Ser feminazi hoy
Los campos de nabos, los tacones y las Kellys
Anita Botwin 8/02/2018
Leticia Dolera critica la organización de los Premios Goya durante la gala de celebración.
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El sábado pasado tuvo lugar la última gala de los Goya o lo que fue, en palabras de Leticia Dolera, “un campo de nabos feminista precioso”. Días después, Joaquín Reyes y Ernesto Sevilla comentaban que habían presentado ellos la ceremonia porque no había mujeres disponibles. Al parecer, llamaron a tres mujeres y las tres dijeron que no podían/querían presentarla. Todo el mundo sabe que sólo hay tres mujeres en el mundo del cine español y que además están liadas cambiando los pañales a sus retoños –esto sí puede ser cierto–. Si se trataba de una gala de reivindicación feminista, habría que darle más protagonismo a la mujer. ¿Alguien se hubiera imaginado a Bertín Osborne presentando la gala de No a La Guerra?
Pero antes de que comenzara la ceremonia, vimos pasear sobre tacones a muchas de las actrices en la alfombra roja. Porque todo el mundo sabe que antes de que te den un premio o que no te lo den –lo más posible– lo importante es salir bien guapa en el escaparate de las marcas. Y es entonces cuando escucho una frase y ya me quedo muerta. Una de las conductoras de la gala para TVE le pregunta a Úrsula Corberó cuántas horas ha estado arreglándose. En la la gala más feminista de la historia... En la gala más fe-mi-nis-ta-de-la-his-to…
Por supuesto, el tacón formaba parte del panorama y pareciera que del protocolo goyesco. A excepción de Leticia Dolera o alguna más que optó por el zapato plano, los tacones, como bien dijo Dani Rovira el año pasado presentando la gala, siguen definiéndonos.
Para todos aquellos que nunca hayan usado nunca tacones –niños, hombres cis, mi perro– les diré que la última vez que lo hice estuve dos días sin poder caminar. Lo del tacón de aguja y el hecho de que así se llame quizá les diga algo. Estiliza las piernas de las mujeres, y ya de paso si te descuidas te rompes una. “Con la muerte en los tacones” lo llamaría yo si hubiera dirigido esa película y no Alfred Hitchcock.
Ayer escuchaba en un capítulo de La Casa de Papel que “las mujeres pueden pasarse dos días eligiendo unos zapatos para una boda”. Y lo peor es que es verdad. Si no estuviéramos tanto tiempo preocupadas a lo largo de nuestra vida por nuestro aspecto físico y sus complementos, tendríamos más tiempo para dedicárselo a lo que sea que se lo dedican ellos. Y aún así sería extremadamente complicado igualarnos. Especialmente porque además de elegir la extensión de pestañas adecuada para la boda de nuestra hermana, existe una enorme brecha salarial, el techo de cristal y la discriminación en cada uno de los momentos de nuestra vida. Las puntas abiertas, la celulitis, los granos, las estrías, los pechos grandes, pequeños, el pelo –maldita depilación, ¿cuántas horas habremos perdido?– no hacen si no desviarnos de nuestro objetivo real: la igualdad. De qué me sirve no tener celulitis si cobro menos que mi compañero o si hay a puestos que no optaré en la vida.
Esto no es una culpabilización a las mujeres, es intentar poseer las herramientas para conquistar la otra parte del mundo, que es la nuestra. Sinceramente, no me veo haciendo la revolución subida a unos tacones de aguja.
Al día siguiente de la gala, lejos de los focos, el glamour y algún que otro abanico rojo decorativo, tuvo lugar una reivindicación más de las Kellys o camareras de piso. No vestían de Armani, ni de Dior ni de Versace. Nadie les preguntó cuántas horas habían tardado en arreglarse, porque son ellas las que arreglan las habitaciones de hotel por una miseria. La protesta tuvo lugar en Alicante, donde denunciaron despidos de mujeres que llevaban más de 15 años trabajando. También pusieron sobre la mesa las enfermedades que padecen debido a la explotación laboral.
La pasarela de Antonia, una de las Kellys, consiste en levantarse a las seis de la mañana, preparar la comida y la cena para su familia, el bocadillo para el niño, lavarse la cara y ponerse la ropa de uniforme. Lejos del campo de nabos feminista, Antonia y sus compañeras forman parte de un trabajo feminizado donde existe tanta explotación por el hecho de ser mujeres. Tanto las Kellys, como las trabajadoras del cine, caminan sobre la misma pasarela de discriminación, y como dice una de sus portavoces: “Debemos demostrar que somos nosotras quienes movemos el mundo”. Que así sea.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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