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División sexual del trabajo y violencia machista

Prólogo de ‘Patriarcado y acumulación a escala mundial’, de María Mies

Silvia Federici 27/03/2019

<p>Huelga feminista del 8 de marzo de 2019.</p>

Huelga feminista del 8 de marzo de 2019.

Manolo Finish

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Hay muchas razones por las que esta nueva edición de Patriarcado y acumulación a escala mundial (Traficantes de Sueños) supone un acontecimiento oportuno. Considerado, ya en la década de los años noventa, un clásico de la literatura feminista y de lectura obligatoria para activistas e investigadores del creciente movimiento antiglobalización, el libro no solo es tan relevante hoy como cuando se publicó por primera vez, sino que ahora se dirige a un público aún más preparado a fin de apreciar su contenido y metodología. Al enfocar y proponer una lectura de la historia del mundo basada en la «producción de vida» y en la lucha contra su explotación, este libro habla directamente de la crisis que tantos están sufriendo actualmente, enfrentados a la constante destrucción de vidas humanas y del medio ambiente; este tiempo en el que incluso los movimientos de masas más poderosos se ven incapaces de lograr un cambio social positivo está provocando una búsqueda de nuevos paradigmas.

Patriarcado y acumulación a escala mundial recupera, para una generación más joven, radicalizada por el movimiento Occupy y los movimientos de las plazas, el corazón radical del feminismo, enterrado bajo años de cooptación institucional así como de negación posmoderna de cualquier espacio común o de puntos de confluencia entre mujeres. Recupera la sensación, tan poderosa durante la primera fase del movimiento feminista, de que hablar de las mujeres supone tocar algo totalmente fundamental tanto en la historia como en nuestra vida cotidiana. Porque, tal y como señala Mies, las mujeres no son solo un grupo cualquiera de seres humano entre muchos otros, ellas son las que, en cualquier época y sociedad, han producido la vida en este planeta y de cuyo trabajo, por lo tanto, depende todo el resto de actividades. Desenterrar y trazar el camino que nos lleve al origen de la explotación de las mujeres es preguntar por qué y dónde la historia «tomó la dirección equivocada»; cuáles son las auténticas fuerzas que han dirigido la historia del mundo y cuál es el auténtico rostro, la realidad del sistema capitalista en el que vivimos.

Esta es la tarea que se arroga Patriarcado y acumulación a escala mundial, y el resultado es una reconstrucción histórica y teórica cuyo alcance se ha descrito a menudo como «impresionante». Siguiendo el rastro de siglos de violencia masculina contra las mujeres, y atravesando límites espaciales, temporales y académicos, relaciona las sociedades cazadoras / recolectoras con el desarrollo del capitalismo y el colonialismo; expone las dificultades y trampas de los movimientos de liberación nacional, desenmascara y muestra el continuismo esencialista existente entre el capitalismo y el socialismo, a la vez que desentierra los cimientos materiales sobre los que se han alzado las jerarquías que han caracterizado y determinado la división sexual del trabajo arrojando luz sobre los principios por los que debería regirse una sociedad no explotadora.

Este libro ofrece, por lo tanto, una enorme riqueza de conocimientos históricos y políticos. Patriarcado y acumulación a escala mundial también nos da una importante lección metodológica, supone un excelente ejemplo de lo que requiere la construcción de teoría. Y lo que es más importante aun, al combinar las teorías construidas por el movimiento del Salario para el Trabajo Doméstico, especialmente en la identificación del trabajo doméstico no remunerado de la mujer como pilar de la acumulación capitalista, con el análisis de los teóricos tercermundistas sobre las economías campesinas y la colonización, el libro desarrolla un marco teórico que nos proporciona herramientas para un pensamiento conjunto y una acción común de los movimientos sociales sobre las diferentes formas de explotación existentes. Del mismo modo, nos ayuda a reconocer tanto lo que separa como lo que une a las mujeres y hace del feminismo una sonda que nos permite captar las principales tendencias y corrientes que impulsan la reestructuración de la economía mundial.

Inevitablemente, una obra de esta envergadura planteará muchas preguntas. Algunos se resistirán y se opondrán a la tesis que estructura este trabajo: en los albores de la historia se impuso una división sexual del trabajo, por la cual los hombres se especializaron en las artes de la violencia y la destrucción, mientras que las mujeres lo hicieron en las actividades que producen diaria y generacionalmente la vida; con el tiempo, esta división se ha consolidado en un sistema «patriarcal» en el que la violenta apropiación por parte de los hombres del trabajo de las mujeres se ha convertido en la fuerza productiva dominante y en el motor de la misma.

Esta es una opinión provocadora, que pone patas arriba los relatos con los que nos han descrito la historia de la civilización desde los primeros días de escuela; me imagino que también se verán alimentados por esta opinión algunos proyectos de investigación antropológica que pretendan encontrar evidencias de ello. Puedan o no verificarse todos los datos empíricos de la teoría de Mies sobre el origen del patriarcado, no debe ignorarse o dejar de lado la potencia y la fuerza lógica de sus argumentos, ya que nos reta a revisar y explicar la generalizada y ubicua violencia masculina contra las mujeres, confrontando incluso el «escepticismo de género» al mostrar un innegable territorio común en sus posiciones. También desmitifica el presunto carácter innovador y creativo del capitalismo, de esta «última manifestación del patriarcado», exponiendo su parasitaria dependencia de la libre apropiación de la naturaleza, del cuerpo y del trabajo de las mujeres.

Como demuestra Mies, solo con el advenimiento del capitalismo se ha universalizado el uso de la violencia como motor económico, intensificándose más allá de la ejercida anteriormente por cualquier otro sistema. Tal y como ella afirma, la formación de un sistema global ha permitido al capitalismo externalizar la explotación, multiplicar sus unidades coloniales y acelerar la destrucción de la riqueza natural del planeta. En este contexto, uno de los puntos más poderosos de Patriarcado y acumulación a escala mundial es su análisis de la continuidad existente entre los procesos que caracterizaron la primera fase del desarrollo capitalista —la caza de brujas, la trata de esclavos, la colonización― y aquellos que han caracterizado la reestructuración de la economía mundial en nuestro tiempo, demostrando que «el desarrollo de un extremo ha supuesto siempre el subdesarrollo del otro», y que la «acumulación primitiva» no puede acotarse a los orígenes de la sociedad capitalista ya que ha supuesto un aspecto esencial y necesario de todas las fases de desarrollo capitalista, al punto de que, actualmente, se ha convertido en un proceso permanente.

Esta es una «verdad», que el desarrollo de los acontecimientos sociales y políticos acaecidos desde la primera publicación de Patriarcado y acumulación a escala mundial ha demostrado y ratificado una y otra vez. Dicha evolución de los acontecimientos también ha demostrado la afirmación que se hace en el libro de la existencia de una relación de causalidad directa entre la extensión global de las relaciones capitalistas y la escalada de violencia contra las mujeres; violencia ejercida como castigo frente a la resistencia mostrada por estas contra la apropiación de sus cuerpos y su fuerza de trabajo. No se trata solo de las miles de mujeres, así como de muchos hombres jóvenes, que continúan siendo esclavizados y que mueren en las «zonas francas de exportación», las «maquilas», las workhouses de nuestro tiempo. La violencia contra las mujeres ha aumentado tanto en los últimos años que el término «feminicidio» es ya de uso común hoy día, incluso en los informes gubernamentales; en Italia, en el año 2013, el «feminicidio» se introdujo como delito en el código legal. Mientras tanto, somos testigos de un resurgimiento de la caza de brujas en todo el mundo. Es mérito de Mies el que en la descripción de las fuerzas destructoras que ha desatado «el patriarcado capitalista», no suavice su crítica, ni ofrezca soluciones rápidas, sino que en vez de esto ratifique la creciente consciencia de que el capitalismo no puede ser reformado.

Patriarcado y acumulación a escala mundial es también una acusación al marxismo. Como Mariarosa Dalla Costa y tantas otras activistas y teóricas políticas de la campaña del Salario para el Trabajo Doméstico, Mies critica el concepto reduccionista de Marx sobre el trabajo, yendo aún más allá en esta crítica, al rechazar la terminología desarrollada por Marx —argumentando, por ejemplo, que conceptos como «productividad» y «trabajo excedente», según la interpretación dada por Marx, contribuyen a la mistificación de qué es lo que constituye producción—. Actualmente se ha asumido, incluso por parte de muchos marxistas, teóricamente al menos, gracias a décadas de estudios y activismo feministas, que, sin sombra alguna de duda, la producción de seres humanos es un trabajo, y que es el trabajo sobre el que se sustenta el capitalismo. Más polémico, y no obstante de crucial importancia en el contexto social actual, en el cual la dependencia de la tecnología en nuestras vidas nunca había sido tan fuerte, es el rechazo de Mies del sueño marxista de una sociedad plenamente industrializada en la que, como condición para la liberación humana, las máquinas realizarían todo el trabajo. Tal y como ella argumenta certera y poderosamente, tal sueño ignora el hecho de que no es el trabajo como tal lo que es opresivo sino las relaciones sociales de explotación en las que se sustenta.

Este es un aviso crucial para todos aquellos que entre nosotros, a pesar del creciente rechazo a la sociedad capitalista, todavía sucumben cautivados a esta producción tecnológica, asumiendo a menudo que sus capacidades se han adquirido a través de Facebook o Twitter. Para ellos, y de hecho para todos nosotros, Patriarcado y acumulación a escala mundial es una guía política imprescindible. No nos permite olvidar cuál es el precio y a costa de qué se producen las nuevas tecnologías, qué violencias desencadenan, y lo destructivo que sería para las fuerzas productivas del planeta la generalización de las tecnologías capitalistas; aquí la historia se sitúa de parte del análisis de Mies —en el mundo post-Fukushima la ininterrumpida industrialización del sueño marxista se ha convertido en la pesadilla de la humanidad—. También la respuesta popular a la actual crisis capitalista reivindica la visión de Mies cuando afirma que los auténticos sujetos revolucionarios no son los programadores informáticos y otros agentes de la mecanización, sino los millones de mujeres que con menos de «un dólar al día» luchan por mantener con vida sus comunidades, básicamente a través de su trabajo de subsistencia y de la creación de formas más cooperativas de reproducción social. Es su presencia, así como la de las muchas personas que a diario luchan por crear modos de vida y relaciones sociales que no se rijan por la lógica de la acumulación capitalista, la que le da fuerza a la obra de Mies.

Es por esto que, a pesar del retrato que dibuja sin concesión alguna de los poderes destructivos del capitalismo, Patriarcado y acumulación a escala mundial no promueve ningún tipo de pesimismo histórico, sino que confía en que la amenaza del capitalismo sobre la reproducción de nuestras vidas, por muy violenta y profunda que sea, no puede domesticar nuestra rebelión: esta rebelión resurgirá una y otra vez, y aparecerá en la agenda de la humanidad hasta que se haya acabado con ella. 

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Autora >

Silvia Federici

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2 comentario(s)

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  1. Lectora

    Qué cuajo hay que tener para publicar frases como estas de Federici el rechazo de Mies del "sueño marxista de una sociedad plenamente industrializada en la que, como condición para la liberación humana, las máquinas realizarían todo el trabajo. Tal y como ella argumenta certera y poderosamente, tal sueño ignora el hecho de que no es el trabajo como tal lo que es opresivo sino las relaciones sociales de explotación en las que se sustenta." Marx estaba tonto, no se dio cuenta de "las relaciones sociales de explotación". La incoherencia de Federici, si "la producción de vida es un trabajo", es que no abandere la "gestación subrogada", que no lo haga como defiende la prostitución como una explotación cualquiera, bueno, no tan mala como la de las intelectuales, porque, como ha declarado recientemente, "es peor vender el cerebro". Sus trabajos coinciden siempre en usar terminología marxista para atacar a Marx por no decir lo que ella no ha leído en Marxo, lo que se ha formulado después. El gran mal es la caza de brujas (a ella debe de estar proporcionádole muchos suculentos ingresos el cuento reduccionista): no la esclavización sexual de las mujeres en las guerras,no los la pederastia en el seno de las familias por figuras patriarcales como padre, padrastro, abuelo, tío, no la explosión de la violencia cultural (y dolorosamente física para las mujeres maltradas y violadas ante las cámaras en el boyante negocio pornográfico, que a su vez lleva a una cadena incalculable de violencias reproducidas bajo su modelos desde la minoría de edad de varones sobre niñas, chicas adolescentes y mujeres), no las jornadas de trabajo aniquilantes también en la hostelería, el comercio, la distribución, las oficinas a cambio de salarios aún más miserables que los de sus compañeros. No. La caza de brujas, señoras y señores. Federici viene a hablar de sulibro. Parece que desbarra y mezcla churras con merinas, pero siempre habla de su libro.

    Hace 5 años 7 meses

  2. c

    MUY recomendable : rhttps://www.noticiasdegipuzkoa.eus/2019/04/01/sociedad/lo-mas-transgresor-no-es-decir-que-les-den-el-carne-de-puta-y-ya-sino-apoyar-el-abolicionismo

    Hace 5 años 7 meses

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