Raquel Martos / Periodista y escritora
“Parece que ya sabemos todo sobre el feminismo, pero no”
Pilar Ruiz Madrid , 16/05/2018
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Aunque el público la conoce, y mucho, como colaboradora y guionista del programa El Hormiguero, Raquel Martos (Madrid, 1969) es autora de novelas (Los besos no se gastan, y No pasa nada. Y si pasa se le saluda, Espasa, Feltrinelli en Italia) y una presencia habitual en radio, prensa y televisión. La periodista salpica de ironía programas como Julia en la Onda (Onda Cero). Tras la gran sonrisa de Raquel está la voz reconocible, cálida y amable, pero no se confíen: ahí hay un bisturí que disecciona la actualidad hasta dejarla en el hueso. En la cercanía, Martos es la voz emocionada al recordar a su maestro ya desaparecido; sarcástica cuando habla de la clase política y franca, generosa, con quien quiera escucharla. Cuando habla de su profesión, de la radio, esa voz suena enamorada.
Guionista, periodista, escritora, humorista; prensa, radio, televisión…
Sobre todo, comunicadora. No me considero humorista. Tomás Martín Blanco (1932-2009), un maestro de la radio, el que más me ha enseñado, me dijo: especialízate. Es una de las muchas cosas que no cumplí, pero el haber hecho justo lo contrario me ha garantizado la supervivencia. Y como tengo tendencia a aburrirme, me gusta emprender proyectos nuevos, casi retos. Pero la radio la busqué, y otros lugares, en cambio, los encontré. Sí, mejor comunicadora, que cabe en un carnet.
La columna “Muy fan de…” –publicada en Infolibre– es un retrato irónico del esperpento político que invade la actualidad. En esa corte de los Milagros, ¿de quién eres más “fan”? ¿Hay algún personaje preferido?
A veces parece que la actualidad se haya convertido en un guion
Tenemos un elenco muy bueno, como esas películas llenas de actores buenísimos. Ahora mi amorcito es Montoro: es el ministro de mis ojos. Me hace mucha gracia. Lo digo en serio; si lee esto, que lo sepa. No cuando hace política y decide, claro. Mariano Rajoy también, sobre todo cuando se mete en jardines. Pero hay tantos… En el sentido más ácido de la columna, en ese “ser muy fan” aparecerían todos los que no tienen ningún pudor en demostrar que lo que están haciendo es vergonzoso. No sé cuántas columnas hice de Bárcenas, por ejemplo. Y Esperanza Aguirre: claramente lideresa. Muy fan de ella, sí… Yo haría una serie tipo The Crown basada en la vida de Esperanza; ¡hasta es “Dame Commander” nombrada por la Reina de Inglaterra! No acabo de creerme que haya desaparecido de la escena política, siempre creo que va a haber un momento Viernes 13 y que va a resurgir de sus cenizas. A veces parece que la actualidad se haya convertido en un guion, algo cinematográfico, pero esto que ocurre es tan apasionante, tan cabreante como divertido… La decepción llega cuando ves que faltan figuras que se alejen de ese guion, que se hagan respetar. Eso sí, nunca he sentido de tal manera esta realidad hiperinformativa, donde parece que tu voz cuenta tanto, y al tiempo, nos encontramos con una tremenda regresión a lo peor del pasado.
Luis del Olmo, Julia Otero, Carlos Alsina, Pablo Motos, Carles Francino… Has trabajado con todos ellos, ¿Cómo es comunicar desde ese lugar?
Soy oyente de radio desde niña, quería estar ahí, me parecía mágico. Además soy muy tímida y la radio tiene algo protector: hay una cabina que te acoge. La radio lo tenía todo para mí; la tele, en cambio llegó por casualidad. Pablo (Motos) me ficha para el Club de la comedia, diciendo: “Yo quiero gente de la radio”. Después montamos el No somos nadie (M80) y de ahí nace El Hormiguero (A3) cuyo equipo fundador es, somos, los de la radio… La tele tiene otro enganche, pero me ha dado una proyección que tengo que agradecer muchísimo.
De Julia Otero me gustaría resaltar que pone muy en valor a los colaboradores que tiene
Cuando empecé a trabajar con Luis del Olmo fue como pasar al otro lado de la pantalla de cine. Al escuchar por primera vez en la cabina la sintonía de Crónicas de un pueblo… Siempre que me acuerdo me emociono. Viví cosas alucinantes: fue el año 93, el de Roldán, cuando teníamos que esconder a Amedo en una habitación, Norma Duval le tiró un zapato a la cabeza a Jimmy Giménez-Arnau y le dio a José Luis Coll… Y el duelo famoso entre Corcuera y Pedro Jota, que tuve que gestionar yo porque todo el equipo estaba en un especial en Villafranca; nos quedamos solas tres novatas. Llaman del gabinete –esos tiempos sin móviles– y dicen: “El ministro quiere hablar”. Ahí estoy yo bajando a todo correr por las escaleras, que casi me mato, para decirle al técnico ¡PINCHA, PINCHA! y que entrara en directo. Lo único que pensaba es: “Lo perdemos y Luis me mata…” Aprendí de él lo que supone una entrega total a este oficio. Todas las mañanas estaba nervioso: ni dormía, llamaba a las 10 de la noche…Terminaba el programa y preguntaba: “¿Qué tal he estado?” A todo el mundo, hasta al becario, con lo que imponía. Eso me gustaba mucho de él. Hay que recordar que en ese momento Iñaki (Gabilondo) y Luis eran como Messi y Cristiano: había una rivalidad tremenda, y eso llevaba a un nivel de exigencia increíble.
Claro que la exigencia y el perfeccionismo es una característica común a todos: Alsina, Francino… Pablo (Motos) también es un currante inagotable. Todos buscan la excelencia… De Julia Otero me gustaría resaltar que destaca entre todos por una virtud sobresaliente, y es que pone muy en valor a los colaboradores que tiene: para ella somos los mejores y, como los entrenadores de fútbol, sabe en qué puesto tiene que colocarte para que juegues mejor. Demuestra mucha inteligencia y seguridad.
No hay mujeres al frente de la mayoría de los medios de comunicación. ¿Por qué?
¿Sabes esas casas señoriales con un ascensor privado, con llave, solo para la planta de arriba? Pues no tenemos la llave todavía. Y además en periodismo, que a es clave para cambiar la política y la sociedad de un país… ¿Cómo van a dejar que las mujeres lleguen a esos puestos de dirección? Ni los medios considerados como feministas lo hacen.
¿Estamos todavía en los comienzos, en el aprendizaje del feminismo?
Todavía estoy en ese aprendizaje. El hashtag “Cuéntalo”, me parece algo maravilloso de las redes sociales, tan feas a veces. Yo tampoco era consciente de que podía decir “me siento incómoda”, lo tenía asumido, como cuando estás empezando y te comes los marrones de los horarios, la precariedad… Sientes, desde luego, impotencia y rabia. Porque siempre te culpas tú. Ahora es cuando estoy siendo consciente de todos esos “detalles”, esos comportamientos indeseables. Incluso en nosotras mismas. Estamos siempre en ese segundo plano: ese “filtro Valencia”, asumido y aceptado, de la gran mujer que está detrás de un hombre. Y hay muchísimas que se han rendido, porque no hay más que ver esas imágenes con hombres encorbatados en las grandes instituciones mundiales…Parece que nunca cambia nada, y eso tiene que ver con la falta de referentes culturales.
Y en la televisión, ¿por qué no puede haber mujeres directoras de programas más allá de las “reinas de la mañana”?
Por lo que hablamos: el segundo plano. Tenemos una vicepresidenta que ejerce el poder como si fuera una jefa de producción: ese papel está muy bien para mucha gente en el poder; piensan que para ese segundo plano estamos estupendas. Hubo un año en que hice un programa que iba muy bien, hasta que un señor al que le habían quitado su programa pidió el mío. Y se lo dieron. Al preguntar cuál era la razón de la decisión, me contestaron que ese señor “tenía más galones”. ¡Eso de los galones era algo taaaan subjetivo! No me sorprende nada ninguna de las dificultades que tienen las mujeres de cualquier ámbito profesional para llegar a los puestos de dirección. Y ahora que el feminismo se ha convertido en algo horrible para algunos, y por otro lado en algo muy comercial, llega eso de “pongamos una tía aquí que nos viene bien…” Como quien pone una cebra. No es una cuota, no: es cálculo interesado.
¿Tiene algo que ver la exposición, el aspecto físico exigido a una mujer? Algo nunca considerado como importante para la carrera profesional de los comunicadores masculinos.
¡Claro que sí! Hablo de esto a menudo con amigas: parece que siempre estuviéramos en el lado equivocado. Cuando sales en televisión tienes la sensación de que la gente se fija más en el maquillaje, la ropa, que en tu trabajo. Todavía estamos en el aprendizaje del feminismo, porque yo misma me he pillado muchas veces diciendo, con las políticas, por ejemplo: pero, ¿quién ha vestido a esta mujer? Es como si lo tuviéramos metido en el ADN. Y ya no es que sea obligatorio llevar tacones o no llevarlos, es poder decir “me pongo lo que me da la gana”. Porque lo importante es lo que estoy diciendo, no qué aspecto tengo. Y a las mujeres en el humor… Ahí ya te están esperando con el cuchillo en ristre.
A las mujeres humoristas, ¿se las toma en serio?
Es muy difícil y más todavía en tele, por la exposición física, tridimensional, de la que hablábamos. Yo he hecho pocos bolos de monologuista. Salir tú sola, en un escenario, en un bar, a hacer humor y notar esa desconfianza, es durísimo. Prefiero subir a hacer Nora de Casa de Muñecas, así, sin avisar, que un monólogo de humor. Y no solo por el público masculino: también por las mujeres; aún pueden llegar a mostrar más rechazo. No tenemos modelos tampoco sobre esto. Claro que, en vez de criticar a las mujeres que se declaran contrarias al feminismo, creo que es mejor hacer pedagogía, reforzar lo positivo. Parece que ya sabemos todo sobre el feminismo, pero no. Estamos también en un punto de saturación, en el que muchos mensajes defendidos a gritos carecen de fuerza. Si frenas, me lo explicas y me haces reflexionar, quizá lleguemos a algo.
A veces me pregunto si alguna vez que me tendré que autocensurar
¿Y las mujeres con poder político que rechazan el feminismo?
Ah, eso es distinto: tienen una responsabilidad, deciden sobre nuestras vidas. Porque yo a los políticos de todo signo les critico, hago chistes o les dedico una columna de “Muy fan” por su gestión, no por nada personal ni por cuestiones ideológicas.
Ley Mordaza, condenas a creadores, músicos, tuiteros… ¿Hay una involución política que afecta a los periodistas y creadores?
Tengo una sensación compartidísima de tristeza, rabia y miedo. ¿Qué ha pasado? Es un retroceso. Y miedo también porque soy un poco inocente, aunque nada destroyer, y ahora a veces me pregunto si alguna vez que me tendré que autocensurar. Los guionistas y humoristas hacemos ficción; si te parece mal, no lo leas, no lo veas… Porque sin humor, la vida es insoportable.
¿Puede la risa curarlo todo? ¿Se pueden hacer bromas sobre los violadores de la Manada, por ejemplo?
No pude curarlo todo, desgraciadamente, pero no concibo la vida sin humor.
Se cuentan chistes en los velatorios… La vida es un velatorio. Yo me permito el humor cuando me da la gana: si se puede sacar punta, lo metemos en el programa, si no, no… Pero no con la sentencia de la Manada: hay cosas de las que no me apetece reírme. Yo elijo. Se puede hacer humor de todo, sí, aunque siempre se va a ofender alguien. A veces te planteas: ¿qué he hecho en la vida? Que no soy neurocirujano… Pues si a una persona le he hecho sentir cosas con una novela, con un chiste, he cumplido. Como una responsabilidad social.
¿Se puede ser “Muy Fan de…” España?
Absolutamente. En el sentido irónico de la columna y también en el positivo. En ambos sentidos: España es lo mejor y lo peor llevado al extremo. Porque en ningún otro lugar más que este, donde hay tanto talento, se podrían haber hecho El Verdugo o Amanece que no es poco. Me encanta este país. A pesar de todo.
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas
Autora >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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