Editorial
Y ahora, a negociar de verdad
3/03/2016
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La sesión de investidura de Pedro Sánchez, candidato socialista a presidente del Gobierno, resultó fallida, tal y como se preveía. El pacto firmado entre el PSOE y Ciudadanos no fue respaldado por ninguna otra fuerza parlamentaria, y el debate abrió la espita a la bronca entre PSOE y Podemos, que escenificaron las eternas querellas de la izquierda, mostrándose como enemigos irreconciliables antes que como posibles socios de futuro. Se abre ahora una segunda etapa, un periodo de dos meses en el que Sánchez tendrá que seguir negociando para sumar apoyos, y en la que cada uno de los partidos deberá olvidar las actitudes de campaña electoral para calibrar muy bien la situación.
A primera vista, y dado cómo se desarrollaron los debates, parece que solo hay dos opciones reales: o el PP o Podemos se abstienen y permiten que PSOE-Cs gobiernen en minoría, o se convocan nuevas elecciones. Unos nuevos comicios no serían, por supuesto, ninguna tragedia, y es absurdo meter miedo a los ciudadanos con esa posibilidad. Otra cosa es que repetir las elecciones vaya a servir para despejar la situación y modificar los resultados globales del 20-D.
Lo que está completamente descartado es que exista todavía una vía que permita un gobierno de izquierdas apoyado por los grupos nacionalistas e independentistas. La opción defendida por CTXT desde el 20-D quedó dinamitada por el acuerdo entre Sánchez y Rivera, diseñado para calmar al Comité Federal del PSOE, a Europa y a los poderes financieros, y que en sus términos actuales resulta imposible de apoyar por los grupos de izquierda, y sobre todo por ERC y DIL, como dejaron claro en el debate parlamentario.
Por parte de Podemos, las apelaciones de Pablo Iglesias a una mano aun tendida ocultaron a duras penas la dureza de su discurso, que molestó visiblemente a su número dos, Íñigo Errejón. La cuestión de fondo a la que hace ahora frente Podemos es cómo conseguir que Sánchez gire a la izquierda para poder abstenerse y desalojar así al PP del Gobierno, o si renuncia a ese intento y opta por favorecer la repetición de las elecciones.
La abstención cuenta con importantes argumentos objetivos a favor, que los dirigentes de Podemos y sus confluencias no ignoran. Un gobierno PSOE-Cs, en minoría de 130 escaños sobre 350, estaría obligado a negociar permanentemente con el PP, a su derecha, y con Podemos, a su izquierda. Es decir, Pablo Iglesias se convertiría en el verdadero jefe de la oposición y en el portavoz de la izquierda española. Más todavía cuando es previsible que la situación económica europea y española vaya a peor y que cualquier partido en el poder se vea obligado a tomar medidas difíciles.
La abstención alejaría por otra parte la amenaza de una Gran Coalición, de efectos sin duda más dañinos, aunque por supuesto sería posible que PP, PSOE y C’s voten juntos todas las medidas continuistas que deseen y formen un cordón sanitario contra la izquierda y los independentistas. En este caso, los socialistas tendrían que valorar qué efecto tendría esa coincidencia en su electorado, y si terminaría acarreando un efecto demoledor para el partido hasta producir un ‘pasokazo’ en diferido.
Algunos de los dirigentes de Podemos pueden ver la abstención y la formación de un gobierno PSOE-Cs como una ocasión atractiva. Otros, por el contrario, siguen pensando que no tiene sentido facilitar un gobierno de centro y que la mejor opción es ir a unas nuevas elecciones. Según este análisis, el 20-D ganaron las izquierdas y el imperativo democrático hubiera sido formar un gobierno claramente de izquierda, que luchara en la Unión Europea para renegociar las deudas y los déficits de los países del Sur e hiciera frente con radicalidad a la crisis humana que ha supuesto la austeridad; una izquierda que ofreciera soluciones pactadas con los independentistas para el conflicto territorial. El Pacto a la Naranja, afirman, es una propuesta centrista, no de izquierdas, que no revertirá explícitamente leyes como la Reforma Laboral o la Ley Mordaza.
Si la lógica te lleva de A a B y la imaginación a cualquier parte, como decía Einstein, la lógica política debería llevar a Podemos e IU a utilizar el nuevo periodo que se abre para exigir al PSOE una batería de compromisos para reducir de forma efectiva la intolerable brecha de desigualdad y la situación de pobreza, exclusión y precariedad en la que viven millones de españoles. De momento, Alberto Garzón ha convocado la mesa a cuatro para la semana que viene. Ahora habrá que ver hasta dónde son capaces de ceder Sánchez y Rivera en su intento por formar gobierno. Y cuánto están dispuestos también a transigir Podemos e IU en su deseo de evitar un eventual pacto ultra conservador o unas nuevas elecciones. La presión será enorme y ha empezado ya: Manuela Carmena, alcaldesa con Podemos, ha pedido ya el apoyo de las fuerzas del cambio a la investidura [con Podemos en el Gobierno, según matizó después], mientras Rajoy anunciaba que se reunirá con Sánchez.
La sesión de investidura de Pedro Sánchez, candidato socialista a presidente del Gobierno, resultó fallida, tal y como se preveía. El pacto firmado entre el PSOE y Ciudadanos no fue respaldado por ninguna otra fuerza parlamentaria, y el debate abrió la espita a la bronca entre PSOE y Podemos, que escenificaron...
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