Rajoy evita el escándalo porque tiene “medios”
Las publicaciones informativas se centran en la ‘victoria’ del presidente y no en analizar que un presidente de Gobierno haya cometido perjurio ante un tribunal de Justicia
Cristina Fallarás 27/07/2017
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La declaración del presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, como testigo ante el tribunal que juzga uno de los múltiples asuntos de corrupción de los que se acusa al PP, no tiene parangón. Rajoy es presidente del PP. Y, como presidente del Gobierno, es el primero en su cargo que ha debido declarar ante un tribunal.
Ya solo por esa razón, su presencia en el juicio de la Gürtel debería haber supuesto un escándalo. Pero mucho, muchísimo más por las afirmaciones que allí realizó.
Antes, vamos con el concepto de escándalo. Este es, según definición de la Real Academia:
Del lat. tardío scandălum, y este del gr. σκάνδαλον skándalon; propiamente 'piedra con que se tropieza'.
1. m. Alboroto, tumulto, ruido.
2. m. Hecho o dicho considerados inmorales o condenables y que causan indignación y gran impacto públicos.
3. m. Desenfreno, desvergüenza, mal ejemplo.
4. m. Asombro, pasmo, admiración.
Exceptuando la primera acepción, más general, todo el resto define lo que sucedió en la declaración como testigo del presidente Rajoy. Y también todo lo que no ha sucedido.
Para la constatación de que sí ha supuesto un escándalo entre un sector de la población, basta repasar la repercusión en las redes sociales –AQUÍ y AQUÍ, por ejemplo–, y la petición de dimisión por parte del PSOE, primer partido en la oposición, algo que ha pasado prácticamente desapercibido, sin apenas repercusión mediática.
Sin embargo, más relevante resulta la falta de escándalo público a raíz de su declaración.
Para comprender dónde debería residir el escándalo, no hace falta basarse en el hecho mismo de su declaración como testigo, algo ya conocido. Lo escandaloso ha sido la declaración en sí, sus palabras y también el tono en el que las pronuncia.
En cuanto al tono, basta reparar en el momento en que le espeta al abogado Benítez de Lugo “no parece un razonamiento brillante”; o, más allá de su talante en general, sus insuficientes e inexactas respuestas sobre los SMS a Bárcenas. Basta reparar en ellas y situar en su lugar a cualquier otro político español, preferentemente alguno del Gobierno catalán o un miembro de Unidos Podemos. En tal caso, sin necesidad de ir más allá, el escándalo habría resultado mayúsculo.
Sin embargo, merece la pena ir más allá y entrar de lleno en las aseveraciones del presidente, y por qué deberían haber supuesto un escándalo público.
¿En qué se basa que un escándalo sea o no sea? En los medios de comunicación.
La interpretación que los medios de comunicación ofrecen sobre la realidad política modifica la realidad política. Es más, la construye. No en vano los medios de comunicación son, en puridad, instrumentos al servicio de los ciudadanos cuya función es ofrecer y, sobre todo, interpretar la realidad de la función pública, y más concretamente de aquellos que gobiernan.
Un repaso a las portadas de los medios escritos en España permite comprender cuál ha sido su ejercicio en esta actuación presidencial.
En la exposición anterior se ofrecen las primeras páginas de los diarios impresos (27/07/2017) y los titulares principales de los diarios digitales (26/07/2017).
Si algún interés tenía la comparecencia de Rajoy ante el tribunal que juzga una parte del caso Gürtel, éste era el de constatar las mentiras del presidente del Gobierno español en cuanto a su participación y conocimiento en este caso de corrupción. Las mentiras estaban probadas fuera del ámbito judicial. Sin embargo, era relevante ver si Rajoy cometía o no delito de perjurio, dada su obligación de “decir verdad” al declarar en calidad de testigo.
El hecho de que los principales diarios y prácticamente todas las emisoras de radio abran sus ediciones aseverando que Rajoy ha “ganado” en su comparecencia, no solo significa un juicio de valor, sino que orilla la cuestión central en todo el asunto: que Rajoy ha vuelto a mentir, y esta vez en declaración judicial como testigo.
Es cierto que puede haber quien considere que así ha sido, y también quien considere que harían falta más pruebas para demostrarlo. No tiene importancia la respuesta, ya que tanto una como otra centran la actualidad. Tanto si atendemos a su contestación sobre los SMS enviados a Bárcenas, como a su conocimiento de la financiación de las campañas electorales que dirigió –“Dirigí la campaña electoral de 1994, elecciones europeas; la de 1995, elecciones municipales y autonómicas; 1996, elecciones generales, y la del año 2000, elecciones generales”–, entre otras, las respuestas del presidente entran de lleno en lo que el Código Penal español considera delito de falso testimonio (artículos 458 y 460).
Así pues, se impone una pregunta a los medios de comunicación: ¿Qué es más relevante, que ustedes consideren que Rajoy ha “ganado” o “perdido” en su comparecencia o analizar que un presidente de Gobierno haya cometido perjurio ante un tribunal de Justicia?
La respuesta a esa cuestión, visto lo publicado, tiene una importancia enorme a la hora de responder a otra pregunta aún más preocupante: ¿Por qué en España no supone un escándalo mayúsculo que el presidente del Gobierno mienta o falsee la realidad ante la Justicia al comparecer como testigo en una causa de corrupción de su propio partido?
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