1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Todos los misterios de la carta de Walsh

Relato de los últimos meses de vida de Rodolfo Walsh, autor de la ‘Carta abierta de un escritor a la Junta Militar’ argentina

Diego Igal / Ilustraciones: Sebastián Angresano - Julieta De Marziani (Revista Anfibia) Buenos Aires , 5/04/2017

<p>Composición con un periódico de la época y una foto de Rodolfo Walsh.</p>

Composición con un periódico de la época y una foto de Rodolfo Walsh.

Sebastián Angresano / Julieta De Marziani

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí 

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

Es domingo 9 de enero de 1977 y por la ola de calor se sufren cortes de luz. La Argentina lleva 292 días bajo el control operacional de las Fuerzas Armadas. Rodolfo Jorge Walsh cumple 50 años y se desafía, antes del primer aniversario del golpe, a terminar de escribir el cuento Juan se iba por el río y, al mismo tiempo, la carta abierta que dirigirá a la Junta Militar. Le quedan 75 días.

No sabe, no puede saber y nunca sabrá el recorrido que tendrán ambos textos, que millones hablarán de ellos durante al menos los próximos 40 años ni que uno se perderá en la oscuridad y el otro viajará 7.300 kilómetros para ver la luz por primera vez.

El mes anterior del año anterior, con su compañera en la última década, Lilia Beatriz Ferreyra (entonces de 36 años), se mudó de un monoambiente ubicado a cien metros del zoológico porteño al partido bonaerense de San Vicente, 52 kilómetros al sur de lo que consideran un “territorio cercado” en el que él representa un objetivo estratégico. Ya rechazó un pasaje a Roma que le ofreció la conducción de Montoneros -en la que todavía reviste como oficial primero bajo el alias “Esteban o Neurus”-, y con la que acentúa discrepancias metodológicas entre abril de 1976 y enero de 1977.

Walsh elige quedarse y San Vicente es la primera parada del repliegue al sur, “como las masas, hacia su propia historia, su propia cultura y su propia psicología”, evaluará años más tarde Horacio Verbitsky.

Sebastián Angresano / Julieta De Marziani

Sebastián Angresano / Julieta De Marziani

Toma la ruta de las lagunas bonaerenses porque quiere estar cerca del agua. Allí además disfruta del silencio, la placidez de la siesta, siente que el tiempo se estira y crea el clima ideal para volver a la escritura con su nombre y estilo: lleva casi cuatro años sin publicar libros. Podrá avanzar con otros relatos; memorias personales; seleccionar sus notas periodísticas para publicar y continuar con la Agencia de Noticias Clandestina (ANCLA) y Cadena Informativa que en esos últimos meses proveyó datos duros a medios de comunicación, embajadas y políticos, entre otros destinatarios para romper el cerco informativo. Ese bagaje documental será la materia prima de la Carta.

Porta una cédula de identidad a nombre de Norberto Pedro Freyre, falsa aunque confeccionada en la Policía Federal, gentileza de un comisario peronista al que trató mientras investigaba Operación Masacre. Con ella y la ayuda de la madre de sus hijas, Walsh ha comprado un terreno de cinco lotes en el barrio El Fortín, una geografía de árboles añosos, sobre calles de tierra que se licuan con la lluvia, a las que no llega tendido eléctrico (usan lámparas de kerosén), conexión de gas ni cloacas. Allí hay levantada una casa de dos ambientes; cocina y baño mínimos; pisos de ladrillos, paredes pintadas a la cal y agua que se bombea a mano; hay espacio para construir otra vivienda y tierra de sobra para labrar y montar una huerta que abastezca la mesa diaria.

La última Nochebuena, Walsh viaja con Ferreyra hasta unos monoblocks de la localidad de Boulogne para compartir la cena con la hija menor, Patricia –embarazada de seis meses del primer nieto varón de RJW-, la nieta de tres años y el yerno Jorge Pinedo. Ya tiene la certeza de que la clandestinidad es más frágil: en septiembre cayó su primogénita Victoria y otros compañeros, saquearon una casa que él había alquilado en el Delta del Tigre y los militares secuestraron o fusilaron a montoneros como Francisco Paco Urondo o Eduardo Negro Suárez, entre muchos otros. Incluso tiene el dato de que a la búsqueda de él ya fueron asignados perseguidores: el grupo de tareas 3.3.2 de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), donde también sabe del terror que allí adentro se ejecuta y que le espera de ser capturado vivo.

En la comida navideña se habla de la hija de Vicky, de 18 meses, entregada a los abuelos paternos contra el pedido de la abuela materna y la tía; de la carta que Walsh escribió por esa pérdida y de la otra, destinada a la Junta, que ya elabora. Muestra borradores para escuchar comentarios y recibir agregados.

“La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años”, son las primeras de las 2960 palabras que tipeará en una Olympia portátil de tinta negra y roja sobre una mesa angosta de madera.

******

Alberto Nadra entró en marzo de 1976 a la sede en Buenos Aires de Prensa Latina. La agencia de origen cubana, fundada entre otros por Walsh a instancias de la Revolución de 1959, había desembarcado tres años antes en Buenos Aires en la primavera camporista que reanudó relaciones diplomáticas con La Habana. La redacción estaba en el edificio Safico (Avenida Corrientes 456) y la integraban, con buen sueldo, más de diez periodistas y tres teletipistas. La Triple A, primero, y la llegada de los militares, después, diezmó la dotación y el trabajo se tornó más riesgoso.

“Nos amenazaban todo el tiempo, interceptaban el hilo del teletipo desde el Correo Central y en agosto del 76 llegaron a secuestrar cubanos y argentinos que trabajaban en la embajada cubana. Algunos siguen desaparecidos o fueron asesinados”, recuerda hoy Nadra. Llamaban por teléfono a la redacción: “¿Nadra? ¿Alberto? ¿Cómo anda ‘Pepe’ (apodo del corresponsal cubano de entonces, José Bodes)? Aquí va un saludito de María Rosa. Seguí atacando al país hijo de puta que con cada nota que mandes le subimos unos voltios”, le decían como prólogo de gritos desgarradores de una mujer que todavía hoy lo estremecen. Bodes sufría seguimientos las 24 horas, incluso mientras dormía, que lo obligaron a mudarse a la sede diplomática y a la mujer y a los hijos a volver a la Isla.

Sebastián Angresano / Julieta De Marziani

Sebastián Angresano / Julieta De Marziani

En Safico y edificios cercanos había otras corresponsalías extranjeras donde trabajaban, por ejemplo, el francés Jean-Pierre Bousquet, para AFP y los argentinos Pablo Giussani y Oscar Serrat (Associated Press, sita en el mismo edificio que La Nación), entre otros. En la Avenida Córdoba 652 estaban las oficinas de medios de países comunistas o socialistas como la Agencia de Telégrafos de la Unión Soviética (Tass), donde revistaba Isidoro Gilbert. Muchos de estos periodistas aparecerían en las distintas ediciones de los llamados libros negros de la subversión, por difundir al exterior lo que acá se obviaba o censuraba. En la prensa local, sin embargo, podía leerse información dispersa de detenciones -incluso con nombre y apellido-, denuncias de desapariciones, tiroteos falsos y otros eufemismos como llamar “la organización subversiva declarada ilegal en primer término” a ERP o segundo, por Montoneros.

A ese grupo heterogéneo de corresponsales les llegaba, desde el segundo semestre de 1976, los despachos de ANCLA escritos a máquina, ensobrados y enviados de manera masiva a través de buzones del Correo. El rebote en otros continentes aseguraba una cobertura precaria, pero cobertura al fin, no sólo a los corresponsales. Que la noticia saliera en la BBC o Radio Moscú salvaba vidas porque atemorizaba represores o permitía enviar mensajes cifrados, explica Nadra.

******

Los nuevos moradores de la casa de Triunvirato al 900, casi Ituzaingó, San Vicente, gastan las horas en acondicionarla. Él dice ser profesor de inglés jubilado que responde al apodo de Beto. Ama de casa, ella, pide que la llamen Betty. Desmalezan yuyos con una guadaña, marcan hormigueros con una estaca, se asombran de las palmeras, planifican plantar dos hileras de álamos plateados para la entrada y recuperar un viejo aljibe. Traban amistad con los vecinos nuevos de al lado –un matrimonio con tres niños- que llegan un día en un camión frigorífico; o saludan a otros cuando van al mercado. El sosiego se resquebraja por momentos con el sonido casi permanente de la máquina de escribir. Walsh produce y corrige por partes iguales. “(Walsh) concebía su nueva forma de acción política como una producción totalizadora que abarcaba la denuncia, el testimonio, el análisis político o ideológico, el relato literario. Sus ‘cartas polémicas’ -como las llamaba- tenían un objetivo: denunciar no sólo la represión del poder o la política económica sino todas las otras manifestaciones ideológicas del régimen militar. Había elegido un estilo para esas cartas, el de la invectiva de los latinos”, recordará ella años más tarde. “¡Quousque tandem, Videla, abutere patientia nostra! (¿Hasta cuándo abusarás de nuestra paciencia)?”, grita Beto, en un tono entre épico e irónico como el Cicerón en la Primera Catilinaria, de quien toma esa frase. “Como las invectivas latinas; la palabra escrita con la contundencia de la palabra oral”.

La carta circula de mano en mano como un texto prohibido que va camino a convertirse en canónico y al que García Márquez consagraría como una obra maestro del periodismo universal 

 A las 23.50 del 31 de diciembre de 1976, al terminar una partida de Go -lo empezaron a jugar porque Lilia no terminaba de agarrarle la mano al ajedrez, del que él era experto-, se sienta a escribir. Al escuchar las sirenas del Año Nuevo comenta: “Así quería empezar este año, escribiendo contra estos asesinos”. No quiere quedarse callado. Cree, como escribió en 1968, que “el campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra”.

La integración en el barrio avanza. Un día, el matrimonio propone pedir una plaza en unos terrenos baldíos. En la primera semana de marzo, se suma a una protesta vecinal frente a la municipalidad para reclamar el tendido eléctrico. Logran ser atendidos y él, como docente jubilado, es elegido uno de los voceros. Betty queda afuera. Llega un camión del Ejército del que bajan soldados y entran raudos al edificio, otros se parapetan afuera. A la media hora salen todos. Beto no puede evitar esbozar una sonrisa mientras mira cómplice a su pareja: las tropas no se han fijado en él.

Viajan casi todos los días a la Capital, a veces en el Roca que tarda una hora y sale de la estación ubicada a seis cuadras; otras en el ómnibus de línea (arriesgándose a redadas de la Policía) o en el Fiat 600 del padre de Betty. Maneja ella, él no sabe. Además de reuniones con compañeros y amigos, RJW mantiene en servicio Cadena y ANCLA.

******

ANCLA comenzó en abril de 1976 por iniciativa de Walsh –que la había pensado dos años antes-, con una pequeña estructura de cuadros como Carlos Aznárez, Lucila Pagliai y Lila Pastoriza, entre otros, a quienes capacitaba desde el año anterior sobre la búsqueda, manejo y producción de los datos –“la información era pública y estaba sobre los papeles”-. Pagliai los recuerda como un grupo horizontal, crítico e integrado, cuyos miembros se conocieron convocados por Walsh, al que describe como “un jefe muy exigente, muy abierto a la discusión, sin miedo a la crítica ni que le importaran las jinetas”.

Cuando empezó la agencia, Walsh pasó a un rol secundario y el grupo quedó reducido a un trío “mínimo, ágil y fuertemente comprometido”, describe Pagliai. A ellos se sumaría el Negro Suárez (secuestrado con su pareja Patricia Villa, en agosto). A todos reportaba una amplia red de informantes/colaboradores y otra distinta, tabicada, que distribuía los cables.

La estructura era tres o cuatro máquinas de escribir, scanners para sintonizar la frecuencia policial, parte del archivo personal de Walsh y del diario Noticias y un mimeógrafo para copiar. Los despachos se tipeaban en papel biblia o manifold (para ahorrar en peso); se ensobraban; se les colocaban estampillas y se arrojaban en buzones -nunca el mismo ni cercano- de la Empresa Nacional de Correos y Telégrafos rumbo a medios de comunicación, embajadas, políticos y otros militantes para que copien y reenvíen. Las sedes físicas cambiaban conformen caían en manos represivas.

Sebastián Angresano / Julieta De Marziani

Sebastián Angresano / Julieta De Marziani

Pocos de los destinatarios de los despachos sabían que detrás de ellos había militantes montoneros y muchos menos que el jefe era Walsh. La carta utilizaría la misma logística pero no sería una proclama de Montoneros, sino que la firmaría con su identidad real porque creía que tenía más peso. Autorizaron esa decisión pese a una discrepancia conceptual: los jerarcas veían a la represión como el mayor de los males contra la visión de Walsh de que más allá de homicidios, desapariciones y otras calamidades, “en la política económica de ese gobierno debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”, como al final consignó en la carta.

Hacia fines de 1976 el contacto entre Walsh y los miembros de ANCLA pierde frecuencia. A Pastoriza la ve a fines de febrero siguiente. “Caer o no, a esta altura es una cuestión de azar”, le dice. Una semana antes del 25 de marzo le muestra un borrador de la carta a la Junta y le pide correcciones. Walsh tiene los ojos brillosos. Le dice: “He vuelto a escribir, a ser Rodolfo Walsh”.

******

Poco antes de la medianoche del 24 de marzo, RJW termina la última de las diez copias de la carta y pasa en limpio Juan se iba por el río. Se masajea los dedos porque arrastra dolor en las articulaciones y dice: “Artrosis, pero todavía le pego a las teclas”. Se ríe con Lilia. Tuvieron cena especial y abrieron un vino para festejar que ganó la apuesta. “Bueno, al fin tenemos nuestra casita. Qué linda es”, celebra él. A la tarde habían plantado un almacigo de lechugas con indicaciones y felicitaciones de los vecinos. Lilia cubrió la cama con una colcha floreada y colgó cortinas de algodón amarillas y rojas, mientras él acondicionaba una parrilla para el asado con el que agasajarían a Patricia y familia en el mediodía del sábado. RJW conocería al primer nieto varón, nacido el 9 de marzo.

El viernes 25, RJW se viste con un pantalón marrón, guayabera beige de tres bolsillos, zapatos a tono y sombrero de paja. Se coloca los anteojos de marco grueso para la miopía, el reloj Omega y toma un maletín negro símil cuero de doble fondo para llevar las diez copias de la carta a la junta que luego dividirá a la mitad con Lilia. Los destinatarios de los sobres son los principales diarios de Buenos Aires y algunas corresponsalías. Saber cuáles ahora resulta fútil porque ninguno la publicará hasta después de seis años.

Walsh también toma la Walther PPK calibre 22 que le había regalado a Lilia para el cumpleaños de 1974 y que portará entre la hebilla del cinturón y la ingle. Tiene una cita a las tres, otra las cuatro y tal vez una tercera a las dos. Uno de los encuentros sería con la pareja de un compañero que murió junto a Vicky y que le escribió porque tiene dos hijos y ningún lugar donde vivir. Habla con Betty sobre la posibilidad de llevarla a San Vicente y por eso deciden ir a Capital en auto.

En 2011, el Tribunal Oral Federal 5 condenó a prisión perpetua y penas de entre 18 a 25 años a quince de los dieciocho imputados en la causa ESMA, que entre otros crímenes esclareció en parte lo ocurrido a Walsh

Ella aprovechará la tarde para terminar de embalar algunas cosas que dejaron en el departamento de Palermo que tiene que entregar. “Creo que zafamos”, le dice él a Betty mientras cierra la puerta. Pero no completa la frase porque ella le lleva la mano a la boca y se la tapa. El Fiat 600 no arranca. No hay tiempo y entonces deciden apurarse para tomar el tren de las 12. Mientras ella encarga dos kilos de asado para el sábado, Walsh compra los pasajes. En el andén se encuentra con Victoriano Matute, el martillero que le vendió el terreno. El hombre le entrega el boleto de compraventa. Beto lo guarda en el maletín.

En Constitución, Walsh confirma por teléfono público una tercera reunión a las dos de la tarde. Tiene poco más de una hora. A las 13.30 se registrará la temperatura máxima del día: 29,3 grados. Demasiado para ser otoño.

Se despiden. “No te olvides de regar las lechugas”, le grita Lilia desde enfrente. Él le sonríe.

******

Cerca de las cuatro de la madrugada del 26 de marzo, un policía uniformado y otros siete hombres de civil despiertan a Matute en la casa. Quieren que le identifique la casa que le vendió a Freire. Matute lleva al grupo hasta Triunvirato e Ituzaingó. Yolanda “Yoly” Mastruzzo escucha golpes, sacudones y luego una orden: “¡Salgan todos con las manos en alto!”. Llevan 20 días en el barrio. Yoly sale con el marido. Alumbran con una linterna. Los uniformados buscan a una pareja, pero ellos tienen tres niños, que están adentro escondidos. Tal vez buscan a los vecinos, el profesor jubilado y la mujer, que no ven desde el día anterior. “Qué jubilados, son extremistas”, escuchan que dicen. Los mandan adentro. Los uniformados no son de la zona porque no saben que no hay luz eléctrica. Luego se escuchan ráfagas de ametralladora y explosiones en la casa de al lado.

En Boulogne, Patricia se levanta temprano pero entre cambiar a la hija de tres años, al hijo de 17 días y preparar los bolsos, demoran en arrancar con Pinedo en el AMI 8 verde hacia Palermo, donde levantarán a Lilia y los petates (papeles, documentos, borradores, carpetas, un espejo y algunos muebles). A la altura de Lomas de Zamora, Lilia se pone al volante porque conoce la zona, pero cuando están a metros de la casa, nota algo extraño: la tranquera abierta, no está el Fiat 600. Estaciona a unos metros y pide bajar sola, que la esperen en el auto. Entra y la invade el desconcierto: ve un desorden general que desentona con la prolijidad que dejaron el día anterior; también ventanas y puertas arrancadas. No ve humo de asado ni movimientos y sin querer ver más, pega la vuelta y encara hacia el auto desencajada, al grito de “vamos, vamos”. Pinedo, que alcanzó a ver un inodoro en el medio del patio y también sospecha el horror, acelera. Patricia, en el asiento de atrás, pone a los hijos en el piso del auto. Pinedo ve que la calle no tiene salida, volantea, cruza a campo traviesa, llega, por fin, a una calle y endereza el rumbo.

******

Para ese mes de 1977, Nadra ya trabaja en la primera mañana de Prensa Latina y entra a las siete. Ahora no recuerda cuándo recibe la carta de Walsh. “Los sobres de ANCLA llegaban tarde o no llegaban”, aclara. Fuerza la memoria: pudo haber sido el sábado 26 o algún día posterior al viernes. Sí recuerda que esa mañana espera la llegada de Bodes para recibir instrucciones. “Mandá dos carillas y me la llevo a Virrey del Pino (sede de la embajada) para despacharla en valija diplomática”, ordena Bodes. El cable lo leerán horas más tarde en Radio Moscú, en el programa que conducía Arturo Lozza.

El Granma del 31 de marzo publica un suelto con un cable de Prensa Latina, titulado “Gestiones para salvar la vida de Rodolfo Walsh”, que dice: “Destacados intelectuales mexicanos y latinoamericanos, radicados en la capital azteca, pidieron al presidente de Argentina, Jorge Rafael Videla, intervenga para salvar la vida del escritor argentino, Rodolfo Walsh. Según informaciones procedentes de Buenos Aires, Walsh fue secuestrado en San Vicente, localidad de la provincia bonaerense, ignorándose la suerte que haya corrido”. Habrá más en los siguientes 15 días.

Gilbert también recibe la carta, pero directamente usa el correo de la Embajada porque tiene indicaciones de enviar por esa vía con “todo lo concerniente a la represión muy dura”. Y agrega: “la noche del 25 circuló entre los corresponsales la noticia de que había habido un tiroteo en la zona donde, después supimos, mataron a Walsh. El nombre de Walsh, por lo que recuerdo, circuló, pero no era firme”.

La memoria de Oscar Serrat dice que recibía material de ANCLA, pero la carta la llevó Lilia en persona, lo que le sorprendió mucho. Le sugirió que se cuidara. Junto con Pablo Giussani (ambos de Associated Press), reprodujeron parte del texto y lo mandaron al servicio nacional y al internacional.

El domingo 24 de abril siguiente, el suplemento Papel Literario del diario El Nacional de Caracas publica una doble con un documento exclusivo con el título “La carta que mató a Rodolfo Walsh”. El texto que introduce a la reproducción está firmado con las iniciales L.A.C. y dice: “La pregunta ‘¿Quién mató a Rodolfo Walsh?’ no ha recibido una respuesta formal por parte del gobierno militar argentino, y probablemente no la reciba nunca. Walsh era uno de los más lúcidos escritores del país sureño y acaso el más brillante de sus periodistas. Sus tres libros de cuentos son otras tantas obras maestras; sus investigaciones sobre los fusilamientos obreros de 1956, sobre el asesinato del dirigente sindical Rosendo García y sobre el oscuro caso Satanowski (sic) fueron el modelo en el que se apoyaron las mejores obras latinoamericanas de narración documental, sin excluir el célebre ‘Relato de un náufrago’ de Gabriel García Márquez. Quién mató a Walsh es una pregunta de difícil respuesta. Más fácil es saber por qué. El 23 de marzo pasado, el escritor envío a la Junta Militar argentina una carta abierta en la que reseñaba los crímenes cometidos durante un año de gobierno depredador. Dos días después, fue secuestrado y -según todos los indicios- asesinado por una banda parapolicial o paramilitar; una de las miles que operan en la Argentina sin que sus miembros hayan sido sancionados o tan siquiera identificados por los mismos oficiales que predican el derecho a la vida en ese país de muertos”.

Las iniciales de la bajada son de Luis Alberto Crespo, director del suplemento durante 15 años, hoy embajador de Venezuela ante la UNESCO en París. Confirma la autoría de las líneas, pero sólo recuerda que la carta la recibió el editor de la sección, Tomás Eloy Martínez, quien cumplió esa función entre 1975 y 1978. “Sin duda gracias a sus contactos con colegas argentinos y autorizados confidentes”, recuerda. Crespo celebra que “el haber publicado y difundido esta Carta dignificó, y aún nos exalta, nuestra conducta anti dictatorial y anti represiva de los gobiernos de facto y sus secuaces de todos los tiempos”.

Martínez y Walsh, además de colegas y amigos, habían sido de los primeros en investigar el destino del cadáver de Eva Perón, pero no hay registros públicos de cómo le llegó a él, exiliado en ese país, la carta a la Junta. Lo que sí está claro es que El Nacional fue el primero en publicar el documento y durante años, el único.

******

Mientras alternan gestiones para dar con RJW y presentar hábeas corpus, Patricia y Lilia mandan más copias de la carta a la Junta, con el agregado que denuncia la desaparición del autor. Se suma Horacio Verbitsky. Será él quien continúe con ANCLA cuando en abril Pagliai y Aznárez partan al exilio y en junio secuestren a Pastoriza. Años después, Verbitsky encontrará una copia de la Carta en el archivo del diario Clarín.

Otros militantes montoneros, como Marta Vasallo y Luis Guagnini, también reproducen y reenvían la carta a distintas direcciones aportadas por Susana Pirí Lugones; o incluso tomadas al azar de la guía telefónica, hasta octubre o noviembre. La carta circula de mano en mano como un texto prohibido que va camino a convertirse en canónico y al que García Márquez consagraría como una obra maestro del periodismo universal.

Pero no hay rebote en la prensa nacional. La desaparición de Walsh sólo es informada por Ariel Delgado en radio Colonia y el Buenos Aires Herald, sin mayores detalles ni precisiones. En algún momento, en el diario dirigido por Robert Cox se consignó que Walsh había desaparecido por propia voluntad, lo que generó un reclamó personal de la hija Patricia.

En la primavera siguiente, Patricia y Pinedo vuelven a la casa de San Vicente como falsos interesados en comprarla. Observan vestigios de un bombardeo, rastros del saqueo (se llevaron hasta las aberturas), balazos en las paredes. También ven que alguien pasó una escoba, quemó papeles o hizo un asado. Hablan con los vecinos y les cuentan lo que ocurrió en la madrugada del sábado 26, del operativo, la policía, los uniformes verdes, que cargaron las cosas que se llevaron en el Fiat 600 y hasta que un policía quedó de consigna. La pareja comprueba que ellos llegaron a las pocas horas de aquel sábado y comienzan a sospechar que Walsh no fue secuestrado allí.

A los pocos meses, Lilia parte al exilio a México. De allí, en 1982, viajará a España y se encontrará con Martín Grass, un sobreviviente de la ESMA que le contará que Rodolfo estuvo allí, que llegó muerto o mal herido el mismo 25, que logró sacar la Walther y todo lo demás. También le cuenta que leyó Juan se iba por el río y ambos recuerdan partes que memorizaron.

Con los años comenzaría a salir a luz más de lo ocurrido en la esquina porteña de San Juan y Entre Ríos; que llegó a despachar las copias de la carta; la cita cantada; los papeles robados de San Vicente que circularon en la ESMA, como la libreta de enrolamiento de Walsh o una de las versiones de Carta a mis amigos, que Pastoriza logró recuperar. La Justicia tardaría un poco más.

******

Patricia reflexiona hoy: “Pienso que mi padre sabía que su vida no iba a durar mucho más. Tenía una conciencia clara sobre la derrota que se estaba produciendo. Tenía ideas sobre lo que se debía intentar, y era salvar la vida de los compañeros/as que corrían mayores riesgos; hacer un reconocimiento público de esa derrota militar; un llamamiento a una nueva etapa de resistencia; disolver la organización; no utilizar más su nombre porque decía que si se continuaba haciendo eso nunca se lo podría volver a utilizar. Proponía hacer salir del país de un modo urgente a quienes no pudieran ya permanecer en el territorio, de modo clandestino, procurar a los sobrevivientes los recursos necesarios para esa nueva etapa, y priorizar que los lazos que se sostuvieran fueran los imprescindibles, privilegiando las relaciones familiares, o de un gran valor afectivo, aquellas que para él tenían mayor capacidad de resistir a los tormentos que tan bien describiera en su Carta Abierta. Sin embargo ya sabía que no sería escuchado.

“Esa última cita a la que concurre es una emboscada. Que no lo advirtiera creo que también da cuenta del desgaste que él mismo padecía. Enseñaba a otros a cuidarse siempre, pero él ya no era capaz de hacerlo. Que llevara los papeles de su casa encima, la casa de San Vicente, también habla de su propia situación. No quiso irse del país. Así lo decidió. Si le llegaba la hora tenía que tener listo lo que él pensaba que se debía hacer si le quedaban cinco minutos de vida. Ya lo había ensayado Daniel Hernández, muchos años antes. Si te quedan cinco minutos de vida hay que escribir el testamento”.

******

La casa de San Vicente sigue a nombre de Norberto Pedro Freire para el fisco, pero permanece usurpada desde la dictadura por familiares de un ex miembro de la Policía Bonaerense. A los ocupantes les molesta la gente que se acerca como visita histórica. En 2008 la Municipalidad local la declaró Patrimonio Cultural, Histórico y Arquitectónico.

La calle Triunvirato sigue siendo de tierra y ahora se llama Rodolfo Walsh.

El tren dejó de pasar en 1978.

En 2011, el Tribunal Oral Federal 5 condenó a prisión perpetua y penas de entre 18 a 25 años a quince de los dieciocho imputados en la causa ESMA, que entre otros crímenes esclareció en parte lo ocurrido a Walsh y otras víctimas del GT 3.3.2. Se pudo establecer que aquel viernes 25 Walsh caminaba por la avenida San Juan y Entre Ríos hacia Combate de los Pozos, (de contramano al tránsito, por seguridad) cuando fue abordado posiblemente por Astiz, que quiso tacklearlo, pero no pudo; que Walsh sacó el arma; se parapetó detrás de un árbol y alcanzó a disparar un tiro antes de que lo derribaran a balazos los más de 25 uniformados que lo cercaron. Según testimonios de otros prisioneros de la ESMA, llegó allí muy mal herido o quizás muerto. El destino de su cuerpo todavía es una incógnita.

Además del homicidio, tormentos, privación ilegítima de la libertad, a los condenados de la ESMA se los encontró culpables de robar bienes y la obra de Walsh. Entre lo que nunca se recuperó hay borradores de proyectos de otros textos literarios, las memorias, páginas de su diario personal, una selección de notas periodísticas, borradores de una novela que había empezado a desagregar en cuentos y del que Juan se iba por el río es el primero, carpetas para trabajos de investigación o con material de archivos y documentos internos de la organización Montoneros.

Lilia Ferreyra murió el 31 de marzo de 2015. Hasta el último día memorizaba el comienzo de Juan se iba por el río que dice: “Juan Antonio lo llamó su madre. Duda era su apellido. Su mejor amigo, Ansina, y su mujer, Teresa”.

En un predio de 16 hectáreas, pegado a la Avenida Lugones, frente a la ESMA, vecino al Parque de los Niños, sobre la costa del Río de la Plata, está el campo de deportes “Ernesto del Monte”, de la Armada. Ahora, el predio se subalquila para torneos de fútbol privados. Varios testimonios denunciaron que allí se arrojaban cadáveres de ex prisioneros y luego neumáticos que se incendiaban. A instancias de Patricia Walsh, el juez Sergio Torres autorizó al Equipo de Antropología Forense a realizar tareas preliminares, pero no se continuaron ni se excavó ni se aplicó la tecnología adecuada ni se preservó el lugar. Allí podrían estar, entre otros, los restos de Rodolfo Jorge Walsh, aquel que en la carta a la hija muerta escribió que el verdadero cementerio es la memoria.

-----------------------

Este reportaje se publicó originalmente en Revista Anfibia.

Ver listado fuentes y documentos consultados para esta nota.

Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí 

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Diego Igal

Autor >

Autor >

Ilustraciones: Sebastián Angresano - Julieta De Marziani

Autor >

(Revista Anfibia)

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí