TRIBUNA
Un Gobierno de contención
El Gabinete Sánchez está marcado por su compromiso en contener el gasto público y porque de momento nos va a permitir contener a la derecha extrema que ya asola Europa
Víctor Alonso Rocafort 6/06/2018
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Cuanto más rápidamente envejezca lo novedoso, antes reaparecerá lo viejo como nuevo.
Andrea Köhler
El domingo 20 de mayo Ciudadanos celebraba un mitin de estética kitsch en Madrid entre banderas rojigualdas, discursos joseantonianos de su presidente, Albert Rivera, y con Marta Sánchez entonando un nuevo himno para la nación. El domingo 27 de mayo se conocían los resultados de la consulta de Podemos sobre la continuidad de sus líderes, Pablo Iglesias e Irene Montero, quienes habían solicitado el respaldo de sus bases tras la compra de un chalet en Galapagar. El lunes 28 de mayo daba comienzo una semana frenética en el Congreso de los Diputados que daría como resultado, el viernes 1 de junio, el regreso del PSOE al Gobierno de España de la mano de un nuevo presidente, Pedro Sánchez.
En apenas quince días el panorama político del país ha cambiado por completo. Todo giro político acarrea elementos de continuidad y discontinuidad. La situación es tan nueva que no valdrán las viejas recetas. Y al mismo tiempo lo sucedido no cae del cielo, sino que procede también de determinadas actuaciones de las izquierdas en las calles, los juzgados y las instituciones, mientras alberga tantos rasgos familiares del pasado reciente del país que vamos a tener que poner en marcha enseñanzas cruciales de estos últimos años. Muchos entrarán sin embargo en esta etapa a trompicones, forzados, con antiguas muletillas aún incorporadas de la dura lucha contra la derecha o pensando que volvemos a tener enfrente a Zapatero, mientras los oportunistas habituales ya estarán poniendo en modo on su veleta a ver qué se puede pescar en este nuevo río.
Hace siglos que se dejó de enseñar en las escuelas la mejor manera de afrontar estos cambios repentinos de escenario. La retórica clásica había sido un componente esencial del currículo europeo hasta el siglo XVII. En el humanismo italiano fue la piedra angular de toda formación política y entenderíamos muy poco del Machiavelli más republicano si no lo tuviéramos en cuenta. La retórica resultaba tan adecuada a la hora de estudiar la política por su énfasis en la contingencia que preside los asuntos humanos, en su fortuna, y por tanto en la consecuente adaptación que como animales de polis habríamos de estar dispuestos a acometer a cada rato ante los cambios imprevistos de nuestra ciudad. Lesbos frente a Procusto, que diría Giambattista Vico. La virtud y la prudencia, el coraje cívico y la escucha, los principios derivados de un ethos (carácter) de altura con los pies en la tierra eran las mejores garantías para afrontar los vaivenes de la vida pública.
en la izquierda hemos acumulado una serie de aprendizajes que habrán de ser dispuestos adecuadamente para su despliegue y acción. Tanto de lo que fueron anteriores gobiernos socialistas como de lo que ha supuesto el ciclo del 15M y las mareas
2018 no es ya 2004, y mucho menos 1982. No solo por la minoría exigua de diputados y diputadas socialistas que sostienen al nuevo Gobierno, 84 de 350, necesitado en principio de la alianza republicana con la que se ha echado a Rajoy. No solo por los evidentes cambios de actores, dispositivos, medios y escenarios. También es diferente porque en la izquierda hemos acumulado una serie de aprendizajes que habrán de ser dispuestos adecuadamente para su despliegue y acción. Tanto de lo que fueron anteriores gobiernos socialistas como de lo que ha supuesto el ciclo del 15M y las mareas.
El aprendizaje teórico fundamental para esta nueva etapa proviene de la constatación del agotamiento de la socialdemocracia como proyecto capaz de afrontar con éxito los dilemas de la Europa del siglo XXI. El Gobierno de Zapatero acabó humillado precisamente por el corsé autoimpuesto de lo que también en las últimas décadas vino a llamarse, quizá con más precisión, social-liberalismo. No valen reformas únicamente en el campo de los derechos civiles o gestos significativos en el campo internacional, tan importantes, si no se ataca el corazón neoliberal del sistema, aquel donde se aloja la economía y las relaciones laborales que afectan de manera tan directa a nuestra vida.
El Gobierno de Pedro Sánchez ha sido diseñado con novedades propias de esta etapa, sabiendo leer en parte el tiempo actual y aportando las suficientes dosis de ilusión para una ciudadanía progresista que no veía cómo salir del oscuro túnel de la derecha. No solo su gobierno tendrá más mujeres que hombres o recupera el Ministerio de Igualdad, sino que las principales carteras económicas o de defensa y justicia las llevarán ellas. A su vez ofrece otra novedad significativa como es la creación de un gran Ministerio en torno a la energía, el medio ambiente y el cambio climático. Y se permite incorporar a personalidades mediáticas y de prestigio como Pedro Duque mientras navega las difíciles aguas de la cuestión territorial con Borrell y Batet, una de cal y otra de arena, a la espera de unos meses de negociaciones que se antojan complejos. Los nombramientos finales, entrando de lleno al espectáculo con Màxim Huerta para Cultura o con un guiño evidente al electorado naranja con Grande-Marlaska, y pese a la simpatía inmediata que puedan despertar en parte del electorado, pueden anticipar algunas de sus dificultades futuras.
Con todo, queda claro que el nuevo Gobierno del PSOE mantiene ese viejo aire de familia de las carteras económicas, muy del gusto de la gran banca española y de Bruselas. La obediencia al absurdo mantra neoliberal del tope del 3% en el déficit público continuará, y con él el modelo de contención de salarios y gasto público, el de la precariedad y el desempleo. Derogar las reformas laborales, retornar a la primacía de la negociación colectiva, afrontar una política de recuperación de derechos laborales a costa de los beneficios empresariales, o emprender una reforma tributaria de gran calado son políticas que muy posiblemente, a juzgar por los nombramientos anunciados, se quedarán en el tintero, quizá camufladas por algunas medidas más superficiales que atenúen la insoportable situación actual.
Junto al orden económico neoliberal, tampoco se alterará el orden monárquico de lo que hemos venido en denominar régimen del 78. Veremos si al menos el Gobierno se ve capaz de entrar en cuestiones de memoria, de separación de poderes o de adaptación democrática de diversas instituciones, incluido el Parlamento. Un feminismo que no sea a la vez anticapitalista o un ecologismo que no moleste al oligopolio eléctrico, va a ser también muy difícil que brille más allá del fogonazo. Respecto al orden territorial, habrá de meterse con audacia si quiere durar. Y aquí no le valdrá lo de ser republicano pero monárquico, pues tendrá que emplearse a fondo para demostrar la base federal de su ideario, unos principios de autonomía y solidaridad territorial que en este caso tantos compartimos.
Pero antes de situarnos en 2011 y salir a las plazas frente a este PSOE plegado a Bruselas, seamos también capaces de reflexionar sobre lo que ha sucedido desde entonces y lo que, hace no tanto, apenas el pasado 20 de mayo, creíamos que iba a suceder en España.
Han sido siete años de durísimo Gobierno de Mariano Rajoy. Los más vulnerables de la sociedad han sido literalmente machacados por sus políticas, por sus desahucios y su policía, por su precariedad y su desempleo, por su pobreza energética y su modelo de vivienda, por sus muros y fronteras. Lo que predecían además las encuestas era la victoria de algo que daba todavía más miedo, de aquello que empezaba a conformarse como un movimiento nacionalista de choque, patriótico, capaz de conectar con amplias capas de la población, cada vez más cercano al ideario falangista mientras mantenía su pureza neoliberal, y que volaba demoscópicamente a lomos de la ira del a por ellos. Hemos de aprender también de cómo estaban engalanados hasta hace no tanto los balcones de nuestras ciudades o del preocupante cariz que tomaban las discusiones con familiares y amigos en torno a Catalunya.
Hemos de aprender también de cómo estaban engalanados hasta hace no tanto los balcones de nuestras ciudades o del preocupante cariz que tomaban las discusiones con familiares y amigos en torno a Catalunya
Lo mejor de la política es cuando, más allá de toda su superficie y discurso, la acción aterriza y se concreta, a ser posible impulsada desde la ciudadanía organizada. Aquellas experiencias previas frente a gobiernos del PSOE, el rescate de sus posicionamientos y declaraciones de los últimos tiempos, nuestros planes técnicos y programáticos desarrollados al detalle, las experiencias en movimientos sociales y también en los gobiernos de las grandes ciudades, todo eso habrá de ponerse sobre la mesa en los campos de lo posible, empujando desde la calle cuando sea preciso, para recuperar libertades y avanzar en derechos civiles, en nuevas leyes educativas y de universidades, en la re-universalización de una sanidad que habrá de blindarse de una vez ante el asalto del capital. Y en las propuestas económicas más transformadoras.
Aprender también, finalmente, que necesitamos a la gran política acompañada de la buena teoría. Alentar el regreso de la preocupación ética al primer plano de la izquierda, aquella sobre el cómo ganar para hacerlo bien y no a cualquier precio, mientras dejamos de una vez al margen la banalidad del reality, las ansias por tener la gran idea del día en medio del enésimo bandazo. Ya no valen más populismos ni cesarismos, atajos ni máquinas de guerra electoral, lo sabíamos antes y se ha comprobado en esta etapa. Tampoco valen los modelos clásicos de partido. Seguimos precisando de amplias alianzas sociales y políticas ante el neoliberalismo, frente al corazón de la bestia, que surjan desde abajo, enraizadas en los movimientos sociales, que sepan ser colaborativas y generosas, capaces de incorporar la radicalidad democrática de la que tanto hemos aprendido, por sus presencias y también por sus clamorosas ausencias en este tiempo.
Me comentaban estos días cómo los estudiantes de una escuela de arte y política madrileña ya no se preocupaban en los últimos meses tanto por el aparecer como por el hacer, en una enseñanza que el narcisismo de parte de la nueva política ya está inoculando, a modo de espejo invertido, a los jóvenes más inquietos e inconformistas del país. Y como este, mil aprendizajes que seguirán llegando e incorporándose para conformar una amplia oposición de izquierdas a este PSOE. Una oposición que habrá de ser consciente del carácter destructivo de nuestra terrible derecha patria, esa que espera agazapada deslegitimando desde ya al nuevo Gobierno, comenzando hoy sus guerras intestinas pero que quizá mañana esté de nuevo con visos de gobernar el país si lo de hoy fracasa sin alternativa.
Es bastante por tanto todo lo aprendido en estos años, y no resultará fácil ponerlo en práctica. Viene una etapa con mucho de inédito, de la que tendremos que aprender rápidamente, protegidos frente a fortuna por aquellas virtudes republicanas que nombrábamos al principio. Estamos ante un gobierno de contención, no solo por su compromiso en contener el gasto público sino también porque de momento nos va a permitir contener a la derecha extrema que ya asola Europa. Hemos de tratar de que esta etapa de contención sea el preludio, la preparación, del nuevo país que soñamos desde la izquierda. Suerte y a la tarea.
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas
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Víctor Alonso Rocafort
Profesor de Teoría Política en la Universidad Complutense de Madrid. Entre sus publicaciones destaca el libro Retórica, democracia y crisis. Un estudio de teoría política (CEPC, Madrid, 2010).
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