La sombra del cazador
Charles Laughton: el actor que pasó a la historia como uno de los directores malditos más famosos de la historia
Javier Martín Núñez 1/07/2016
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Alfred Hitchcock dijo una vez: “Nunca se te ocurra hacer una película con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton”. Al parecer, la figura del actor, parecía ocasionar cierto desagrado dentro del mundo del espectáculo californiano. Las opiniones acerca de que Laughton tuviese buena o mala relación con los profesionales del cine durante los rodajes eran dispares. Se dejaba entrever un pequeño motín cinematográfico contra la figura rechoncha del británico. Pese a la falsa rumorología, muy proclive en esos años en el mundo de la farándula americana, Charles Laughton fue un claro ejemplo del trabajo bien hecho y la determinación constante para superar los obstáculos que la escena le proponía.
Hoy 1 de julio, en el aniversario de su nacimiento, recordamos la oronda figura de este inglés que conquistó la meca del cine gracias a sus habilidosas dotes de actuación. Y, que encandilaba con su tierna mueca teatral a todas y cada una de las personas que todas las tardes acudían a los destartalados cines estadounidenses. “La vida privada de Enrique VIII” (1933) le coronó fuera de las islas. Abandonó así, por un tiempo, la costa inglesa que le vio crecer. Y se condujo a todo un frenesí de vicios angelinos, quizás no tan impactantes como los eran los descritos por Kenneth Anger, pero a fin de cuentas desenfrenados, puesto que se trataba de la ciudad de Los Ángeles.
El ascenso fue rápido, no meteórico. Sus labios carnosos y sus pómulos acolchados hicieron la vez de trampolines. Su rostro le facilitó subir como la espuma en papeles ahora recordados como “La tragedia de la Bounty” (1935), o “El sospechoso” (1944).
Como homosexual, públicamente reconocido sólo después de su muerte, supo mantener en secreto su amor por los hombres gracias a la figura de su mujer, lo que no le impidió gozar de cierta libertad dentro de su matrimonio. Su esposa Elsa Lanchester, entendió la pasión de Charles por el amor, y lo protegió de manera muy eficaz de la vida pública. La figura dulce y perspicaz de la que hacía gala Laughton, seguía brillando gracias a la comunicación de las grandes obras de la literatura como orador. Se había convertido en toda una institución cultural allá por donde pasaba, y cosechó amistades como Norman Mailer o Bertolt Brecht.
Pero la mayor contribución a la industria cultural no había llegado aún. A mediados de los ’50, Laughton había preparado con mucho mimo la adaptación de la novela de Davis Grubb, “La noche del cazador”. El rodaje fue toda una odisea. Charles estaba ensimismado con el guión y la imagen, y eso suponía una cirugía analítica de la cinematografía, para así poder llevar al celuloide la idea que tenía en la cabeza. Una disección sin cortapisas de la naturaleza humana y la sordidez sureña de la Gran Depresión. La legendaria figura de Robert Mitchum emergiendo de las profundidades cristianas como falso reverendo, con su lucha entre el amor y el odio, perdurarán en las retinas de todo espectador afín al cine negro. Su Love / Hate en las falanges de los dedos, y su sonrisa pícara delataban al lobo con piel de cordero que él mismo describía durante la película. Laughton estaba orgulloso de su obra. El acabado era perfecto, la fotografía en blanco y negro de Stanley Cortez dotaba a la cinta de un aura minimalista, que hacía recordar en muchos ámbitos a las obras expresionistas, incluso con alguna reminiscencia del cine de Griffiths.
Todos estos detalles, junto con la inocente mirada de los niños protagonistas, sumado al ya citado villano Mitchum, conformaban una obra de tal magnitud, que quizá por estos motivos la decepción y la tristeza fue tan unánime. Y más si cabe, después de que fracasara tanto en taquilla como en crítica. Laughton no volvió a estar al frente de ninguna película. “La noche del cazador” (1955) quedaba como primera y única cinta dirigida por el inglés. Por suerte, para todos los amantes del cine, la película volvió a ser recordada y ensalzada casi 50 años después. Colocándose como una de las grandes de la historia del cine. Lo que permitió a Laughton entrar en el olimpo de la dirección cinematográfica de manera póstuma.
La carrera del actor y director inglés se vio truncada con su muerte en 1962. El cine quedó entonces huérfano. Su sonrisa inocente se perdió en la gran pantalla. Ya solo queda recordar la figura del hombre, que pese a haber sido reprobado por la figura de Hitchcock, siempre nos dejará su eterno porte angelical y gruñón capaz de hacer parar un reloj de sol.
Alfred Hitchcock dijo una vez: “Nunca se te ocurra hacer una película con animales, ni con niños, ni con Charles Laughton”. Al parecer, la figura del actor, parecía ocasionar cierto desagrado dentro del mundo del espectáculo californiano. Las opiniones acerca de que Laughton tuviese buena o mala relación con los...
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