Ante todo mucha calma
La cosa en Podemos es grave, pero ya lo ha sido antes, y en otros sitios, y en vez de proclamar que esto es la gota que desborda el vaso habría que ver por qué el grifo gotea. O si hay que cambiar de vaso
Xosé Manuel Pereiro 18/01/2019
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Pensé que ya habíamos superado el síndrome del telediario que abre con que se han producido inundaciones en Madrid por las fuertes lluvias, y resulta que el salseo y el debate serio, todo en uno, de la política española, son los líos internos de una candidatura a un ayuntamiento. Capital, sí, pero ayuntamiento. Ah, y también a una comunidad autónoma uniprovincial. A lo que volvería a ser una diputación si las propuestas de Vox fuesen adelante. Y sí, la cosa es grave, pero ya lo ha sido antes, y mucho, y en otros sitios, y en vez de proclamar a voz en cuello que esto es la gota que desborda el vaso habría que ver por qué el grifo gotea. O si hay que cambiar de vaso.
Nadie discute el mérito de Podemos para abrirse paso en un mercado político donde solo había azul y rojo (a veces he pensado si el morado identificativo es porque el color estaba libre o porque es la suma de los otros dos), y abrir de paso la puerta para que se colasen otros. No hace falta ser un fanboy para atribuirle gran parte de ese mérito a Pablo Iglesias, que demarró en el momento oportuno y llevó tras de sí a una serie de proyectos rupturistas que estaban a punto, pero no acababan de decidirse, por falta de liderazgo o de peso específico. Y que Errejón fue en buena medida, aunque no en solitario, uno de los artífices de esa nueva forma de proclamar el hecho político.
Puede que las diferencias entre ambos, o entre los modelos que ambos representan, se hayan enfrentado y se hayan dirimido en Vistalegre II y no haya más que hablar. O puede que no, porque además de un fuego cruzado de tuits, de declaraciones y de personalidades, creo que la amplia masa de votantes y simpatizantes –y apostaría que buena parte de afiliados– no tenía claro que se dirimía, además de, como decía Humpty Dumpty, saber quién manda. Si iban a ser partido, movimiento, transversales o longitudinales.
Dicho esto, uno de los problemas que hay en Podemos, y en el resto de la izquierda, presente, pasada y me temo que futura, es el de la gestión de la disidencia. En lo que podíamos llamar Ley del Frente de Judea, inevitable y periódicamente, un sector de un partido izquierdista descubre que otro u otros son en realidad unos traidores infiltrados derechistas, o izquierdistas, que defienden unos intereses oscuros o semioscuros. Nadie en la historia ha escogido peor a sus compañeros y ha convivido con más mala gente que un militante radical, obligado a abjurar de sus antiguos camaradas cada cierto tiempo. Los que se quedan, se suelen quedar muy a gusto, y con bastante menos del capital humano y político que tenían. Y todo por razones que la razón no entiende, por lo menos la razón de las personas ajenas al lío.
Otro de los problemas, que no parecía afectar a Podemos, es la eterna búsqueda del equilibrio entre la intensidad y la extensión, entre apostar por controlar un movimiento (sindical, vecinal, ciudadano) o ampliarlo. El instinto de conservación empuja a hacer lo primero. Y a dedicar una considerable cantidad de energías, que nunca sobran, a mantener ese control. A Podemos le ha acabado afectando porque el control de la enorme extensión se realiza mediante un sistema que combina un democratismo extremo formal con la realidad de fondo de un notorio centralismo en las decisiones. Quizá eso solo tendría que afectar a los militantes, pero el electorado, sobre todo el electorado progresista, no suele ver con buenos ojos que se predique una cosa y se practique muchas veces la contraria. Llámenle quisquilloso, pero puede que tenga una cierta sensación de que lo están engañando. A él, o a otros con su complicidad, y no es una sensación confortable.
Pero como decía, nada de esto es nuevo, o como decía Eugene O'Neill, no hay presente ni futuro, solo el pasado que se repite, ahora, una y otra vez. Lo que sucede estos días en el planeta Podemos-Madrid sucedió también, en una galaxia muy lejana, en el PCE, y en Galicia al BNG, se cumplen ahora siete años, y desde hace unos meses a En Marea (surgida, en gran parte, de aquel big-bang). O sea que, ante todo, mucha calma y contar hasta diez.
Pensé que ya habíamos superado el síndrome del telediario que abre con que se han producido inundaciones en Madrid por las fuertes lluvias, y resulta que el salseo y el debate serio, todo en uno, de la política española, son los líos internos de una candidatura a un ayuntamiento. Capital, sí, pero ayuntamiento....
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Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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