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Los testigos niegan la versión de los ertzainas en el ‘caso Cabacas’

El juicio por la muerte del joven Íñigo Cabacas, en 2012 en Bilbao, tras recibir un pelotazo de goma, trata de dirimir quién disparó y quién fue el responsable de la carga

Isabel Camacho Bilbao , 20/10/2018

<p>Una imagen de la sala durante el juicio del 'caso Cabacas'</p>

Una imagen de la sala durante el juicio del 'caso Cabacas'

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En el juicio que se está celebrando en Bilbao contra tres mandos y tres agentes de la Ertzaintza por la muerte de Iñigo Cabacas tras recibir un pelotazo de goma en la cabeza se dirime no solo quién disparó la munición letal, sino quién es el responsable de la carga con pelotas de goma en un callejón donde cientos de personas celebraban en ambiente festivo la victoria del Athletic frente al Schalke 04 alemán la noche del 5 de abril de 2012.

La imagen de cuatro de los ertzainas disfrazados con peluca y gafas para no ser reconocidos, deshilachando una narración amparada en su derecho a no decir la verdad, trufada de contradicciones y desmentidos entre ellos mismos, tiñe de oscuro la imagen de profesionalidad  de la Ertzaintza como policía al servicio de la ciudadanía. Un argumento en que los acusados  envuelven sus palabras para justificar la intervención con pelotas de goma: protegían a los ciudadanos. También, desconocían el poder letal de la munición.

Han elegido estar presentes solo en la apertura, durante su declaración. Esta decisión les ha impedido escuchar los testimonios de una veintena de testigos –en total, comparecerán más de un centenar– que, bajo juramento, expresarían después cómo la alegría se transformó en un “infierno” cuando llegaron ellos. Son jóvenes, en su mayoría,  que disfrutaban de un ambiente festivo y contradicen el escenario de “guerra” que describen cinco de los seis acusados.

“!Me hubiera gustado que les escucharan”, dice Manu Cabacas, padre de Iñigo, que tenía 28 años cuando le mataron.  Él y Fina Liceranzu, la madre, acuden a diario a la sala número 3 en el primer piso de los Juzgados de Bilbao. Se sientan en la primera fila. Silentes, abrazados a ratos. Las declaraciones de los testigos el segundo día –algunos habían cuidado de su hijo herido de muerte–, y las palabras amenazantes de varios ertzainas aquella noche, revientan las emociones en la sala y el padre se sumerge en un laberinto de lágrimas.

“Fina, ¿no se os ha acercado ninguno para pediros perdón?”, le pregunto a la salida. Y, la madre cuenta ante los medios que sí. Que dos de los mandos (el oficial que se negó a intervenir en un principio y otro que rechaza –“contundentemente no”– que ordenara la carga) les dijeron “lo siento”, que nunca tendría que haber ocurrido lo que sucedió pero que ellos recibieron órdenes (en alusión a Ugarteko).

Solo uno de los tres mandos reconoce haber disparado contra la multitud

– Y, ¿por qué no lo habéis dicho en la sala?

– Porque nosotros también tenemos hijos.

– Si, pero el mío está muerto –les responde la madre.

Acusados

La primera sesión está dedicada a la declaración de los policías; dos de ellos ya jubilados. Para todos, pide la acusación cuatro años de prisión. La defensa y la Fiscalía mimetizada con los defensores, la libre absolución. El 9 de noviembre finalizará el juicio y será entonces cuando se lean los informes finales y las peticiones de pena definitivas frente a los acusados ya presentes.

Los tres mandos están procesados por incumplir los “principios básicos de proporcionalidad, prudencia, necesidad y seguridad”. Durante las seis horas de declaraciones, solo uno de ellos se vanagloria de haber dado la orden de disparar porque era “la única manera de cortar los incidentes”. Era el jefe de los tres agentes acusados; quienes iban con él en la furgoneta la noche de los incidentes y los únicos que reconocieron durante la instrucción haber disparado. Aunque la propia jueza reconoció que fueron muchos más quienes cargaron sus escopetas Benelli, frente al callejón de María Díaz de Haro.

 “En aquellos tiempos”, como se refiere alguno de los acusados a esos años, gobernaba el PSOE en Euskadi y Rodolfo Ares era el consejero de Interior vasco. El jefe de los seis que ahora se sientan en el banquillo. Tras el adelanto de elecciones, el PNV regresaría al Gobierno y un pacto de silencio, denunciado públicamente por algunos de los propios acusados en su momento, trató de esconder la muerte bajo llave.

“En aquellos tiempos”, la Unidad de Seguridad Ciudadana, a la que pertenecen todos los encausados, era “un cajón de sastre” que actuaba contra la violencia callejera aunque no era su función. La Ertzaintza seguía utilizando pelotas de goma a pesar de que, un año antes de que una hiriera de muerte a Iñigo Cabacas, la Comisión Europea había advertido a las policías española y portuguesa, también a la Ertzaintza, de que debían abandonar su uso como ya lo habían hecho Gran Bretaña, Noruega y otros países.

En estos tiempos, ante el tribunal que les juzga, los tres agentes coinciden con su jefe: la carga era lo único posible ante una multitud acosadora que, dependiendo de la estimación del ertzaina, podría estar compuesta por 200, 500 o incluso mil personas.

Fue un ataque “espantoso”, aquello era “una encerrona premeditada”, que ponía en peligro la integridad de los ciudadanos. Hubo salvas, cargas sin pelotas,  que no disuadieron a la multitud que acechaba. “Disparar era necesario"” concluye el suboficial. No sin antes afirmar con orgullo que la mayoría de los agentes salían de la academia con “con casco y verduguillo”, en referencia a los antidisturbios.

Desmiente así a quien declaró antes que él de manera opuesta, como si pertenecieran a dos policías diferentes. Es el oficial, el cargo de más alto rango en el terreno, quien mantiene en varias ocasiones que la unidad de Seguridad Ciudadana no estaba preparada para ese tipo de actuación.  Contra él se dirigen todas las lanzas en el proceso. Paradójicamente fue el único que decidió permanecer en la furgoneta y no intervenir.  Me hubiera marchado de allí en cuanto llegué, reconoce. Le acusan de inacción.

Pero, él sabe que fue una decisión “incorrecta” a no ser que se buscara una “sarracina”, sostiene. Uno de los dos bares de la zona es la herriko taberna, a donde acuden simpatizantes de la izquierda abertzale.

Reitera en su declaración lo que ya había dicho al llamado Ugarteko (jefe de operaciones) aquella noche aciaga. La plazuela estaba llena de gente y no había incidentes, La situación estaba bajo control.”Había que evitar un mal mayor”.

Ugarteko sobrevuela sobre la sala de vistas como una nebulosa que lo cubre todo. No está acusado aunque era el jefe de operaciones la noche de los hechos. El único que disponía de toda la información. Quien se comunicaba por distintas emisoras con las patrullas que estaban en la calle. Es el mismo que en la grabaciones ordena con contundencia al oficial, ahora en el banquillo, “entre con todo lo que tenemos en el callejón de la herriko”... y tome la zona. A pesar de que el acusado le advirtió entonces de que todo estaba bajo control en la plaza. No había incidentes. Ugarteko se ha librado del banquillo pero declarará como testigo el 24 de octubre.

De momento, ha recibido el aval del actual jefe de la Ertzaintza Jorge Aldekoa, quien era el responsable de la comisaría de Bilbao, el jefe de los efectivos desplegados aquella noche en Bilbao, y ascendido a su actual categoría por el PNV.  Su paso como testigo en la tercera sesión del juicio ha tratado de exonerarle y señalar al oficial como responsable, quien claramente es el único que no era partidario de cargar.

Un comisario de la Policía Nacional que declara ese mismo día por videoconferencia deja claro  que el uso de pelotas de goma debe ser el “último peldaño” en este tipo de operativos. ¿En una plazuela repleta de gente en ambiente festivo y donde solo cuatro o cinco arrojan botellines de agua a la policía se requiere el uso de material antidisturbios?, le vino a preguntar la defensa. “En mi opinión, no”.

Testigos

La impresión al escuchar a los acusados es que en la plazoleta no se celebraba la noche del triunfo del Athletic sino un acto de kale borroka.

Pero, entonces, llegan los testigos. La joven rubia y con gafas avanza con paso decidido, como quien cree tener una misión. La suya es contar lo que vio aquella noche del 5 de abril de 2012, cuando su vida cambió en un callejón del centro de Bilbao. Laia Caballer es catalana. Había viajado a Bilbao con su entonces novio, de Málaga, para ver el partido y participar del jolgorio. Es una de las principales testigos de la acusación.

Va hilando la narración de forma meticulosa. Cuenta que cuando escuchó la lluvia de pelotas, se puso de pie sobre una de las jardineras, con las manos en alto gritando “qué hacéis, dejad de disparar”. Dice que le recordaba a las películas, los ertzainas formando en línea, disparando en línea recta a la plaza. “La sensación era como si nos estuvieran fusilando” .

La sala se estremece cuando relata cómo practicó los primeros auxilios a aquel chico que nunca antes había visto y que yacía en el suelo con espasmos y la cabeza ensangrentada. Mientras, el estruendo de los disparos impedía sentirle el pulso y una multitud despavorida intentaba huir de lo que en unos segundos dejó de ser una fiesta y se transformó en el infierno.

La impresión al escuchar a los acusados es que en la callejuela no había fiesta sino un acto de kale borroka

No había peleas, la gente estaba de celebración... De pronto, llega la Ertzaintza en sus furgonetas. Escucha frenazos, portazo y disparos.

“Boom, boom, boom”.  Cuando ya habían disparado 15 o 20 veces, un chico lanza  una botella de agua de plástico. Nadie arrojó adoquines, ni piedras... nada. No había encapuchados.

Más de seis años después, frente al tribunal, sostiene que sigue sin entender que la ambulancia tardara en llegar 15 o 20 minutos porque la Ertzaintza le impidió acceder al  callejón donde yacía el herido con un coágulo del tamaño de un puño en la cabeza. Le cuenta a la sala que tampoco ha logrado comprender al ertzaina al que se dirigió “con las manos todavía llenas de sangre y vómito de Iñigo” para pedirle su número de placa. Y le contestó: “Si no quieres acabar como el del suelo, lárgate de aquí”.

Ertzaina, a una joven que le pidió su número de placa: "Si no quieres acabar como el del suelo, lárgate de aquí".

Solo sabe que en cuanto llegaron ellos, la fiesta se convirtió en infierno.

Rompe a llorar. “Todavía me cuesta entenderlo. Para mí, hasta entonces, la Policía estaba para ayudar a la gente, pero una cosa así te cambia la vida. Ya no ando por la calle tranquila, ves a un policía y te da miedo. Te están matando y te amenazan por pedirles el número de placa. Han roto la vida a muchísima gente”.

El testimonio de la joven y de los otros testigos, algunos amigos de la víctima,  ya han envuelto de emoción la sala del Juzgado. Todos coinciden en lo fundamental: el ambiente era festivo, nada hacía suponer lo que ocurrió. No había motivos para la carga. Disparaban “a lo que se movía”, “iban a hacer daño”. “No avisaron”. “No lanzaron salvas”. “Atacaron directamente”.  “No hay que ser adivino para ver de dónde venían las balas  y la distancia desde la que disparaban”. “Me quemaba la pierna que flipas”, dice Iñaki Arruti, un joven que sufrió un pelotazo a la altura de la nalga derecha. Otra joven narra su miedo antes las pelotas y los destrozos de las barras y los toldos. Todos los testigos coinciden en lo esencial. Ella añade que cuando se acercó a socorrer a Iñigo, un ertzaina le preguntó con desprecio :“¿Tú quién eres, la novia perdida?”.

La madre del joven muerto diría después: “Cuando Iñigo cayó al suelo, la Ertzaintza no dejó a la gente que fuera a ayudarle. Eso nos ha dolido mucho, nos ha dolido mucho”.

 

 

 

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Autor >

Isabel Camacho

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4 comentario(s)

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  1. Arrimategui

    La policía es una organización terrorista, a ver cuándo se la lilegaliza.

    Hace 5 años 5 meses

  2. Sebastián

    No hay más que ver quién entra en los cuerpos policiales. Todos los broncas que en su adolescencia eran bien conocidos en sus barrios de procedencia. En las pruebas de acceso a los cuerpos policiales, la entrevista personal es la prueba definitiva para aceptar o rechazar definitivamente a un aspirante al cuerpo. Y ahí los tienen bien lustrosos... ¿Quién es el más culpable, el amo que ordena o el perro que obedece?

    Hace 5 años 6 meses

  3. Frank en la Jungla

    No es posible otro estado distinto al estado criminal mientras se ejerza el capitalismo, pues el estado es representación y brazo ejecutor publico del Capital y el Capital está asumido por todos los dominados como algo natural y aparentemente inocuo.

    Hace 5 años 6 meses

  4. Iñaki

    Hay que disolver a todas las instancias de poder de este estado putrefacto. Y crear otras nuevas con exigencias mucho mayores. Sobre todo llenarlas con gente honesta y no de hijos de puta. Mientras tanto, este estado seguirá dando mucho asco y siendo un peligro para la ciudadanía que quiera vivir en paz.

    Hace 5 años 6 meses

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