El Acuerdo de París marcha
Christiana Figueres 11/10/2017
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Durante demasiados años solo hemos tenido malas noticias sobre el cambio climático, pero esto ha empezado a cambiar. El Acuerdo de París, adoptado por 195 naciones en diciembre de 2015, y ratificado ya por 160 países, marca una hoja de ruta para la descarbonización de la economía global, y esa hoja de ruta se está empezando a cumplir.
A pesar del anuncio del presidente Trump, países tan distintos como Estados Unidos, China, India y Chile están sustituyendo el carbón --el más contaminante de todos los combustibles fósiles-- por gas natural y energías solar y eólica. El resultado de esta transición es que las emisiones globales del sector energético se han ido nivelando a lo largo de los últimos tres años, mientras que el desarrollo económico del mundo ha seguido creciendo. Esto demuestra que, gracias a las nuevas tecnologías limpias, cuyo costo se ha reducido vertiginosamente, hoy en día es posible desligar las emisiones de gases de efecto invernadero del crecimiento económico.
Esta realidad es crucial para los países en desarrollo: buena parte de su crecimiento económico es una tarea pendiente, pero deberá hacerse en base a energías que no contaminen. La contaminación local de los combustibles fósiles ha pasado la brecha de lo admisible en muchos países, provocando grandes manifestaciones públicas allí donde surge la posibilidad de construir una nueva planta generadora de electricidad a base de carbón. La contaminación que producen estas plantas ya no se ajusta a las nuevas medidas que buscan limitar las causas del cambio climático.
La descarbonización ha llegado a un punto en el que es imparable. En el sector eléctrico la inversión global en energías renovables subió de 62.000 millones de dólares (51.763.983.365 millones de euros) en el año 2014 a 320.000 millones de dólares (267.175.301.536 millones de euros) en el año 2015; la cifra supera la inversión en todos los hidrocarburos. De hecho, estamos observando un efecto cuantitativo bajo el cual la capacidad instalada de energía renovable se está duplicando cada 5 años, con la posibilidad de incrementar aún más esa velocidad, dados los últimos desarrollos en tecnologías de almacenamiento de energía. Actualmente, la matriz energética mundial tiene una presencia del 23,7% de renovables, y se estima que llegará al 30%-40% para el año 2030, y al 50%-70% hacia el año 2050. Estas estimaciones hubieran sido ilusorias hace solamente unos pocos años, pero hoy son enteramente posibles.
Una revolución similar se está viendo en el sector del automóvil, con el desarrollo de los vehículos eléctricos. Volvo, una de las empresas automotrices más prestigiosas del mundo, ha anunciado que a partir del 2019 fabricará solamente automóviles eléctricos. China pondrá 5 millones de vehículos eléctricos en sus carreteras antes del 2020 a un costo unitario de 8.000 dólares (6.679 euros). Noruega ya prohibió la venta de vehículos con motores de combustión interna a partir de 2025, ganando a Francia y a Reino Unido, que lo han hecho para 2040. Aunque India no ha prohibido la venta, estima que su parque vehicular nuevo será 100% eléctrico para el año 2030. De hecho, los últimos pronósticos prevén que más del 50% de todos los vehículos en el mercado en 2040 sean eléctricos. Esta nueva generación de autos desplazará en gran parte el uso de petróleo para el transporte, y bajará sustancialmente las emisiones locales y globales. Es necesario destacar que por sí sola la electromovilidad no garantiza que la energía usada vaya a ser limpia; sin embargo, las medidas para limpiar la matriz energética y la bajada de los costes de las renovables van a desembocar en una afortunada coincidencia de vehículos eléctricos con electricidad totalmente limpia.
Finalmente, quizá la mejor noticia de todas sea el hecho de que las energías renovables pueden generarse de una manera mucho más descentralizada que los hidrocarburos. Esto significa que con ellas se podrá proveer de electricidad a una gran parte de la población mundial que hoy no tiene acceso a ella. Los últimos estudios prevén que se podría dotar de energía a un 70% de las 1300 millones de personas no electrificadas, aliviando la pobreza y brindando mejor salud para todos ellos.
Lejos de suponer un peso para las economías, responder al cambio climático se entiende ahora como una oportunidad de desarrollo, de mejorar la calidad del aire y la salud pública, de generar nuevos empleos, y de sacar a millones de personas de la pobreza. Podría ser que, al hacer frente a la mayor amenaza de este siglo, podamos no solo responder a ella, sino a la vez construir un mundo más estable, más sano y más justo.
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Christiana Figueres es fundadora de Mission 2020 y exsecretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio climático.
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