BARRIOS
Urbanismo efímero. Las ciudades emprenden un camino reversible
Vecinos del madrileño Chamberí reclaman un modelo de trabajo urbano que desde hace años funciona en Nueva York o Palermo, y que empieza a ocurrir, hoy, en Madrid o Barcelona
Irene Rodríguez Lorite 14/12/2016
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Alcorques con flores en la calle, un grupo de vecinos sentados hablando en unas nuevas estructuras que, en principio, parecen bancos, pero que podrían ser parasoles. Bicicletas donde antes había coches, un extraño silencio ante el habitual sonido del claxon. Plazas de aparcamiento sin coches, cubiertas de un manto que quiere imitar el césped y a las que la gente fotografía con el móvil. Por un día, no huele a propano.
Experiencias como las anteriores componen el llamado urbanismo efímero. Ante la rigidez y el estatismo bajo el que ha estado concebida la planificación de las ciudades, este modelo cada vez es más común en núcleos urbanos como Nueva York, Palermo o Los Ángeles. En todas las anteriores, y en muchas otras, los grandes proyectos de transformación de calles y espacios han venido precedidos por pruebas reversibles, que permitieran una respuesta con la que evaluar el grado de éxito o fracaso en su implementación futura, siendo posible la rectificación, toma de datos, análisis y obtención de conclusiones. En Madrid, iniciativas como Chamberí Zona 30 reclaman perder el miedo al modelo. La misma y reciente experiencia con la Gran Vía, que podría ensanchar sus aceras el año que viene, tras el reciente corte en las aceras, parte de estos principios.
Hablar de urbanismo efímero es hablar de aquellos tramos de la historia de la arquitectura que tuvieron presente la idea de la temporalidad. Es el caso de la arquitectura nómada, a través de ejemplos como los campamentos militares, la arquitectura de emergencia en el caso de desastres naturales o el urbanismo transitorio en Kumbh Mela (India), que cada 12 años y por 55 días, levanta con cuerdas, clavos y telas una ciudad que alberga casi cien millones de fieles en busca de la purificación de sus almas con las aguas sagradas de los ríos Ganges y Yamuna. En todos los casos anteriores se mantiene una invariable común: arquitectura que se monta y se desmonta, que aparece y desaparece, independientemente de los fines y objetivos y necesidades bajo los que fueron construidas. De alguna manera, también lo hemos visto en la crisis de los refugiados.
Las ciudades tal y como las conocemos hoy parten de una lógica de proyecto de ciudad estática. Como dice José Fariña, catedrático de Urbanismo en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, las ciudades en su origen se consideraron formas de asentamiento altamente eficientes y en muchas ocasiones centros de libertad, en las que los ciudadanos eran los artífices de aquellas poblaciones. Sin embargo, la industrialización y los movimientos migratorios del campo a la ciudad trajeron consigo cambios en su construcción y organización. Poco después nació el planeamiento urbanístico como solución a los problemas creados por la Revolución Industrial.
Es un proceso ideal para barrios consolidados. El cambio se produce poco a poco y permite acomodar cualquier imprevisto
Esto dio lugar a que los ciudadanos pasaran de construir la ciudad a ser meros espectadores de una función sin guión atendiendo, perplejos, a un sinfín de inauguraciones de aeropuertos, circunvalaciones, nuevas plazas, nuevas calles, nuevos y escultóricos equipamientos. Se ignoró a los habitantes como los directores fundamentales de la obra. Se dejó de lado hacerles partícipes en la búsqueda de nuevos espacios que permitiesen el desarrollo de una ciudad basada en la solidaridad, las relaciones humanas y la responsabilidad social y ecológica.
El modo clásico de planificar la ciudad al que estamos acostumbrados, en el que los técnicos duchos en la materia y los políticos definen proyectos y planes generales, parece que va quedando obsoleto. En los últimos 30 años, período en el que mayor cantidad de suelo se ha consumido de la historia, se han llevado a cabo procesos irreversibles en lo económico, lo ambiental y lo físico. La intensa enajenación a la que se ha visto sometido el ciudadano en la construcción de la ciudad, en la que históricamente el éxito de la misma fue su eficacia económica, se ha alejado de premisas tan importantes como la calidad urbana o el sentimiento de pertenencia. Hoy, en cambio, parece recuperarse la idea de la identidad, que no son más que la relación y sentido de vinculación de un individuos a un lugar físico concreto en donde sean y se sientan parte de la construcción de la historia del lugar.
El urbanismo efímero se vislumbra como una posible alternativa ante la enajenación. Pretende ser una herramienta transitoria y no permanente que tiene, como principales virtudes, la reversibilidad y la construcción colectiva. Es un campo donde se da lugar a la experimentación e investigación, que sirve a su vez como instrumento pedagógico y plataforma ágil de pensamiento, permitiendo la reflexión sobre otras posibles configuraciones o usos de la ciudad. Posibilita con facilidad y rapidez transformar ideas en realidades temporales y permite intervenir desde la escala más local hasta las escalas más territoriales. Lo efímero permite “poner a prueba” y “equivocarse” sin necesidad de invertir grandes recursos económicos y/o materiales, en la que la sostenibilidad económica y ambiental es otra de sus palancas.
La gente está apreciando mucho que no se imponga una solución permanente
Entre los pioneros en la materia se encuentra Bruit de Frigo, grupo francés que incluye a sociólogos, arquitectos, fotógrafos y artistas plásticos, a caballo entre un estudio de urbanismo, colectivo y una plataforma ciudadana. Uno de los ejemplos de su trabajo es el que desarrollaron, en 2013, en la ciudad de Gennevilliers. Se crearon cinco vagones con sofá, minicocina y bar que contenían sillas, alfombras y juegos para crear espacios temporales en los que durante cuatro días vecinos y vecinas del barrio fueron a discutir diferentes ideas y en los que a través de estas iniciativas se pretende alimentar procesos de transformación ciudadana.
Otro ejemplo es el del grupo CollectifEtc, con la actuación Place au changement en el centro de Saint-Étienne. Dibujaron en el suelo la planta de las viviendas y la sección en la medianera en un solar en el que se pretendía construir. Con esto se consiguió que se pudiera visualizar el volumen virtual del edificio y así colaborar con los ciudadanos implicándoles en la toma de decisiones de los futuros usos y construcciones del espacio público.
Algo similar al caso de CollectifEtc es el del Campo de Cebada, en el centro de la ciudad de Madrid. Este proyecto surge fruto del vacío que origina la demolición de la histórica piscina del barrio, en la que se iba a construir un complejo deportivo y comercial pero que, por la coyuntura política y económica, quedó paralizado. Hace casi diez años, los vecinos levantaron allí un espacio autogestionado donde convocar talleres o levantar un huerto urbano. En el Campo de la Cebada, espacio hoy cedido por el Ayuntamiento de Madrid, se han soñado y materializado nuevas formas de concebir el espacio público, pero lo más relevante ha sido la creación de tejido social.
El proyecto de construcción del polideportivo ha sido retomado por parte de la corporación municipal actual. Desde el inicio del proceso, la institución ha contado con el colectivo para la planificación del futuro edificio. El paradigmático accidente por el que surgió este vacío en la ciudad no ha sido más que una fuente de oportunidades, donde desde lo temporal y desde lo efímero, vecinos y vecinas han reflexionado, siguen y seguirán reflexionando sobre las necesidades y usos para el barrio y el distrito.
Urbanismo asambleario
Desde sus asambleas y encuentros, la propuesta es similar a la del mencionado grupo Chamberí Zona 30. Esta plataforma creada por el Ayuntamiento reúne a colectivos y vecinos, y plantea acciones puntuales y temporales con el fin de mejorar la movilidad en dicho barrio. El proyecto se encuentra en la fase de elaboración de propuestas y en él se están sondeando cambios relativos, principalmente, a la movilidad urbana. En el caso de que las propuestas llevadas a cabo sean exitosas se pondrá en marcha su construcción, pero con una prueba piloto previa a la materialización definitiva. Hécate Ingeniería, dinamizadores del proyecto, lo califican como “urbanismo táctico”, consideran que “es un proceso ideal para barrios consolidados, pues el cambio se produce poco a poco y permite acomodar cualquier imprevisto que surja”.
En las sesiones informativas y participativas que han estado realizando, han explicado ejemplos de transformaciones urbanas desde Palermo hasta Los Ángeles o Montreal, en las que de manera temporal los bancos y las plantas por plazas ocuparon los lugares donde antes había plazas de aparcamiento, y en el que fue la vegetación la encargada de cortar las calles al tráfico y entregarlas a los peatones.
Los ritmos administrativos del ayuntamiento son complicados. Cuando hablamos de actuaciones flexibles, no estamos preparados
Según Hécate, “la gente está apreciando mucho que no se imponga una solución permanente". La implicación desde las instituciones públicas es un factor clave y determinante para materializar estos sueños. En palabras del propio concejal del distrito de Chamberí, Jorge García Castaño, “los procesos de participación que se están llevando a cabo están siendo satisfactorios, pero habrá que ver cómo funcionan una vez se implementen”. Sin embargo, el concejal opina que “los ritmos administrativos del ayuntamiento son especialmente complicados. Cuando hablamos de actuaciones flexibles, reversibles, susceptibles de ser evaluadas y modificadas, nos encontramos con una realidad que nos muestra que no estamos preparados para este tipo de operaciones”. Es por tanto preciso que cambie el nivel de implicación de los técnicos, que deberán trabajar proponiendo nuevos sistemas de información que lleven a construir ciudades más transparentes y comprensibles para todos.
No todo son luces. Estas intervenciones también arrojan sombras y tienen sus consiguientes riesgos. En palabras de Carmen Blasco, arquitecta y doctora experta en arquitectura efímera, “en muchas ocasiones este tipo de acciones se tiñen bajo una aparente estrategia de participación ciudadana, concluyendo en una generación de objetos o mobiliario inservibles para la ciudadanía”. Un ejemplo es el de la intervención artística del Hypertube de Paisaje Tetuán, en el que colectivos del barrio critican tanto el carácter efímero de las obras como el falso carácter participativo, y expresan que no se ha contado con ellos. La colocación de tres tubos de obra, sea una intervención artística o no, provoca una reflexión: el urbanismo no es alojar mobiliario urbano o “embellecer” la ciudad per se, sino como enuncian Max-Neff, Antonio Elizalde y Martín Hopenhayn en el libro Desarrollo a escala humana (Icaria, 1994), “hacer de la ciudad un espacio que sea capaz de satisfacer las necesidades y el desarrollo de las capacidades humanas”.
Blasco considera que este tipo de acciones tendrá éxito si cumple con las siguientes premisas: participación real y activa en la que se facilite la información necesaria que dé lugar a un amplio y profundo diagnóstico; reversibilidad de la acción planteada; sostenibilidad económica y ambiental de la actuación. Cuando hablamos de participación real se pretende, a pesar de su dificultad y complejidad, poner a pensar en conjunto a sectores de la sociedad muy heterogéneos como vecinos, agentes económicos y político. De lo contrario no estaremos construyendo ciudades inclusivas y mixtas. Es necesario olvidar, también, los tiempos electorales, pues es necesario respetar y cuidar los tiempos y los procesos de los colectivos. Asimismo, es de vital importancia la actuación e intervención en lo local pero sin perder de vista el pensamiento en la escala global que dé coherencia a los planteamientos en la ciudad.
En muchas ocasiones este tipo de acciones se tiñen bajo una aparente estrategia de participación ciudadana
Sentar las bases para construir colectividades y devolver la ciudad a sus habitantes, proyectando más allá de los despachos, es uno de los retos actuales. Se presenta ante nosotros un nuevo método de pensar nuestras urbes en las que, como reclama la socióloga y especialista en planeamiento urbano Saskia Sassen, todos tengan la posibilidad de conocer, de forma comprensible, qué está pasando y cómo nos afecta. Conocer la historia de las relaciones de la ciudad, tal y como Italo Calvino nos las describía en Las ciudades invisibles, como un conjunto de muchas cosas: memorias, deseos, signos de un lenguaje, como lugares de trueque, pero donde estos trueques no son sólo de mercancías, sino también de palabras, de deseos y de recuerdos.
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Irene Rodríguez Lorite
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