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Tribuna

Occidente en su momento populista

Es una urgencia democrática que en la dicotomía entre proyectos comunitarios y proyectos neoliberales, el primer polo lo ocupen fuerzas progresistas en lugar de fuerzas xenófobas y reaccionarias

Iñigo Errejón 22/04/2017

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El largo viaje del populismo hasta el centro del debate             

La irrupción de Podemos en el escenario político español caminó de la mano de la generalización de las discusiones sobre el “populismo”. Desde entonces, el término se ha hecho de uso común en los medios de comunicación y el debate político. Ha costado pero incluso sus más enconados detractores -desde la izquierda y la derecha- reconocen que hoy cualquier cosa sustancial que se diga sobre la política Europea y norteamericana tiene que lidiar y discutir con el “momento populista”. Otra cosa es su comprensión.  

Los diferentes cambios políticos en países de nuestro entorno parecen haber contribuido a su actualidad, descartando que se tratase de un fenómeno propio de países del sur o de democracias escasamente consolidadas. Cada vez más fenómenos políticos, prácticamente todos los que están suponiendo novedades, son catalogados de la misma forma pese a que, en muchos casos, defiendan proyectos opuestos. A falta de un debate más serio, “populismo” es, por lo pronto, todo lo que les sobra a las élites tradicionales y altera el reparto de posiciones por las que estas monopolizaban y agotaban las opciones políticas disponibles. Parece claro, en todo caso, que la disputa en Europa es doble: por una parte un renovado ímpetu de fuerzas que aspiran a movilizar una voluntad popular nueva frente a los partidos tradicionales, sumisos a los poderes oligárquicos y financieros; y, por otra parte, se disputa el signo mismo que tendrán estas fuerzas “populares” o “patrióticas”: si reaccionario y xenófobo, como predomina en Austria, Inglaterra u Holanda, o si democrático y progresista, como predomina en España y Grecia –con Italia como caso híbrido que no se decantará de uno u otro lado mientras no se resuelva esta disputa en el seno de Cinque Stelle. Quizá la cuestión fundamental en la primera vuelta de las presidenciales de este domingo es si Francia formará parte del primer o del segundo grupo.

El populismo incomprendido, de derecha a izquierda

En términos generales, los sectores conservadores y liberales han reaccionado con espanto y condena moral. Su tesis diría, en resumen, que las turbulencias económicas han enloquecido a amplios sectores de la población que, al cambiar de preferencias electorales o adherirse a nuevas identidades políticas, han pasado de individuos racionales a turba airada e infantil, presa de demagogos que promulgan un imposible regreso al pasado. En este análisis no hay explicación alguna del fenómeno que no pase por la denigración de la gente común. Para los conservadores, las repúblicas, los estados, han de ser defendidos de una excesiva presencia e intervención popular en ellos. Las élites no tienen bajas pasiones pero las masas sólo pueden albergar sentimientos animalescos. Tras décadas de utopía neoliberal que rezaba que se podían tener “democracias sin pueblo”, el regreso del deseo de pertenecer a una comunidad y afirmar valores colectivos sólo puede ser leído por los conservadores de distinto pelaje como un virus de irracionalidad. Más que un análisis político hay un análisis climatológico o epidemiológico. Las instituciones nacionales o europeas, las políticas económicas o el propio comportamiento de la élite son así liberados de cualquier autocrítica. Para ellos, hay que salvar a nuestras democracias de sus respectivos demos.

Tras décadas de utopía neoliberal que rezaba que se podían tener “democracias sin pueblo”, el regreso del deseo de pertenecer a una comunidad sólo puede ser leído por los conservadores como un virus de irracionalidad.

Que la socialdemocracia se haya apuntado a esta corriente es sólo una muestra de su subalternidad intelectual a los conservadores, que explica en buena parte su subalternidad política y electoral.

Del otro lado del espectro ideológico tradicional, la recepción de los cambios en marcha no es mucho más profunda. En general, la izquierda se caracteriza por una escasa capacidad de victoria acompañada de una elevadísima y poco justificada arrogancia moral e intelectual. De la misma manera que siempre está a la espera de la crisis económica definitiva, así toda innovación viene a confirmar lo que lleva siglos diciendo, incluso si son innovaciones contra las pautas marcadas. Para la izquierda tradicional, la receta general suele ser doble ración de sí misma. Así que de la emergencia de fenómenos calificados como “populistas” tiende a deducir:

1- Que ha vuelto la política “de clase”. Aunque la identidad de clase no sea la que movilice a los perdedores de la globalización en apoyo a fuerzas políticas que prometen reconciliar la patria con el pueblo, aunque la identidad nacional juegue, por ejemplo, un papel mucho más importante y sea la superficie de inscripción para una alianza heterogénea de sujetos sociales, la izquierda lee de ello lo que ya sabía. Así, por ejemplo, si Marine Le Pen es la primera opción entre los sectores asalariados, esto sólo demuestra que hay que persistir en el discurso de clase. Las identidades políticas son, en esta mala comprensión, apenas un truco comunicativo sobre la “realidad” económica. Así no hay manera de entender que millonarios como Trump o Le Pen se erijan exitosamente en tribunos de la plebe. Descalificarlo como “engaño” es una manera de no tener que pensar y de asumir lo que de real tiene esa identificación, le guste a uno más o menos. De no entender por qué en muchos casos son fuerzas reaccionarias las que están construyendo una idea de pueblo que ofrece pertenencia y seguridad a sectores golpeados por el miedo o la incertidumbre.

2- Que hay una verdad dura y rotunda que debe ser proclamada, y que proclamarla conduce necesariamente a la victoria. La función de la política ya no sería generar horizontes compartidos en torno a los que agregar mayorías, sino rasgar los velos que impiden que se sepa una escandalosa verdad que, una vez conocida, provocará la indignación y movilización popular. Como señala Slavoj Zizek, el orden actual no se sostiene por ninguna ocultación o conspiración, de hecho ni siquiera oculta sus infamias. Se sostiene, en cambio, por su capacidad para desarticular, arrinconar o desprestigiar cualquier posible alternativa. El consentimiento hoy no descansa en una ingenua ilusión con respecto a nuestro presente, sino en una creencia cínica de que es el único posible. Las fuerzas transformadoras no tienen entonces como labor “contar la verdad” sobre los tejemanejes oscuros de los de arriba, sino “construir la verdad” de una certeza posible, de la confianza en un orden alternativo, al mismo tiempo deseable y realizable.

el orden actual no se sostiene por ninguna ocultación o conspiración. Se sostiene por su capacidad para desarticular, arrinconar o desprestigiar cualquier posible alternativa

3- Estrechamente conectado con esto, la izquierda tradicional puede verse tentada de entender los fenómenos populistas, sean de signo progresista o reaccionario, exclusivamente como fenómenos “destituyentes”. Según esta visión, estaríamos en una época de derrumbamiento del orden y situarse en “los extremos” sería una decisión inteligente, puesto que por doquier triunfan las opciones que impugnan a las élites tradicionales y proclaman el “que se vayan todos”. Considero que este es un grave error que puede tener una dramática consecuencia política: la de dejar a las fuerzas progresistas como cuñas de protesta, fuera de toda posibilidad de gobierno salvo en contados casos de excepcionalidad, y por tanto impotentes, sin poder para confrontar realmente con las fuerzas oligárquicas que hoy se imponen por encima de las necesidades y demandas de las mayorías sociales. Me ocupo de esta cuestión más en detalle a continuación.

Algo más que ira. El péndulo de la destitución y el orden.

Una incorrecta comprensión de los fenómenos populistas podría deducir que son, efectivamente, “hijos de la ira”, como titulara Salvados su por lo demás excelente programa, o como la famosa portada de El País en la que “Podemos supera a PP y PSOE impulsado por la ira ciudadana”. Desde esta perspectiva, en lo que el constitucionalista norteamericano Ackerman llama las “épocas calientes” de la historia política, gana quien sea más iconoclasta, más confrontativo, más polarizador. Según esta ecuación, los tiempos actuales nos estarían enseñando que, a mayor dureza, más iniciativa política.

Esta tesis se deja fuera al menos dos consideraciones centrales. Una sobre la propia naturaleza del populismo y la otra sobre su aterrizaje en diferentes entornos institucionales.

La primera tiene que ver con entender todo discurso populista como construido en una tensión entre la denuncia de una minoría privilegiada e incapaz, nociva para el bienestar general, y la promesa de la reconciliación de la comunidad una vez el poder político esté al servicio ya no del país oficial sino de los intereses del país real. Si se confunde el populismo con un conjunto de ropajes ambivalentes para tiempos revueltos y destituyentes se entienden mal los fenómenos en ascenso pero, al mismo tiempo, se ata intelectualmente la suerte de los desafiadores a la excepcionalidad, estrechando así su horizonte de oportunidad y ubicándolos en una esquina de la política nacional, auguradores de catástrofes y del advenimiento mientras los partidos tradicionales hegemonizan la cotidianidad.

Es posible que los socialdemócratas no entiendan que en tiempos de crisis no hay construcción de voluntad popular sin señalar a un adversario, y que si no es por oposición a los de arriba, a la minoría oligárquica, puede ser que el pueblo se construya por oposición a los de más abajo, a los inmigrantes o a los más pobres y receptores de ayudas públicas. Si así fuera, estarían presos, sin darse cuenta, de la ensoñación neoliberal de que es posible un mundo sin adversarios. Ese es, en el fondo, un deseo totalitario y antidemocrático, porque no deja espacio a la discusión, a la propuesta de formas nuevas de hacer las cosas, a la expresión de afectos o pasiones. Todo lo que queda fuera del orden único sería así materia de orden público, psiquiatría o de la industria del ocio y la estética. “En una sociedad consensuada no queda lugar para la rebeldía”, cantaba en 1994 Habeas Corpus expresando ese viejo sueño totalitario de clausurar el futuro. De este modo, creyéndose más demócratas que nadie por defender el consenso, estarían desarmando ideológicamente a los sectores que sufren, incapaces de señalar una causa, un responsable (y adversario), una frontera que delimite los campos y construya el nosotros.

Creyéndose más demócratas que nadie por defender el consenso, estarían desarmando ideológicamente a los sectores que sufren, incapaces de señalar una causa, un responsable (y adversario), una frontera que delimite los campos y construya el nosotros

Pero al mismo tiempo, como he señalado, las fuerzas que aspiran a construir un pueblo (necesariamente nuevo) -y no a engordar una facción del mismo- portan siempre un proyecto de reconciliación de la comunidad -o al menos de su 99%, la parte que ha de volverse el todo: plebs que ha de volverse populus. Es decir, una promesa de restablecimiento del orden. Si la promesa se hace contra otros más débiles y el orden no se percibe como construcción democrática sino como expresión de algún tipo de esencialismo histórico, estaremos ante un populismo reaccionario.

Si, por el contrario, la plebs se levanta contra aquellos verdaderamente poderosos y el orden a construir no es cerrado ni está prescrito, sino que es un equilibrio entre los deseos de la nueva mayoría y las instituciones republicanas para su contrapeso, entonces estamos ante un populismo democrático y progresista. En el populismo reaccionario, el pueblo se expresa inequívocamente y solo una vez, restableciendo alguna suerte de orden natural; en el progresista se reconoce el carácter democrático y contingente de la comunidad, lo que supone una importancia decisiva de las instituciones y contrapesos que reflejen, protejan e integren la pluralidad existente.

En ambos casos, y esto es lo fundamental, la promesa destituyente –“que se vayan todos”- es creíble y puede ser hegemónica porque denuncia el desorden de los de arriba y propone a los de abajo como pilares de un orden cierto y al alcance. Propondré dos ejemplos de la actualidad:
Trump no es sólo un patán que protagoniza constantes salidas de tono que le permiten generar titulares ruidosos. También es, de alguna manera, quien ofrece una alternativa creíble a sectores amplios que se sienten olvidados. No sólo fija como enemigos a los políticos de Washington y a los inmigrantes, también propone “hacer américa grande de nuevo”: una utopía -reaccionaria, pero utopía- creíble y fácil de imaginar. Es creíble en su dureza contra el establishment que habría traicionado a los norteamericanos porque al tiempo es portador de una oferta de orden. No es tampoco el candidato del antagonismo total: golpea a los “burócratas” pero libera de toda culpa a los grandes capitalistas norteamericanos, los que han multiplicado sus patrimonios en los años en que más se han ensanchado las desigualdades. Es outsider ma non troppo: se presenta como ajeno al mundo político pero se preocupa de encarnar bien el mito del empresario hecho a sí mismo. Tiene un pie en el rechazo a lo existente y otro muy anclado en el sentido común (conservador pero también popular) de Estados Unidos.

Por su parte, Marine Le Pen no es su padre. No es sólo una dirigente escandalizadora y polarizadora -que también- sino que, como bien explica en sus artículos Guillermo Fernández, se ha preocupado de librar un combate narrativo para apropiarse de las nociones de la tradición republicana francesa, así como de ser quien pueda enarbolar la bandera de “volver a poner a Francia en orden”. En ambos casos vemos un pie en la impugnación y otro en una promesa creíble de orden; un pie en el cambio y otro en el sentido común ya existente. Se pueden, por supuesto, imaginar nuevas formas de construcción hegemónica y nuevos contenidos, opuestos a los de las fuerzas reacionarias; de hecho se deben. Pero ha de partirse siempre de este equilibrio, de la comprensión de la naturaleza contradictoria sin la cual no hay posibilidad de hegemonía. Afirmar sólo una parte de la ecuación, quedarse sólo con una posición del péndulo, equivale a quedarse con ninguna.

Marine Le Pen no es su padre. Se ha preocupado de librar un combate narrativo para apropiarse de las nociones de la tradición republicana francesa, así como de ser quien pueda enarbolar la bandera de “volver a poner a Francia en orden”

Estado, comunidad y protección frente a la incertidumbre

La segunda consideración es la que concierne al grado de desarrollo del Estado y las instituciones en cada país. Las fuerzas políticas que surgen en Europa y Estados Unidos en medio de esta “época caliente” o “momento populista” tienen al menos una diferencia fundamental con las que surgen en países de la periferia del sistema-mundo: irrumpen en Estados densos, complejos y bien implantados, que monopolizan la gestión del territorio y la violencia, que ofrecen un alto grado de institucionalización y por tanto de la administración de los comportamientos, las expectativas y las creencias. Esto marca de forma definitiva los posibles recorridos, como sabemos desde hace tiempo. Ya Gramsci, en su estudio de las diferencias entre Rusia e Italia, abordaba sus implicaciones estratégicas: la “guerra de asalto” de los revolucionarios de Oriente no podía desarrollarse de la misma manera en Occidente, que tiene en las trincheras ideológicas, en la guerra de posiciones de las instituciones y la sociedad civil, su campo de batalla decisivo por el sentido común de época.

En general, podemos decir que el grado de rupturismo que sea asumible por una mayoría de la población tiene una relación directamente proporcionalidad con el nivel de descomposición institucional. En países con administraciones que ordenan la vida de los ciudadanos -y los construyen así más como “ciudadanos” que como “pueblo” salvo quizás en momentos de alta intensidad política- la disputa política sigue más la forma de una guerra de posiciones en el Estado, en el que es necesario arrebatar al adversario su prestigio, su capacidad de infundir confianza a amplios y diversos sectores sociales, su capacidad de reclutar y formar cuadros de gestión y dirección pública y su capacidad de articular una amplia red detrás de un proyecto de Estado. Máxime cuando el contenido principal de la crisis política, de la fractura entre representantes y representados, es una percepción de los representados de que los de arriba se han saltado sus propias normas y han dado la espalda a aquellos para los que deberían trabajar: el pueblo.

el grado de rupturismo asumible por una mayoría de la población tiene una relación directamente proporcionalidad con el nivel de descomposición institucional

Este dato es de crucial importancia: no es solo que las élites no hayan contado con los de abajo últimamente para dirigir el país -nunca lo han hecho, en realidad- es que incluso han renunciado a integrarlos de forma pasiva como antaño, a otorgarles un lugar siquiera subordinado, y han creído que podían permitirse chocar directamente contra ellos. Hay así un componente conservador o “nostálgico” en la contestación a las élites que las fuerzas progresistas no pueden obviar o le regalarán nuestro tiempo a los reaccionarios: un deseo explícito o implícito de “volver a los pactos de posguerra” de una enorme efectividad política, por mucho que economistas y ecólogos adviertan con razón de su imposibilidad material. Cuando las fuerzas populares profetizan las siete plagas de Egipto como condición del cambio, nuestras sociedades suelen preferir, con buen tino, la conservación de lo existente. Su función histórica debe ser, más bien, la de representar ese anhelo nostálgico al tiempo que le da una respuesta innovadora y transformadora en el día a día para reconstruir un nuevo pacto social del S. XXI que equilibre la balanza y derrote la ofensiva codiciosa de los de arriba.

El contenido del radicalismo democrático posible y necesario en nuestro tiempo, por tanto, no es el de romper los acuerdos sociales sino fundarlos de nuevo, no es aumentar la incertidumbre sino reducirla, no es “rasgar el orden” sino restablecerlo: infundir capacidades y confianza en los de abajo, ampliar su radio de acción, fortalecer sus vínculos como comunidad y los dispositivos institucionales a su servicio. En la medida en que son los sectores oligárquicos quienes están a la ofensiva y dan por rotos los contrapesos y los acuerdos y garantías de los pactos sociales, en la medida en que hoy la dirección de los privilegiados es la chapuza, la desorganización y el cortoplacismo, es imperativo construirles como antisistema y levantar proyectos transversales y nacional-populares que ofrezcan amplios y duraderos acuerdos sociales con las necesidades de las mayorías olvidadas en el centro. La ofensiva de los privilegiados es fiera en términos políticos y económicos pero considerablemente débil en términos culturales: no ofrece horizontes atractivos para la mayoría. La resignación y el miedo son mecanismos defensivos pero no pilares sólidos para fundar un orden. En esa brecha se ubican las posibilidades de recuperación de una idea democrática, cívica y solidaria de Patria y, consecutivamente, de Europa.

Una virtud de los proyectos nacional-populares es que asumen la composición cultural e ideológica de las sociedades en las que se despliegan. Ello no para quedarse quietos, pero tampoco para actuar como vanguardia consciente que “ilumina”, “desvela la verdad” o pone “frente a las contradicciones centrales” -el abanico de metáforas del mecanicismo tradicional de la izquierda es al respecto muy amplio- a unas mayorías que desprecia, en lo que Eugenio del Río llama “pensamiento de minoría”. Los proyectos nacional-populares están más lejos de la noción de "ideología” y más cerca de la de “sentido común”, y se aplican a construir o resignificar mitos populares, enraizados en el imaginario colectivo, que puedan ser movilizados contra las élites pero que sean al mismo tiempo portadores de una promesa creíble de seguridad.

Como hemos visto a lo largo de la vibrante campaña electoral francesa de los últimos meses, parece evidente que el nuevo tiempo aparece marcado por un deseo creciente de pertenencia comunitaria, protección estatal y soberanía popular -entendida como el poder de la gente corriente- frente a unas élites masivamente tenidas por despreocupadas, endogámicas e incapaces de ofrecer certidumbre o identidad. Es una urgencia democrática que en esa dicotomía entre proyectos comunitarios y proyectos neoliberales, el primer polo lo ocupen fuerzas progresistas en lugar de fuerzas xenófobas y reaccionarias. Para ello necesitamos una buena comprensión de los fenómenos populistas, que nos aleje de los viejos errores, y una práctica política a la altura, que mantenga como triple brújula la transformación aquí y ahora de la vida de la gente, la inequívoca vocación de mayorías y la inmediata vocación de gobierno. 

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Iñigo Errejón

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20 comentario(s)

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  1. Hernán Elvira

    Aunque un poco tardío, pongo aquí un comentario al texto de Errejón, por si a alguien le interesa :) http://www.elvarapalo.com/el-cajon-de-sartre/errejon-politica-identitaria-restablecimiento-del-orden.html

    Hace 6 años 11 meses

  2. Pepe Grilo

    Apreciado amigo Íñigo: "Ni Patrie, ni Patron"

    Hace 7 años 7 meses

  3. Felipe

    Encuentro todo bastante galimatiesco… exceso de palabras… retórica en el mal sentido y muy poco contenido real, menos movilizador y nada programático… salvo decir que hay que ser de izquierdas en vez de reaccionario y xenófobo de derechas. ¿Por qué en la hora de lo nuevo tiene que dominar lo comunitario y popular? ¿Por qué no se habla de ciudadanía, derechos y objetivos… sin lo cual todo lo otro carece de base? Las alusiones, descalificaciones, de la socialdemocracia son completamente irrelevantes, voluntaristas… puro decreto verbal. ¿Por qué no ofrece análisis concretos de trayectorias afines a este populismo de izquierdas… en Grecia, Portugal, etc.? Entenderíamos algo de lo que propone, conclusiones de experiencias afines y, quizá, autocrítica… Me ha gustado un párrafo que empieza "El contenido del radicalismo democrático posible y necesario en nuestro tiempo…" pero no pasa de ahí. En fin, propondría reducir la palabrería excesiva, centrarse en análisis los problemas principales de las ciudadanías y en las ideas de todo tipo para hacerles frente.

    Hace 7 años 7 meses

  4. Felipe

    Encuentro todo bastante galimatiesco… exceso de palabras… retórica en el mal sentido y muy poco contenido real, menos movilizador y nada programático… salvo decir que hay que ser de izquierdas en vez de reaccionario y xenófobo de derechas. ¿Por qué en la hora de lo nuevo tiene que dominar lo comunitario y popular? ¿Por qué no se habla de ciudadanía, derechos y objetivos… sin lo cual todo lo otro carece de base? Las alusiones, descalificaciones, de la socialdemocracia son completamente irrelevantes, voluntaristas… puro decreto verbal. ¿Por qué no ofrece análisis concretos de trayectorias afines a este populismo de izquierdas… en Grecia, Portugal, etc.? Entenderíamos algo de lo que propone, conclusiones de experiencias afines y, quizá, autocrítica… Me ha gustado un párrafo que empieza "El contenido del radicalismo democrático posible y necesario en nuestro tiempo…" pero no pasa de ahí. En fin, propondría reducir la palabrería excesiva, centrarse en análisis los problemas principales de las ciudadanías y en las ideas de todo tipo para hacerles frente.

    Hace 7 años 7 meses

  5. No populista

    Encuentro todo bastante galimatiesco… exceso de palabras… retórica en el mal sentido y muy poco contenido real, menos movilizador y nada programático… salvo decir que hay que ser de izquierdas en vez de reaccionario y xenófobo de derechas. ¿Por qué en la hora de lo nuevo tiene que dominar lo comunitario y popular? ¿Por qué no se habla de ciudadanía, derechos y objetivos… sin lo cual todo lo otro carece de base? Las alusiones, descalificaciones, de la socialdemocracia son completamente irrelevantes, voluntaristas… puro decreto verbal. ¿Por qué no ofrece análisis concretos de trayectorias afines a este populismo de izquierdas… en Grecia, Portugal, etc.? Entenderíamos algo de lo que propone, conclusiones de experiencias afines y, quizá, autocrítica… Me ha gustado un párrafo que empieza "El contenido del radicalismo democrático posible y necesario en nuestro tiempo…" pero no pasa de ahí. En fin, propondría reducir la palabrería excesiva, centrarse en análisis los problemas principales de las ciudadanías y en las ideas de todo tipo para hacerles frente.

    Hace 7 años 7 meses

  6. David de Ugarte

    Creo que hace un uso de «comunitarismo» que quiere decir lo contrario de «comunitarismo» https://lasindias.blog/en-que-consiste-el-comunitarismo-de-errejon

    Hace 7 años 7 meses

  7. Galeno1

    Para los de Unidos Podemos que están a piñón fijo con la palabra izquierda en la boca (como aquello de: con el carné en la boca) definiendo la izquierda, la suya, como la única y verdadera, aquél que está dispuesto a pactar para hacer políticas alternativas a las del PP, y no fija un enemigo, se convierte en cómplice de la socialdemocracia, o de lo que sea, mientras que a juicio del que los juzga, no sea la izquierda particular de él (del juzgador), ya que dicho juzgador dice, que la suya particular, es la única y verdadera. Saludos cordiales.

    Hace 7 años 7 meses

  8. Galeno1

    Juanele: ¿Podrías explicar que entiendes por la palabra orden aplicada a una sociedad? En mi caso la entiendo en este sentido: El orden actual que hay en España es el que marca el establishment que hay o si prefieres el statu quo que hay en España. Por lo que un orden alternativo, sería distinto al que ha implantado el establishment que tenemos. Saludos cordiales.

    Hace 7 años 7 meses

  9. Bruno

    Errejón acierta en su crítica a la izquierda tradicional. Razón por la cual ha sido relegado a un segundo plano en Podemos. Insiste en querer asimilar la socialdemocracia a cualquier suerte de neoliberalismo y de establishment en su sentido más opaco. aquellos que mueven los destinos de las naciones a espaldas de su pueblo e insiste en las bondades del populismo entendido como movimiento social que representa el gobierno del pueblo. En realidad el populismo no es más que un disfraz que vale a cualquiera sea de izquierdas, de centro o de derechas. Consiste en presentarse como la imagen rediviva del pueblo y fijar un enemigo: el establishment. Pero este planteamiento por mucho que lo llenemos de palabras y cierta pedantería es un discurso vacío.

    Hace 7 años 7 meses

  10. Bruno

    Me gusta la crítica que hace Inigo de la izquierda tradicional. Es ese mismo punto de vista el que le ha dejado fuera y apartado de la cabeza de Podemos pero es valiente por su parte ser crítico. La izquierda como la derecha viven en la autocomplacencia en la que solo existen como contraposición negativa pero no como reivindicación positiva de un proyecto alternativo. En cualquier caso, está en cualquier miembro de Podemos el mata viejo y gastado, desde tiempos franquistas, de tratar de asimilar la socialdemocracia a cualquier suerte de establishment neoliberal o algo peor porque, no nos engañemos, hay una partida pendiente entre el Psoe y Podemos que se jugará en las próximas elecciones. ¿habrá sorpasso? yo pienso que no. Podemos ha elegido ser la vieja IU. No se si el Psoe volverá a gobernar por el camino que va pero lo que está claro es que no parece un buen argumento el decir que aquél que está dispuesto a pactar y no fija un enemigo se convierte en complice de no se qué. Tener un discurso frentista y antiestablishment moviliza voto pero como se ha podido de momento en España no ofrece mayorías. Habrá que pactar. Seas populista de izquierdas, de centro o de derechas. De modo que mas vale reconocerse como igual y respetar las otras opciones sin descalificaciones generales.

    Hace 7 años 7 meses

  11. Galeno 1

    Jesús Sánchez: Aparentemente por tu comentario, no te has dado cuenta aún de lo que es Podemos. Iñigo en uno de los portavoces de un círculo sectorial de Podemos, llamado “Recuperar la Ilusión” que es el que tiene el ADN 15M no politizado partidariamente. No se puede pensar en Podemos utilizando los parámetros de la política al uso. Podemos es algo nuevo políticamente hablando. Es una herramienta cuyo sustrato común es la defensa de la democracia real y de los DDHH. Nada más y nada menos. El resto son subjetividades agrupadas en círculos. Uralde antes de aparecer Podemos, logró agrupar subjetividades con prioridad ecologista, igual que los del PACMA lograron agrupar las subjetividades animalistas (subjetividad tipo sociedad protectora de animales, subjetividad tipo VEGANO, etcétera. Sobre lo de VEGANO no entiendo como a Espinar se le ocurre poner fotos de una mariscada. Esperemos que no se le ocurra poner una foto paseando a un perro, como Aguirre paseó a Pecas, pero con el rabo cortado o algo parecido). EQUO y PACMA son círculos y podían ser hoy, círculos de Podemos. De hecho EQUO lo es, y su portavoz mas conocido es Uralde. Nadie te impide, Jesús, a ti o a quien quiera, crear un círculo en Podemos que se llame Izquierda. Al igual que Iglesias es portavoz de un círculo llamado “Juntas Podemos” y quiere crecer haciendo un círculo que se llame Unidad Popular, al estilo de la Unidad Popular griega pero con ¿Varoufakis en vez de Lafanzanis? Saludos cordiales.

    Hace 7 años 7 meses

  12. Juanele

    Como escribía Julián Benda en su libro "La traición de los clérigos", «Todo el mundo percibe lo trágico de esta noticia: "se ha restablecido el orden".» Todo orden es un espacio cerrado y, por lo mismo, reaccionario, susceptible de convertirse, más pronto que tarde, en espacio de dominación. Cuando escucho hablar de Orden, se me ponen los pelos como escarpias. Por lo demás, interesante artículo.

    Hace 7 años 7 meses

  13. Galeno1

    seve: Coincido contigo en lo de la zona amplia de sombra, y te digo que Errejón suele explicar antes, esas zonas de sombra, al menos con un tuit o varios. Por ejemplo, hace unos días explicó la "mentalidad de minoría", donde además en el foro del propio tuit se aclaran dudas. Saludos cordiales. Nota: Errejón explicó en Twitter la mentalidad de minoria, de esta forma: “La mentalidad de minoría, es uno de los mayores peligros que se ciernen sobre las minorías pretendidamente esclarecidas, conscientes, de vanguardia Una manifestación muy frecuente de esa mentalidad es una actitud altiva, de superioridad y de desconfianza hacia las mayorías sociales, a las que se mira como políticamente atrasadas o desconocedoras de sus auténticos intereses, los cuales sí son percibidos, al parecer, por las minorías lúcidas. Este concepto de los “auténticos intereses”, inaccesibles por lo que se ve para los sujetos de esos intereses, es fundamental en esta concepción. No puedo decir que esa mentalidad de minoría haya desaparecido; la encuentro más a menudo de lo que me gustaría.” (Eugenio del Río) https://twitter.com/ierrejon/status/853310347469631490 “Juan‏ @ninaux74 16 abr. En respuesta a @ierrejon @PodemosGB Está clarísimo, es el "nosotros sabemos lo que necesitais" y lo que es peor "lo que debeis sentir"”

    Hace 7 años 7 meses

  14. Galeno1

    Podemos trasciende todo lo conocido en política real que se haya llevado a la práctica alguna vez desde al menos el siglo XIX, incluido el populismo, por ello llamarle populismo o populista, es restringirlo, acotarlo. hay que buscar un nombre para definir la agrupación de subjetividades que es Podemos. Propongo: Subjetivismo o subjetivistas. Saludos cordiales.

    Hace 7 años 7 meses

  15. Galeno1

    Ciudadanok: En tu comentario dices “Otra cosa es encontrar la hoja de ruta para lo que Iñigo llama sistema-mundo, porque ya no hay camino posible en solitario ahora que la civilización humana, por primera vez en su historia, ha empezado a funcionar como un sistema interelacionado.” En mi opinión, es posible encontrar el camino en solitario y lo ha encontrado Podemos con los círculos. Podemos trasciende cualquier sistema (socialismo, liberalismo, capitalismo, comunismo, catolicismo, populismo, islamismo, budismo, totalitarismo… cualquiera). Lo único común en Podemos es la defensa de la democracia real, y la defensa de los DDHH (DR+DDHH). Podemos es una herramienta para agrupar “subjetividades DR+DDHH” en lo que se ha llamado círculos sectoriales. Tú puedes crear un círculo de lo que quieras y ponerle el nombre que quieras. Por ejemplo “Círculo Liberal” o “Círculo Comunista” o “Círculo Populista” o “Círculo Feminista” o “Círculo de Enfermeras” o “Círculo de Espiritualidad” 0 “Círculo Paz en el Mundo” etcétera, y hacer tus documentos organizativos y políticos, con el tipo de organización (piramidal, horizontal, etcétera) y con las propuestas políticas y la hoja de ruta (conjunto de actividades con su duración y secuencia en el tiempo, así como la cantidad de personas y de recursos materiales para conseguir lo que en ello se dice). Con tu círculo con su nombre y con tus documentos, otros individuas al enterarse de tu existencia, podrán ver que coinciden con tu individualidad plasmada en tu círculo, y se agregarán, con lo que tu círculo crecerá. Cuando haya un Vistalegre, os presentáis, en solitario o en confluencia, y si ganáis, tendréis la organización para poder dar el salto a las instituciones del gobierno del estado del Reino de España, o de la Unión Europea” etcétera. Podemos no es populista, lo trasciende, al igual que trasciende a la izquierda, a la derecha, al socialismo, al comunismo, al liberalismo… Podemos es una agrupación de subjetividades, por lo que podría llamarse movimiento subjetivista o subjetivismo. Saludos cordiales.

    Hace 7 años 7 meses

  16. Jesús Sánchez

    Iñigo cree que está descubriendo el populismo como algo novedoso y se equivoca, el populismo norteamericano tiene casi siglo y medio de vida, los populistas tuvieron gran influencia en la Rusia de fines del siglo XIX, América Latina ha conocido desde hace varias décadas diversos fenómenos populistas de diverso, signos, Francia ya conoció el fenómeno populista en el siglo XIX con Georges Boulanger y en el XX con De Gaulle, y en Italia, antes del M5E goberno por más de una década el populista Berlousconi. ¿Y que proyestos de sociedad, que soluciones han aportado? Pues los hay de todo tipo, pero ni de un lado consiguieron derrumbar los sistemas liberales, ni de otro, construyeron sistemas sociales diferentes (y menos aún, más progresistas). La fobia de Iñigo con la izquierda (y no faltan razones para criticarla) le lleva a descubrir una herramienta política que ya es muy vieja y tampoco ha aportado soluciones de las que aprender.

    Hace 7 años 7 meses

  17. ciudadanok

    Brillante análisis. Ni que decir tiene. Pensamiento nuevo para un tiempo nuevo, también. Me vale como hoja de ruta para una España en el entorno europeo. Otra cosa es encontrar la hoja de ruta para lo que Iñigo llama sistema-mundo, porque ya no hay camino posible en solitario ahora que la civilización humana, por primera vez en su historia, ha empezado a funcionar como un sistema interelacionado. Pero, evidentemente, tendremos que ir por partes. Enhorabuena por el artículo, me hace ser optimista sobre el futuro de mi país. Veamos que votan en Francia y luego hablamos también del sistema-Europa.

    Hace 7 años 7 meses

  18. Javier Paniagua

    ¿ES TRUMP UN MARXISTA SOVIÉTICO? Javier Paniagua (CONFIDENCIAS) ¿Y si Donald Trump fuera marxista soviético sin saberlo? El presidente es un defensor de la clase obrera tradicional norteamericana. Si nos fijamos en los estudios de quienes le han votado descubrimos que una inmensa mayoría de esos 60 millones son obreros industriales con problemas de reconversión y agricultores temerosos de la competencia internacional junto a la deslocalización de muchas empresas que buscan estatus más favorables para contratar trabajadores menos caros que en EEUU y pagar menos impuestos en los países donde se instala. Sus formas descubren una imagen de millonario machista y reaccionario socialmente que quiere potenciar el poder económico y militar norteamericano. Conecta con la mentalidad de muchas familias obreras y campesinas que viven en los estados del Centro de los EEUU y han visto peligrar sus puestos de trabajo ante la competencia internacional. Entonces, si la clase obrera industrial es la que tiene la capacidad directiva en el esquema marxista las políticas de Trump se dirigen igualmente a protegerla y reforzarla, No estoy refiriéndome al marxismo inglés, el de Hobsbawm, Dobb, E.P. Thompson o Hilton, ni tampoco el francés de Lebreve, Vilar, Poulanzas o Althusser, del de Italia con Gramci, o el de EEUU con Sweezy, Baran o Wallersteirn, ni el marxismo analítico de los últimos tiempos. Trump se enclavaría en el marxismo soviético con su dogmatismo en todos los ámbitos sociales (arte, filosofía, género o costumbres) Ya Stalin decretó que el materialismo solo podía interpretarse desde el marxismo-leninismo como ratificó en 1929 la Conferencia de Instituciones Marxistas-Leninistas, parcialmente modificada en 1956 por Krushchov. La historia y la economía debían ir por donde señalaba el PCUS: asegurar el trabajo de los obreros industriales y de los campesinos, mantener controlada a las minorías nacionales y aquellas etnias no eslavas intentando rusificarlas con el envoltorio de las repúblicas soviéticas, enclavándolas en sus contornos geográficos con un control absoluto de las migraciones interiores. La tendencia a transformar la realidad en hechos alternativos y trasmitir lo que conviene con esas hipérboles conscientes tiene relación con la historia de los medios soviéticos y la manipulación de videos y fotos. Los comunismos soviético y chino utilizaron un sucedáneo de marxismo como ideología para conseguir el desarrollo de sus sociedades atrasadas, estimulando la agricultura colectivizada, potenciando la industria y los armamentos con grandes costos sociales. Al final sus modelos económicos socialistas fueron vías para llegar al capitalismo sin modificar sus estructuras políticas autoritarias. ¿Qué diferencias existen entre la nomenclatura dirigente de la URSS y el aparato creado por Putin con la revitalización del nacionalismo ruso? Que la Iglesia Ortodoxa ha ocupado otra vez su espacio. Salvando las distancias Trump utiliza modelos iguales de crecimiento, pero tiene el hándicap de una sociedad con estructuras institucionales liberales, bastante independientes, que dificultan sus propuestas. Nacionalismo, proteccionismo de la agricultura y la industria, estímulos del Estado para las infraestructuras, unidad étnica, control riguroso de las migraciones, aumento de los presupuestos militares, reforzamiento de los grandes magnates empresariales como fórmula de estabilizar la economía nacional, escepticismo ante valores internacionales comunes, rechazo del cambio climático, vuelta a costumbres tradicionales y a una defensa contundente del orden público, mantenimiento del estatuó quo internacional. Hay una posible línea de continuidad entre la concepción política de Trump, y la utilización del marxismo que instauraron los jerarcas soviéticos y continúa en el modelo de Putin. Ideologías diferentes y contrapuestas pueden generar políticas semejantes. La degradación del liberalismo lleva al fascismo y la del marxismo al sovietismo

    Hace 7 años 7 meses

  19. Galeno1

    Un movimiento político es hijo de su tiempo, y crece si coge los "colores" del lugar donde vive, en caso contrario, decrece. Saludos cordiales.

    Hace 7 años 7 meses

  20. seve

    Como prácticamente todo lo lo que escribe Iñigo, en mi caso no puedo menos que estar completamente de acuerdo. Muy modestamente, porque a los que nos hemos formado en facultades que no son de ciencia política, hay siempre conceptos (y por supuesto referencias) que nos dejan una amplia zona de sombra en sus escritos. Al final no se puede dejar de tener la sensación que las personas del pueblo no tendrán (tendremos) ninguna oportunidad de entender a los teóricos populistas. Y seguirán (de eso creo que me salvo, gracias a unos cuantos que saben comunicar) eternamente abducidos por los medios en manos de la derecha. O sea, votando sistemáticamente a los que les engañan y les roban. Y si además escuchas (o lees) a los contrincantes de Iñigo en Podemos, te preguntas dónde está la diferencia relevante. En los discursos y opiniones yo no la puedo encontrar. Pero como no puedo asumir que tanto enfrentamiento, usando ciertos comportamientos que no parecen muy éticos, no tenga ninguna base real solo me queda suponer una cosa: alguien me está ocultando sus objetivos o parte de ellos.

    Hace 7 años 7 meses

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