Ser feminazi hoy
Por un 8M de azoteas vacías
Anita Botwin 22/02/2018
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“La libertad es un tren / que por mu’ tarde que llegue / tiene nombre de mujer”.
Alicia Carrasco
A estas alturas del partido, es bastante obvio reconocer que sin las mujeres no sólo todo sería un desastre, sino que el sistema caería en picado. Sin nuestros cuidados diarios, las lavadoras fabricadas con inteligencia especial para nosotras -¿por qué los hombres no saben poner lavadoras?-, el fin de la brecha salarial y del techo de cristal… otra gallina cantaría. Pero No Nos Metamos en Eso…
Esta desigualdad estructural entre hombres y mujeres por las que luchamos las feministas es la que mantiene el sistema patriarcal en el que vivimos de hace ya la friolera de 21 siglos. Este sistema que cada vez enriquece a los más ricos y empobrece y enferma a los más pobres, sobre todo mujeres. Sin nuestro trabajo peor remunerado que el de nuestros compañeros, sin nuestros cuidados y el trabajo reproductivo, el mundo en el que vivimos no se mantendría. Si la mitad de la población parásemos el día 8 de marzo y nos dedicásemos a vivir, con tiempo propio lejos del sistema productivo, estaríamos más cerca de la igualdad.
Al PP le parece que somos frívolas y elitistas por buscar la igualdad en lo laboral. Que odiamos a los hombres y desayunamos fetos. Tampoco podemos pedir peras al olmo de las reformas laborales, que nos olvidaron desde hace tiempo a no ser que nos hagamos las rubias y nos pongamos tacón. El partido no sólo ha arremetido contra nosotras, sino que nos han propuesto hacer una huelga a la japonesa y trabajar hasta la extenuación. ¡Pero si eso ya lo hacemos cada día! Si bajaran desde su élite burguesa y capitalista verían que las trabajadoras lo somos doblemente: fuera y dentro de casa. Pero No Nos Metamos en Eso…
Si tan sólo un día la mitad de la población parásemos, dejásemos de trabajar, estudiar, consumir, producir y cuidar, el sistema colapsaría y pararíamos el mundo. No quedaría más remedio que poner fin a la desigualdad y a la violencia machista en todos sus ámbitos. No temas, no pienses que no sirve para nada. Imagina que Clara Campoamor hubiese pensado lo mismo: no votarías. Imagina que Carmen de Burgos no hubiese escrito nunca aunque fuera bajo pseudónimos varios. O que Emily Wilding Davison no se hubiese abalanzado contra el caballo rey Jorge V para que las inglesas pudiesen votar. Imagina que tantas otras anónimas en su día a día no luchasen por un mundo más justo.
Tengo una vecina a la que veo de reojo todos los días. Veo sus manos endurecidas por la lejía, tendiendo la ropa de su familia. Cada día. Escucho los raíles de su cuerda, ya oxidados con el paso del tiempo y ese ruido desagradable se convierte en una especie de saludo o de guiño. No conozco su cara, no sé si es feliz, si llega a fin de mes… Sólo conozco sus manos y sus ropas tendidas cada día sin falta. Y así, en las azoteas de Sevilla nos conocemos las unas a las otras, de lejos, siluetas tras las sábanas, historias de mujeres valientes, luchadoras, que tienden la ropa religiosamente. Cada día.
Por eso espero un 8M en el que las bragas se queden en los cajones y no asomen por las azoteas. Espero un 8M en el que podamos vernos la cara en las calles y nos demos la mano, esa mano que ha sostenido este sistema durante tanto tiempo. Un día en que esos hombres feministas se echen a un lado, y si quieren colaborar a nuestra causa que nos den el día libre, que ya cobramos un mes menos de media al año. Pero No Nos metamos en Eso, no vaya a ser que consigamos ser iguales y libres. Y eso ya tal.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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