En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Aporta aquí
Otra quincena más que se cierra en la tragicomedia del Brexit con una acumulación de sucesos estrambóticos que, de no ser tan ingleses como el fish & chips los viernes, podríamos tildar de esperpénticos, ese adjetivo tan español. Todo ello es el resultado de un centro derecha, otrora liberal e ilustrado, que ha olvidado sus distinguidos referentes y se ha dejado asaltar por sus peores miembros, una panda de bucaneros privilegiados y chovinistas. Hola. Aquí comienza una nueva edición de Brexiteando, una sección que no tiene un nombre más inglés porque no puede, y en la que les doy parte de lo que sucede en esta parte del Canal de la Mancha. Resumen de los episodios anteriores: Es un horror político. Pero aburrirnos, no nos aburrimos.
Uno de los grandes enigmas de la política británica, como el macguffin de una película de suspense, ha sido la publicación de los informes encargados por el gobierno de Theresa May para evaluar el impacto económico de la salida de la UE. Primero se dijo que existían. Después, que existían pero que no podían ser vistos. Más tarde, que nunca se encargaron. Al final, no solo los había, sino que terminaron siendo filtrados. O publicados oficialmente porque iban a serlo. En el fondo no importa. Lo que importa es que estos informes han corroborado lo que 9 de cada 10 economistas llevan advirtiendo dos años: el Brexit es un dislate económico que oscila entre lo perjudicial y lo catastrófico, incluso asumiendo el escenario más optimista en el que el Reino Unido consigue acuerdos comerciales rápidos con India y China.
Tras estas revelaciones, el Gobierno británico se quedó con cara de haberse tragado un disco de Depeche Mode. Pero el estupor no duró mucho: el secretario de Estado para el Brexit, Steve Baker, un ruidoso euroescéptico, pasó al ataque y aseguró conocer la existencia de una conspiración de funcionarios dentro del Ministerio de Hacienda dedicada a falsear los números y a producir predicciones negativas del Brexit. Esta reacción, que no sorprendería de haber salido de labios de Donald Trump, encontró eco en otros cráneos privilegiados, como el exministro de Economía Nigel Lawson y Jacob Rees-Mogg, el diputado millonario y populista que capitanea la facción más ultramontana del Gobierno. Rees-Mogg, que pese a declararse orgulloso cristiano no tiene reparos en pedir la eliminación completa de toda ayuda a países en desarrollo, no ha ocultado nunca sus deseos de defenestrar a Theresa May.
La primera ministra lleva meses intentando contener la exhibición de atrocidades en la que se ha convertido su gabinete
Pese al rechazo que estas declaraciones causaron entre funcionarios y el resto de la clase política, la primera ministra salió en defensa de su ministro y no dio demasiada importancia a sus palabras. En cambio, May sí que censuró en privado a su ministro de Justicia por afirmar que si el Brexit conlleva un coste económico importante, quizá habría que replantearlo. La primera ministra lleva meses intentando contener la exhibición de atrocidades en la que se ha convertido su gabinete. Su estrategia ha sido la de mantener contentos a los levantiscos brexiteers mientras evitaba en todo lo posible definirse sobre la forma en la que el Reino Unido elegirá relacionarse con la UE cuando acabe el plazo de negociaciones en marzo de 2019. Este silencio no ha hecho más que aumentar la presión a su alrededor y no le ha servido para apacentar a sus compañeros de partido más ambiciosos, Boris Johnson, Michael Gove y Rees-Moog que, según cuentan los tabloides, han amenazado a May con derrocarla si no hay Brexit duro. Se dice incluso que los conspiradores ya se han repartido los puestos del futuro gobierno.
Boris Johnson, por cierto, ofreció el otro día una esperpéntica –ven, he acabado usando la palabra– rueda de prensa en la que se suponía iba a ofrecer un discurso ilusionante a los británicos preocupados por la salida de la UE. Como suele suceder con él, consiguió justo lo contrario. Su discurso en favor del Brexit duro no estaba dirigido a los ciudadanos, sino a sus compañeros de Gobierno. Era el gesto de un carnicero afilando sus cuchillos a unos pocos días de la esperada reunión a puerta cerrada en la que May y sus ministros esperan consensuar su posición final sobre el Brexit.
Como el discurso conspiranoico pareció funcionar, el Daily Telegraph informó pocos días más tarde de un complot del multimillonario George Soros para hacer descarrilar la salida del Reino Unido de la UE. El motivo era la nada secreta reunión de Soros con un grupo de empresarios para convencerles de que presionaran al gobierno. El financiero no ha ocultado nunca su apoyo económico a Best for Britain, un think tank bien conocido por su posición europeísta. Con esta denuncia de un supuesto complot, los medios británicos se alineaban de forma poco disimulada con los gobiernos de los países de Europa del este en su demonización de Soros quien, por cierto, es judío.
Así está la cosa. Funcionarios, judíos… ya solo faltan los masones para completar el triunvirato conspirativo de manual. Solo queda saber si esta estrategia será efectiva como forma de disciplinar a los conservadores moderados, bajo amenaza de acabar siendo señalados como traidores, y así influir en la decisión de May, o si no es más que un globo sonda, una probatura de la línea editorial y argumentativa que seguirán los tabloides y los conservadores más furibundos cuando el Brexit duro no se consume.
Mientras tanto, se ha estrenado estos días en la televisión británica una serie llamada Britannia, que narra la invasión romana de las islas. Una producción espectacular y con presunciones de veracidad histórica que sin embargo dialoga de forma directa con la mentalidad antieuropea de muchos británicos que ven en la Bruselas una nueva Roma y en las leyes de la UE unas nuevas legiones. También se ha estrenado La hora más oscura, que narra los primeros días de Winston Churchill como primer ministro mientras el Reino Unido estaba a punto de sucumbir bajo la marea nazi. Londres se ha llenado de publicidad del tour por los búnkeres y salas de guerra que Churchill utilizó durante los días del blitzkrieg. Esta reivindicación en la ficción de las figuras de Churchill y la reina celta Boudica como símbolos de la resistencia contra las fuerzas invasoras no es nada casual. Evidencian el espíritu de una mitad del país que busca recobrar las glorias de un imperio perdido, mientras la otra mitad teme el batacazo económico al que quiere conducirle una clase política que ha renunciado a la ética a cambio de mantenerse en el poder.
-------------------------------
Santiago Sánchez-Pagés es profesor de economía en la Universidad de Barcelona. Hasta 2015 fue también profesor en la Universidad de Edimburgo.
CTXT necesita un arreglo de chapa y pintura. Mejorar el diseño, la usabilidad… convertir nuestra revista en un medio más accesible. Con tu donación lo haremos posible este año. A cambio, tendrás acceso gratuito a El...
Autor >
Santiago Sánchez-Pagés
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí