Análisis
La historia inacabada de los Valores Santander
Los 129.000 ahorradores cuyos bonos se convirtieron en acciones con pérdidas de más del 55% de su inversión inicial no han tenido una respuesta ni un trato equivalentes a los accionistas de Bankia
Javier Santacruz Cano 27/04/2016
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En el más reciente pasado tortuoso del sistema financiero español, aparte de las conocidas participaciones preferentes, las cuotas participativas de la CAM o la OPV de Bankia, suele olvidarse un caso que no ha sido excesivamente mediático pero que se ha llevado por delante a 129.000 inversores: los denominados Valores Santander.
Los Valores Santander se emitieron en 2007 bajo la forma de bonos convertibles en acciones cuya maduración era de cinco años y con unas rentabilidades muy altas para los tipos que se ofrecían en la época: cupón del 7,30% en el primer año y en los restantes cuatro, de Euribor a tres meses más 2,75%.
En un momento en que, además, las entidades financieras en España estaban inmersas en el lanzamiento de depósitos extratipados –popularmente conocida como la guerra del pasivo– las altas rentabilidades que ofrecían estos bonos aparentemente inofensivos fueron el gancho perfecto para atrapar a miles de pequeños y medianos ahorradores no conocedores del riesgo que suponía suscribir este tipo de activo financiero cuyo importe total de emisión fue de 7.000 millones de euros.
Santander abrió la veda de la venta de productos financieros complejos en la red de sucursales y destinados al cliente retail o minorista. Además, se convirtió en una de las primeras entidades en emitir bonos convertibles, principalmente porque necesitaba esa financiación para hacer una de las operaciones más rentables de sus más de 150 años de historia: la compra del ABN Amro junto con el RBS y Fortis (dos bancos que terminaron rescatados en plena crisis de 2008).
La adquisición, que le abrió la puerta grande doblemente a Reino Unido y a Brasil, se financió con esta emisión de Valores Santander. Es decir, lo que hoy es el grueso de Santander UK lo pagaron en buena parte los ahorradores que, en busca de rentabilidad, suscribieron estos bonos y sufrieron fuertes pérdidas cuando fueron convertidos en acciones ordinarias.
Aquí es donde se encuentra el problema fundamental: los bonistas no se percataron de que el precio de conversión de los bonos estaba determinado en el contrato, independientemente de cuál fuera el valor de la acción en el momento del canje. Y lo que sucedió fue que en octubre de 2012, fecha en la que los bonos se convertían automáticamente en acciones, los nuevos “accionistas” sufrieron pérdidas de más del 55% de su inversión inicial dado que el precio que estaba estipulado en el contrato (12,6 euros) estaba muy por encima (además con una prima del 16%) del precio de cotización de aquel momento (en torno a los 6 euros).
Gráfico: Evolución de la cotización del Santander incluyendo dividendos y ampliaciones de capital (total return)
Sin embargo, al contrario de lo que ha sucedido en casos como la OPV de Bankia o las demandas colectivas sobre preferentes, los 129.000 ahorradores cuyos bonos se convirtieron en acciones de Santander no han tenido una respuesta equivalente ni un trato que se pueda asemejar al que han recibido los accionistas de Bankia. Y eso que su situación financiera es mucho más sólida que la de Bankia: en el primer trimestre su margen bruto ha aguantado por encima de los 10.000 millones de euros gracias precisamente a Reino Unido.
Siendo conscientes de que no son, sin duda, situaciones semejantes y, mutatis mutandis, los accionistas de Bankia han contado con el respaldo en última instancia del Estado como principal accionista de la entidad presidida por José Ignacio Goirigolzarri, mientras que en el caso del Santander una buena parte de los pleitos judiciales se resolvieron en contra de los bonistas-accionistas ya que en el momento de la emisión de los Valores Santander no estaba implantada la normativa comunitaria de mercados e instrumentos financieros que contempla la protección del cliente minorista, la MiFID I.
Aunque la vía correcta y transparente es la judicialización caso por caso y revisando las circunstancias particulares de cada persona, los últimos años de escándalos financieros han sido un semillero de agravios comparativos con un coste muy alto para el cliente bancario, el cual termina pagando en última instancia los desmanes de unos y otros.
En todo ello, la imagen de Santander apenas ha quedado en entredicho pese que quienes suscribieron los valores no han sido compensados, a pesar de haber perdido más de la mitad del capital invertido en la operación. Muy al contrario: la estrategia de negociación entre las partes se saldaba con “cláusulas de silencio” y pleitos más graves como la multa de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) de 16,5 millones de euros por haber comercializado los Valores Santander antes de haberse aprobado el folleto.
De esta forma, el banco, presidido entonces por Emilio Botín, evitó una reclamación masiva en los tribunales por parte de los bonistas. Este hecho que apuntó de forma destacada el Financial Times, no tuvo lugar y, por tanto, el coste reputacional ha quedado minimizado hasta prácticamente desaparecer en los medios en nuestros días.
Quedan otras cuestiones todavía en litigio y bajo la sombra de duda, como el cierre del fondo inmobiliario de la antigua Banif o la propia resolución de los casos de Valores Santander que quedan. Estos últimos casos son el “carpetazo” a una época de excesos de las entidades financieras, ante las cuales se abre un futuro muy incierto y sobre la cual se cierne la sombra de los reguladores y la burocracia que intentará impedir casos como estos en el futuro. Pero, ¿para cuándo una verdadera dosis de cultura financiera desde el colegio?
En el más reciente pasado tortuoso del sistema financiero español, aparte de las conocidas participaciones preferentes, las cuotas participativas de la CAM o la OPV de Bankia, suele olvidarse un caso que no ha sido excesivamente mediático pero que se ha llevado por delante a 129.000 inversores: los...
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Javier Santacruz Cano
Es economista y socio de China Capital.
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