Marina Echebarría Sáenz es doctora en Derecho y profesora de la Universidad de Valladolid. Además, asesora a varias organizaciones relacionadas con el movimiento LGTBI, ha participado en la redacción de varias normas nacionales en materia de transexualidad y ha colaborado en numerosos foros nacionales e internacionales sobre identidad de género. 

Se han dado pasos importantes en políticas de género, pero todavía queda mucho por conseguir. ¿Se están dando los pasos correctos en financiación, tratamientos sanitarios...? 

Qué duda cabe de que todo tiempo pasado fue peor. Quienes ya tenemos unos años recordamos cuando una mujer transexual no podía salir a la calle con libertad sin afrontar burlas e insultos y arriesgarse a una agresión. En los últimos veinte años hemos ganado el acceso a las alamedas y una restauración parcial de nuestros derechos, pero claro, sólo si hacemos referencia a algunos países del llamado mundo occidental. En muchos Estados aun continuamos sometidas al código penal como criminales, consideradas ciudadanas de segunda o sometidas a violencias de todo tipo. Y digo restauración parcial de nuestra ciudadanía, porque todavía en algunos países de la misma Europa se nos aplican estatus de ciudadanía disminuida (divorcio forzoso, no reconocimiento de derechos de familia, etc.).

En un país como España, considerado el mejor o uno de los mejores países para ser trans, tienes que declarar que eres una transtornada mental para obtener el reconocimiento legal como mujer, tus derechos sanitarios dependen de en qué comunidad autónoma resides, el reconocimiento de la identidad de género en menores es desigual por territorios y hay realidades como la del paro femenino trans que superan el de cualquier colectivo con dificultades de inclusión laboral. Ahora mismo tres leyes esperan en el parlamento español con medidas para paliar esta situación, pero está por ver cuál de ellas consigue ser aprobada. Mucho me temo, que en especial las que implican gasto presupuestario y políticas activas de inclusión social, no consigan ser aprobadas en esta legislatura.

¿Los avances legislativos en materia de diversidad van acompasados a los cambios y avances sociales?

 Yo sería optimista. Una vez más la realidad social va por delante del Derecho. Mientras en otros países las personas trans estamos sufriendo ataques sociales y legales muy graves, en ocasiones protagonizados por el gobierno, en España la aceptación de la transexualidad es generalizada y va por delante de las medidas políticas y legislativas. Esto no impide que en efecto sigamos con unas tasas de marginalidad, suicidio y exclusión graves, pero a nivel de opinión pública ya no es correcto manifestar discriminación y el ambiente general es favorable.

Es por eso que algunas batallas ideológicas que se han reabierto en los últimos años sobre si somos o no mujeres, tema que considerábamos ya superado, son la expresión del movimiento pendular conservador/integrista que pretende devolvernos a las catacumbas bajo el pretexto de la defensa del “orden natural” y la peligrosidad de la “ideología de género”. Se nos está metiendo en un falso discurso de contraposición de identidades, que frente a nuestra pretensión de que se nos equipare en derechos, encubre la defensa del privilegio de seguir excluyéndonos de amplios espacios públicos, sociales, educativos, deportivos, y políticos. Estoy inquieta por lo que ocurre en los países de nuestro entorno, o en referentes como los Estados Unidos, pero creo que España resistirá esta tendencia demagógica y continuará siendo un referente en la defensa de los derechos humanos. También en el de las mujeres trans.

¿Los menores transexuales se enfrentan a los mismos rechazos y conflictos que se enfrentaban los niños transexuales de hace una década? ¿Cómo se adapta la comunidad educativa?

El primer cambio manifiesto es que, en mi generación, la familia era la primera en expulsarte del hogar o en mostrarte un rechazo y encaminarte hacia una vida marginal. Hoy en día tenemos madres y padres que luchan como leonas por los derechos de sus hijos. Los casos de rechazo y maltrato familiar ya son puntuales. Todavía tenemos ejemplos de acoso, suicidio adolescente y abandono escolar en proporciones inadmisibles, pero lo cierto es que la comunidad educativa como conjunto se ha concienciado en la erradicación de la discriminación, y veo a muchos docentes y responsables de educación dispuestos a impedir que se pierda otra generación. La proliferación de protocolos autonómicos sobre identidad de género en las escuelas es el indicativo de que el sistema educativo español ha asumido que durante años lo hizo mal y nos excluyó de las aulas, pero también de que ya está dispuesto a que esto no vuelva a ocurrir. Como docente soy consciente de las dificultades de provocar un cambio de sensibilidad y destino en una comunidad tan amplia, pero veo compromisos firmes en este empeño. Si no hay un vuelco en la sensibilidad social, lograremos que esta sea la primera generación con una infancia y adolescencia protegida. Y veremos que pasa cuando se incorporen a la vida adulta…

¿Cree que la celebración de encuentros como estas Jornadas Internacionales Feministas es necesaria para asentar los avances sociales? 

Si. Como parece que se ha puesto de moda decir, las mujeres trans formamos parte del sujeto político del feminismo, que es la mujer. Nuestra experiencia como mujeres sometidas al sistema patriarcal es común y, a veces, más extrema que la de cualquier otra mujer. Nosotras planteamos que la concepción genitalista y basada en un orden natural, en el que se justifica la desigualdad de roles sociales entre el hombre y la mujer, es insostenible. Que no podemos seguir siendo valoradas por el rol de esposas y madres en función a nuestra normatividad sexual. Está claro que durante decenios, toda mujer, en cuanto más se alejaba por rebeldía o por sus circunstancias personales del modelo normativo, más era discriminada. Nosotras como mujeres consideradas no aptas para la reproducción y la vida de familia éramos marginadas más duramente y destinadas a un papel de divertimento sexual. Hemos pasado de la concepción del género como identidad a la comprensión del género como estructura relacional, y con ello a la inclusión de todas las formas de feminidad tradicionalmente marginadas, a ampliar nuestro objetivo de lucha en la erradicación de los roles de género normativos y a establecer que esta es una lucha por los Derechos Humanos de TODAS. Y que, además, si queremos triunfar, tendrá que ser una lucha interseccional.

Necesitamos hablar mucho, consolidar nuestras políticas y reivindicaciones, y sobre todo, identificar al auténtico enemigo, la normatividad patriarcal interiorizada culturalmente. Mientras no cambiemos mentalidades, podremos luchar contra las discriminaciones y violencias machistas, pero no erradicaremos el origen de esa violencia y discriminación. Esta es una lucha fenomenal, pero merece la pena. Es la revolución humana más relevante de los últimos siglos.