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Aún no me puedo creer –como mujer que soy– que alguien pueda pensar que el hecho de que te penetren cinco tíos fornidos por todos tus orificios en el sórdido suelo de un portal pueda resultar algo placentero y deseado. Sinceramente creo que la cabeza de ese señor magistrado está un poco enferma y aún no se ha enterado de que a las mujeres nos gusta el sexo consentido y buscado.

Siento una enorme vergüenza hacia mi país, representado judicialmente por personas con una falta de humanidad total; imagino que habrá muchos jueces que sientan la misma desazón que siento yo hoy, y sinceramente no es por el número de años que vayan a pasar estos cinco bestias violadores en la cárcel, sino por el mal uso de las palabras, que evitó llamar por su nombre a actos brutales como este. Esto es una violación en grupo sin duda alguna, y no se trata de juzgar a la víctima, que imagino tendrá un montón de sentimientos encontrados pues en una situación así es normal entrar en shock, sino de juzgar a cinco tipos que no se pararon ni un segundo a pensar en ella y que la utilizaron sin ningún escrúpulo como un juguete tirado en el suelo, y que además grabaron los actos y para rematar la dejaron tirada y le robaron el móvil. Me entristece tanto pensar que alguien puede calificar estos actos de abuso sexual y no de violación, agresión, brutalidad, desprecio, utilización, etc., que escribo esta carta para expresar mi sentimiento de dolor.

No sé si nuestros jueces son conscientes del papel que representan pero ayer sentí una profunda decepción hacia la justicia que me hace cuestionarme algo en lo que creía y ayer dejé de creer.

Espero que esto no acabe así pero es difícil reparar lo vivido ayer.

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Sandra Rein es ilustradora.