BARRIOS
Los turistas toman la ciudadela. El Poblenou
Después de Gràcia y el Born, los viajeros llegan a la Barcelona industrial. Con ellos, se tambalea un vecindario que sí supo aprovechar el desembarco empresarial, hace ya dos décadas
Ignacio Elpidio Domínguez 7/12/2016
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Una mañana de otoño en el Poblenou de Barcelona, niños y niñas se arremolinan junto a la puerta de su colegio. Los obreros trabajan en la urbanización del carrer del Perelló y en nuevas manzanas. Decenas de carros de tela son empujados o tirados hasta la puerta del mercado municipal, alejándose de la Rambla. Se cruzan quienes corren hacia el parque o el paseo marítimo y quienes se adentran hacia el casco histórico del barrio. Carreras hacia la entrada del metro, y las bicicletas –del sistema público o no– desfilan por sus carriles hasta la Rambla.
En las terrazas, los descuentos atraen a gente del barrio de toda la vida, y a quienes lo atraviesan para ir al parque empresarial y tecnológico 22@. Grupos de jóvenes –y no tan jóvenes– hablan en idiomas distintos al catalán y el castellano, y visten ropa más ligera que la habitual en las frías mañanas de diciembre, y provocan miradas entre la sorpresa y la risa. Piden desayunos completos y casi siempre con jamón, cuenta un camarero mientras trae el segundo café de la mañana. Quienes se quedan en pisos turísticos suelen desayunar fuera. Mientras, el Ayuntamiento trata de reducir las terrazas de la Rambla del Poblenou, una de sus calles principales: lo han hecho entre un 10% y un 20% por ciento desde el verano de 2016, según fuentes municipales.
Delante de panaderías, charcuterías y bares de toda la vida, pero también de nuevos establecimientos, las terrazas de la Rambla del Poblenou se han convertido en un campo de batalla. El enfrentamiento entre el colectivo Fem Rambla y la Associació d'Hostaleria de la Rambla del Poblenou llegó a la prensa con una huelga de terrazas por parte de empresarios en abril de este año. Las reivindicaciones vecinales, en forma de concentraciones y marchas, han vinculado la proliferación de terrazas con dos males que están en boca de asociaciones por toda la ciudad: la gentrificación y la masificación turística. Estas palabras se escuchan en conversaciones cotidianas y se leen en pancartas y carteles en las ventanas. Las más extendidas llenan el barrio de color amarillo y de texto rojo: Veïnes en traspàs. Stop massificació turística.
La vilipendiada gentrificación ha hecho su entrada, al menos aparentemente, más tarde que en barrios como Gràcia o el Raval. El antaño conocido como el Manchester catalán, la cuna del cooperativismo obrero, ha cambiado mucho en poco tiempo. Salvador Clarós, de la Associació de Veïns i Veïnes del Poblenou, lo tiene claro: "El hecho diferencial del Poblenou es que es un barrio en permanente transformación desde el 92". Los Juegos Olímpicos llevaron el cambio a un costado del barrio: la Vila Olímpica. Pocos años después siguió el Front Marítim, al otro lado del casco histórico del Poblenou. La apertura de la Diagonal hacia el mar y el 22@ apuntalaron la nueva urbanización, así como el cambio de usos y equilibrios que ha encajonado al casco histórico.
Las zonas verdes vienen por la revalorización de la zona, no al revés
Y la ya archiconocida gentrificación, esa "sustitución de algunas capas sociales asentadas en un lugar que tienen un poder adquisitivo medio-bajo por otras con mayor poder adquisitivo", en palabras de Clarós. La gentrificación ha preocupado a su asociación vecinal, habiendo dedicado páginas de su publicación a este y otros temas, como la masificación turística, la moratoria de construcción hotelera, la crisis o la construcción de la cercana y controvertida superilla.
Según José Mansilla, antropólogo miembro del Observatori d'Antropologia del Conflicte Urbà y profesor, "las zonas verdes vienen por la revalorización de la zona, no al revés". Y así ocurre, cuenta, con los colegios, las tiendas de productos infantiles o las librerías especializadas. Defiende que la expulsión vecinal o gentrificación ha de buscarse en plazos más largos y en proyectos urbanísticos de largo alcance. El distrito 22@ fue el último y el que puede estar teniendo unos efectos más visibles. La reconversión del suelo industrial tradicional en nuevas formas de producción buscó atraer el llamado "capitalismo cognitivo" y de las TIC. Sin embargo, como reconoce Mansilla, se instalaron más servicios e industrias creativas o culturales que nuevas tecnologías. Destaca también la instalación de empresas públicas municipales o estatales, universidades incluidas, en una zona que prometía mucho más.
"Con el 22@ no hay una expulsión residencial directa, no es un motor de gentrificación", coincide Clarós, para quien este incluso ha supuesto una contribución en términos netos al parque de vivienda de protección oficial de la ciudad. La gentrificación llegó, ante todo, con "la redefinición del suelo industrial". Ha expulsado de forma indirecta a personas al cambiar actividades económicas tradicionales por otras con mayor valor añadido, y destacan centros de enseñanza especializados, oficinas e industrias creativas. El activista resalta, sin embargo, el papel indirecto del 22@ sobre el casco histórico del Poblenou.
Los turistas son igual de pringados que nosotros. Están comprando los productos que han preparado terceros
"El 22@ permite los hoteles. Antes no había ninguno". Si bien la zona no llega a densidades hoteleras como las de Ciutat Vella, estima que en la actualidad hay en torno a 11.000 plazas hoteleras en el Poblenou. Al igual que las transformaciones urbanísticas, los hoteles tienen una estela. Según Clarós, la mayor densidad hotelera llama al turismo, que exige unos servicios específicos. La Rambla del Poblenou es quizás la cara más visible de esta especialización hacia el turismo. Poco a poco se ha ido convirtiendo gran parte de los negocios del transitado espacio en terrazas y en comercios abiertos todo el día y con productos turísticos. Este "síndrome Barceloneta" es el eje principal de los movimientos vecinales que han llegado a elaborar un mapa con la situación actual del turismo masificado en el barrio.
Clarós diferencia entre las dos calles principales del barrio, dos ejes paralelos con muy poca distancia entre ellos. Por un lado estaría la Rambla, el principal espacio para pasear, a pesar de la proliferación de terrazas. Por otro lado está el carrer de Marià Aguiló, peatonalizada hace años. Concentra la mayoría del comercio del barrio que ha evitado la reconversión hacia el turismo, en parte porque la estrechez de la calle impide las terrazas. En esta calle se encuentra la tienda de productos agroalimentarios de Cristina Sancho, presidenta del Eix Comercial Poblenou, una asociación que agrupa a más de cien comercios de la zona. "La idea es que el comercio se quede en el barrio", afirma, y descarta que sean los comercios, aunque se hayan sofisticado, quienes han alterado el vecindario. Es el turismo. "Gràcia está quemado. El Born está quemado. El Poblenou es lo de ahora".
Airbnb recibe gran parte de las quejas vecinales: una proliferación de pisos turísticos y de inversiones inmobiliarias en el mercado del alquiler. Clarós y Mansilla coinciden en que esta especialización del barrio y del espacio en el turismo es la principal causa directa de expulsión vecinal. "Compran un piso, lo vacían, lo reforman, lo dividen en apartamentos", reflexiona Clarós. La inversión en el turismo se ha vuelto más rentable en el barrio que otras formas de negocio, y ha captado también a quienes hasta ahora eran meros ciudadanos. Mansilla reconoce la relativa novedad de estos fenómenos en el Poblenou, en comparación con los barrios de Ciutat Vella: "Cuando estalló el sector inmobiliario no se hablaba de turismo en el Poblenou". En todo caso, habría una burbuja de oficinas en el 22@.
La clave, según este antropólogo, está en "fijarse en la producción: ¿quién produce el espacio y quién produce Barcelona?", y no tanto en responsabilizar a los viajeros. "Los turistas son igual de pringados que nosotros", reconoce, "porque están comprando los productos que han preparado terceros". Esta mirada amplia también la recoge Clarós, al comparar la proliferación de terrazas con otros ocupantes masivos del espacio en el pasado: la banca. Si el monocultivo actual del barrio es el fruto de una burbuja turística, la financiera produjo una ocupación de cada esquina por sucursales de bancos y cajas, incluso de Comunidades Autónomas lejanas. "El sector predominante tiende a ocupar y sustituir lo que hay, según la economía del momento", reflexiona. Esta conquista del espacio ha tenido lugar siempre, según el activista vecinal.
Gràcia está quemado. El Born está quemado. El Poblenou es lo de ahora
Tal y como cuentan, la gentrificación deja de ser la simple llegada de gentrificadores y se vuelve una cuestión pública. Va más allá de la terraza o el piso concreto e involucra a quienes no han frenado su proliferación. La urbanización de las zonas nuevas a los lados del Poblenou histórico termina provocando un efecto directo en el barrio mientras el comercio de toda la vida desaparece de la Rambla. La urbanización y construcción en el extremo marítimo de la Rambla traerá a nuevas personas que, lo sepan o no, están conectadas con las transformaciones del Poblenou desde 1992.
Una última y duradera consecuencia de los cambios que trajo el 22@, entre otros proyectos, es precisamente la (im)previsión del futuro. Los contratos de alquiler se van acabando en una zona muy rentable y de moda, haciendo que sea incierto el futuro para comerciantes, vecinos y activistas. Se vuelve cada vez más difícil y preocupante saber quién será la próxima "vecina en traspaso", cuál será el próximo local reconvertido para el turismo.
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Ignacio Elpidio Domínguez
Nacho, para los amigos, y antropólogo, entre otras etiquetas. Actualmente investiga para una tesis doctoral sobre Chueca y Lavapiés, desde el estudio de lo urbano en el capitalismo, en el género y en la sexualidad.
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