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La moción de censura, propuesta por Podemos, lo tiene todo. Como producto autóctono, sólo es comparable a la aceituna rellena, otro diseño divertido, sorprendente y nutritivo. Pero también, e importante, provisto de serie con un importante agujero. Bueno. Moción. Divertida, sorprendente, nutritiva. Y con agujero. Al turrón.

DIVERTIDA. Desde 2014 la política, si nos ponemos flamencos, está en trance de ser reconducida. O, al menos, ha desaparecido el miedo y la cara de perplejidad en la clase política. La solución momentánea e institucional a la crisis española --aguda y agudizándose aún; lo hará todavía más-- fue lacónica y sólo consistió en dos movimientos. Movimiento a): abdicar al rey, desvincular la Monarquía de la que estaba cayendo --estaba cayendo todo; y también el relativismo ante la corrupción estructural--. Movimiento b): no hacer nada, dejar que el tiempo pasara. El tiempo, en fin, lo cura todo, en tanto todo es tiempo. Visto lo visto, tanto a) como b) fueron dos genialidades, que sin duda han colaborado en la creación de la perspectiva actual. Perspectiva actual: vuelve el fatalismo. Menéndez Pelayo lo llamaba fatalismo árabe, la sociología en los 70 lo llamó franquismo sociológico, y yo dudo entre llamarlo Alfredo o resignación. El caso es que casos que afectaban a la línea de flotación del Régimen --Nóos, Gürtel, Bárcenas, Palau, ERE--, que hubieran supuesto, en cualquier otra cultura europea, una catarsis de consecuencias imprevisibles, no lo han hecho, sino que se han convertido en paisaje. Es más, la sensación es que ni los medios, ni la política, ni la justicia, ni grandes tramos de la ciudadanía aluden a la realidad política e institucional, en su esencia cotidiana, como algo espectacular, insoportable, inasumible, excepcional, radical. Un apaga-y-vámonos, un punto sin retorno. La moción de censura, sustentada en un nuevo caso de corrupción king-size, puede desautomatizar toda esta percepción de la realidad. Volverla a hacer visible. Es decir, intolerable. Desautomatizar las cosas, ver que lo de siempre no es lo de siempre, sino un fenómeno inquietante y no previsto, es divertido. La poesía consiste en eso. La política, en muy raras ocasiones. Desautomatizar la corrupción, en el contexto español, equivale, por cierto, a visualizar el Régimen como una cultura y unos resortes democráticos que no han funcionado en la crisis económica, social, de régimen y democrática.

SORPRENDENTE. Lo es porque llama la atención en su sola dirección. Lo que indica que la moción de censura puede llamar la atención --de hecho, ya lo está haciendo-- de otras atenciones que miraban en otras direcciones. En ese sentido, puede dificultar discursos asentados en no observar el dramatismo de la realidad. Puede asentar, así, un momento de contradicción en unas fuerzas políticas que, por ejemplo, se han desgañitado en pedir el voto para Macron frente a Le Pen, mientras aquí votaron como gobierno a una fuerza que parece aunar lo peor del macronismo y del ultranacionalismo. Y, si cabe, del currojimenismo. Puede visualizar, en fin, la crisis española y sus bandos. Quién engrosa la crisis española, la posdemocracia y la austeridad para varias generaciones, y quién engrosa un bando diferenciado. Puede visualizar, en fin, el carácter anormal de la normalidad. Y ya lo está haciendo. Las primarias del PSOE ya están afectadas por ese cambio de dirección en la atención de las cosas. El PSOE resultante deberá asumir que su futuro inmediato pasa por hacer política con las nuevas izquierdas. O, definitivamente, apostar por la inexistencia de todo lo que ha pasado desde la eclosión de la crisis, en 2011. Ambas opciones serán traumáticas para el PSOE --y, snif, también para las nuevas izquierdas, que deberán prever cambios estéticos y éticos-- para adaptarse a su nuevo socio. Un socio, por otra parte, exigente. Un partido que, en su historia, ha carecido de grandes momentos de entendimiento interno vuelve a tener una razón de ser importante. Sobrevivir.

LO NUTRITIVO. Nutrir los puntos de vista que no atienden al carácter excepcional y en crisis de la democracia española empieza a ser un oficio. Lo es ya. Se trata de un nuevo-viejo periodismo y unos nuevos-viejos medios que ya no informan tanto sobre la realidad, sino sobre lo más conveniente para que se produzca una realidad y no otra. En ese sentido, empezamos a disfrutar de las portadas más raras de Europa, y de los tratamientos informativos más novedosos. Los medios, que no han proclamado la crisis española, la han aplazado. Cabe suponer que también aplazarán la información sobre esta moción de censura. Y que será minimizada y ridiculizada. La propia moción de censura y su espectacularidad, en ese sentido, puede crear mecanismos de corrección a todo ello en la red. Recordemos, en ese sentido, que la red nutrió de más y mejor información, y más rápida, que los medios antiguos en el ínterin 2011-2014.

PERO UNA ACEITUNA RELLENA ES, BÁSICAMENTE, UN AGUJERO. La moción está destinada al fracaso. Pero no a la ruina. Puede ser, además de un elemento de contradicción y visualización de lo negado en instituciones, política y medios, un espectáculo mayor. La visualización de otra realidad, de otras posibilidades, de otras políticas. Estaría muy bien, en ese sentido, presentar un candidato de fuera de la política, sexy y con mixed-emotions, que visualice que esta crisis no es tanto un drama político como social. Y que pierda la votación, pero que gane la proyección. Realizar todo ello es un trabajo. Político. Le iría bien a Podemos emitir política. Algo que no emite con uniformidad desde 2014. Podemos es un drama. Para desarticular la mayor amenaza política que ha tenido el Régimen, ha bastado la subvención subsiguiente al logro de escaños, que ha creado una auténtica y continuada guerra civil para acceder a trabajos de liberado de 1000-1500 euros. Es un partido abandonado a dinámicas anteriores al 15M, propias de la izquierda española más sosa, como la búsqueda de trabajo y, por el mismo precio, de enemigos internos a los que neutralizar. Carece de una estructura diferenciada de otro partido viejo en su verticalidad. Lo que orienta a visualizar que puede ir careciendo, progresivamente, de otras diferenciaciones. Es una máquina de emitir declaraciones, que en pocos meses perdió más de un millón de votos. Es una estructura. En ese sentido, es un agujero. De algo que debería estar lleno, pero que se ha ido vaciando. También por desánimo, tras un proceso iniciado hace ya seis años. Quizás niquelar la moción, ser útiles a los sectores precarios de la sociedad, en esa región de la política que es la política institucional, puede evitar que sea otro partido más al uso. Puede volver a provocar tensión entre las personas que deberían haber sometido a tensión, también, a Podemos.