Lita Cabellut / Pintora
“Cada retrato es el miedo a no saber quiénes somos”
Belén Quejigo La Haya , 20/09/2017
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Llego a la estación central de La Haya muchos años después de que lo hiciera Lita Cabellut (Sariñena, Huesca, 1961). La artista de origen gitano emigró a Holanda con 19 años movida por una necesidad vital: estudiar un oficio que muy pocos dominan en la actualidad, la pintura. Después de pasar doce años malviviendo hasta que fue adoptada por una familia pudiente catalana, Cabellut dejó España para formarse en la Academia Rietveld de Amsterdam. Es en Holanda donde Lita Cabellut ha desarrollado su técnica, esa calidad y textura inimitables, pintando retratos a gran escala, incorporando técnicas de frescos tradicionales con aplicaciones modernas de pintura al óleo.
Cabellut es una erudita de los pintores flamencos obsesionados con la luz, el agua y los espejos, capaces de captar ese pedazo de tiempo en estado puro (como decía Proust), ese agua flotante que aparece en el ambiente, un espectáculo silencioso que Cabellut contempla siempre que puede. Parte de culpa la tiene el Museo del Prado, el lugar que cambió su vida para siempre: Jan Van Eyck, Clara Peeters, Rembrandt, Brueghel El viejo, Rogier Van Der Weyden, El Bosco, Frans Hals, Vermeer, nacido en un precioso pueblo situado a escasos kilómetros de La Haya llamado Delft.
En su obra, los colores se expanden cada vez más traspasando todas las fronteras posibles. Sus cuadros transgreden los campos coloreados que la conforman y se extienden más allá de su superficie. Ella, inseparable de su obra, es duende, “ese poder misterioso que todos sienten y ningún filósofo explica”. Para Lita Cabellut, el arte es capaz de captar la condición humana más profunda: “El arte es lo que resiste: resiste a la muerte, a la servidumbre, a la infamia, a la vergüenza”.
La obra de Lita Cabellut conmueve porque tiene que ver, como ella dice, con la vida, con la ética, con los modos de ser y habitar el mundo. En su estudio se respira una atmósfera maravillosa, llena de agua, flores y colores. El estudio es Cabellut lejos de los focos, las cifras y las subastas, donde es la artista española más cotizada, la primera mujer y la tercera en absoluto, después de Miquel Barceló y Juan Muñoz. En el suelo del estudio están las huellas que dejan su arte y sus zapatos, una especie de zuecos en los van quedando impregnados al azar restos de óleo y acrílico.
Hablamos de filosofía, de arte y de política, de por qué la sociedad mantiene actitudes irracionales y contradictorias, de los hombres que luchan por su esclavitud como si se tratase de su libertad, de la religión, la intolerancia, la malevolencia, el odio, la tristeza y el remordimiento, de por qué es tan difícil, no de conquistar, sino de soportar la libertad. Cae la tarde y salgo de la casa sabiendo que Lita Cabellut ha inventado una forma nueva de belleza.
Dice Simone Weil que “el deseo de luz produce luz”. ¿Qué significa para usted la luz en la pintura?
La luz en mi trabajo lo significa todo. La luz es un reflejo de la ilusión de lo que imaginamos. La luz va dando unos prismas que nuestro cerebro va configurando y creando. La luz hace que imaginemos lo que hay. Para mí la luz no es más que reflejar prismas para terminar la imagen.
Si hay luz necesariamente hay oscuridad.
Va junto. Son inseparables e indispensables para la pintura. Sin ellas no habría volúmenes ni reflejos de luz. No habría pintura ni matices. Imagínate a Velázquez, el maestro de la luz, cuando de pronto le da vida al pliegue de una falda. No hay nada, pero todo el volumen de ropa que sobra está en ese sitio que no está pero percibimos. Esto es lo que la luz hace. La luz nos deja percibir cosas que no están. Y los claroscuros son la materia para ese sentimiento, que es una de las experiencias más hermosas porque vivimos viendo.
Hay toda una psicología del color en su obra, ¿a qué se debe?
Tiene que ver conmigo. Para mí los colores son como una orquesta. A veces hay algún solista pero todos los colores tienen protagonismo porque tienen una función. En realidad un color no existe, siempre es el reflejo de muchos colores. Otra vez podemos hablar del prisma imaginario porque realmente no existe. Es como el negro, no es un color. Si yo pinto un cuadro donde hay fondo negro o un cuadro donde hay manchas negras, nunca usaría simplemente el negro. Siempre es el negro con cinco o seis colores. Cada color absorbe la luz de una manera; unos la rechazan y otros la dejan de lado, otros la dejan a flor de piel, unos la hunden y otros la dejan flotante, y eso es lo que los colores nos van dando. La pintura es simplemente un cuerpo para materializar algo muy cósmico, algo muy abstracto que nosotros no podemos intuir. Hay personas que tienen acceso a ese universo.
¿Usted?
Quizá sí. Yo no sé hacer una masa de una pizza pero cuando veo quién la hace, me recuerda a mí. Es algo mucho más cósmico y que se conecta con el universo. Creo que algo así somos los pintores con los colores y las formas.
Se dedica a algo que muy poca gente ya domina y que es la pintura, además con un realismo que es muy personal porque no es hiperrealismo. ¿Puede explicarme algo más de ese realismo a lo Cabellut?
A mí la parte física no me importa. Lo que me conmueve es la parte filosófica, la ética, la sensibilidad del personaje. Si se parece o no se parece, no es interesante. No podemos pintar nunca un retrato. ¿Qué es un retrato? Los retratos no existen. Los retratistas se han acercado siempre a la realidad. Sin embargo, un retrato es siempre algo muerto y el ser humano está vivo. No podemos imitar la vida. Simplemente podemos imaginarnos qué podría parecerse a la vida. Por eso cuando la gente me pide un retrato siempre digo “no”, porque lo que voy a pintar ya ha muerto en el instante en el que lo estoy pintando. La gente está muy empeñada en retratarse. El retrato tiene un lugar muy especial en la Historia y en la Historia del Arte porque tenemos la necesidad de recordar de dónde venimos y quiénes somos. Cada retrato es una especie de testimonio de nuestros antepasados. Cada retrato es ese miedo de no saber quiénes somos. Tenemos mucho miedo a perder el relato de quiénes somos. Imagínate que no hubiera espejos, ¿qué pasaría si no hubiera espejos en el mundo? ¿Qué pasaría si no hubiera reflejos donde pudiéramos ver nuestros propios rostros? Nos haríamos anónimos. Nuestro rostro sería el rostro del que estamos viendo y tu rostro se convertiría en mi espejo. El ser humano siempre quiere reconocerse. Esta es la función del retrato en la Historia.
En sus obras veo a los olvidados y a los marginados con los que usted convivió tantos años pero también a grandes artistas, gente famosa... ¿Quién hay en realidad dentro de su obra?
Todos. No se salva ni uno. Nos pintamos del más noble al más campesino, del más sublime al más grotesco, del más malo al más bueno. El arte es la gran sala de los espejos. No hace distinciones. Procuro ser lo más amplia posible. A mí también me interesa ese capitalista encarcelado en sus números y sus condiciones de lo que la felicidad puede o no puede ser. También me interesa ese filósofo marginado, amargado o enfadado porque nadie le escucha. También ese campesino humilde porque no quiere más que a ojos de algunos parece una mente simple y reducida pero quizá su universo es mucho más amplio que el nuestro. También me interesa la gente que se compromete y que lucha por sus ideales, esos que no dejan de soñar. Me interesan todos: desde el más empático y amoroso hasta el más psicópata.
Decía Van Gogh que para llegar a crear un estilo había que hacer muchos retratos, copiar mucho a otros, estudiar mucho, ver mucho, leer mucho. En su obra veo un dominio de la Historia del Arte pero también de toda la técnica de la pintura.
Es muy necesario conocer la técnica. No sabes lo difícil que es pintar. Son tantas horas... Llevo cuarenta años haciendo narices, ojos… Puedo pintar hasta con los ojos cerrados. Puedo ver algo en un sitio y ponerlo en un lienzo incluso sin mirar. Pero son tantas horas de oficio, de repetición… Esa repetición que parece eterna. Una repetición que no está aplaudida ni reconocida. Así cada día, borrando y empezando, borrando y empezando, borrando y empezando. Para eso se necesita paciencia y humildad porque cuando piensas que estás creando algo así como “Arte”, se acabó, ese es un gesto prepotente. La sabiduría es muy humilde. Me parece muy importante también el hecho de conocer los materiales. Es ahí dónde puedes empezar a volar. Me acuerdo que estaba luchando por comprender el movimiento del músculo de la boca que es imprescindible para marcar un cuadro. Sin embargo, había estado estudiando a todos los pintores, pero no lo entendía. Mis bocas eran rígidas porque no llegaba a la carne ni al músculo. Recuerdo que fuimos a una exposición de Holbein aquí en la La Haya en el Mauritshuis. Me puse delante de un cuadro y lo encontré. Me fui a casa y entendí lo que era la boca después de estar muchos años sin haber conseguido cómo hacer ese trazo que le da suspiro a una boca. Fue mi gran maestro. A él le debo la boca. A Velázquez le debo los ropajes y la forma de poner las tintas. Necesitamos estar apoyados en ese esfuerzo colectivo de la Historia del Arte. A nadie se le ocurre nada de pronto. Todo son combinaciones y constelaciones de encuentros. Son diferentes maneras de acomodar lo que muchos años antes ha estado ahí. Es como una piedra; la piedra no se hace en tres días. En el momento en que la encuentras una piedra puedes comprobar que ha tenido una formación de siglos y siglos. También así es el arte. El arte es la anciana del mundo.
Estudia en la Rietveld de Amsterdam, una de las más prestigiosas escuelas de Europa y entiendo por qué sigue aquí. ¿Qué es lo que más le atrajo?
Frans Hals, Rembrandt… Ellos trabajaban con la luz. Cuando era adolescente y veía esos lienzos, veía humedad en los cuadros, en el aire. Me preguntaba cómo era posible hacer eso tan mágico. Ahora voy con mi bici o con mi coche, me paro y lo observo en silencio. El paisaje celestial que hay en estos países no existe en España. Es la luz, es el sol que rompe todo. Todo está rodeado de agua. Es impresionante. A veces no me lo puedo creer. Es tan inspirante. Los verdes son increíbles. Como sabes, el color que mejor ve el ser humano es el verde. Vemos todas las tonalidades de verde para sobrevivir. Las tonalidades de verde que hay en este país son enormes: verdes con amarillo, verdes con negro, verdes con violeta, verdes con azul, verdes con dorado, verdes con rojo… Es una zona de Europa donde es muy interesante la luz y el clima artístico. Aquí el arte ha estado muy considerado. La gente está acostumbrada a vivir con arte y a estar con él.
Supongo que es muy difícil señalar un adentro y un afuera pero, ¿qué ve cuando miras su obra?
No la veo. Esa pregunta es como decirme, ¿qué sientes cuando respiras? Estoy metida dentro de ella. Tú conocerás a esa filósofa que dice que cuando estás muy metida y muy concentrada en algo, toda tu alma se convierte en lo que estás sintiendo o haciendo. Estás dentro de esa materia. Eso es lo que hago. Me meto tanto dentro de lo que estoy haciendo que formo parte de eso. No lo veo. Es como yo. Soy yo y al mismo tiempo todo el universo. Lo miro y me gusta.
¿Le gusta todo lo que ve?
No siempre. Pero lo respeto. Porque no sólo pinto para mí. Pinto para todos. Para todo el mundo y para todo tipo de ojo. Hay cosas que a mí me desagradan pero considero que ahí también radica algo interesante. Porque esos abismos también nos pertenecen. Hay sensaciones que también son mías. Será una parte de mí que me afecta y que la tengo que dejar ser porque se impone y es más fuerte que mi voluntad y mi deseo.
¿Y cree que hay futuro en el arte?
El arte se ha convertido ahora en sinónimo de la pobreza o de la riqueza. Se ha sacado el arte de la clase media. Esto es tremendo porque si el arte desaparece de la clase media aparecen los extremismos. Sin embargo a veces pienso que es una constante humana y que nunca podrá desaparecer porque es el elemento más poderoso, porque es una necesidad de expresión. Platón decía siempre “la belleza es amor materializado”. Claro que tiene futuro.
Viendo su obra puedo ver que existen desconocidas raíces comunes entre obras, ¿trabaja con conceptos?
Siempre trabajo con conceptos. En realidad soy una artista muy conceptual. Primero está el concepto y la razón. De ese modo realizo una parte del trabajo que podríamos llamar la parte literaria y filosófica. Después una segunda parte donde hay que darle materia al concepto. Soy una artista de “campo amplio” como dicen en Francia.
Miro una y otra vez los cuadros aquí en su estudio y sólo veo pliegues de piel. “Lo profundo está en la piel” decía Paul Valéry.
Hubo un crítico de arte, Antón Castro, que dice que tengo que ver mucho con Valéry. Siempre he dicho que en la piel puedes leer la condición humana. Ahí se puede ver la felicidad, la angustia… En la piel puede verse si eres una persona feliz o no. Si sufres o no. Allí se ve todo. En algunos cuadros míos está tan quebrada la piel que mis personajes sé que están rotos por dentro. Sin embargo, son tan bellas las grietas en su piel. Mirar bien la piel es para mí es un objetivo. Hay una idea extendida de que los ojos son la ventana del alma. Pero los ojos no son la única ventana del alma. Tenemos muchas más y además de ventanas hay pasillos, salones, corredores... Todo lo profundo está en la piel.
Dice Nietzsche que tenemos arte para no morir de verdad. Para usted, ¿el arte tiene una función?
Tiene un función vital. Imagina un mundo sin arte. Sería horrible. Sería un mundo de angustia. El arte suaviza, doma, agudiza, te pone boca abajo, te protege, te reanima, el arte es esencial, es el principio del ser humano. El ser humano sin fantasía no se diferencia de un animal. Nosotros somos capaces de imaginar, de realizar y de recrear. El arte está por encima de la política, de valores económicos, de estadísticas, de si eres la más cotizada o no. Eso no es arte, eso es marketing. El arte siempre ha sido amigo y enemigo de todo eso. El arte es el arma más poderosa contra todo. Ahora preparo una exposición para París que se llama “El ejército de la poesía”. Hay un ejército fuerte y poderoso que es la poesía a la que los poderosos tienen mucho miedo porque ella se manifiesta en el teatro, en la pintura, en la música, en actividades donde despierta a la gente toda esa emoción para que se levante, se manifieste y tenga sueños. La gente resiste y no se deja caer. Exige sus derechos. Eso es lo que hace el arte con la gente.
“Antiguamente los gobiernos se dejaban guiar por filósofos y artistas. Yo estoy convencida de que la base del amor, la paz y la empatía está en la belleza”.
Con estas palabras cruzaremos el umbral hacia la retrospectiva que la Fundació Vila Casas dedicará a la artista Lita Cabellut desde octubre de este año hasta mayo de 2018. Paralelamente, el Museo de Arte Contemporáneo de A Coruña, albergará una exposición de la pintora.
Autor >
Belén Quejigo
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1 comentario(s)
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desestructurado posmoderno
jo! si? pues no sabia.
Hace 7 años 2 meses
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