“Sin nosotras no se mueve el mundo” es uno de los lemas del movimiento feminista que tomó las calles en la ya histórica movilización de este pasado 8 de marzo. Un lema que a muchas nos resulta muy útil porque resume la realidad de las dobles y triples jornadas que vivimos, así como el desigual reparto de las tareas domésticas y de cuidados entre hombres y mujeres que sigue dominando los hogares y la sociedad.

Esta consigna, que se ha popularizado y extendido dentro y fuera del movimiento feminista, vino de la mano de las trabajadoras del hogar migrantes de América Latina a principios de los años 2000. Mujeres que, en estos últimos años, han sido probablemente los sujetos más activos en la exigencia de la dignificación del trabajo de cuidados y del hogar, así como de su reconocimiento como trabajadoras de pleno derecho.

A nivel mundial se calcula que existen al menos 67 millones de trabajadoras y trabajadores domésticos, de los que el 83% son mujeres. Esta cifra crece a un ritmo constante en los países desarrollados y en desarrollo, y se ha doblado en poco más de veinte años –en 1995 representaban 32 millones. Además, existen motivos de orden metodológico para pensar que incluso estos datos están subestimados.

Las causas que explican este aumento tan importante obedecen a una diversidad de factores. Entre ellos pueden destacarse la creciente participación de las mujeres en la fuerza de trabajo; los aspectos culturales y subjetivos asociados a lo que se considera ‘ser clase media’ o ‘ascender socialmente’ y que pasan por demandar un apoyo externo para las tareas domésticas; la polarización social que existe en las sociedades; el envejecimiento de la población; el incremento de la feminización de las migraciones internacionales y, en particular, los déficits en las prestaciones de servicios de cuidado por parte del Estado y la propia organización del mercado de trabajo que llevan a buscar soluciones privadas desde el ámbito familiar a la organización de los cuidados.

A nivel mundial se calcula que existen al menos 67 millones de trabajadoras y trabajadores domésticos, de los que el 83% son mujeres

El trabajo doméstico ha sido tradicionalmente objeto de explotación laboral y condiciones penosas, marcado no solo por su historia reciente estrechamente vinculada con la esclavitud, el colonialismo y otras formas de servidumbre, sino también por el hecho de haber sido considerado terreno de las mujeres y como “tareas improductivas”. Aunque queden lejos de nuestro imaginario muchas de estas consideraciones históricas a la hora de hablar de trabajo doméstico, no resultan tan extrañas frases como “limpia casas para hacer unos dinerillos extras para la familia” o “pagamos a una chica unas horas a la semana”, sin atribuir a esta actividad la misma noción y condición de salario y empleo que se le da a otros trabajos (aunque sean de igual modo a tiempo parcial).

A nivel mundial solo el 10% de las trabajadoras están cubiertas por la legislación laboral de manera similaral al resto de los trabajadores, lo cual demuestra que siguen operando fuertemente prejuicios sobre los trabajos de “poco valor”, fácilmente remplazables, realizados por mujeres.

Características del empleo del hogar en España

En España se produce un crecimiento y consolidación del sector del empleo del hogar a partir de la década de los noventa del pasado siglo. Y la relevancia del fenómeno no radica solo en el aumento de sus cifras sino en el hecho de que vuelve a incorporarse como un recurso socialmente aceptado en función de los cambios sociales que se producen, principalmente la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo y la llegada de migrantes al país. En el año 1993, las personas ocupadas en este ámbito eran poco más de 360.000, cifra que fue ascendiendo hasta llegar a un máximo de unas 750.000 en 2007. En el último trimestre del año pasado, el número de personas totales ocupadas en el empleo del hogar era de 671.700 –un 3,4% del total de personas ocupadas).

Los niveles de feminización son notorios y las mujeres constituyen en torno al 90% de los trabajadores del sector. Aunque la crisis económica trajo como consecuencia una intensificación en la incorporación de los hombres a este ámbito laboral (expulsados de sectores tradicionalmente masculinos golpeados por la crisis), las cifras no han dejado de ser testimoniales.

La consolidación del sector del empleo del hogar ha significado, además de una modificación en los datos y en su aceptación social, el resurgimiento de un movimiento de lucha por su dignificación y por su plena consideración como un ámbito laboral. En 2011 se produjo la aprobación del Real Decreto Ley 1620/2011 y la Ley 27/2011, que son resultado de la lucha de los colectivos de migrantes y de las propias asociaciones de empleadas del hogar que se habían consolidado durante esos años, de las presiones del movimiento feminista en pos del reconocimiento del sector como parte del sistema de los cuidados en la actual organización social de los cuidados y de la acción sindical para llevar estas reivindicaciones a la mesa de negociación. Estas reformas se enmarcaron en el contexto de la adopción en 2011 del Convenio número 189 sobre el trabajo decente para las trabajadoras y trabajadores domésticos por parte de la Organización Internacional del Trabajo, un Convenio que ha supuesto un hito muy importante en favor de la valorización del sector y el reconocimiento de la equiparación de derechos. Su ratificación y aplicación se han convertido en una demanda compartida para los colectivos en los distintos países.

Con el cambio del Régimen Especial al Régimen General en Sistema Especial y los cambios legislativos que se establecieron se fijaron delimitaciones más claras en la relación laboral disminuyendo, al menos en la normativa, la incidencia de la discrecionalidad en la relación. Entre las mejoras llevadas a cabo caben señalar cuestiones relativas a los tiempos de descanso, el establecimiento de los períodos vacacionales, el cálculo de los “tiempos de presencia”, la consideración de los accidentes y enfermedades laborales o el aumento de los límites del “pago en especie” por el trabajo realizado. Quedaron pendientes, sin embargo, importantes materias, siendo las más notorias la no existencia de un sistema de protección por desempleo o la revisión de la figura del “desistimiento” como fórmula de despido inmediata y barata.

el número de trabajadoras inscritas en la Seguridad Social se sitúa en un 65,5%. Tasas que representan índices de informalidad más altos que en el resto de actividades económicas

Donde sí se han producido avances desde la aprobación de la legislación ha sido en el aumento del número de trabajadoras inscritas en la Seguridad Social. Este sector se caracterizaba por altos índices de informalidad e irregularidad y, por tanto, sin derechos laborales adscritos. La tasa de cobertura en el año 2011 no llegaba al 45% del total de sus trabajadoras, lo que significaba que más de la mitad de ellas carecían de cualquier tipo de cobertura legal o de prestaciones sociales asociadas (como la jubilación contributiva o las bajas por incapacidad temporal). Esta relación de cifras se transformó a partir de 2011, momento a partir del cual la afiliación ascendió de manera notoria y llegó hasta el 69% en el año 2015. Sin embargo, esta tendencia no solo se ha estancado sino que ha descendido ligeramente. Hoy se sitúa en un 65,5%. Tasas que representan índices de informalidad más altos que en el resto de actividades económicas.

Las modificaciones legislativas no solo mejoran las condiciones de vida de las personas que trabajan en el sector sino que también permiten avanzar en la valorización de los cuidados en nuestras sociedades. 

El Convenio 189, una oportunidad para avanzar en derechos

La ratificación por parte de España del Convenio 189 podría constituir una nueva oportunidad para visibilizar las deficiencias existentes en este sector, avanzar en su dignificación y en la equiparación de sus derechos con el del resto de trabajadores. La primera cuestión para igualar derechos estaría relacionada con el acceso a un subsidio de desempleo, pero además se podrían abordar otros aspectos como los relacionados con la negociación colectiva, la prevención de riesgos laborales, las modalidades de despedido, o los problemas que se dan en el régimen de internas.

El Convenio 189 ha sido ratificado hasta la fecha por 25 países (entre los que destacan en el entorno Alemania, Bélgica, Finlandia, Irlanda, Italia, Portugal y Suiza) y las instituciones europeas (Consejo, Comisión y Parlamento) dieron ya en 2013 luz verde a su ratificación. En el propio proceso de aprobación del Convenio se reflejó la articulación creciente del sector a nivel internacional, con la creación de la Red Internacional de Trabajadoras del Hogar en 2009 (IDWN por sus siglas en inglés) con objeto de movilizarse para la aprobación del Convenio, y posteriormente con la creación de la Federación Internacional de Trabajadores del Hogar. Estas situaciones vinieron acompañadas por la movilización de las organizaciones sindicales, de las organizaciones feministas y de un parte importante de la sociedad.

Esta articulación y movilización sigue presente y se expresó, de nuevo, en la movilización feminista del pasado 8 de marzo. La ratificación del Convenio fue una de las reivindicaciones que se plantearon con carácter de urgencia. Esta demanda no sólo incumbe a la situación concreta de las empleadas del hogar sino que abre el debate sobre la reorganización social de los cuidados y de los modelos de sociedad en que queremos vivir. Existe un amplio consenso social favorable a estas cuestiones y debería ser posible un acuerdo parlamentario que sirviera para dar avances concretos y firmes en pro de la necesaria equiparación de derechos y dignificación de un sector sin el cual no se mueve el mundo.

----------------------------

Judith Carreras es consejera de la Oficina de la OIT para España.

Magdalena Díaz Gorfinkiel es colaboradora de la OIT y profesora de la UC3M.