TRIBUNA
De Pirámides y tramas
Acotar el debate político a una mera cuestión ética es un error. Debería versar sobre crear instituciones en las que la corrupción sea “materialmente imposible” aunque el presidente del Gobierno sea Luis Bárcenas
Nicolás Bardio 5/07/2017
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí
-----------------------------------------------------------------------------------------------------
Ahí fuera hay (o hubo, porque ahora se lo ve menos), un autobús azul recorriendo España como si fuese un camión de Google Maps. Pero mientras el camión de Google hace mapas de las calles y de las carreteras, lo que mapea este vehículo es la gran red de la corrupción que tiene atado y bien atado a este país. La “Trama” de la que habla el “Tramabús” es el nuevo enemigo a batir: una red compleja de relaciones entre personas que ocupan cargos públicos y privados de influencia con relaciones personales, ramificaciones en las instituciones y en las grandes empresas que trabaja de modo colaborativo en defensa de los intereses de los poderosos.
Esta Trama estaría drenando las fuerzas y la sangre de este país a través de sus múltiples tentáculos. Aunque en realidad todo ser con tentáculos tiene un “centro” en el que se puede golpear, y la Trama no. La Trama es asimétrica, es móvil, reemplazable, adaptable, reajustable... ¿Qué hay ahora de aquello de Asaltar los Cielos? Los estrategas de podemos nos hablaron en su día de guerras de posiciones y de guerras de trincheras, nos prometían un “Asalto a los Cielos” en forma de blitzkrieg que acabaría, como la foto del Reichstag de Yevgeni Jaldéi, con la bandera del cambio ondeando sobre La Moncloa. No hay nada de eso. Ni guerra de posiciones, ni guerra de trincheras. Esto es una guerra asimétrica y aunque tomemos La Moncloa, nos echarán de ella o no nos dejarán hacer nada: bienvenidos a Vietnam.
El problema de hablar de la Trama después de haber hablado de asaltar los cielos nos lleva al viejo debate de si el poder es un recurso o es una relación. Si es un recurso –como parece que las fuerzas del cambio de este país consideraban hasta hace bien poco– entonces bastaría con asaltar la cúspide de la pirámide para hacerse con el edificio entero. La idea, según esta visión, consistiría en tomar La Moncloa de forma más o menos pacífica como se tomaron el Palacio de Invierno en Rusia, Versalles en Francia o la Moneda en Chile. Si el poder es un recurso, simplemente hace falta arrebatárselo a los actuales propietarios y ponerlo al servicio de la gente, como se podría nacionalizar un banco, una autopista o un hospital privado.
Pero la noción de Trama es diametralmente opuesta a la noción de Asaltar los Cielos. La noción de Trama hace ver que el poder no es un recurso que se posee cuando uno ostenta uno u otro cargo público, sino que es el fruto de una relación y de una serie de contactos a un nivel institucional e informal y no sólo entre instituciones públicas, sino también financieras, medios de comunicación o grandes empresas. Si una trama es una red, tomar uno de los nexos (por ejemplo ganar las elecciones al Congreso y colocar un presidente de cambio en la Moncloa) no impediría la comunicación de los demás por otras vías. No impediría que la Judicatura siguiese siendo mayoritariamente (con excepciones muy honrosas, sí, pero mayoritariamente) una fiel servidora de los intereses de unos pocos. No hay más que recordar las sentencias del Estatut de Cataluña, Baltasar Garzón, las imputaciones a Tania Sánchez primero y a los concejales de Ahora Madrid Sánchez Mato y Mayer ahora, los “Titiriteros de Carmena” o los tuits sobre Carrero Blanco. Un gobierno de Podemos no impediría que el Ibex-35 siguiese financiando think tanks, medios de comunicación o fijando líneas editoriales, ni que la prensa escrita y la digital organizasen campañas coordinadas de acoso y derribo. Todo esto por no hablar de una Unión Europea que es de todo menos imparcial y que ajustaría sus políticas y sus declaraciones públicas para librarse del mejor modo posible de un eventual gobierno de cambio.
¿A qué se parecería un gobierno de Unidos Podemos en mitad de esta Trama? Muy probablemente al de Salvador Allende: muchos progresos en muchas cosas, pero una fecha de caducidad muy temprana por una reacción virulenta de todos los elementos de esa red para – como haría un organismo – expulsar el “cuerpo extraño” de su tejido de poder. Así, el “Asalto a la Trama”, para triunfar, debería de compaginarse con asaltos que, hoy por hoy, son imposibles o altamente improbables. ¿Es acaso posible reformar la judicatura? ¿Cuánto tiempo hace falta que se prolongue la mayoría parlamentaria para renovar por completo el tribunal constitucional y privarlo de jueces conservadores que hiciesen sentencias contrarias a la voluntad de cámaras y referendos, como la del Estatut? ¿Es factible pensar en una reforma constitucional habida cuenta de que se requiere un proceso largo y tedioso con importantes mayorías cualificadas y una disolución parlamentaria de por medio? Y esto hablando sólo de lo institucional... ¿Qué podría hacerse desde lo político ya sea en las instituciones o en las calles para acabar con la influencia del Ibex, de la ofensiva de la caverna mediática (que cada día es mayor y tiene más ramificaciones) y muy especialmente de las televisiones, que siguen siendo según el CIS el primer instrumento de socialización política?
Desde luego, hay un contrapoder mediático que se abre paso con fuerza y de forma nada casual en internet, donde la facilidad para crear un medio de comunicación es mayor, los costes menores y las restricciones que existen en otros ámbitos tales como licencias de radiodifusión o de televisión nulas. ¿Pero es suficiente? ¿Se puede tomar una red de poder? ¿Es posible acabar con una trama de relaciones de poder hostiles en el lapso de una legislatura? Y si no lo es... ¿Es posible mantener un gobierno de cambio y una mayoría parlamentaria con toda esta red jugando en contra?
Las estructuras piramidales pueden ser difíciles de destruir y de derribar, pero es fácil identificar dónde reside el poder. Una estructura piramidal como podía ser la Francia absolutista de 1789 puede tener un formidable aparato de estado represor, pero si se guillotinaba a toda la familia real había un vacío de poder que podía llenarse con cualquier cosa que viniese fuera buena o mala. El cambio era posible, los responsables podían ser identificados y, aunque no había cauces democráticos, sí se sabía quién era el responsable político máximo de la situación actual. No había ninguna “rendición de cuentas” prevista, pero sí se podía pedir la cabeza del rey. En cambio, en una estructura en red, como la que gobierna y dirige los destinos del estado español, no hay rendición de cuentas que valga o se encuentra muy limitada dado que las responsabilidades políticas se diluyen en una amalgama de actores que van desde la Unión Europea a las empresas y de los que muchos no son ni siquiera democráticamente responsables de su influencia e impacto en el sistema político y económico español. ¿Cómo podemos movilizar a las fuerzas del cambio si no hay un blanco claro contra el que disparar? ¿Solucionaría algo que dimitiesen Rajoy o Cospedal o Javier Fernández y que otra persona de sus respectivos partidos los reemplazase? El sistema tiene la capacidad de crear más zombies que reemplacen a los caídos y que apliquen sus mismas políticas. ¿Estamos ante un problema de estructuras o ante un problema de personas?
Accesoriamente, esto nos lleva a otro problema que tiene el actual debate en torno al fenómeno de la corrupción. Y es que parece como si de lo que se tratase fuese de reemplazar a actores corruptos por actores honrados ignorando la dimensión de “red” que tiene la corrupción. Así, acotar el debate político en torno a la corrupción a una mera cuestión ética es un error y vacía de enjundia política un debate mucho más rico que debería versar sobre crear instituciones en las que la corrupción sea “materialmente imposible” aunque el presidente del gobierno sea Luis Bárcenas. Pues de lo que trata todo esto es de un debate sobre estructuras: ¿Qué tipo de leyes podrían impulsarse para que las empresas del Ibex tengan que rendir cuentas de sus acciones y puedan ser “domesticadas” por el Estado, y no al revés como sucede ahora? ¿Tal vez crearles una “responsabilidad política” del mismo modo que ya tienen la “responsabilidad social corporativa? ¿Cómo tomar el poder cuando reside en una red de relaciones con múltiples nexos?
El poder en Corea del Norte es un recurso en manos del líder, pero en España el poder son relaciones entre una oligarquía con ramificaciones judiciales, políticas, económicas y mediáticas. ¿Cómo se puede incidir en esa red ya sea para destruirla, modificarla o ponerla al servicio del interés general? El Asalto a los Cielos está pendiente y, aunque necesario, no es suficiente. Y lo que es peor, podría acabar fallando no por sus propios errores sino por la incapacidad de afectar y someter al conjunto de actores y, muy especialmente, a los que no tienen un origen democrático.
------------
Nicolás Bardio es escritor y politólogo.
Necesitamos tu ayuda para realizar las obras en la Redacción que nos permitan seguir creciendo. Puedes hacer una donación libre aquí
Autor >
Nicolás Bardio
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí