Tribuna
La Unión Europea vuelve a tropezar en Serbia
La UE bendice al primer ministro Aleksandar Vučić mientras calla sobre la movilización de una parte de la sociedad que invoca los valores europeos
Martín Alonso Zarza 24/05/2017
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Trump se apresuró a felicitar a Erdogan por su triunfo en el referéndum del 26 de abril. Erdogan había hecho lo propio con el primer ministro serbio, Aleksandar Vučić, por su victoria en las elecciones del 2 de abril. Serbia y Turquía son enemigos eternos según la tesis de los odios ancestrales, hasta el punto de que los fundamentalistas serbios utilizan el término turco como insulto. Ya se sabe, fueron quienes les derrotaron en el Campo de los Mirlos. Vučić invitó a Erdogan a visitar Serbia, y su contraparte aceptó complacido: “Un gran honor ser uno de los primeros huéspedes del flamante nuevo presidente de Serbia” (B92, 04/04/2017).
Añadamos un cuarto actor al tablero. Los observadores de la OSCE y del Consejo de Europa han señalado que el referéndum turco no cumplió con los estándares democráticos, especialmente en lo referente a la imparcialidad de los medios. Los medios de comunicación internacionales han dado cuenta de las quejas de la oposición, que ha denunciado numerosas irregularidades. Pero esos mismos medios internacionales muestran, en su mayoría, una suerte de blackout sobre lo ocurrido en Serbia. Tampoco las instituciones europeas expresaron escrúpulos. Más bien al revés. El comisario Johannes Hahn se felicitó el mismo día en Twitter de la victoria del nuevo hombre fuerte, “haciendo votos por trabajar con el nuevo presidente como partners y amigos para el ingreso de Serbia en la UE”. También Jean-Claude Juncker y Donald Tusk le hicieron llegar sus mensajes de felicitación. Ningún comentario sobre las condiciones de manifiesta falta de imparcialidad en que se había desarrollado la campaña. La OSCE ni siquiera envió observadores, “por falta de tiempo”. Pero anomalías serias fueron denunciadas por la oposición y los colectivos de derechos humanos durante y sobre todo después de las elecciones. La revuelta contra el resultado se extendió por toda Serbia y comprende un amplio espectro social, incluyendo la policía y el ejército que se manifestaron frente al palacio del gobierno. Decenas de miles de manifestantes llenaron las calles de Belgrado. Y la protesta ha mantenido el pulso varias semanas después. Sin que haya conseguido hacerse un espacio en las ondas. Hay que ir a fuentes locales minoritarias o foráneas especializadas, como Le Courrier des Balkans, para atisbar la magnitud del descontento. Con muy pocas excepciones más. Una de ellas, digna de mención por su claridad, es un editorial de The New York Timesque recoge los mismos argumentos que la UE ha blandido, con razón, frente a Erdogan: su victoria acerca a Serbia a la autocracia, tiene el control virtual del poder legislativo y judicial, ha maniatado la libertad de prensa, marginalizado a la oposición y operado una concentración de poder que no augura nada bueno para la democracia.
La revuelta contra el resultado se extendió por toda Serbia y comprende un amplio espectro social, incluyendo la policía y el ejército
¿Por qué el silencio de Europa? Tres argumentos principales. El primero, el de la estabilidad. El segundo, que es un firme cumplidor de la ortodoxia económica. Estos eran los argumentos, recordamos los que tenemos una cierta edad, que se invocaron para apoyar a Milosevic: era tan de los nuestros que era banquero; y además era un hombre fuerte, como Erdogan, y como Vučić. Y hay un tercer argumento que también le acerca a Erdogan: ejerce con mano firme la función freno de la inmigración con el cierre de la denominada ruta de los Balcanes. Para el sociólogo Jovo Bakic, la victoria obedece particularmente al control total de los medios, que quedó patente en el hecho de que dos días antes de los comicios todos los diarios, menos Danas e Informer, llevaban el logo de la campaña de Vučić. “Ni siquiera Milosevic llegó tan lejos”, concluye (Le Courrier des Balkans, 15/04/2017). Por eso desde instancias académicas y movimientos sociales se denuncia el silencio atronador de la UE.
La biografía de Vučić encierra elementos preocupantes y una ilimitada ambición de poder embozada en attrezzo populista. Quienes estábamos en el Memorial de Potocari con motivo del 20 aniversario del genocidio de Srebrenica (julio 2015) tuvimos ocasión de verlo entre otras figuras de relieve, como Clinton. Vučić salió protegido por sus guardaespaldas al ser apedreado. Un incidente despreciable y criticable. Pero le valió para ocupar las portadas y hacer caja con el victimismo entre su electorado: había sido un ataque a Serbia. Durante las guerras de los 90 militó en el Partido Radical Serbio de V. Seselj –no hace falta presentación– y fue ministro de Milosevic. Por entonces hizo famoso el eslogan “Cien musulmanes por cada serbio muerto”. Hasta 2008 defendió a los líderes serbobosnios acusados de genocidio; ese año fundó el Partido Progresista Serbio (SNS) y en 2012 se convirtió en su líder. Desde entonces ha jugado la baraja modernizadora con vistas a acercarse a la UE –con la que hay negociaciones en marcha–; sin olvidar las carantoñas a Putin, quien, como sabemos, apoya a Marine Le Pen. En junio de 2015 pasó una semana en Washington donde obtuvo las credenciales de aliado de Occidente. En noviembre de 2016 fue admitido en el seno del Partido Popular Europeo.
¿Quiere esto decir que ha abandonado sus convicciones de extrema derecha nacionalista? En un mitin de su partido en enero pasado participó el coronel Veselin Šljivančanin, condenado por el TPIY como verdugo de Vukovar y responsable de la masacre de Ovčara; no era la primera vez.
Este es el hombre al que la UE bendice mientras calla sobre la movilización de esa parte de la sociedad que invoca los valores europeos. El mundo al revés. A menos que esté haciéndose realidad eso que, tirando del estereotipo manido, algunos llaman la balcanización de Europa.
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Martín Alonso Zarza es doctor en Ciencias Políticas y autor de varios escritos sobre identidad colectiva y nacionalismos.
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