa. Libertad para marchar y cambiar de vida. Libertad para soñar en una vida distinta. Libertad es la palabra que se consolidó el 14 de junio de 1985 con un acuerdo que tendía hacia la supresión gradual de los...
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Ekaitz Cancela
Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.
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