Los manteros y lateros se organizan para exigir la despenalización
Las penas de cárcel contempladas en el Código Penal, tras su reforma en 2015, abren una espiral de criminalización que puede acabar en la expulsión
Esteban Ordóñez 10/05/2017
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El día 28 de marzo descendió la Carrera de San Jerónimo de Madrid un grupo de unas 100 personas coreando y mostrando varias pancartas. La más grande decía: “Sobrevivir no es delito”. La más pequeña sintetizaba el problema de raíz. Parecía diseñada para que los diputados, en un rápido vistazo, recibieran el mensaje. Era un dibujo: un hombre de espaldas transportando ese saco improvisado en que se convierte una manta cuando un vendedor huye de la policía; sobre la tela, palabras de peso: alquiler, ropa, familia, luz, salud, comida, transporte, cuidados… Todo lo que se mantiene gracias a que ellos pasan el día en la calle vendiendo, corriendo, recibiendo golpes de la policía o siendo arrojados al calabozo. Mabadou es senegalés, lleva tres años en España. Empezó trabajando en hostelería, pero dejaron de darle trabajo. Que te quiten la manta, dice, significa pasar “un mes sin nada”. “No queremos robar ni vender droga”. Sus compañeros asienten.
En 2010, gracias a la presión y a la organización del colectivo, se logró un tipo “muy atenuado” que reducía el castigo de la prisión a las multas y trabajos en beneficio de la comunidad
Piden la despenalización de la manta. No es una utopía. Se trata de enmendar el paso atrás que supuso la reforma del Código Penal de 2015. Esta venta constituye hoy un delito con pena de cárcel. Para los manifestantes esas condenas no significan sólo padecer un tiempo a la sombra, sino que abren una espiral de estigmatización y criminalización que puede acabar en la expulsión. Así lo especificó Tania García, de Papeles por Derecho, frente a la escalinata del Parlamento: “La ley de Extranjería dificulta acceder a una vida más digna en caso de tener antecedentes penales: resulta imposible obtener o renovar el permiso de residencia”.
En 2010, gracias a la presión y a la organización del colectivo, se logró un tipo “muy atenuado” que reducía el castigo de la prisión a las multas y trabajos en beneficio de la comunidad. Un triunfo de un sindicalismo naciente. Pero en su reforma del Código Penal, el PP retomó la cárcel. El pasado diciembre, Unidos Podemos presentó una proposición no de ley para la despenalización, pero “la votación en la Comisión de Justicia para que pase a ser proposición de ley y a debatirse en el Congreso se ha postergado sine die”, explicó Marisa Pérez, de la Asociación Sin Papeles.
Desde el Sindicato de Manteros y Lateros insistieron en advertir de la criminalización de la pobreza y de la inmigración que se expande por Europa. La organización de este colectivo sindical se convierte en legítima defensa. Es luchar por los derechos, pero a la vez generar comunidad, integración. El discurso xenófobo alimenta unas agresiones que, explicaron, aumentan cada día. “A muchos de mis paisanos les han roto el pie, las manos y al final, nada, las denuncias no llegan a ningún lado”, criticó Mabadou frente a las cámaras. Desde el sindicato recuerdan que hay miedo a denunciar porque eso supone revelar su situación irregular y acabar en el CIE o camino de la deportación. El resultado: la indefensión de las víctimas y la impunidad de los agresores. “Está habiendo agresiones arbitrarias especialmente a los lateros porque van solos. Los manteros van en grupo y se comunican entre sí, pero los lateros no… Estamos reuniendo testimonios para promover una investigación”, indicó Marisa Pérez.
Los manifestantes parecían algo inexpertos en el arte de la protesta. Llevaban los lemas anotados en un folio, numerados, y se atropellaban unas frases con otras. La consigna que más ebullición removía se componía de una palabra: “Vergüenza”. Ahí todos gritaban a la vez.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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