TRIBUNA
No a los notables del PSOE
Eduardo Mangada 21/09/2016
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Asisto triste al actual proceso que vive el PSOE. Más triste si no pienso solo en el partido como institución, sino en sus militantes y simpatizantes. Como viejo socialista de raíz marxista, ya sea con carnet del PCE o del PSOE, más que legitimado, me siento obligado a opinar sobre la división dentro del partido socialista. Un partido en el que he volcado mis ansias de democracia, libertad e igualdad (lo mismo que hice con el PCE en su momento) y al que he aportado con lealtad, dedicación y muchas horas de trabajo, mi capacidad intelectual y profesional al servicio de una sociedad más justa y feliz. Lealtad, dedicación y trabajo con camaradas y compañeros, amigos todos con los que he compartido ideas, experiencias, manifestaciones y vinos. Y esperanzas, que hoy corren el riesgo de marchitarse.
La ofensiva desencadenada por los llamados barones, de hoy o de ayer ─con voces tan destacadas como las de Fernández Vara, García-Page y Rodríguez Ibarra, a las que se han unido las de antiguos y significativos dirigentes del PSOE, culminadas y amplificadas con la fetua de la sultana Susana Díaz─, contra la política defendida por Pedro Sánchez en los últimos meses, es rechazable y, aun más, condenable por desleal y retrógrada.
Parecería que este enjambre neosocialista ─en el que, con mayor tristeza aún, encuentro los nombres de entrañables amigos y compañeros de batallas e ilusiones como Pérez Rubalcaba─ haya optado por defender como “esencias” lo que no es otra cosa que inmovilismo.
La ofensiva desencadenada por los llamados barones contra la política defendida por Sánchez es rechazable y, aun más, condenable por desleal y retrógrada
Con el pretexto de una responsabilidad mal entendida se pretende así justificar la necesidad de constituir, deprisa y al precio que sea, un nuevo gobierno, que no sería otra cosa que la continuación del que hemos sufrido estos últimos cinco años. Según ellos, mejor dejar que continúe gobernando el corrupto e inmoral PP, con o sin Rajoy a la cabeza, compartiendo poder con banqueros y constructores amigos, antes que tratar de formar un gobierno progresista, un gobierno de izquierdas liderado por el PSOE, con Pedro Sánchez a la cabeza sustentado sobre una confluencia de fuerzas de izquierda como Podemos, Mareas, Compromís y otras. Una confluencia a la que si fuese necesario podrían sumar su apoyo, en el acto de investidura, partidos nacionalistas como PNV, Esquerra Republicana, Partit Demòcrata Català e incluso, la CUP o Bildu, aunque afirmen su deseo independentista y sigan reclamando un marco acordado de expresión democrática llamado referéndum.
He dicho una confluencia de “izquierdas”, porque sigo creyendo que esta expresión sigue vigente, como afirmaba hace años Norberto Bobbio, para definir un proyecto político que se oponga a un capitalismo depredador.
Digo progresista porque hoy en España existe la posibilidad de aglutinar en torno a esta palabra una alternativa transformadora, que integre muchas sensibilidades y borre del mapa de esta país tanta mentira y tanta basura repartida por todos los rincones de nuestra geografía, como ha dejado la corrupción sistémica y sistemática del PP, del que no cabe esperar regeneración alguna, salvo que el fuego del infierno depure todo su organismo. O, con mayor benevolencia católica, limpie sus pecados con unos largos años de purgatorio, es decir, de oposición.
No conozco personalmente a Pedro Sánchez ni a la mayoría de la actual directiva del PSOE, pero quiero aquí rendir homenaje a la coherencia mostrada por el secretario general en los últimos meses ante los retos surgidos tras las últimas elecciones generales.
El “no es no” frente al PP me parece la única respuesta política legítima y necesaria si queremos un nuevo gobierno, pero no un gobierno cualquiera y a cualquier precio, sino un gobierno que restituya la solvencia ética en la política española.
Porque permitir un nuevo gobierno del PP, con Rajoy o cualquier otro dirigente popular a la cabeza, mediante el ejercicio de la abstención por parte del PSOE en el acto de la investidura, sería una vergüenza y un oprobio para los militantes socialistas, los simpatizantes más próximos y los ciudadanos progresistas de este país. Supondría igualmente el hundimiento del PSOE como pieza central para la formación de un gobierno de cambio y de progreso, por utilizar términos más periodísticos que políticos.
Así nos lo recuerda Soledad Gallego Díaz en su artículo publicado en El País cuando se refiere al proceso por el que tuvo que pasar el Partido Laborista en Inglaterra: “Desde que los críticos de James Callaghan consiguieron echarle del poder en el Partido Laborista hasta que el socialismo británico logró volver a ganar unas elecciones pasaron trece años y tres secretarios generales diferentes: Michael Foot, Neil Kinnock y John Smith (1980-1994)”.
Al principio de estas líneas he resumido algunos datos de mi biografía política para avalar mi legitimidad para opinar en el debate actual en torno al PSOE. No soy politólogo. Solo un ciudadano de izquierdas o, como he dicho, un socialista sin carnet, un socialista-marxista. Por eso pido a los “notables” ─barones y significativos dirigentes del PSOE de ayer y de hoy─ que no descalifiquen la honesta y realista política de Pedro Sánchez, secretario general de un partido del que depende poder dar un paso hacia delante en la regeneración de España, con la recuperación del Estado de Bienestar.
Muchos deseamos un nuevo gobierno, pero no de cualquier tipo y menos aún uno formado por el PP.
Y termino con un mal pensamiento. Oigo la voz de Felipe González, secundada por la de Juan Luis Cebrián, susurrar al oído de barones y dirigentes las consignas que dirigen esta ofensiva contra Pedro Sánchez y la actual ejecutiva del PSOE.
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Eduardo Mangada es arquitecto y ex teniente de alcade con Enrique Tierno Galván
Asisto triste al actual proceso que vive el PSOE. Más triste si no pienso solo en el partido como institución, sino en sus militantes y simpatizantes. Como viejo socialista de raíz marxista, ya sea con carnet del PCE o del PSOE, más que legitimado, me siento obligado a opinar sobre la división dentro...
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