1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

Dinero, editoriales y “best sellers”

Leonor S. Martin 3/02/2018

CC

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

En la primera entrega de estas reflexiones, me quedé a punto de abordar ese tema espinoso: el dinero. Les decía que, en mi opinión, para explorar las conflictivas relaciones entre la Gran Literatura y la literatura best-seller (BS) (o entre sus adalides, mejor dicho), había que calibrar dos asuntos: la calidad y el dinero. El asunto de la calidad hacía referencia a la concepción del BS como un género que engloba a una gran diversidad de obras, con unas características comunes de forma y contenido. Ahora propongo que reflexionemos sobre la influencia que el dinero tiene en la factura de estos libros, dado que una de sus principales características es que son presentados como "productos" destinados a venderse y recaudar mucho.

He oído cosas que no creerían, como, por ejemplo, que la verdadera literatura sólo puede hallarse en editoriales minoritarias, en libros que cuesta trabajo encontrar, y, por supuesto, de la mano de autores apenas conocidos. Huelga decir que estos autores a la fuerza tienen que vivir en la pobreza, ya que sus obras sólo alcanzan a comprarlas unos pocos lectores tenaces. Quizás este afán tenga que ver con aquello de preservar ese “aura” de las obras de arte de la que hablaba Walter Benjamin; “aura” que se envilece de algún modo al reproducir esas obras para las masas. Quizá sea tan sólo una excentricidad algo masoquista, o sea, cosa de darle a la absenta. O quizás obedezca a ese tópico según el cual, cuando uno es artista, ser feliz o forrarse resulta vulgar.

Lo normal, sin embargo, es que tanto a escritores, como a editores y dueños de editoriales les complazca ganar dinero. Algunos digieren mal esa realidad de que haya escritores que hagan fortuna con obras de escasa calidad literaria, mientras que otros, más escrupulosos, a veces con mucho más talento, tienen que vigilar garajes para poder seguir escribiendo. Esas personas echan la culpa de esta situación, sin duda “injusta”, a la existencia del género BS, cuya erradicación resolvería el problema, como he oído demasiadas veces.

Hay quienes sostienen que si el dinero que se invierte en los BS se destinara a publicar buena literatura, ésta sería más leída. Cesar Aira, en un artículo del año 2003 que sigue siendo esencial (no se lo pierdan), echaba por tierra esta tesis al afirmar que, de no existir los BS, los lectores de BS no leerían nada de nada. Según él, la existencia de la literatura no hace perder dinero ni oportunidades a la causa de la Gran Literatura. Lo que se me antoja de cajón es que no vuelvan a leer nada de nada si lo que se les ofrece son malos libros, de la especie que fuere.

Otros alegan que gracias a los ingresos de los BS los grandes grupos pueden mantener a los sellos más literarios y preservar así la literatura intelectual, artística. Quizá el creciente batallón de editoriales independientes pueda arbitrar esta cuestión…

Como ven, el fenómeno es complejo (perdón por la perogrullada), no sé si más adecuado para sociólogos, incluso para publicistas, que para críticos literarios o gente de letras. El libro, el vehículo por excelencia de la alta cultura, puede reportar mucho dinero cuando es tratado como objeto de consumo. Un dinero que acaso sea el chocolate del loro para las gigantes multinacionales en cuyo seno residen algunos de los grandes grupos editoriales. Pero un dinero que lo es todo para las personas que forman la cadena de los oficios del libro, que empieza y acaba con –y/o en– el escritor.

¿Podrían estas grandes editoriales tomar partido y hacer algo para mejorar la calidad general de esos BS?  ¿Tendría esa “gente de letras” que velar por ello?

Resulta bastante evidente que hay libros que sólo se publican para hacer caja, a sabiendas de que su calidad literaria deja bastante que desear. No parece razonable que haya  una intención perversa detrás de esto, del tipo “dar a los tontos lo que se merecen”; o incluso peor: que sea una conspiración para embrutecer a la Humanidad. Mi experiencia es que en algunos sellos mainstream se trabaja duro por ofrecer los mejores textos posibles; siempre a partir de unas premisas que han demostrado que “funcionan”, aunque no hay nunca certeza total, como todo el mundo sabe, pues la fórmula del BS aún está por descubrir (con permiso de Dan Brown).

Sin embargo, una vez que has pagado la novela, ya no hay marcha atrás. Quizá el público castigue al autor y no vuelva a comprar una obra suya, pero parece improbable que el veto se extienda al sello editorial.

En el artículo que antes mencionaba, César Aira afirma también que en los BS “importa más el libro que el autor”.  Tenía razón, en mi opinión, aunque en la actualidad esté ocurriendo un fenómeno que no invita a pensar así. Es posible que en 2003 aún no se estilara la moda de escribir novelas entre los presentadores de televisión, tertulianos y celebridades varias. No pienso que haya nada que, a priori, impida que estos profesionales sean buenos escritores, así que reformularé mi pensamiento: quizá en 2003 aún no se estilaba la moda editorial de publicar novelas firmadas por “famosos”.

Parece lógico pensar que, desde que el mundo es mundo, vender sus libros ha estado de moda para las editoriales, incluso para algunos autores (menos los que antes apuntábamos). Y que desde la última crisis muchos han tenido que hacer piruetas para estimular la venta y evitar despidos o echar el cierre. Esas novelas de “famosos”, como es fácil deducir, obtienen una publicidad enorme por el medio en el que se desenvuelven sus autores. Es del todo sensato que las editoriales busquen matar esos dos pájaros de un solo tiro. El problema viene cuando detrás de esas firmas se presentan obras de una calidad más que cuestionable.

Hace poco leí que la mención de las Meditaciones de Marco Aurelio por parte de un famoso presentador de un programa de entretenimiento de prime time estimuló de forma notable las ventas de dicho libro. A lo Oprah, pero en España. Me ilusiona pensar que alguna de esas personas que lo compraron lo leyó, e incluso lo gozó. Ya les avisé de que soy ingenua.

¿Qué pasaría si de verdad se dedicara un esfuerzo de marketing hacia textos realmente buenos, aunque no fueran tan complacientes hacia el lector?

Ya, ya lo sé: se diría que son los editores los culpables de los libros mediocres. Puede ser difícil dar con textos excelentes, que encajen dentro de las líneas editoriales. Siquiera, a veces, con manuscritos “aprovechables”, a los que merezca la pena dedicar el esfuerzo de un intenso trabajo de edición porque la idea central, o el espíritu que los alienta, sea buena. Quizá la solución sería ofrecer cursos de escritura a los presentadores de televisión...

Bromas aparte, y ya que he mencionado las líneas editoriales, hay otra cuestión que les animo a observar: cuanto más comercial es un sello, más desdibujada está su línea editorial.

Los catálogos de las editoriales actúan, en muchos casos, como un marchamo de calidad para los lectores. En los últimos tiempos –quizá por eso de la crisis, quizá por ese burdo rumor de la existencia de la burbuja editorial– algunos sellos han, digamos, flexibilizado sus criterios, y han hecho algunas concesiones a lo comercial.

Así, nos encontramos con textos con características de BS dentro de colecciones que, en apariencia, nada tienen que ver con ellos. Un hecho que produce, en mi opinión, al menos dos figuras curiosas: por un lado, lectores extrañados, que pensaban que estaban leyendo “alta” literatura, cuando los libros en cuestión no difieren mucho en calidad de otros que rechazarían con sólo mirar la portada. Y por otro, escritores despistados (y desesperados), porque ya no tienen ni idea de adónde deben mandar sus manuscritos.

Y no sugiero ni por un momento que los lectores o los escritores sean tontos. Al contrario. Se me ocurre que, en esto del arte, a veces, la mediocridad viaja de polizón en el armario de lo subjetivo. Circunstancia de la que algunos saben sacar provecho, y que, en las mentes sensatas, siembra la duda. Una duda que, por prudencia o modestia, muchas veces callamos, pues la achacamos a nuestra falta de criterio o de cultura.

Mi siguiente pregunta sería hasta qué punto esa perspectiva del dinero, la servidumbre de los balances de resultados, condicionaría lo que los escritores se permiten escribir. Es decir: el acto creativo. Pero eso será ya otro día.

En la primera entrega de estas reflexiones, me quedé a punto de abordar ese tema espinoso: el dinero. Les decía que, en mi opinión, para explorar las...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Leonor S. Martin

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

1 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Godfor Saken

    De la novela “Necrosfera”, de César Martín Ortiz (editorial Baile del Sol, Tenerife, 2018): Los sapiens tienden a repetir lo que ya han hecho antes, tanto si es bueno como si es malo. Los sapiens carecen de criterio moral; están fatalmente ligados a la costumbre, a la de su grupo y a la de cada uno en particular, de ahí que sea imposible rehabilitar a un criminal o a un simple canalla sin una severa reprogramación. El único modo de que un sapiens no sea dañino es acostumbrarlo a que no lo sea, condicionarlo para que no pueda elegir hacer el mal; pues, si se le deja libertad de elección, tarde o temprano terminará por convertirse en un virus mortífero. La situación ideal sería aquella en la que fuese el propio grupo humano el encargado de desalentar la maldad como pauta de conducta aceptable, pero en toda la historia del sapiens nunca han existido comunidades de ese tipo, un hecho que han reconocido algunos de los sapiens más honrados y perspicaces y que se debe, probablemente, a que solo los peores sapiens sienten inclinación hacia el gobierno de sus iguales para así abandonarse a la fantasía de que no son sus iguales. No obstante, la transmisión escrita de la cultura hizo posible durante algún tiempo la existencia de comunidades humanas virtuales, formadas por personas que nunca se conocieron directamente y que estaban, en su mayor parte, muertas. El sapiens que poseía libros y los frecuentaba desde su juventud pertenecía con mayor arraigo y lealtad al grupo formado por los escritores de libros que a la comunidad física en la que había nacido y con la que usualmente mantenía relaciones débiles cuando no hostiles. El trato con el grupo de los mejores sapiens muertos constituía un ejemplo y una educación para los vivos, un impulso de mejora, y este es el motivo de que rechazaran cada vez con mayor repugnancia la sociedad de sus conciudadanos próximos. Desgraciadamente, esta posibilidad y esta esperanza fueron efímeras. A los que se consideraban a sí mismos propietarios de todo lo existente les convino que los otros sapiens aprendiesen a leer para de este modo servirse no solo de sus cuerpos sino también de sus intelectos. Llegó un momento en el que cada vez más gente leía libros. Millones de sapiens descubrieron, a través de la lectura, una manera de eludir el destino de bestialidad y servidumbre que los propietarios les presentaban como el único a su alcance. Y como la lectura estimula el pensamiento y el pensamiento anhela la expresión, muchos de estos lectores se convirtieron en escritores que, de generación en generación, apoyándose en los hombros de los que los habían precedido, aprendieron a mirar más lejos y fueron volviéndose cada vez más sutiles y audaces a la hora de examinar, interpretar y condenar la realidad prefabricada por los propietarios. Gracias a los libros, mucha gente empezó a soñar con la rebelión y a acariciar con dedos de esperanza un argumento no escrito con tinta sobre papel sino con gestos sobre el tiempo. Los poderosos prohibieron libros, los censuraron, los quemaron, cerraron editoriales. Encarcelaron y a veces corrompieron a los escritores y eliminaron a los que no pudieron comprar, pero con esto solo consiguieron que la comunidad virtual del libro se volviera más apasionada y secreta, más consciente y segura de su verdad. La furiosa reacción de la clase dominante había sido la propia de una bestia herida. Solo el presagio de muerte que trae consigo un intenso dolor podría explicarla. La cultura los desgarraba como una lanza a un cerdo salvaje y la comunidad virtual del libro afilaba en secreto la hoja. Los propietarios no tuvieron más remedio que cambiar de táctica: empezaron ellos mismos a escribir libros. No personalmente, claro está: después de siglos de endogamia y degeneración vital, los propietarios estaban incapacitados para cualquier clase de trabajo, incluso el que desempeñaría con desenvoltura un disminuido psíquico, y escribir un libro es un trabajo duro. Lo que hicieron fue pagar con esplendidez a algunas personas para que escribieran libros estúpidos e inundar el mercado de modo continuo con toneladas de aquellos libros, de modo que los verdaderos libros se tornasen imperceptibles. La posibilidad de encontrar un libro auténtico entre aquella catarata de estupidez se fue haciendo cada vez más pequeña, hasta la irrelevancia estadística. Los nuevos lectores jóvenes, sin ayuda de un maestro, ya no tenían la menor oportunidad de encontrar un libro que los hiciera mejores, más libres y esperanzados. No puede haber buenos lectores sin buenos libros, y a la inversa. La comunidad espiritual de los buenos lectores desapareció ahogada en numerosa imbecilidad, y con ella la última perspectiva de autorregeneración que le quedaba al sapiens.

    Hace 5 años 8 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí