WOLF LEPENIES / SOCIÓLOGO E HISTORIADOR
“Si el ambiente sigue empeorando, yo sugeriría que Francia y Alemania abandonen la UE”
Gerardo Muñoz 23/01/2019
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Wolf Lepenies es uno de los intelectuales más destacados de Alemania. Sociólogo e historiador de las ideas, Lepenies ha elaborado una importante obra que cruza la historia intelectual, la sociología literaria y los estudios culturales. Rector de la Wissenschaftskolleg (Institute of Advanced Study) en Berlín, también ha sido investigador en la Free University y en el Institute for Advanced Study en Princeton, y es un colaborador habitual en el periódico Die Welt. Entre sus numerosos libros destacan en castellano Melancolía y Sociedad (2018), una monografía ya considerada un clásico que estudia el aburrimiento en la cultura burguesa de la modernidad europea; ¿Qué es un intelectual europeo? (2008) y La seducción de la cultura en la historia alemana (2008). Su libro más reciente, Die Macht am Mittelmeer: französische Träume von einem anderen Europa (2016) (El poder en el Mediterráneo: los sueños franceses de una Europa diferente), es un fascinante estudio que recorre la larga historia en torno a la idea de una geopolítica “latina” del Mediterráneo en la imaginación intelectual europea.
La idea de una Europa “latina” tuvo un momento decisivo cuando Alexandre Kojève, el conocido filósofo hegeliano y posteriormente burócrata del Mercado Común Europeo, redactó el memorándum L’Empire Latin: Esquisse d’une Doctrine de la Politique Française (1945) que recomendaba al presidente Charles de Gaulle la creación de un gran espacio político del Mediterráneo. En este programa, Kojève avanzaba las líneas generales para la unificación de una zona geopolítica “latina”, encabezada por Francia, pero que incluiría Italia, Portugal, y España; tutelada por la Iglesia Católica desde el Vaticano, y que mantendría una relación de “colonialismo donante” con el norte de África. Para Kojève, el Imperio Latino era la única posibilidad de enfrentar dos dilemas ya visibles en la organización del espacio político europeo; por un lado, la crisis de la soberanía estatal, y la conservación de un equilibrio ante los Estados Unidos y la Unión Soviética; y por otro, una forma de hacer frente al poderío económico alemán en el continente. El Poder en el Mediterráneo es una contribución que ayuda a pensar el fenómeno de las reacciones antigermanas que brotan de los nuevos nacionalismos. En la conversación con Lepenies, discutimos sobre el desarrollo de la “idea latina” y la efectividad que ésta pueda tener en el presente y futuro de Europa.
Uno de los rasgos más notables de su libro El poder en el Mediterráneo es la heterogeneidad de posiciones intelectuales alrededor del imaginario “latino”, identificado como un espacio ligado al Mediterráneo al menos desde comienzos del siglo XIX hasta mediados del siglo XX. ¿Diría que el latinismo es, fundamentalmente, una reacción al protestantismo del norte?
Sin duda, el protestantismo juega un papel central en esta historia. Los “países latinos” están impregnados de catolicismo, y la idea del “imperio latino” es una apuesta dirigida contra la cultura protestante. Y sin embargo –y esto no deja de ser curioso– Kojève pensó que esta confrontación entre dos cosmos teológicos haría posible imaginar un futuro gobernado por un mundo católico-latino. La razón era muy simple, pues él seguía la intuición de la utopía marxista –como puede verse en su importante discurso “Perspectiva Europea del Colonialismo”, pronunciando en Alemania por invitación de Carl Schmitt en 1957–, en la que la sociedad del futuro el trabajo se volvería menos importantes que el ocio. Y está muy claro que Kojève pensaba que el catolicismo estaba en mejores condiciones de acoger una vida centrada en el ocio que el protestantismo, una religión exclusivamente entregada a la ética del trabajo.
Hace unos años, Giorgio Agamben desempolvó la tesis de Kojève en un artículo escrito en el momento de la crisis del euro. Ahí también aparece muy marcada esa dicotomía entre el cosmos del trabajo de la ética protestante y el ocio de las culturas mediterráneas. Recientemente, Agamben ha vuelto a contrastar estos dos procesos civilizatorios a partir de la figura del trabajador (arbeiter) alemán y el campesino (contadino) de la cultura rural y comunitaria italiana. ¿Por qué no hemos visto la apuesta de un “Imperio Latino” por ninguno de los actores políticos del sur de Europa?
Creo que la razón principal de que países como Francia, Italia, o España no estén apostando por un “Imperio Latino” se debe a diferencias esenciales en cuanto a sus intereses económicos, políticos e ideológicos. Estas diferencias siempre han estado ahí pero ahora pueden percibirse con mayor claridad. En el libro describo el momento en el que un “Imperio Latino” parecía casi inevitable. Era el momento en que Pétain en Francia, Mussolini en Italia, Franco en España, y Salazar en Portugal se encontraban al frente de sus Estados. Y, a pesar de una convergencia estratégica, sus diferencias ideológicas internas eran tan abismales que un observador se refirió con mucha lucidez a los cuatro dictadores como piezas de un “imposible Imperio Latino”. De ahí que la idea de una “unión méditerranéenne” propuesta por el expresidente francés Nicolas Sarkozy en el 2007 hubiese puesto de manifiesto estas tensiones tarde o temprano. No es casual que hoy dos enemigos geopolíticos en la Unión Europea sean jefes de Estado de países del sur: el francés Emmanuel Macron y el italiano Matteo Salvini.
Ya que hablamos de 'gran política' y no podemos dejar de pensar en Nietzsche, quien además tuvo una curiosa recepción en Hispanoamérica ligada a la “idea latina”. Muchos intelectuales latinoamericanos leyeron a Nietzsche como crítico de la modernidad protestante, así como una defensa de principios de la aristocracia francesa. ¿Cómo sitúa a un pensador como Nietzsche quien parece moverse entre el ascenso de la cultura burguesa alemana y el espíritu latino francés?
Es una muy buena pregunta, y sin duda yo no le presté suficiente atención a Nietzsche en mi libro. Esto tiene que ver con mi dificultad para sistematizar su pensamiento. Por ejemplo, no estoy seguro si su admiración por la cultura francesa nace de su deseo reactivo de‘épater le bourgeois allemande’, o si realmente podemos decir que Nietzsche fuera un verdadero enamorado de la cultura francesa. Es muy difícil saberlo. En cualquier caso, Nietzsche es para mí un epítome de lo que para la burguesía alemana siempre fue un deseo oculto: querer volverse francés. Pero no debemos olvidar lo que una vez notó Franz Kafka: los alemanes aman siempre más a los franceses cuando aquellos se comportan como alemanes.
Uno de los aciertos del libro es trazar la historia del "latinismo" como apuesta política de intelectuales decimonónicos, hoy ya olvidados, como pueden ser Paul Adam o Xavier de Ricard, este último autor del libro Le Federalisme (1877), en el cual proponía un espacio que acelerara el desarrollo capitalista, a la manera de los Estados Unidos. Ya que también ha estudiado la obra de Auguste Comte, me gustaría preguntarle por la relación entre el latinismo político y positivismo...
En efecto, he escrito mucho sobre Comte, quien es un autor “latino”, no tanto porque haya apostado por la construcción de un Imperio Latino, sino porque toma el catolicismo como modelo para su proyecto de la “Religion de l'Humanitè”. La religión católica para Comte consistía principalmente de rituales, de “pompa y circunstancia”, como la llamaba en ocasiones. Esto es algo mucho más importante que los dogmas y las creencias. Por lo tanto, ser "católico" suponía, por encima de todo, la participación en un ritual que sólo se podía encontrar en los países latinos. Y esto era completamente ajeno al Protestantismo. Obviamente, fue esto lo que atrajo a Maurras y a sus seguidores del pensamiento de Comte. En realidad, esta es también la razón por la cual el catolicismo puede sobrevivir en un país tan profundamente marcado por la "laïcité". Esto es, el galicanismo se suele entender como una reacción contra el Vaticano y el Papa, pero no hay que olvidar que es también una estrategia que pretende reservar un espacio "político-espiritual" del catolicismo en un país como Francia que es agresivamente laico.
Para volver sobre las diferencias entre Francia y Alemania, me gustaría preguntarte sobre el lugar del poeta en la construcción de la “idea latina”. Hölderlin pretendía cristalizar la forma del genio poético alemán como testigo de una nueva patria, y quizás también como compensación al hecho de que la Revolución Francesa no tuvo lugar en tierras germanas. Sin embargo, la figura del poeta también jugó un papel central en el imaginario mítico del latinismo como mediador con el pasado romano de la pulcherrima rerum, lugar de equilibrio y mesura. ¿Hasta qué punto la fantasía latina no fue también un intento por movilizar las energías del poeta en búsqueda de otro origen ante la modernidad?
Desde luego, y no hay que olvidar que en el pensamiento alemán, el "poeta" siempre ha sido contrastado al "homme de lettres", esto es, al escritor o "Schriftsteller". Sólo el poeta puede hacerse cargo de principios vitales, como la vida humana, la cultura, o la religión. Pero los "poetas alemanes", por regla, siempre se sintieron más cercanos a Grecia que a Roma. Autores como Humboldt, Fichte, y luego Heidegger insistieron que sólo allí existía una afinidad íntima entre las lenguas (el griego y el alemán), mientras que el francés se enorgullecía de hablar una lengua "latina". El griego para los alemanes era, junto con el alemán, el idioma de la "cultura", mientras que el latín y el francés eran formas vernáculas derivadas de la "civilización". Fue por esta razón que un crítico de la magnitud de Ernst Robert Curtius causó un verdadero escándalo cuando, en su libro Pioneros literarios de la nueva Francia (1919), escribió que autores como André Gide y Paul Claudel eran "poetas" en el sentido estricto alemán, ya que ellos atendían al lado afectivo e irracional de la existencia humana, y así evitaban caer en la ilusión racionalista mainstream de aquellos otros que habían sido cegados por la fuerza de la razón ilustrada.
En su libro, glosa el texto de un autor que se desvía y niega el latinismo católico: la conferencia "Por una nueva cultura mediterránea" pronunciada en 1937, por Albert Camus. Este texto, que pareciera haberse escrito como réplica a las tendencias del grupo de Maurras, distinguía entre un latinismo romano, y una cultura mediterránea sensible a lo común, así como al encuentro entre Oriente y Occidente en relación con su afuera. ¿A la luz de la crisis migratoria europea, podríamos decir que el texto de Camus al final ha triunfado sobre el ideal latino romano?
Aquí la respuesta es muy sencilla. Yo diría que sí, sin duda alguna. Y me atrevería a decir más, si me permite traducir esto al antagonismo de los liderazgos del sur de Europa: mientras que Macron se encuentra cercano al Mediterráneo de Camus, Matteo Salvini está próximo a la arrogancia romana.
La geopolítica hoy está presente en las agendas tanto de la izquierda como de las nuevas derechas nacionalistas. Jean Luc Mélenchon publicó el panfleto Le Hareng de Bismarck (Le Poison Allemand) (2015), que oponía la “identidad del pueblo latino” al hegemon alemán, al que identificaba con la banca y con la dominación tecnocrática-financiera. Y hace unos meses, algunos miembros de Unidos Podemos avanzaron una afirmación soberanista que saludaba con entusiasmo algunas posiciones del gobierno de Salvini. ¿Piensa que una “geopolítica latina” es hoy un mecanismo identitario que coloca a Alemania como el enemigo existencial de los déficits democráticos de los países del sur?
Creo que la razón principal por lo que el “latinismo” no ha sido evocado en el ascenso de los nuevos nacionalismos en Europa tiene algo que ver con el ascenso paralelo de las 'democracias iliberales' en el Europa del Este, principalmente en Polonia y Hungría. La alianza entre Víktor Orbán y Matteo Salvini en Italia, por ejemplo, ya no cuaja en el paradigma de una “idea latina”. Esta plataforma ya no es capaz de articular una unificación creíble. Los movimientos populistas de Europa intentarán, a mi juicio sin éxito, aglutinar una fuerza a lo largo y ancho del continente. Pero lo cierto es que una visión geopolítica alternativa sería insuficiente y peligrosa ante esa eventual deriva.
Si la división entre el sur y el norte de Europa se sigue intensificando, ¿piensas que tácticas como la de una “bloque latino europeo”, o incluso una “unión monetaria latina”, pudiera retornar y transformar el mapa político europeo?
Lo cierto es que me cuesta trabajo imaginar que una “Europa Latina” regrese de manera virulenta tal y como ocurrió en el pasado. Paradójicamente, confieso que tengo simpatías por la propuesta de Alain Badiou, aunque yo la elaboraría de manera diferente. Primero, hay que entender que las “democracias iliberales” son una amenaza existencial para la supervivencia de la Unión Europea. Un país como Italia puede que recrudezca su antagonismo y amenace con salirse de la Unión. Y si el ambiente sigue empeorando, yo sugeriría que Francia y Alemania abandonaran la UE para formar una nueva confederación sobre la base de principios legítimos y reglas efectivas. Luego, podrían invitar a todos aquellos países que suscriban estos principios y reglas a que se sumen a dicha unión. Yo nací en 1941, y pertenezco a una generación para la cual la hermandad entre Francia y Alemania es demasiado importante como para comprometer su estabilidad a causa de los nuevos regímenes autocráticos que buscan persistentemente la destrucción de la Unión.
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Gerardo Muñoz es profesor adjunto en Lehigh University, Pensilvania. Su publicación más reciente es Alberto Lamar Schweyer: ensayos sobre poética y política (Bokeh, 2018).
Wolf Lepenies es uno de los intelectuales más destacados de Alemania. Sociólogo e historiador de las ideas, Lepenies ha elaborado una importante obra que cruza la historia intelectual, la sociología literaria y los estudios culturales. Rector de la Wissenschaftskolleg (Institute of Advanced Study) en Berlín,...
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