Paul Romer / Economista jefe del Banco Mundial
“Redefinir las fronteras puede desatar muchos peligros”
Andy Robinson Tegucigalpa , 1/11/2017
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Hice esta entrevista a Paul Romer, el economista jefe del Banco Mundial, hace varios meses. Una parte fue publicada en el suplemento Dinero. Pero decidí no publicar lo que Romer dijo sobre su teoría de las ciudades modelo (charter cities) hasta que pudiera visitar Honduras, donde sus ideas inspiraron el polémico plan de las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDEs) del actual presidente conservador, Juan Orlando Hernández. Ya terminada la visita a San Pedro Sula y Tegucigalpa, en septiembre publiqué en La Vanguardia un largo reportaje sobre el proyecto en Honduras que puede leerse aquí como complemento necesario de esa entrevista. Aconsejo leer primero el reportaje.
Romer planteó que Honduras, un estado fallido, de violencia endémica y cuyas instituciones públicas estaban infiltradas por el narcotráfico, sería un buen lugar para realizar el experimento de las llamadas charter cities o “ciudades modelo”. Aconsejó elegir territorios escasamente poblados y sacarlos del sistema de legislación y regulación existente. Según el plan de Romer, estas ciudades modelo serían islas de buen gobierno, libres de corrupción y de violencia con un entorno muy atractivo para los inversores extranjeros.
Sin embargo, asesorado por el neoconservador Mark Klugmann, que escribía los discursos de Ronald Reagan, Orlando Hernández ha puesto en marcha un plan que compagina las fantasías neoliberales de los libertarios estadounidenses con la máquina asesina de la oligarquía hondureña. “Yo, al principio, pensaba que sí. ¿Por qué no ofrecerles a los hondureños la oportunidad de quedarse en su país en vez de emigrar a EE.UU., creando un territorio con reglas y normas de EE.UU.?”, dijo Julio Raudales, exministro de planificación durante una entrevista en Tegucigalpa. Pero la realidad es otra: “Las ZEDEs se ven ahora como una forma de buscar dinero fácil para los inversores de aquí; las mismas empresas que han secuestrado al gobierno”, añadió.
El consejo gestor de las ZEDEs está compuesto por 21 personas, nueve de ellas estadounidenses de ideología libertaria y solo cuatro hondureños. Los estadounidenses incluyen a Klugmann, a Michael Reagan, hijo del expresidente conservador Grover Norquist, otro reaganista involucrado en la financiación de los contra en Nicaragua, y a Newt Gingrich, aliado de Trump en el Congreso. Entre los tres europeos está Barbara Kolm, la economista hayekiana vinculada al Partido de la Libertad de Austria.
Aunque no se ha puesto en marcha el plan, la reelección de Orlando Hernández el 26 de noviembre permitiría seguir adelante con uno de los experimentos más radicales de cesión de soberanía nacional desde los famosos enclaves plataneros en San Pedro Sula, a principio del siglo XX cuando la United Fruit Company convirtió Honduras en el prototipo de la república bananera.
Romer, uno de los gurús de la Universidad de Harvard, se ha distanciado del proyecto porque no cumple con el más mínimo requisito de transparencia democrática. Pero en esta entrevista puede apreciarse cómo, en el caso de las utopías neoliberales, el camino al infierno puede estar pavimentado con buenas intenciones. El infierno en el caso de Honduras es la expulsión de campesinos de sus tierras y el asesinato de muchos de los que protestan. En la última parte de la entrevista, Romer aplica la idea de las charter cities a Catalunya, con resultados cuando menos discutibles. Pero su referencia a debatir en términos prácticos la creación de una ciudad modelo (o un estado nuevo) como "experimento intelectual" es interesante, y solo podría producirse en el contexto de un debate para un referéndum.
Decidió salirse del proyecto de Honduras ¿por qué?
El origen de esto fue una propuesta de crear una zona de reformas a nivel de una ciudad nueva. Es decir, si un gobierno quisiera probar unas reformas podría crear una nueva ciudad para hacerlo. Como Shenzhen o Hong Kong. La gente de Honduras me lo propuso a mí. Trabajamos juntos durante un periodo. Luego, nosotros caminos divergieron. La tensión fundamental tiene que ver con que yo no quería estar involucrado en un proyecto en el que el gobierno no quería permitir que hubiera un mandato democrático y en el que jamás habría elecciones. La ley que crearon establece una zona en la que la gente nunca tendría la posibilidad de elegir a sus líderes y los votantes en Honduras, tampoco. Hay cosas que no son aceptables. Si los votantes no pueden elegir a sus líderes no podemos colaborar. Quieren crear un consejo que elegiría a sus propios miembros, como una aristocracia. Una vez que lo controlan, ellos deciden quién puede ser socio del club, que nunca se someterá a la decisiones del pueblo.
Conceptualmente ¿por qué es interesante crear algo nuevo fuera del sistema democrático ya existente?
Hay cuestiones intelectualmente interesantes en este debate; también hay fórmulas que no permiten clarificar nada. Por ejemplo, hablar de neocolonialismo o neoliberalismo en este asunto es fácil de entender al inicio pero no ayuda a comprender lo que pasa en realidad. Una cosa es que puedas tener más poder ejecutivo o menos poder ejecutivo en un sistema de gobierno. Como un banco central. Puede que sea útil tener un ejecutivo fuerte, con menos controles y equilibrios. Y esto o bien sería un Ejecutivo elegido y que luego tiene muchos poderes, como un alcalde fuerte; o bien puede ser como un gobernador de un banco central nombrado por un gobierno democráticamente elegido. Creo que suele funcionar mejor tener un poder ejecutivo fuerte.
La segunda cuestión es si la gente puede decidir si quiere entrar… Puedes establecer las normas, y si la gente viene es porque las aceptan. Si eliges un lugar donde ya hay gente, tienes que buscar un consenso, aceptar que ellos están de acuerdo; si no, incluso con una autoridad fuerte, vas a tener protestas en la calle.
¿Hay algún ejemplo?
El mejor ejemplo histórico fue el de William Penn. Cuando Carlos II de Inglaterra dio a Penn la opción de crear un dominio en América y Penn creó una charter (estatuto) que garantizaba la separación Estado-Iglesia. Creo que Carlos II lo hizo adrede. Quiso crear esa libertad, pero no podía hacerlo en Inglaterra porque sabía que provocaría una revolución. Entonces, la gente que fue a vivir a Pensilvania tenía la opción de probar esta nueva forma de hacer las cosas. Y se convirtió en un ejemplo de territorio con libertad religiosa. Penn reclutó a gente, no solo cuáqueros como él, sino otros. Así que había un grupo de personas que creían en esa idea. Cuando entraron otros después, hubo una socialización en la que aceptaban esa nueva forma de hacer las cosas. Creo que fue esa charter (estatuto) de Penn la que resultó decisiva para hacer una innovación en un sistema de gobernación --la separación entre Estado e Iglesia-- que ha sido la más importante de los últimos cinco siglos. Por eso se me ocurrió dar el nombre ‘Charter cities’ al programa. La hipótesis es que este mecanismo podría funcionar en países con graves problemas de gobernación --corrupción, violencia-- heredados del pasado.
¿Puedo hacer una pregunta osada? Hay gente en Catalunya que, dada la disfuncionalidad del Estado en España -- tal vez fruto de su propio pasado-- se plantea por qué no crear algo nuevo, empezar de nuevo ¿Esto sería compatible con su idea de la ciudad modelo?
Es un área muy delicada. Desde el Tratado de Westfalia existe un consenso para no redefinir las fronteras nacionales. Hay un par de excepciones: Kosovo y Sudán del Sur. Redefinir las fronteras puede desatar mucho peligros. La pregunta es: ¿hay alguna forma de hacerlo sin desatar estos problemas? Quizás. Si se encontrara un territorio escasamente poblado en España donde no hubiera nadie que pudiera estar en contra... Hay que evitar obligar a la gente a que se someta a un cambio no quiere. La forma menos arriesgada es hacerlo en algún lugar donde no hay gente, para que solo sea un "opt-in", una decisión de entrar ahí.
Según sus tesis, este “algún lugar” sería más eficaz desde un punto de vista económico. ¿Por qué?
Este mecanismo puede crear un espacio para hacer las cosas de manera distinta si hay cuestiones profundas sobre el bien y el mal o de identidad que la gente quiere cambiar. En Pensilvania era la libertad de religión. En Honduras sería el estado de derecho y la violencia. Como experimento intelectual es una idea interesante. Porque la emoción crea sensaciones y sentido regional o nacional. Se puede plantear un ejercicio: “Imagínate qué pasaría si creásemos algo radicalmente nuevo. ¿Qué haríamos de forma diferente? Ese enfoque, práctico y frío, quizá ayudaría a la gente a saber de verdad si les ayudaría o no a lograr lo que quieren...
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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