Carta al director
Älbert Riberaask, el trampantojo de IKEA
Jesús López 6/08/2017
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He de reconocer que el efecto IKEA me produce fascinación. Ha conseguido hipnotizar a rancios y modernos en una suerte de hechizo consumista donde prima la superficialidad estética. La inmediatez de lo barato aparente y exiguo.
Hemos aceptado de facto, ricos y pobres, que no vamos a avergonzarnos ante ninguna visita por todos los accesorios pasajeros y muebles transitorios que hacemos nuestros, disfrazando su vacua temporalidad de conveniencia u oportunidad irrenunciable.
Pareciese como si además, en los tiempos políticos que corren, hubiéramos adoptado un quórum similar donde, a falta de medios para adquirir muebles robustos o a falta de confianza en los ebanistas clásicos, nos hayamos dado una tregua ideológica y optemos por el voto vacuo, volátil por conveniencia u oportunidad.
Engarzado en estos principios, aparece ante los votantes españoles la línea de productos perecederos Älbert Riberaask. Tal cual. Tan parca y limitada como yerma de contenido y solidez argumental. Pura funcionalidad sin coste político alguno.
aparece ante los votantes españoles la línea de productos perecederos Älbert Riberaask. Tal cual. Tan parca y limitada como yerma de contenido y solidez argumental
Con la que está lloviendo, media España anda intentando autojustificar un nuevo voto a su PP de toda la vida, y la otra media abandonando desencantada las filas socialistas en busca de algún ideal que permanezca, ahí aparece él. Sin argumentario. Igual sirve para apoyar la lámpara del salón que el despertador en el dormitorio o el secador de pelo en el cuarto de baño. Para un roto o para un descosido. No hace falta que usted abandone ningún ideal, ningún principio. Soy barato intelectual y moralmente. Le ofrezco mi estética renovada a cambio de un voto que podrá lucir e incluso presentar a sus amistades como moderno, lo que mola. Sin compromiso, eso sí, no me vaya a pedir cuentas, quedamos en que esto es para lo que es, un ratito y ya. Y ahí que migraron los votos avergonzados del PP y algún socialista con vértigo a la izquierda. Nada que explicar.
De hecho, ya nadie da explicaciones a las visitas cuando el aparador es de IKEA. Si acaso, su fugacidad. Estará ahí hasta que encuentre el definitivo para esta habitación. O la habitación de los niños, que cambia constantemente de contenido hasta que por fin tienen una cama normal y una mesa normal para estudiar, pues votamos a este, que va a ser algo temporal, hasta que el resto se aclaren sus corruptelas y sus fratricidios.
ya nadie da explicaciones a las visitas cuando el aparador es de IKEA. Si acaso, su fugacidad. Estará ahí hasta que encuentre el definitivo para esta habitación
Es la definición de lo superficial. Nadie va a IKEA a pedir explicaciones por la poca robustez de sus patas. Asumimos que cumple su función caduca y a otra cosa, mariposa. Pues igual. A este señor le salen sus vaivenes gratis. Su no-discurso, su ausencia tanto del gobierno como de la oposición. Su digo pero no dije, y si lo dije lo corrijo. Es como un "voto sabático" que se han permitido un montón de españoles (y de medios españoles también, oiga)
Y es que la polivalencia, o multifuncionalidad del armario-mesita-estantería EKET bien vale decir hoy una cosa y la contraria sin el menor rubor. Soy resultón, fácil, sin las complicaciones que da la responsabilidad de gobernar. Ondear el discurso populista de la pureza virginal como sagrada línea roja, y a la vez hacer la vista gorda cada día con los cientos ya de pecadores reincidentes en esto de meter la mano en el bolsillo público. Viva la polivalencia. Y tan barata: ninguna portada aún, señores (en el último CIS, apenas pierde un 0,4% de intención de voto)
Lo peor es que esa provisionalidad le sirve tanto al rico como al pobre, igualados en esta era nudista de valores. El rico incluso le encontrará un punto chic, y el pobre le exigirá, seguro que por encima de sus posibilidades. Como hacemos con las mesas de salón. De capricho rápido entra IKEA en casa del rico, mientras que en casa del pobre entra como último asidero, pura necesidad. Un mensaje de moralidad disfrazada que engañe al votante apesadumbrado. Una mesa que aparente robustez y combine diseño y con un coste real e ideológico asumible. De casa del rico saldrá con la misma facilidad y antojo, de la del pobre con un nuevo desengaño y frustración consumista e ideológica.
Es la insoportable levedad de lo efímero. Como la estantería DRAGET, donde todos adivinamos que el peso acumulado de la hiriente realidad acabará por devolver a unos y a otros a la responsabilidad, y al voto consecuente y comprometido.
Mientras esto ocurre, todos al IKEA, que hay aire acondicionado.
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Jesús López
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