Ser feminazi hoy
La guadaña de la natalidad
Esto que escribo no es una oda a la no maternidad, sino un canto a la igualdad y a la libertad de decidir, lejos del estigma y la presión social
Anita Botwin 28/09/2017
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Tienes 33 años y no eres madre. Despierta: ¡se te va a pasar el arroz!, ¿es que no quieres ser madre?, ¿a qué estás esperando?, ¿y tú, para cuándo? Esas son algunas de las perlas que tienes que aguantar si entre los 30 y los 40 no eres madre AÚN. Los ojos se posan sobre ti. Tu posas tus ojos sobre todas tus amigas o familiares que han sido madres. Hacía dos días que estabas con ellas jugando a la rayuela. Sientes de pronto que tú te has quedado en ese patio de recreo, mientras otras mujeres han sido lo que se espera de nosotras. Madres. Y te entra un poco de pánico. Como si llevaras mal preparado un examen. Como si hubieras estudiado el temario incorrecto.
A veces te entran ganas de ser madre sólo para que no te pregunten más cuándo vas a ser madre. Es curiosa la preocupación que despierta socialmente que las mujeres nos quedemos embarazadas. ¿No deberían preocuparnos más los niños que ya existen y viven bajo el umbral de la pobreza?
No deja de sorprenderme que las mujeres estemos en todos los focos, como si los hombres no tuvieran que ver con esto, como si nos quedáramos embarazadas rezando tres avemarías. Ellos no sienten nuestra presión ni de lejos. Son libres para tener o no hijos y hacerlo cuando quieran. La construcción de la maternidad es algo que a ellos no les ha afectado. Mientras nosotras jugábamos a darle el biberón a horribles bebés con ojos saltones y pestañas, ellos eran los mejores construyendo o derribando castillos de Playmobil.
Tenemos todo el derecho a decidir no ser madres o incluso aún deseándolo no poder serlo. La opción de tener o no hijos debería pertenecernos a nosotras desde siempre y para siempre. No es una decisión que una pueda tomar a la ligera o deprisa y corriendo como quien cambia de melodía en el móvil o de filtro en Instagram. No falta quien te dice: “Nunca es buen momento para tener hijos. Si te pones así, nunca vas a tenerlos”. Bien. ¿Y si fuera así, qué ocurriría? ¿Nos quedaríamos para vestir santos o poner cascabeles a nuestros gatitos? Esa parece la única opción para las mujeres sin hijos, cuando más bien es todo lo contrario.
Entre los 30 y los 40 es nuestra mejor etapa profesional. Es cuando estamos en nuestro apogeo creativo o laboral. Es el momento de brillar y de crecer interior y exteriormente. No es sencillo tomar la decisión de engendrar en medio de todo esto. Es como decir, “ey, esperad, estoy escribiendo la novela de mi vida, pero enseguida lo retomo, sólo van a ser nueve meses y seis años”. Las mujeres estamos sometidas a un doble temor: el no quedarnos embarazadas nunca o el quedarnos embarazadas y perder todo lo demás. El reloj biológico y la fertilidad son como la guadaña de la natalidad. Cada vez que aparece, una se echa a temblar –a no ser que tenga claro que no desea ser madre-. Y ocurre que a veces, por esa prisa, por ese temor, una se precipita y hace lo que se espera de ella.
Quizá sea por la inexistencia de este reloj en el mundo de los hombres la razón por la que ellos pueden seguir realizándose y continuar con sus vidas. Obviamente, muchos de ellos comparten los cuidados al 50% y una recobra la esperanza en la humanidad y en el feminismo. Cuando me entra ese miedo y se acerca la guadaña me imagino a Emma Goldman o a Simone de Beauvoir mirándome fijamente a los ojos y diciéndome: “¿Es que no has aprendido nada de nosotras?, ¿hemos estado perdiendo el tiempo?”. Ninguna de las dos, ambas feministas, decidieron ser madres. Tenían muy claro cuál era su objetivo en sus vidas y la maternidad les hubiera sido un obstáculo.
Esto que escribo no es una oda a la no maternidad, sino un canto a la igualdad y a la libertad de decidir, lejos del estigma y la presión social. Citando a Caitlin Moran: “El feminismo necesita tolerancia cero con la angustia de tener hijos, en el siglo XXI no podemos seguir pensando a quién podríamos crear”. Tomemos nota.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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1 comentario(s)
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Roberto
¿Qué ocurre con los hombres que quieren ser padres, pero sus parejas no quieren tener hijos o posponen la maternidad eternamente? Sencillamente, te ves obligado a cambiar tus parámetros a la hora de elegir tu pareja, y el amor ya no puede seguir siendo el más importante. La maternidad no está concebida para ser una carga, al igual que el trabajo y la productividad no son las únicas maneras de realizarse personalmente.
Hace 7 años 1 mes
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