Una ilustración de Una semana de bondad, novela en imágenes de Max Ernst.
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Según la artista visual mexicana Canek Zapata, ilustradora del poemario de Horacio Warpola METADRONES, la actual popularidad del GIF (Formato de Gráficos Intercambiables) se debe a la suerte. Se trata de un formato viejo, "casi olvidado por ser tecnológicamente burdo, hasta que, en el apogeo de las páginas web personales en los 90 (como GeoCities), se dieron cuenta de que era un archivo muy fácil de transmitir". Además de las facilidades técnicas de transmisión y distribución, señala Zapata dos características específicas de programación que hacen del GIF un formato único: "La posibilidad de tener transparencias (que puedas ver la imagen que está atrás de tu archivo GIF), lo que te permite hacer collages, y la posibilidad de almacenar varias imágenes en el mismo archivo", facilitando así la generación de animaciones breves sin necesidad de conocimientos específicos de programación. Esto ha convertido el formato GIF en el soporte mas popular de collage digital.
Las imágenes de baja calidad (GIFs, glitches, etc.) son emblema de la nueva actitud punk en narrativa visual: la respuesta irreverente, el escupitajo en 8 bits contra el imperativo posdigital de "pensar en imágenes". El joven autor norteamericano Grant Maierhofer escribe que la situación de la literatura actual le recuerda a los inicios del movimiento punk: los grandes escenarios están ocupados por grandilocuentes manipuladores del lenguaje mientras, a nivel local, muchos escritores y artistas menos conocidos empujan en sentido contrario, "creando textos que celebran la extrañeza del ser, las inexactitudes del lenguaje en lugar de su puño de hierro". (Maierhofer se refiere específicamente a la literatura estadounidense, pero en realidad se trata de un fenómeno global que en España está muy bien representado por narradores como Javier Avilés o Rubén Martín Giráldez, entre otros.) Algo semejante sucede con la narrativa visual que, aunque mestiza desde siempre, en el ecosistema mediático actual tiende, en ocasiones con gran acierto, a desplazar el texto a un segundo plano. En respuesta al sofisticado simulacro de los omnipresentes efectos especiales, el modesto GIF intenta capturar nuestra atención por un instante con su ritmo espasmódico y tartamudo, renuncia a llevarnos a otro lugar salvo a sí mismo: a la satisfacción inmediata y obscena del bucle (la retórica sin futuro del punk), el balbuceo y la repetición asémica.
El collage ha sido desde siempre uno de los recursos contranarrativos preferidos por los artistas anónimos. Adoptado por las vanguardias desde dadá y el surrealismo, llegó a convertirse en un potente medio paranarrativo en obras como Une semaine de bonté, de Max Ernst. Por eso no es de extrañar que el formato GIF, además de ser un medio por sí mismo para artistas como Canek Zapata o Colin Raff en sus Zestibagatelles, esté siendo empleado como recurso único en la composición de novelas visuales, entre las que cabe destacar la obra reciente del conocido autor underground norteamericano Dennis Cooper: Zac’s Haunted House (2015), Zac’s Control Panel, (2015) y Zac’s Freight Elevator(2016).
Aunque hoy la red se nos presenta como un universo abigarrado que parece ocuparlo todo, apoderarse de todos los objetos e infiltrarse en los rincones más recónditos del cerebro, estas ínfimas e hipnóticas imágenes que mimetizan el ciclo mínimo y sencillo del virus se enrollan sobre sí mismas para recordarnos que a nuestro alrededor, como escribió Beckett, nunca falta vacío.
Germán Sierra (La Coruña, 1960) es un escritor español y profesor de bioquímica y biología molecular. Entre sus obras destacan las novelas: El espacio aparentemente perdido (1996), Intente usar otras palabras (2009), Standards (2013) y el libro de relatos Alto voltaje (2004). Ha sido premiado por sus investigaciones en neurociencia y ha colaborado en diversas publicaciones culturales como Letras libres o Quimera. @german_sierra
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Germán Sierra
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