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‘The Real Royal Trip’: ajo, sífilis y arte contemporáneo

Una sorprendente y cáustica retrospectiva sobre el arte español y sus viajes a América

Juan José Santos Mateo 7/12/2018

<p>Instalación de Ernesto Neto para la exposición The Real Royal Trip. </p>

Instalación de Ernesto Neto para la exposición The Real Royal Trip. 

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Yo no vine este viaje a navegar por ganar honra ni hacienda.

Esto es cierto, porque estaba ya la esperanza de todo en ella muerta.

 

Diario del Cuarto Viaje, Cristóbal Colón


15 de junio del 2018. Los reyes de España de gira por los Estados Unidos de América. En el colonial Palacio del Cabildo de Nueva Orleans, a Felipe Juan Pablo Alfonso de Todos los Santos de Borbón y Grecia se le viene un agudo y barroco olor a ajo. Su “magdalena de Proust” es el título y contenido de la exposición que está visitando: Recuerdos recuperados. A Su Majestad Felipe VI le dominan los reflujos de aquellas vallisoletanas sopas de ajo que degustó en Nueva York, hace ya quince años, en el opening de otra “muestra de embajada”, titulada The Real Royal Trip: su mente y su real glándula pituitaria le teletransportan al pasado…

12 de octubre del 2003. En el día de la Hispanidad, o de la fiesta de la Raza Española, o de la celebración del Descubrimiento, se abre en el MoMA/PS1 de Nueva York la exposición “The Real Royal Trip”, una muestra tan cara y tan ambiciosa como la aventura a la que hace referencia en su nombre: el cuarto viaje de Cristóbal Colón. El entonces príncipe Felipe inauguraba dos días antes, el 10 de octubre, la muestra de artistas españoles y latinoamericanos, comisariada por Harald Szeemann y financiada casi en su totalidad por el Gobierno de España. En la visita a puerta cerrada, el Príncipe degustó sopas de ajo, conversó con cada artista, e hizo algo de tiempo hasta sus siguientes actos: la inauguración de la sede neoyorquina del Instituto Cervantes (21 millones de euros) y la presentación del Coro de la Fundación Príncipe de Asturias en el Avery Fisher Hall del Lincoln Center.

Todo ello ocurrió durante el segundo mandato de Aznar, el de la mayoría absoluta, el de la época en la que comenzó con aquel delirante eslogan “nuestra nación es la más antigua de Europa”,[1] se inicia un vuelco en la política cultural nacional, centralizado en el SEACEX (Sociedad Estatal de Acción Cultural en el Exterior), una nueva instancia dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores que operativamente secuestraba al de Cultura en un cambio de estrategia más que significativo. La cultura se ligaba a la promoción internacional del país, y las iniciativas de dicha sociedad se focalizaban en actos culturales vinculados con la época imperialista española[2]. Intereses políticos (acercamiento del gobierno popular hacia Estados Unidos tras su apoyo a la Guerra de Irak, reconocimiento por parte de Estados Unidos de Herri Batasuna como grupo terrorista) y empresariales (apertura de negocios en Estados Unidos y en Latinoamérica, con el desembarco de Telefónica, Endesa, Repsol, BBVA o BSCH) se escondían tras la inversión en artículos y editoriales favorables pagados que aparecían en la prensa estadounidense, y en la agenda cultural, protagonizada por eventos que reforzaban el carácter universal y triunfal de la España barroca y la vigencia de los lazos heredados con los pueblos colonizados. SEACEX (en cuyo consejo de administración estaban Telefónica y Endesa, y que tenía un acuerdo de colaboración firmado con la cadena hotelera Sol Meliá) organizó exposiciones como El país del Quetzal. Guatemala maya e hispana, Iberoamérica mestiza. Encuentro de pueblos y culturas, De Legazpi a Malaspina; Perú, indígena y virreinal o Siglo XVIII. España, el sueño de la razón; Ilustración y reformismo borbónico, cuyos títulos son de delirio postcolonial. Pero para el Día de la Hispanidad del 2003 se había guardado el órdago.

La broma corrosiva

La cosa se anunciaba como una “celebración del arte, del placer y de la aventura”[3], una expo “rabiosamente contemporánea” y que rompía “todos los tópicos”[4]. Con un presupuesto estimado de 1,5 millones de euros, contratando al comisario más ilustre del momento, convocando a artistas españoles jóvenes y latinoamericanos de prestigio, consiguiendo el mejor espacio de arte del mundo, el MoMA (aunque fuera la sucursal, el PS1). Todo con una pretensión: situar en la agenda mundial el nuevo arte español y, de paso, estrechar distancias entre el Imperio del pasado, España (y su capital de entonces, Valladolid[5]), y el nuevo Imperio, Estados Unidos. The Real Royal Trip tuvo una itinerancia, y recaló en el 2004 en el Museo Patio Herreriano de Valladolid, gracias al esfuerzo presupuestario de la Junta de Castilla y León. Artistas como Tania Bruguera, Cristina Lucas, Ernesto Neto o Santiago Sierra fueron reunidos por un concepto que parte del único viaje patrocinado por la corona de Cristóbal Colón. Yo estuve en la presentación de la exhibición, aunque le prestaba más atención a los dientes bañados en el rojo del Ribera de Duero que absorbía Szeemann a litros, y no estaba tan al deje ni de las intrigas de pasillo entre políticos ni de la retórica imperialista “rabiosamente contemporánea” que subyacía a los relatos. Me impactaron varias obras, como el monumento ecuestre de Franco semienterrado por Fernando Sánchez Castillo, las fotografías de acciones con inmigrantes remunerados de Sierra, o el “muñeco de un loco”, de Enrique Marty, que descansaba en el regazo de la escultura de los reyes eméritos de España de 2,5 metros de altura, obra de Antonio, Julio y Francisco López, que aún hoy domina el claustro del Museo Patio Herreriano.  Incluso sentía cierto orgullo vallisoletano por tener a esos artistas y ese curador en el museo de mi ciudad. Pero la realidad se impuso tras descorchar la última botella del vino de honor.

Casi la mitad de los artistas de la muestra provenían de la misma galería privada, Juana de Aizpuru. La elección del comisario partió de Christian Domínguez, entonces asesor del Ministerio de Asuntos Exteriores, antiguo asistente personal de Szeemann, y al que le unen lazos familiares con la vallisoletana Aizpuru.[6] Harald Szeemann posteriormente fue el comisario general de la funesta Bienal de Sevilla, de nuevo organizada por Juana de Aizpuru. La hija de la galerista, Margarita, fue ponente en el simposio que se realizó en Nueva York. Más allá del conflicto de intereses, creo que lo relevante, por su carácter exportable y actualizable, es el conflicto discursivo. 

Como decimos, el concepto curatorial gravita en torno al último viaje de Cristóbal Colón a Nuevo Mundo, el único de los cuatro patrocinado por los reyes de España, cuya misión principal era encontrar una ruta comercial que cruzara América rumbo la India. Fue un desastre colosal: motines, lucha contra los indígenas, enfermedad y naufragios (provocados por un tipo de molusco llamado broma, que se comió la madera de los barcos y los dejó “tan agujereados que parecen colmenas”, como dejó escrito el almirante). Colón regresó cabizbajo a España, deshonrado y moribundo. El que la exposición de Harald Szeemann elija esta calamidad como concepto curatorial no deja de ser inexplicable, así como lo inapropiado de hacerlo mezclando artistas españoles y latinoamericanos (lo que derivó en una ensalada de temas: desde la revolución cubana, a la inmigración norafricana, el Sendero Luminoso, o los rituales de Haití). No hay dudas de la temeridad de Szeemann, y si alguien las alberga, se puede referir a las propias palabras del comisario: “Yo siempre digo respecto a este viaje que Colón llevó la sífilis, el catolicismo, el esclavismo y un montón de cosas malas, y yo llevo artistas”. Szeemann, poseído por el espíritu del Colón del montón de cosas malas, al timón de un barco tan bien patrocinado como mal augurado.

¿Los benefactores?: los políticos que pretendían abrir una nueva ruta comercial electrizados por ecos imperialistas. Jesús Silva, consejero de SEACEX y director general de relaciones culturales y científicas del Ministerio de Asuntos Exteriores de aquellos años, comentaba en una entrevista el objetivo de The Real Royal Trip: “Es decirles a los americanos, de una forma muy talentosa y con mucho ingenio, que el Barroco, Velázquez y Picasso, tienen continuidad hoy en día. Que aquí hay un cuarto viaje que es el de nuestros artistas jóvenes que pueden competir con todos los Chapmans del mundo”. Quizás entendiendo esta estrategia estatal de percibir la cultura y este ethos patrio que vincula el barroco con la producción del 2003 se puede comprender mejor el interés institucional por el arte en nuestro país (y la ausencia de crítica institucional en el arte nacional). Curioso que se citara a los Chapman, que ese mismo año manipularon unos grabados de Goya, el Blue Chip del arte de diplomacia.

Una de las artistas de la exposición era Priscilla Monge. Participó con la obra Otra tempestad, siete lápidas de cemento con un texto de La tempestad de Shakespeare que hacía referencia a las dicotomías dominador/dominado, culto/salvaje. Ella se embarcó en esta real aventura real sin ser consciente de que lo que se buscaba de ella no era una obra de arte, sino convertirse en competidora con los Chapmans del mundo: “Se veía un fuerte carácter oficial, pero de esto me percaté ya estando en Nueva York, con la visita del entonces príncipe Felipe. Nos asignaron a cada artista unos cuantos minutos para explicar al príncipe nuestro trabajo. Recuerdo que cuando le expliqué de qué trataba mi propuesta sentí algo de incomodidad o molestia por parte de él”.

Pero Felipe no dijo nada. Como la prensa de Estados Unidos. La repercusión mediática fue imperceptible. Quizás no captaron el “mucho ingenio” de los políticos ibéricos, la calidad de nuestros Chapmans, y esa línea directa que los vinculaba con el Imperio global. O quizás la metáfora con el Cuarto Viaje de Colón fue demasiado literal, y las voces de los fantasmas de Colón, de las bromas corrosivas, de los motines y los indígenas insurrectos ensordecieron a los espectadores yanquis. Entre el nepotismo, la visita real y el ajo, los estadounidenses pensarían que, en efecto, los españoles aún vivíamos en un Barroco temprano.

Muestras de embajada

La entente política y empresarial que nada como una rémora bajo la aleta de la cultura tiene miles de antecedentes. Quizás el otro país que pudiera competir con la España del Aznar de mayoría absoluta –¿y absolutista?– sea México. En el mismo periodo coló un Mexico City: an exhibition about the Exchange rates of bodies and values, en el mismo edificio, el PS1-MoMA, en el 2002. Pero quizás sea México, esplendores de 30 siglos, muestra que tuvo lugar en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York en 1990, el más clarificador precedente. Incluido en el festival “México: a Work of Art”, organizado por la secretaría de Relaciones Exteriores del Gobierno de México durante la administración de Carlos Salinas de Gortari, esta exposición era capaz de meter en el mismo saco a los Olmecas, Frida Kahlo y a la Virgen de Guadalupe. Tuvo un costo de dos millones de dólares, sufragados en su mayoría por la agrupación Amigos de México. El amigo más solidario era Emilio Azcárraga, dueño mayoritario de Televisa, que casualmente estaba imbuida en una operación de expansión en el mercado estadounidense. También, casualmente, en ese año de 1990 comenzaron las negociaciones de la firma del Tratado de Libre Comercio con América del Norte.

Las “muestras de embajada” sólo aseguran el éxito a los empresarios, y por eso aún hoy continúan en los calendarios de los grandes museos, como Rise of the Russian Avant-Garde, mostrada en el MoMA en 2017, o la actual Art and China, en el Guggenheim. Arte de diplomacia al servicio de una causa privada y privatizada.

El quinto viaje 

El rey recupera el hilo y se acerca del micrófono: no cita a Pedro de Quejo, el esclavista español, no habla del examen de pureza de sangre, las innumerables violaciones de españoles a indígenas, o sobre la prohibición de que los inferiores mestizos pudieran alcanzar cualquier cargo municipal durante la colonización. Dice que hay que difundir el legado español en Nueva Orleans, que contribuyó a que la ciudad tuviera un carácter integrador y mestizo. Cuatro días después, ¿habló de mestizaje en su reunión con Donald Trump, durante el apretón de manos con el presidente, que en ese mismo momento lidiaba con la crisis por su decisión de separar familias inmigrantes en las fronteras? ¿Le diría algo su Sacra, Católica y Real Majestad sobre la integración? ¿O le pediría, como hizo Aznar con Bush, apoyo para luchar contra el nacionalismo en su casa (entonces, el vasco, ahora, el catalán)? Entre medias inaugura tres exposiciones: Recuerdos recuperados: España, Nueva Orleans y el apoyo a la Revolución Americana, con pinturas de Goya, Zuloaga o Sorolla y patrocinada por Iberdrola, Diseñar América: el trazado español de los Estados Unidos, y España: 500 años de pintura española en los museos de Madrid, con obras de Murillo, el Greco, o, de nuevo, nuestro inagotable Blue Chip, Goya.

A Felipe VI le es sencillo lidiar con estos viajes de lustre. Cambian las caras pero se repiten las sonrisas: hablemos de mestizaje en América mientras en España seguimos afilando las cuchillas en las fronteras con África y seguimos con la política de mano dura contra los nacionalismos vascos y catalán. La colonización no acaba nunca. ¿Y cuáles son las huellas que deja tras de sí la Marca España[7]? Revisemos la efectividad de The Real Royal Trip: Szeemann (que falleció en el 2005) sigue siendo considerado el comisario más importante de la historia, la de Aizpuru sigue siendo la más influyente galería, la política cultural continúa anclada en tiempos medievales, las empresas persisten en ir de polizones de ésta, y el náufrago, el arte español, sigue esperando su quinto viaje.

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Juan José Santos Mateo es crítico de arte y comisario.


[1] Lema que retomó Rajoy, y que retoma el eco de Aznar, Pablo Casado, el mismo que en el reciente Día de la Hispanidad dijo aquello de “Ninguna nación ha hecho tanto por toda la humanidad” al recordar “el hito más importante de la humanidad, sólo comparable a la romanización”: el Descubrimiento.

[2] Las actividades del SEACEX compartían espíritu e ideología con las de la sospechosa Fundación Arte Viva, como analiza Elena Vozmediano; Esplendores del ayer. La Fundación Arte Viva. Consultado desde http://elena.vozmediano.info/esplendores-del-ayer-la-fundacion-arte-viva/

[3] Palabras de Harald Szeemann publicadas en la nota de prensa de la exposición.

[4] Noya, J., “Luces y sombras de la acción cultural exterior”, Real Instituto Elcano de Estudios Internacionales y Estratégicos”, en www.realinstitutoelcano.org.

[5] Cabe mencionar la relación especial de Valladolid con varios de los protagonistas: Juana de Aizpuru, vallisoletana, Aznar, que creció en Valladolid, o Miguel Ángel Cortés, por entonces Secretario de Estado para la Cooperación Internacional y para Iberoamérica, y principal propulsor de la SEACEX, también nacido en Valladolid (y que dos años después de la exposición es aceptado como miembro del Architecture & Design Committee del MoMA).

[6] Este y otros datos provienen de la investigación de Jorge Luis Marzo y Amparo Lozano, publicada en Marzo, J. L. (2010). ¿Puedo hablarle con libertad, excelencia?: Arte y poder en España desde 1950. Murcia: Cendeac.

[7] Renombrada por Josep Borrell “España Global” el pasado septiembre.

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Juan José Santos Mateo

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1 comentario(s)

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  1. Merinof

    Gran trabajo de información. Gracias

    Hace 5 años 11 meses

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