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Ha sido importante y contundente el gesto de presentar la iniciativa de una moción de censura al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ya que responde a un imperativo ético-político que muchos podemos compartir. Ahora bien, desgraciadamente el cuándo y el cómo de la forma que se ha planteado desde la dirección de Unidos Podemos no ha contribuido –me sumo en ese diagnóstico al realizado desde Asturias por Gaspar Llamazares- a que en torno a dicho imperativo se haya producido el diálogo necesario entre fuerzas políticas para hacer de verdad efectiva dicha moción. Por ello, dado que en vez de diálogo se ha dado un alejamiento entre partidos que debían coincidir en el objetivo de sacar a Rajoy del gobierno, por su responsabilidad ante la corrupción sistémica del PP y por sus políticas antisociales, es por lo que cabe preguntarnos si no se nos convierte una justificada moción de censura en una “moción de fisura”. Una vez más se ofrece a la ciudadanía el espectáculo de unas izquierdas incapaces de pactar para alcanzar objetivos comunes en beneficio de la mayoría y, desde luego, a favor de la dignidad democrática de nuestra sociedad. El efecto perverso es que se desplaza la atención de la corrupción que se denuncia a las divergencias que se manifiestan en cómo proceder para su erradicación. Y no es mera cuestión de formas, pues en democracia los procedimientos llevan incorporados contenidos de valores que nos son imprescindibles. El respeto que nos debemos como ciudadanas y ciudadanos no es mera formalidad.
Pongamos por delante una premisa: Rajoy no tenía que ser el presidente del Gobierno de España. El “no” a su investidura, defendido por distintas fuerzas políticas y por Pedro Sánchez en su última etapa como secretario general del PSOE, con otros muchos que le acompañábamos en tal posición, estaba totalmente fundado. Por dignidad política. Pero es más, con mirada retrospectiva hay que decir que a Rajoy no se le debió permitir que acabara su anterior mandato como presidente. Es decir, se le debió presentar una moción de censura ya hace años. En mi caso, así lo propugné, pues había razones y condiciones para intentarla.
a Rajoy no se le debió permitir que acabara su anterior mandato como presidente. Se le debió presentar una moción de censura ya hace años. En mi caso, así lo propugné, pues había razones y condiciones para intentarla
Ahora, sin embargo, cuando Unidos Podemos ha planteado llevar a cabo una moción de censura, siendo del todo verdad que los motivos incluso se han incrementado, lo cierto es que las condiciones no están de momento dadas y, por tanto, hay que prepararlas. Ello es así, máxime si se necesitan alianzas para contar con mayoría suficiente. El camino no es presentar la intención de moción de censura en rueda de prensa unos minutos después de decirlo a los potenciales aliados. Conociendo lo que se exige a una moción de censura en nuestro ordenamiento legal, hubiera requerido una negociación previa a su anuncio como algo inmediato. Si la efectividad de la medida reclama aliados en torno a un programa alternativo y a una candidatura a la presidencia del gobierno, lo menos es haber sondeado su posibilidad con quienes podrían –y en su caso hasta deberían- suscribir la moción contra el actual presidente del Gobierno. En cuanto a las propias formaciones políticas que integran Unidos Podemos y al grupo parlamentario que forman, no es tampoco menor la exigencia de suficiente debate interno en torno a una decisión de tal calado.
Llevan razón todas las voces que señalan que, dado el desprestigio de nuestras instituciones democráticas a causa de los escándalos de corrupción política que afecta al PP –y no sólo a este partido-, así como por las actitudes obstruccionistas en cuanto a la persecución de la misma que se detectan entre destacados miembros de la cúspide del ministerio fiscal, amén de las muy desatinadas declaraciones de determinados ministros del gobierno, es de todo punto imperioso proceder a una moción de censura. Cierto, mas igualmente es verdad que hay que afinar en cuanto a tiempos y modos para que la efectividad de tal moción sea máxima. Pues, aunque una moción puede tener el legítimo objetivo de desgastar a un gobierno o, como ha señalado Enric Juliana en uno de sus artículos, la pretensión de ganar espacio y crédito en la opinión pública, las circunstancias tan graves por las que pasa el Estado español con un gobierno como el que tiene reclaman que una moción de censura no sólo sea viable en cuanto a presentarla, sino además factible en cuanto al objetivo de que realmente se proceda a un cambio de gobierno. En tal sentido, bien cabe recordar a Antonio Gramsci, precisamente en estos días del LXXX aniversario de su muerte en la cárcel condenado a prisión bajo el fascismo, sosteniendo que en la "guerra de trincheras" hay que ponerse de acuerdo a la hora de salir a campo abierto, para que el enemigo no venza. No debe acabar todo esto suponiendo un regalo para Rajoy, que le consolide al frente del gobierno todos los años posibles de legislatura, debido a que los partidos de la oposición no son capaces de pactar en asunto tan grave como crucial.
hay que afinar en cuanto a tiempos y modos para que la efectividad de tal moción sea máxima. Pues, aunque una moción puede tener el legítimo objetivo de desgastar a un gobierno, debe ser factible en cuanto al objetivo de que realmente se proceda a un cambio de gobierno
A nadie se le escapa que al anuncio de una moción de censura al gobierno del PP pilla al PSOE metido de lleno en un proceso complejo y tenso de primarias para elegir Secretario General. Es por eso que la presión sobre quienes han presentado candidaturas para que se pronuncien al respecto es grande. Quien no tiene especial empeño en pactos por la izquierda y además ha propiciado que gobierne Rajoy promoviendo la abstención en el proceso de investidura para que así sea, no tiene dificultades en mantenerse al margen de una moción que no comparte. Quien, como Pedro Sánchez, ha propugnado el “no” a un gobierno presidido por Rajoy y además ha pedido la comparecencia de éste ante el pleno del Congreso para que dé cuenta de los escándalos ocurridos recientemente bajo su responsabilidad, tiene que afrontar una situación más delicada. Se comprende que no se pronuncie, no ya sobre una moción de censura en general, sino sobre ésta, planteada en un aquí y ahora que no ha contemplado las circunstancias en que se ha de implementar la moción si se quiere un apoyo parlamentario suficiente o, al menos, digno, la cual además se ha lanzado a la arena política sin precisar elementos fundamentales como programa o candidato alternativo. Para colmo se desconsideran los límites que la misma norma constitucional establece respecto a poner en el futuro otra moción de censura una vez que ya se ha oficializado una anterior. De ahí la necesidad de proceder con el mayor rigor respecto a programa, a candidato y a votos para no fallar el tiro.
Desde el PSOE no se actúa, a mi juicio, con la imprescindible inteligencia política cuando como toda respuesta se echa en cara a Podemos que ya tuvo la ocasión de impedir un gobierno del PP tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Sigue siendo, por déficit analítico, un mal argumento recordar sin más que Podemos y PP coincidieron en no dar el voto a Sánchez cuando se presentó en el parlamento para la presidencia del gobierno –por más que efectivamente fuera lamentable que no la alcanzara-. Por otro lado, desde Podemos se pinta la realidad con indeseable brocha gorda cuando se tacha a todo el PSOE de corrupto por distanciarse de la moción que se presenta, o cuando se elude el hecho de que precisamente la dura confrontación electoral que se da en el campo socialista tiene causa en las antagónicas posiciones –nada de postureo- en cuanto a apoyar o no un gobierno del PP. Acaba siendo muestra de escasa voluntad de pacto político por la izquierda el permitirse una falta clamorosa de análisis, no teniendo en cuenta diferencias y matices, lo cual denota un insuficiente planteamiento político –salvo que sólo se persigan los réditos de la incidencia mediática del gesto-.
Desde el PSOE no se actúa, a mi juicio, con la imprescindible inteligencia política cuando como toda respuesta se echa en cara a Podemos que ya tuvo la ocasión de impedir un gobierno del PP tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015
No hace falta insistir, por evidente, que el PSOE no se vería en tan apurados trances si no se hubiera dado el golpe de mano que tuvo lugar para derrocar a su antiguo Secretario General, y si no se hubiera prolongado hasta el día de hoy la interinidad en que se halla por largos meses un partido descabezado. Por lo demás, el Grupo Parlamentario Socialista no tenía que haber sumado sus votos a PP y Ciudadanos para impedir la comparecencia de Rajoy en el Congreso sobre la corrupción que afecta al PP y sobre las impresentables declaraciones de ministros de su Gobierno. Reclamar esa comparecencia es del todo pertinente. Y además serviría de preparación para proceder en el momento adecuado a una moción de censura, cuyo carácter imperativo no se ve mermado por la búsqueda de condiciones idóneas para ello. Será por eso que estos días tanto me acuerdo de aquel libro de hace unas décadas escrito por el comunista alemán Wolfgang Harich, Crítica de la impaciencia revolucionaria, el cual lo que cuestiona de suyo es una impaciencia política que en verdad no es revolucionaria.
Sacar a Rajoy de la presidencia del Gobierno de España es imperiosa necesidad y como tal, aunque no sea la lucha final, requiere que nos agrupemos todos los que así lo queremos por justas y fundadas razones. Sobran, pues, los tacticismos de corto alcance que a la postre se vuelven en contra, haciendo falta, por el contrario, una bien pensada estrategia que, como con todo acierto subrayaba Daniel Bensaïd en su “política profana”, es condición de toda acción política que en verdad lo pretenda ser. Lo que aún cabe preguntar es si serán capaces de ello nuestras izquierdas para que, en situación tan decisiva, lleguemos a refutar con los hechos aquellas palabras del Juan de Mairena de Machado en las que con pesar se decía: “Nuestros políticos llamados de izquierda, un tanto frívolos –digámoslo de pasada- , rara vez calculan, cuando disparan sus fusiles de retórica futurista, el retroceso de las culatas, que suele ser, aunque parezca extraño, más violento que el tiro”. Con una moción apuntaremos bien si conseguimos que no se vuelva moción de fisura, sino que en verdad sea exitosa moción de censura.
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Autor >
José Antonio Pérez Tapias
Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).
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