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Una espectadora sale de ver Nérium Park y en cuanto enciende el móvil se encuentra una llamada perdida: era del trabajo, la están despidiendo.
En la obra, una trabajadora de recursos humanos de una empresa y su marido, en paro como la espectadora cuando salió de verla, ven cómo se derrite lo que parecía un genial proyecto de futuro de una pareja en principio alegre y vitalista.
Hasta tal punto conecta con la realidad social el teatro de Josep Maria Miró (Barcelona, 1977), que incluso cree que en el escenario hay más verdad que en el periodismo que abandonó hace años, aunque sea a través de la mentira.
El joven y prolífico autor y director recibe a CTXT en el salón de su casa en un momento muy especial: después del éxito de su obra Principio de Arquímides, adaptada al cine en Brasil y en España y que ha recorrido más de 30 países, la Sala Beckett le dedica un ciclo con la representación de Nérium Park y el estreno de Olvídemonos de ser turistas, una conmovedora y ácida road-play donde viajar y el turismo se presentan como experiencias prácticamente antagónicas cuando es una búsqueda vital la que te mueve. Esta última obra llegará a Madrid en mayo.
¿Por qué dejó el periodismo?
No sé si dejé el periodismo o él me dejó a mí. Lo pasé algo mal en Radio Nacional durante la época del aznarismo. A mí me gustaba el periodismo y aún me gusta, pero no hacerlo de aquella forma. El otro día un alumno de un taller me preguntaba: ¿Por qué a veces encuentro más verdad en la ficción que en el periodismo? Creo que en el periodismo el pacto entre el usuario y el gremio se ha roto. Hemos empezado a cuestionar a los medios, sus vínculo de poder y sus jerarquías, cuestionamos la verdad que nos llega porque se ha roto la confianza. En cambio, cuando vas al teatro y te sientas en la butaca todavía estás dispuesto a respetar el pacto de que una gente te vaya a contar una mentira dentro de la cual hay verdad y estás dispuesto a creértelo. En Nérium Park, por ejemplo, más allá del hiperrealismo hay una mujer que se pone una barriga falsa para interpretar a una embarazada y mostramos cómo se la pone, enseñamos la arquitectura teatral, este espejo de verdad que es una mentira pero no te engaña. El espectador se conmueve sabiendo que hay una mentira encima del escenario. Esto rara vez pasa con las verdades oficiales.
¿Cómo se las apañó para dar el salto y vivir del teatro?
Estudié en el Institut del Teatre mientras trabajaba en la radio, era una locura, no paraba en todo el día. Para mí por aquel entonces estrenar en un teatro pequeño ya era un milagro. Empecé algunos trabajos como ayudante de dirección donde aprendí mucho. Aunque lo que quería era escribir el aprendizaje más intenso era allí, en contacto con los actores, más que estudiando. De todas formas, es un marco inestable económicamente todavía hoy, pero no tengo la sensación de aburrirme como sí me sucedía en una redacción.
Pero su teatro sigue muy vinculado a la actualidad. En Olvídemonos de ser turistas hay una crítica al modo en que viajamos.
Sí, el capitalismo aparece en todas mis obras, en estas dos de manera muy obvia. En Olvídemonos...se muestra cómo hemos perdido los objetivos del viaje en los últimos años. En la generación 'selfie' está siempre el objetivo girado hacia uno mismo. Planteo la necesidad de cambiar la pantalla. La pareja empieza como turista y la geografía es un paisaje, un croma. Después de la primera escena, esto cambia y los personajes se ven obligados a mirar hacia afuera.
También hay un cambio de tono entre un inicio más humorístico y un final más lacrimógeno, algo parecido a lo que pasa en Nérium Park.
Olvídemonos...empieza con un diálogo de más de 200 réplicas en forma de pregunta y eso le da un cierto tono de humor, aunque mi madre siempre me pregunta cuándo haré una comedia y aún le debo una. La pareja sólo se relaciona en la obra con preguntas. Los actores, Lina y Pablo, me contaban que era muy difícil de memorizar. Y a veces no cabía un “¡coño!” que podía usar Pablo improvisando porque rompía la musicalidad que buscaba.
En las obras que he visto o leído hay una importancia de algo que no está en la escena: un tal Sergi, un beso que nadie ha visto si era realmente o no acoso, un hijo...¿Cómo se busca eso y qué importancia le da?
En otras obras también hay muchas elipsis. Cuando hago de profesor en cursos explico que me parece interesante esa capacidad del teatro de hacer visible lo invisible. Los maravillosos recursos audiovisuales que tiene el cine no los tiene el teatro, donde todavía hay lugar para la imaginación. Y si das al espectador la capacidad de imaginar, llegará más lejos que el autor. Porque en el momento en que tú imaginas ese beso o esa urbanización solitaria de Nerium Park, lo haces conforme a tus miedos y prejuicios. Pongo como ejemplo La Casa de Bernarda Alba, donde Pepe el Romano genera una tensión sexual muy fuerte y nadie lo ha visto. Yo lo imaginaría, a lo mejor, como Joaquim Phoenix y otro lo imaginará de otra forma. A lo mejor si viéramos al real algunos espectadores dirían: “pues tampoco hay para tanto”.
En Nerium Park, la gentrificación expulsa a una pareja a una urbanización fantasma.
No veo tanto la gentrificación. Ellos salen de Barcelona no sé si porque la ciudad les expulsa o porque compran un proyecto de vida. Creen que les irá bien pero esto se tuerce porque llegan a un lugar donde no hay colectividad. Si no hay un espacio comunitario, solos no son nadie, y ese aislamiento les come. Hace poco, curiosamente, hemos descubierto que hay una urbanización en Hungría, con piscinas, que se llama Nerium Park.Veíamos los anuncios y pensábamos que es un lugar donde Gerard y Marta (protagonistas de la obra) se irían a vivir. Parecido a las urbanizaciones de Madrid y Barcelona.
¿De dónde viene ese nombre?
Pues las adelfas son muy comunes en este tipo de urbanización porque son flores muy resistentes y ornamentales que aguantan bien en estos lugares. Pero es tóxica. Y el nombre en catalán y castellano no me convencía, así que busqué el latín, Nerium Oleander, y me gustó Nerium Park.
Su obra más conocida, Principi d'Arquímedes, es de 2011 y plantea, sin resolver, esa guerra de puntos de vista entre lo que es acoso y lo que no, que ahora está más candente que nunca.
Pues te diré algo que sonará a burrada, pero es una obra fruto de la caída de las Torres Gemelas. Fue allí cuando cambian los paradigmas del mundo y empezamos a percibir que la seguridad es el principal mecanismo de control de las poblaciones, los aeropuertos empiezan a ser mucho más estrictos y cambia la relación con el mundo, reinventada a partir del terror. La mayoría de guerras del siglo XXI son ideológicas y pasan por el miedo y la seguridad. En el momento en que no sabemos distinguir entre un gesto de cariño y uno de peligro, vemos que ese control no está funcionado.
¿De qué trata su próxima obra, Temps Salvatge?
Retrata la posverdad y el concepto de colectividad, habla de una sociedad que, si tiene los fundamentos podridos, difícilmente podrá construir algo bueno. En un pueblo tranquilo y civilizado se prepara una fiesta para adolescentes en un pabellón y, de repente, aparecen nueve pintadas amenazantes que rompen las normas de convivencia, una frase fuerte que genera un cataclismo en esta población.
En su relación entre teatro y política, ¿le inspira el proceso independentista?
Me inspira muy poco porque tengo una sensación de cansancio y también creo que nos falta un poco de perspectiva para mirarlo. Pero me preocupa, es uno de los temas que más me inquieta por varias cosas. En primer lugar, se ha constatado la falta de calidad democrática en España. Yo entiendo las posturas independentistas, federalistas y unionistas en un marco democrático. Si este país hubiera sido suficientemente maduro, se habría utilizado el mecanismo del referéndum ante una petición histórica y si hubiera salido un “no” sería a partir de la legitimidad democrática y no del ahogo económico que el Gobierno español está imponiendo. Para mí el mejor político es aquel al que no votaría nunca, pero con el que se puede dialogar, y últimamente entre Trump, Rajoy, kirchneristas y macristas en Argentina, pasa todo lo contrario, se gobierna desde la negación del otro.
¿Y no sucede con los políticos independentistas?
No lo creo, no creo que el independentismo nazca de la negación de España, el “a por ellos” lo hemos escuchado del otro lado. Y el referéndum es una reivindicación impepinable, que está en la calle. En cambio esa negación desde el Gobierno español no sólo afecta al independentismo, se está coartando la libertad de expresión y otras muchas cosas.
¿La relación del teatro entre Barcelona y Madrid también ha salido mal parada de esto?
Teatralmente Barcelona y Madrid han vivido de espaldas desde hace muchos años. Pasan cosas muy interesantes en ambas ciudades, pero muchas obras que triunfan allí no se estrenan aquí y viceversa. Hay un poco más de tránsito de directores que de autores, no sé por qué. Yo he estrenado más en Miami, Grecia y Argentina que en Madrid. Pero pasa igual al revés. En un país normal, esto no ocurriría y habla de la fractura de una comunidad. En Nerium Park hablo mucho del concepto de colectividad, de comunidad, sin la que es imposible que triunfe un proyecto de pareja. Y me preocupa.
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Autor >
Germán Aranda
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