En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
A finales de los años 40 del siglo pasado, William Phillips, economista reconocido principalmente por la curva que relaciona los salarios con el desempleo, construyó una máquina hidráulica, que fue empleada en algunas universidades para enseñar economía. Phillips, que se declaraba no experto en matemáticas, quería que su máquina reflejara el comportamiento de la economía de un país, pero de manera que la totalidad de las operaciones fuera claramente visible y comprensible para un espectador. Desgraciadamente, ese interés por la visibilidad ha sido olvidado y, casi al contrario, las actuales simulaciones trabajan con modelos matemáticos en los que es difícil reconocer incluso sus hipótesis básicas. Algunos críticos señalan además que aunque los impulsores de estos modelos resaltan sus fundamentos microeconómicos (centrados en una asignación óptima de recursos), en realidad están desatendiendo cuestiones macroeconómicas de mayor importancia económica o social (pleno empleo, déficit público…).
La mayoría de modelos empleados para simular los efectos de las políticas comerciales son modelos de equilibrio general computable (CGE, computable general equilibrium). Basados en la teoría económica, intentan representar la economía y las transacciones comerciales de un país, para poder a continuación simular los efectos, por ejemplo, de medidas que disminuyan las barreras comerciales. Un conjunto de ecuaciones describe el comportamiento de hogares, empresas, gobierno, como un reflejo de las decisiones del mundo real. La idea es que si estos procesos de decisión se definen bien, sería posible reproducir en un ordenador el comportamiento global de la economía. Para los que los usan, el principal interés de estos modelos es que permiten experimentar (como en un laboratorio) las consecuencias de posibles shocks o de distintas medidas de política económica.
Las diferencias entre los modelos CGE pueden ser considerables, reflejando discrepancias tanto en la teoría económica empleada como en las ecuaciones de comportamiento, el detalle del sistema de relaciones económicas o el valor de los parámetros necesarios para su cálculo. En función de estas diferencias, sus resultados pueden llegar a ser contradictorios.
Los modelos CGE aplicados al TTIP : sus premisas y sus omisiones
Uno de los principales problemas de los modelos CGE es que destacan algunos aspectos de la realidad, mientras que ignoran, más o menos conscientemente, otros. Por ejemplo, un modelo puede despreocuparse del desempleo (incluso suponer que hay pleno empleo), para centrarse en la respuesta de los salarios; o considerar que cuando se trata de cuantificar los ingresos de los hogares es suficiente con calcular su valor agregado, sin que importe su distribución desigual entre las familias; o ignorar los efectos que un mayor crecimiento puede tener sobre los niveles de contaminación o el calentamiento global. Lo deshonesto es que estas particulares perspectivas no son siempre neutrales, pudiendo sesgar los resultados del modelo hasta casi convertirlos en predicciones a la carta.
La forma en que se trabaja con estos modelos tampoco ayuda mucho a que sus resultados sean transparentes. Una vez establecido un modelo teórico, se trata de comprobar su coherencia con los datos macroeconómicos. Esta etapa del análisis implica calibrar o ajustar los parámetros del modelo, para que encaje con los datos de un año de referencia. Estos parámetros definen tanto los procesos tecnológicos como el comportamiento de los consumidores. Sus valores pueden determinar el resultado de la simulación y por eso es sorprendente la forma casi trivial en la que se especifican. Usualmente, los valores iniciales se obtienen de estimaciones econométricas independientes, a partir de datos históricos, que incluso pueden provenir de economías de países distintos. Como advierte Stanford (1993), un economista crítico con estos modelos, el problema es que no se prueba empíricamente si las ecuaciones son capaces de describir con precisión la economía real, más allá de una cierta coherencia con los datos en un punto del tiempo.
Entre los principales estudios con modelos CGE sobre el impacto del TTIP destacan los elaborados por Ecorys (2009), el Centre for Economic Policy Research (CEPR, 2013) y el Centre d'Études Prospectives et d'Informations Internationales (CEPII, 2013). En los dos primeros (financiados por la Comisión Europea) se emplea un modelo conocido como Global Analysis Project (GTAP) y en el último un modelo conocido como MIRAGE. Veamos cuáles son los aspectos más sesgados de estos estudios.
1. La importancia de las ganancias del TTIP
Cuando se analizan los modelos y las predicciones para el TTIP, lo primero que sorprende es que a pesar de un discurso fervoroso y repetitivo sobre las múltiples ventajas del tratado, las ganancias que presentan son conmovedoramente pobres. Razza, Grumiller, Taylor, Tröster y Von Arnim (2014) y Capaldo (2014) han sido los primeros en destacar que las ganancias estimadas del TTIP son muy pequeñas. Por ejemplo, los resultados del CEPR (2013) predicen un crecimiento para la UE del 0,5% del PIB. Esta variación no se corresponde con un 0,5% anual, sino que es la variación desde el inicio del acuerdo hasta un nuevo punto de equilibrio. Si el horizonte temporal establecido en el estudio es de 10 años esto supone un crecimiento anual del PIB de sólo el 0,05%.
Las pequeñas variaciones del PIB se han intentado contraponer con unos mayores incrementos en la renta personal de los hogares. Según el citado estudio de Ecorys, los hogares de la UE ganarían una media de 12.300 euros más durante toda la vida laboral de los miembros del hogar. El CEPR estima para cada hogar con 4 miembros una ganancia de entre 306 y 545 euros cada año en la UE y de entre 336 y 655 euros en EE.UU. La humildad de estas cifras se pone en evidencia si se piensa, por ejemplo, que los 545 euros anuales de un hogar de la UE, supondrían 2,61 euros a la semana por persona.
2. La desigualdad, la gran omisión
Las predicciones de los incrementos en los ingresos son además simples medias que no tienen en cuenta cómo se distribuyen las ganancias de renta entre la población. En este sentido, los análisis se desentienden de la evolución negativa que, desde mediados de los noventa, puede observarse en las medidas de desigualdad económica.
En los modelos macroeconómicos se juega con conceptos agregados, de manera que un único agente económico representa a todos los individuos. Cuando se hace eso, se tiene que creer que el comportamiento de ese individuo representativo, de alguna manera, es capaz de mimetizar a todas las familias. Sin considerar el valor científico de esta idea, el problema es que con ella se impide pensar en cómo se distribuyen los beneficios o las pérdidas de bienestar de cualquier medida económica, ya que todos los individuos son considerados como si fueran iguales. Es un único hogar representativo el que trabaja, consume, ahorra y paga impuestos. Claro que este supuesto puede relajarse, incluyendo o complementando el modelo con información que reconozca comportamientos heterogéneos. La complejidad de los modelos es entonces mucho mayor, aunque también es posible que sea una información que no interese visualizar.
En los modelos más agregados, que no introducen individuos diferentes, es imposible por tanto discutir cómo se distribuyen los beneficios de una medida política y, por supuesto, conocer si nada más un segmento de la población es el que va a salir beneficiado.
3. El empleo, la variable ausente
Los estudios citados sobre el TTIP niegan que pueda generarse desempleo permanente. De hecho, establecen como hipótesis que el nivel de empleo permanecerá constante, de manera que cualquier trabajador que quede desempleado encontraría empleo en otro sector casi instantáneamente. Transcurridos diez años del tratado, la tasa de paro permanecería igual, aunque los trabajadores deberían ajustar sus salarios al nivel marcado por la demanda.
La mayoría de modelos CGE tratan el trabajo como si fuera uniforme y con salarios totalmente flexibles para ajustarse al mercado. Los modelos de comercio, centrados en los efectos de la liberalización, se diseñan para destacar las variaciones en los flujos comerciales, pero tienden a ignorar los efectos sobre el mercado laboral. El mercado laboral se tiene en cuenta sólo a través de los salarios que pueden pagarse a los trabajadores a un nivel dado de empleo. Aunque uno de los principales problemas en muchas de las economías europeas sea el desempleo, este es un aspecto menor o incluso inexistente en las simulaciones.
Cuando en un modelo no se introducen distintos tipos de trabajadores (según su nivel de cualificación o el tipo básico de actividad) sus conclusiones se ven limitadas. Por ejemplo, pueden ser los trabajadores más cualificados en sectores exportadores los que se beneficien de la liberalización comercial, mientras que los trabajadores menos cualificados vean reducidos sus ingresos. Esto podría tener efectos sobre la demanda interna (como ocurre en la actual crisis), pero es un escenario irremediablemente ignorado en los citados modelos.
4. No se considera el coste de las reformas
Estos modelos suponen que la mayor competencia internacional aumentará la producción de unos sectores y disminuirá la de otros, lo que iría acompañado por una reasignación entre sectores de los recursos productivos del país. Esta reasignación, se cree que no debería presentar dificultades ni costes especiales. La idea de que el capital (las máquinas, las infraestructuras) se reconvierte sin costes o que los trabajadores despedidos se emplearán de nuevo, siempre que se amolden a sus nuevos salarios de equilibrio, son conjeturas difíciles de observar en las aplicaciones reales de los tratados. Por el contrario, como advierte Capaldo, lo más frecuente es que se generan grandes bolsas de paro, que afectan además a los sectores menos competitivos.
Uno de los rasgos más sorprendentes de algunos de los modelos CGE es precisamente que ignoran los costes de las transformaciones. Cuando en un modelo se contempla que los trabajadores deberán desplazarse de un sector a otro, eso se hace omitiendo los costes que tendrán que soportar los sistemas de protección social. Dado que simulan los resultados a largo plazo, en una nueva situación de equilibrio, los analistas parecen asumir que no es necesario considerar los costes a corto o medio plazo.
Raza et al. (2014) llegan a cuantificar los costes del ajuste macroeconómico de la liberalización del TTIP. Sus cálculos, basados en los resultados del estudio del CEPR, incluyen la pérdida en ingresos fiscales y los costes del desempleo. Según el CEPR, en la UE entre 430.000 y 1.100.000 de personas verían afectado su empleo en los diez años que contempla la simulación. Raza et al. suponen que un 10% se convertirían en desempleados de larga duración, mientras que el 90% restante encontraría un nuevo empleo después de una media de seis meses desempleados. Teniendo en cuenta la pérdida de ingresos fiscales y los costes del desempleo, calculan unos costes de ajuste (según escenario) de entre 3.000 y 6.000 millones de euros en diez años. Destacan la importancia de estas cifras tomando como referencia que el Fondo Europeo de Adaptación a la Globalización (FEAG) tiene para esos años un presupuesto anual máximo de 150 millones y el Fondo Social Europeo de 11.000 millones de euros.
Tampoco los costes del incremento de las disparidades regionales son tenidos en cuenta en los modelos CGE. Un reciente trabajo sobre la economía española (Villaverde y Maza, 2015) muestra que el TTIP tendría efectos negativos sobre las desigualdades regionales, siendo las regiones menos desarrolladas las que menos probabilidades tienen de beneficiarse de un aumento de las exportaciones.
5. Elasticidades de Armington
La importancia de los parámetros en los modelos CGE puede ilustrarse con las denominadas elasticidades de Armington. Se derivan del supuesto de Armington (1969), quien apuntó que los bienes finales que se comercializan pueden diferenciarse según su país de origen. De manera general, por ejemplo, se distinguiría para cualquier bien entre una demanda doméstica y una demanda importada. Las elasticidades cuantificarían el efecto que variaciones relativas en los precios (del bien doméstico y del bien importado) tendrían en las cantidades demandadas de ambos bienes. Concretamente, en las simulaciones de los modelos de comercio, su papel es el de cuantificar el incremento en la demanda de bienes importados, cuando el precio de las importaciones disminuye al reducir las barreras arancelarias.
Si en las simulaciones se emplean valores altos en estas elasticidades, la respuesta de los flujos comerciales a modificaciones de los precios será mayor. Taylor y von Arnim (2006) han destacado que en muchos modelos estas elasticidades tienden a estar sobrevaloradas. Mitra-Kahn (2008) señala que el modelo LINKAGE, del Banco Mundial, llega a aumentar entre 3 y 5 veces la respuesta de las importaciones y exportaciones a los precios, respecto a las obtenidas en estimaciones independientes. Lo que se busca es dar la imagen de que la supresión de las barreras comerciales generará una fuerte expansión en el comercio internacional.
6. La cuantificación de las barreras no arancelarias
En el caso del comercio entre la UE y EE.UU. muchas tarifas arancelarias son ya muy bajas, por lo que reducirlas o suprimirlas debería tener unos efectos limitados sobre el comercio. Esta es la razón por la que las negociaciones se han centrado en las barreras no arancelarias (NTB, por sus iniciales en inglés). Por barreras no arancelarias se hace referencia a cualquier regulación o ley (no relacionada con tarifas o cuotas) que dificulte el comercio de bienes o servicios entre dos países, sea o no sea éste su objetivo. Este tipo de regulación puede ir desde procedimientos aduaneros a medidas tendentes a proteger al consumidor, protección de la salud, seguridad de los trabajadores, etc.
El impacto que puede tener la supresión de las barreras no arancelarias es difícil de cuantificar. El procedimiento más utilizado asume que las barreras no comerciales pueden tratarse como si fueran un arancel, un coste comercial. No importa, por tanto, si esas barreras son regulaciones laborales, medioambientales o de protección al consumidor. Con ello se desprecian los beneficios que han motivado la regulación, asumiendo a priori que cualquier normativa sólo es un coste. Es además muy discutible cómo se calculan las equivalencias monetarias de las barreras.
El modelo del CEPR utiliza la información original del estudio de Ecorys. Su base es una encuesta (realizada en 2008) a empresas con actividad comercial o inversora con la UE y/o EE.UU. En la encuesta se pedía, en primer lugar, una valoración subjetiva sobre el nivel general de restricción que experimentaban y, en segundo lugar, se solicitaba una lista de las barreras específicas que enfrentaba su empresa. La encuesta permitió construir un índice en una escala 0-100, en la que 0 indicaría la inexistencia de barreras o de algún tipo de divergencia en las normativas de las dos zonas, mientras que un valor de 100 señalaría el nivel máximo de divergencia o de barreras. En los modelos, para medir el efecto de la reducción de las barreras se necesita transformar este índice en un valor monetario, equiparando la barrera con un impuesto arancelario. Una vez traducido a valor monetario, las simulaciones posteriores se basan en las potenciales disminuciones del coste estimado del impuesto. El principal problema de esta metodología es la dudosa consideración de cualquier norma como un “coste”, pero además la relación establecida entre la lista específica de barreras y el coste que representan es cuanto menos ambigua, lo que no facilita la comprensión de las simulaciones.
La incertidumbre acerca de las ganancias del TTIP se pone de manifiesto cuando en el estudio de Ecorys se muestra que los beneficios más cuantiosos de la liberalización sólo se obtienen en aquellas simulaciones en las que se eliminan simultáneamente todas las barreras consideradas reducibles. En el caso, más cercano a la realidad, en la que sólo un número limitado de las mismas fuera suprimido, los beneficios del TTIP caerían bastante más que proporcionalmente. Las simulaciones, por tanto, están aportando resultados difícilmente creíbles, al basarse en la hipótesis de que todas las barreras (en mayor o menor grado) van a ser suprimidas simultáneamente, una situación políticamente muy poco realista.
Y un dato más a tener en cuenta, el índice calculado por Ecorys tiene un valor medio para todos los sectores del 17%, cuando en estudios anteriores se había estimado en el orden del 3 o 4 por ciento.
Estimaciones alternativas: el modelo GPM de las Naciones Unidas
Los modelos de equilibrio general que se basan en el pleno empleo suponen que los precios y salarios son lo suficientemente flexibles como para garantizar la utilización completa de los recursos. Esta hipótesis es poco realista y condiciona los resultados de los modelos. De manera alternativa, Capaldo (2014) simula los efectos del TTIP empleando como modelo el Global Policy Model (GPM) de Naciones Unidas. El GPM, a diferencia del modelo CEPRI y otros modelos CGE, no impone la hipótesis de pleno empleo. El empleo y la actividad económica están impulsados por la demanda agregada, de manera que si una medida económica afecta a la baja los ingresos laborales, disminuye con ello la demanda doméstica. Asimismo, el modelo permite analizar cómo la distribución de los ingresos determina el nivel de actividad económica. El modelo GPM analiza además explícitamente las interacciones comerciales entre todas las regiones del mundo, por lo que tiene que emplear algunas de las hipótesis simplificadoras de otros modelos.
Las resultados de las simulaciones que realiza Capaldo sobre el TTIP son completamente diferentes a las obtenidas con los modelos tipo GTAP. En sus simulaciones encuentra que, en una década, Europa experimentaría una pérdida en sus exportaciones netas y en términos de PIB, con una caída de unos 600.000 empleos y una reducción del porcentaje de los salarios en la renta total. Las simulaciones con el GPM predicen asimismo una mayor inestabilidad financiera, reproduciendo en parte los mecanismos de la reciente crisis.
Un cuento sobre el NAFTA
James Stanford, anteriormente citado, concluía su análisis sobre el impacto del Tratado Norteamericano de Libre Comercio (North American Free Trade Agreement , NAFTA) con una pequeña historia:
“Imagina una conversación entre un trabajador del sector del automóvil en el medio Oeste de EE.UU. y el experto de un modelo CGE. Los temores del trabajador son que su patrón, Ford, pueda transferir la producción de, por ejemplo, los automóviles Tauro a México, contratando a trabajadores por menos de una décima parte de su salario, sin ningún sindicato independiente que los defienda y exportando su producción a los Estados Unidos. Ese trabajador se quedaría en paro en una región ya crónicamente deprimida, en la que difícilmente encontraría un empleo con un sueldo comparable. El economista responsable del modelo CGE tranquilizará rápidamente al trabajador. “No te preocupes,” le dice, ‘en mi modelo, las empresas no pueden mover sus fábricas a México [no hay movilidad de capital], y aunque no tengan sindicatos, esto no afectará a los salarios [mercado de factores competitivo]. En todo caso, los Taurus producidos en México son fundamentalmente diferentes de los producidos en el país y no son los que prefieren los consumidores estadounidenses [supuesto de Armington]. Además en mi modelo se asume que todo lo que importe EE.UU. de México se equilibrará con exportaciones de EE.UU., así que se crearán nuevos empleos en esas empresas. Además, ya que ganas en Ford un salario superior a la media, obviamente posees mucho capital humano [mercado de factores competitivos], así que encontrarás trabajo muy pronto [pleno empleo] en una de las nuevas industrias de exportación, que seguramente te pagará más que en tu trabajo actual. Así que un Tratado de Libre Comercio es ideal para ti, te aportará beneficios, por lo menos en mi modelo”.
Algunos de los modelos CGE actuales intentan superar muchas de las limitaciones anteriores, pero siguen imponiendo hipótesis de comportamiento muy poco realistas. En relación al TTIP, los modelos se han utilizado para predecir un aumento del bienestar de los países como consecuencia de la liberalización comercial. La parábola se repite una y otra vez (con versiones diferentes) convirtiéndose en un mantra que ignora cualquier dificultad o problema. Los intentos por llevar el capitalismo al extremo han convivido con una continua reelaboración de conceptos, teorías y modelos que ayudan a crear la ficción de que los mercados desregularizados son la panacea del sistema económico. Como escribía un personaje de Cortázar, los datos pueden ser objetivos, pero la interpretación es mística.
Notas
Capaldo, J. (2014). The Trans-Atlantic Trade and Investment Partnership: European Disintegration, Unemployment and Instability. Global Development and Environment Institute. Tufts University. Working Paper nº 14-03. http://ase.tufts.edu/gdae
Mitra-Kahn, B.H. (2008). Debunking the Myths of Computable General Equilibrium Models. Schwartz Center for Economic Policy Analysis. Working Paper, 2008-1.
Raza, W., J. Grumiller, L. Taylor, B. Tröster y R. von Arnim (2014). An Economic Assessment of the Claimed Benefits of the Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP). En C. Scherrer (ed.). The Transatlantic Trade and Investment Partnership: Implication for Labor. Rainer Hampp Verlag, págs. 41-99. Versión previa online.
Stanford, J. (1993). Continental Economic Integration: Modeling the Impact on Labor. The Annals of the American Academy of Political and Social Science, Vol. 526, (Mar., 1993), págs. 92-110.
Taylor L. y R. von Arnim (2006). Modelling the Impact of Trade Liberalisation. A Critique of Computable General Equilibrium Models. Oxfam International Research Report.
Villaverde, J. y A. Maza (2015). The Impact of the Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) on the Spanish Regions. A Preliminary Analysis. European Policy Analysis, Issue 2015:12.
-------------------------------
Joaquín Alegre Martín es profesor de Econometría de la Universidad de Les Illes Balears.
A finales de los años 40 del siglo pasado, William Phillips, economista reconocido principalmente por la curva que relaciona los salarios con el desempleo, construyó una máquina hidráulica, que fue empleada en algunas universidades para enseñar economía. Phillips, que se declaraba no experto en...
Autor >
Joaquín Alegre Martín
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí