EXILIOS
Quejíos por Berlín
Los españoles residentes en Alemania llevan a la escena cultural de la capital el compás del flamenco, el arte, el cine y la música
Guillermo Hildebrandt Berlín , 26/10/2016
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Madrugada del viernes al sábado. Luces de colores parpadeantes, un bajo que retumba pesado en los altavoces y las cajas torácicas, sudor, mucho humo. La salvaje fiesta del fin de semana —que no cesó del todo durante los días laborables— arranca en Berlín. Simultáneamente, y durante días y noches enteros, djs de todos los rincones del globo mueven los cuerpos extasiados desde los controles de sus mesas. Hay docenas de fiestas. En Weekend, un club anejo a la Alexanderplatz, Gavio baja de la cabina tras pinchar un par de canciones y exclama: “¡Esto es la hostia, mira la peña, qué ambientazo!”.
Gavio es el nombre artístico de Borja del Pie Adán. En Madrid compaginaba la música electrónica con la mecánica de camiones, pero hace tres años se plantó en Berlín, la meca del techno, para perseguir su sueño. Esta fiesta es el primer showcase de Casetta, el sello en que produce sus composiciones y las de otros 10 artistas; la sala está petada y, a juzgar por los rostros, gritos y gestos del personal, la música es buena. Para Gavio, esta es “una buenísima oportunidad para dejarse oír”. Para acercarse un poco más a su sueño, que “va bien, pero aún hay que llegar más arriba para decir que me dedico a esto”.
Ahora pincha Raúl Álvarez, Julian Rosh en el mundillo. Es quien se encarga de masterizar todos los temas que salen del horno. "Fue amor a primera vista", bromea Gavio sobre la afinidad musical que tienen ambos. En la pista, Enrique y Samu, también djs (han pinchado en un par de fiestas en el tiempo que llevan aquí) y amigos, bailan y jalean los cortes. Al final, aplauso cerrado. “Es una pasada cómo se vive la música aquí, cómo reaccionan al sonido de un tema que les gusta, la ovación del final. Aunque claro, la presión es mucho mayor”, reflexiona ya en al calle Enrique.
Según el censo del INE de españoles en el exterior, unas 2.300.000 personas (“aventureros”, dicen algunas no sin mala baba), escaparon de la pésima situación laboral, económica y política. Alemania, con casi 140.000, es el cuarto país que más acoge, tras Argentina, Francia y Venezuela. Su potente mercado laboral y los generosos subsidios tiran hacia el norte en detrimento de otros países más cercanos culturalmente.
Uno de cada diez emigrados a Alemania se decantó por Berlín, a pesar de que cuenta con la segunda tasa de paro más alta del país (9,4 %). Si en 2006 eran 6.000, y en 2011 8.000, hoy hay unos 14.000 españoles, según la oficina de estadística local. Muchos, como Gavio y compañía, han encontrado en la vibrante escena artística de la capital “pobre pero sexy" el cobijo que sus carreras no encontraban en España.
Lo que viene de España gusta
“Aquí hay tantas galerías como cafeterías, espacios abiertos a todo tipo de creadores, para trabajar y para exponer. Yo encontré el mío, mi estudio, en los bosques y parques de Berlín”, cuenta la fotógrafa madrileña Irene Cruz, residente desde hace tres años, que usa las características luces y sombras neblinosas del norte de Europa en su obra de fuerte carga onírica y de misterio. No solo la luz la retiene aquí: “La gente está más sensibilizada. En España ves siempre las mismas caras en las exposiciones, es un mundo mucho más cerrado. Aquí, un ingeniero, por poner, pasa por delante de una exposición, se para y entra. Allí todavía me miran con cara rara cuando digo que voy a exponer”. Cruz ha expuesto sus instantáneas por galerías de toda Europa y consolida poco a poco su carrera, pero aclara que la ciudad no lo hace todo: “Tienes que ser muy proactiva, mover tu fotolibro, plantarte tú misma en las galerías (y para eso tienes que manejar el idioma). Hay que tener actitud”.
Se vienen sin pensarlo bien, sin el idioma. Y se la acaban pegando
“Hay muchos que se equivocan. Tengo el Facebook lleno de mensajes de artistas que quieren venir a Berlín. 'Yo te pago y me buscas una galería, dicen, pero esto no funciona así. Se vienen sin pensarlo bien, sin el idioma. Y se la acaban pegando”, ahonda Nati Grund, gestora cultural y amiga y socia de Irene Cruz. Ambas llevan adelante la agencia Grundkreuz (en la que editan fotolibros y mueven el trabajo de otros artistas, sobre todo españoles) y el festival de videoarte Pop Up Kino, del que llevan ya 10 ediciones y en el que colaboran con otros espacios y certámenes de todo el mundo.
Nati aclara que “aunque Berlín es una ciudad más viva culturalmente de Europa, donde más cosas interesantes pasan y donde todos quieren tener su espacio, no ha conseguido crear mercado. Los coleccionistas están en otras ciudades, como Colonia o Múnich”. No duda de que en los cinco años que lleva en la capital ha visto aumentar la presencia de artistas españoles: “El circuito es complicado, pero no sé que tiene, que aquí siempre ha gustado mucho lo que viene de España”.
Flamenco y cine español en Neukölln
Los barrios de Neukölln y Kreuzberg –emparentados en la jerga local bajo el localismo Kreuzkölln– fueron hace unas décadas el hogar de familias turcas, de trabajadores y de punkis de escasos ingresos. Hoy han sido concienzudamente gentrificados, pero siguen llenos de antros, bares y cafés en los que el idioma alemán se codea con el inglés, y también con el italiano o el español. En el Donau 115, un bareto de paredes desconchadas, a la luz de las velas y entre el humo dulzón, suena una pequeña juerga por bulerías.
Acaba de tocar Azuleo, un grupo de flamenco que convoca a aficionados fieles cada vez que hay bolo, y que se prepara para presentar disco. Hace media hora no se cabía. Ahora el ambiente está calmado, y la guitarra ha pasado a manos de Antonio Dorrey de los Santos que toca y canta. Antonio es el Agujetas Chico, de la estirpe del legendario cantaor jerezano Manuel Agujetas, muerto hace menos de un año.
“Por esto, en España, ya nos estarían echando a la calle”. Antonio no habla alemán, ni lo ve necesario. Imparte clases de guitarra, cante y compás, y le salen regularmente actuaciones en España o en Alemania. En sus conciertos se repiten las caras de aficionados y aficionadas que no dejan escapar la oportunidad de oír un cante, el suyo, que bebe de lo más puro: "Yo soy Agujetas. Parto de la base de mi familia, pero soy vanguardista. Pero no me gusta llamarlo fusión. Mi música es flamenco y yo soy flamenco 100 por 100”.
Berlín es la Nueva York de Europa
Aunque defina la escena flamenca berlinesa como “corta”, asegura que le ha dado la libertad creativa que no encontraba en España y que tiene aquí la libertad creativa que no encuentra en España, “donde das una patada y hay 20.000 guitarristas que se parten la cara para tocar por 50 pavos, y luego hay que seguir patrones muy fijos”. “Berlín es la Nueva York de Europa”, prosigue, “con el mejor jazz, el mejor blues, electrónica la mejor”. “De momento muy a gusto”, remata, “quiero grabar mi segundo disco y seguir soltando quejíos por Berlín”.
También en Neukölln, en una sala llena de unas 100 personas del cine Moviemento, el realizador canario Félix Sabroso presenta su nueva película, El tiempo de los monstruos. Interpretada, entre otras, por Carmen Machi, Javier Cámara o Candela Peña, su planteamiento supone un desafío a la rentabilidad del cine como baremo de calidad. Aunque la mayoría de la sala habla castellano, una mujer alemana traduce la presentación y el coloquio posterior.
Santiago Gómez, el director del Festival de Cine Español de Berlín (SFFB), recuerda los orígenes del certamen, que acaba de terminar su quinta edición: “En 2011 hubo unas intoxicaciones en Hamburgo, con muertos, y se echó la culpa a los pepinos españoles. Cuando se supo que los causantes habían sido brotes de soja alemanes, el daño ya estaba hecho. La mala imagen del país en el discurso mediático estaba tan generalizada, que pensamos que había que traer España a Alemania. Y qué mejor manera de hacerlo que con nuestro cine”.
El SFFB apuesta por las producciones independientes e intenta dar a conocer a nuevas generaciones de artistas, “para salir del tópico, tristemente generalizado, de que el cine español es Almodóvar, y ya”. El festival ha encontrado su sitio, según Santiago: “Hemos llegado a un público, no solo españoles o hispanohablantes, también alemanes o gente de otros países interesados en la cultura y el idioma”.
“El sol no lo arregla todo”
Este es el punto que Paloma Lirola considera importante. Sombrero en mano, es la modelo del cartel del SFFB, de estética claramente cabaretera (como cabaretero es prácticamente todo lo que hace esta malagueña desde que llegó a Berlín, hace ahora siete años): “Tenemos que reivindicar un circuito propio. Si los anglosajones lo tienen, y hay suficiente gente que lo demanda, ¿por qué no vamos a hacer cultura en español?”.
No me gusta llamarlo fusión. Mi música es el flamenco
Paloma se cataloga a sí misma como “showwoman” y “artista para todo”. Ha pasado por todos los estadios de la clásica inmigrante española en Alemania. “Hasta fregar escaleras, sin palo de fregona y sin guantes, con un frío que pela. Y luego, el viernes a las 10 de la noche aparecía en el escenario, eslomá, con ciática. En aquella época era artista de día y currante de los escenarios de noche”.
Paloma canta, toca el ukelele, hace monólogos y escribe artículos de opinión. Prepara un libro y una serie de canciones para presentar en directo y, más adelante, grabar. Las penurias del inmigrante son su principal fuente de inspiración.
No se ve volviendo a España, a la que ve aquejada de una profunda crisis que va más allá de lo socioeconómico: “En España, hasta que la gente no dejó de vivir bien, no trascendió lo culturalmente precarios que éramos. No trascendió hasta que llegaron las exageraciones, como la subida del IVA cultural, pero aquello hacía aguas desde hacía tiempo. Y no nos damos cuenta de lo que tenemos en el plano artístico. Yo aquí he redescubierto mis raíces, soy más andaluza. Y tengo una cosa clara: el sol no lo arregla todo. Ni el pescaíto, tampoco”.
Madrugada del viernes al sábado. Luces de colores parpadeantes, un bajo que retumba pesado en los altavoces y las cajas torácicas, sudor, mucho humo. La salvaje fiesta del fin de semana —que no cesó del todo durante los días laborables— arranca en Berlín. Simultáneamente, y durante días y noches enteros, djs...
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