Análisis
El futuro de la izquierda europea en la era Trump
El triunfo del magnate confirma la urgencia de encontrar nuevas fórmulas para detener esa deriva autoritaria, xenófoba y autárquica que crece tanto a un lado como al otro del Atlántico
Manuel Escudero 9/11/2016
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Seguí el 8 de Noviembre durante toda la noche, como millones de ciudadanos incrédulos, el minuto a minuto que llevó a Donald Trump a la Presidencia de los EEUU.
Tengo para mí, como una inmensa mayoría, que la derrota de Hillary Clinton se debe a la percepción de que era la candidata del establishment, y que cincuenta y pico millones de norteamericanos pensaron ayer que con su voto a favor de Trump daban un sonoro corte de mangas al sistema. Me impactó la frase de un hispano en esa larga noche: “Prefiero votar a un loco que a un corrupto”.
Como señalaba con acierto Nathan J. Robinson en un artículo publicado por CTXT en una fecha tan alejada como el 16 de Marzo de este año (un artículo que ahora hay que releer), quizás no era Hillary sino Bernie Sanders quien pudo haberse opuesto con eficacia al ascenso de Trump. Y lo fundamentaba en un argumento muy sencillo: “Trump no puede hacer el ganso tanto como acostumbra en un debate contra Sanders, por la simple razón de que Sanders está empecinado en ceñirse en cada conversación a los apuros que pasan los pobres en América bajo el sistema económico vigente”. Bernie Sanders partía de la misma realidad de desigualdad creciente, estancamiento económico y falta de oportunidades para las clases medias y trabajadoras en los EEUU que Trump, pero señalaba una senda bien diferente para salir de ella.
Una de las lecciones que los ciudadanos europeos de izquierda deberíamos aprender en cabeza ajena es que, si en Europa la versión clásica de la socialdemocracia está en declive electoral, la versión clásica que han presentado nuestros primos hermanos, los demócratas de los EEUU, con una candidata en cuya mochila pesan al menos tanto las alianzas con el establishment financiero y corporativo que ponerles bridas y hacer que trabajen para la mayoría, ha cosechado también un sonado fracaso.
Pero quizás la mayor lección es que ese fracaso no se ha producido frente a una versión clásica conservadora, sino en confrontación directa con un populismo de derechas que apela a los peores instintos de insolidaridad, xenofobia, aislacionismo y admiración por el autoritarismo. Y eso es el anuncio de lo que puede seguir pasando en Europa, ahora con mayor intensidad.
La primera personalidad política en felicitar públicamente a Trump en esa aciaga noche, aún cuando no se tenían los resultados de estados decisivos como Pensilvania, fue Marine Le Pen. Ella sabe que todo lo ocurrido este año, desde la resistencia a que Europa acoja a cientos de miles de refugiados que se agolpan a nuestras puertas, pasando por el Brexit y ahora el triunfo de Trump son la mejor rampa de salida para la contienda electoral francesa del año que viene. Sabe que, en los tres casos, las versiones clásicas de la política no están siendo capaces de detener el empuje de la marea del populismo de ultraderecha. Y sueña con consolidar en 2017 los brillantes resultados que esa tendencia política ha cosechado este año.
El triunfo de Trump confirma la urgencia de encontrar nuevas fórmulas para detener esa deriva autoritaria, xenófoba y autárquica que crece tanto a un lado como al otro del Atlántico. ¿Cómo hacerlo, quién lo puede hacer? A mí no me cabe la menor duda de que la única respuesta posible está en una izquierda que mire con ojos muy críticos al capitalismo del siglo XXI y decida ponerle bridas ofreciendo soluciones a la actual situación de estancamiento y erosión social de las clases medias y trabajadoras.
Los demócratas norteamericanos tendrán ahora que reflexionar sobre cómo se puede hacer eso en los EEUU. Y en Europa deberemos pensar también. La clave fundamental de lo que no funciona en Europa es la coalición política en la que se sustenta: conservadores y Partido Popular Europeo, en alianza con los demócratas liberales y el apoyo en muchas ocasiones del reformismo gradualista de los socialdemócratas europeos. Su legado más nefasto es la emergencia de esa ultraderecha eurófoba que tiene motivos para felicitarse porque progresa sin parar y a la que la coalición dominante va cediendo terreno.
Solamente una socialdemocracia refundada, en alianza con una izquierda radical que haya también madurado en sus planteamientos (forzando ambas a los demócratas liberales a sumarse) logrará cambiar los destinos de Europa y detener a una ultraderecha que, por el momento, se está apropiando del descontento popular.
En España tenemos una oportunidad para comenzar a construir ese espacio. No va a ser fácil, y no va a estar exento de tensiones, miserias e incluso luchas cainitas. Por ello es importante hacer una especie de hoja de ruta para esa convergencia, basada en varios elementos importantes:
a) La estrategia más torpe para la socialdemocracia y la nueva izquierda consiste en luchar por la aniquilación mutua.
b) Pero reconocerse no significa mimetizarse: son dos realidades diferentes, dos “universos” diferentes, aunque condenados a entenderse.
c) Las objeciones entre una y la otra son importantes, y eso quiere decir que solamente si maduran su “universo” cada una de ellas, existirán bases para entenderse sin renunciar a sus diferencias. La socialdemocracia debe aceptar que hay que rescatar la democracia desde el lugar al que el capitalismo neoliberal la ha llevado. La nueva izquierda debe aceptar que la lucha por las reformas no se reduce a proponerlas por su bondad teórica, sino que hay que tener en cuenta también su sostenibilidad en el tiempo, sus efectos negativos y las alianzas necesarias para alterar las correlaciones de fuerzas que las hagan realizables. Por encima de todo, un acuerdo indispensable de mínimos consiste en reafirmar el carácter central de la democracia representativa y acordar sus nuevos rasgos de participación y capacidad de disputa ciudadana.
El gran terreno de juego en Europa es una alianza para derrotar a la actual coalición dominante, y sustituirla por una nueva coalición entre una socialdemocracia que se refunda y una nueva izquierda que madura. Y, después del triunfo de Trump en los EEUU el tiempo para hacer esa fórmula viable se está acortando.
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Manuel Escudero. Economista. Foro de Economía Progresista. @escuderomanu
Seguí el 8 de Noviembre durante toda la noche, como millones de ciudadanos incrédulos, el minuto a minuto que llevó a Donald Trump a la Presidencia de los EEUU.
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